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22 de diciembre de 2017

Singapur, the fine city

¿Woodlands? ¿Por qué Woodlands? ¡Si nosotros queremos ir a Singapur! Hasta lo que nosotros sabemos, ninguna señal de carretera en Malasia indica el camino a Singapur bajo este nombre. Por algún motivo que se me escapa, la dirección de los indicadores de carretera es Woodlands, una zona en el norte de Singapur, junto a la frontera. Misterio.

A pesar de estos intentos del innombrable por confundirnos, llegamos sanos y salvos, aunque un tanto acalorados, a nuestro cuadragésimo país de este viaje. El cruce de fronteras fue bastante peñazo por el lado singapurense, en donde un solo agente tenía que atender a un montón de moteros y unos pocos ciclistas. En algún sitio he leído que cada día cruzan a Singapur nada menos que entre 70.000 y 100.000 motos. Supongo que el menor coste de vida de la fronteriza Johor Bahru merece las esperas en inmigración y aduanas a los sufridos currelas. A nosotros nos tuvieron dos horas bajo un implacable sol que nos dejó la sesera a punto de ebullición, plop, plop, plop. Aunque todavía en el hemisferio norte, Singapur está a solo 137km del ecuador y el calor aprieta que da gusto.

17 de diciembre de 2017

Meditabundos por Malasia

Start again! Start again! Start with a calm and quiet mind, with a balanced and equanimous mind,... De esta guisa, con la tonante y peculiar voz grabada del maestro Goenka, comenzaban diariamente las maratonianas sesiones de meditación del curso de Vipassana que hicimos cerca de Kuantan, en la coste este de la península malasia. Curso en el que, sin saber muy bien qué esperar pero interesados en una técnica que gente cuyo criterio respetamos recomienda encarecidamente, nos metimos de cabeza sin demasiada información. Incautos.

Una vez instalados en el Centro, a meditar a tope. From zero to hero, que dicen los anglosajones. Habiendo meditado en toda mi vida la friolera de cinco minutos (Bego algo más y, bueno, las horas sobre la bici tal vez cuenten), en diez días nos calzamos más de 100 horas de (intento de) meditación, que se dice pronto: desde las cuatro de la mañana que nos levantaba un sonoro y repetitivo gong, hasta las 9:30 de la noche, con algún descanso entre medias. En mi caso, sentado en posición de "lata" (imposible la posición de loto que Bego con tanta elegancia y habilidad ejecuta), partiéndome la espalda y las articulaciones, dejando mis reales posaderas planas como un papel. Con el paso de los días la construcción de una estructura de soporte a mi alrededor a base de cojines en lugares estratégicos y de un bendito respaldo salvador mitigó razonablemente los dolores.

3 de diciembre de 2017

Malasia no, "Buenasia"

Si a pesar de la ocurrencia del título seguís leyendo, no sé si merecéis un monumento o, seguramente, un castigo. Valga el tostón que viene a continuación como castigo.

Lo que más nos ha llamado la atención de Malasia es su enraizada, omnipresente, babilónica diversidad. Malayos (esto es, los malasios de etnia malaya), protomalayos (o indígenas o aborígenes, de los que no soy consciente haber visto ninguno, aunque haberlos, parece que haylos, sobre todo en Borneo), chinos, indios y algún vestigio europeo (británico, portugués y holandés), amén de otras presencias menos relevantes, comparten terreno en Malasia y dejan su rastro por todos los rincones y aspectos de la vida. Sin todo este lío de etnias, lenguas e historias entrecruzadas, Malasia no sería lo que es, un país estupendo sobre el que teníamos pocas expectativas por nuestras anteriores visitas y que, sin embargo, nos está encantando.

24 de octubre de 2017

Solo por el soleado, simpático y sabroso sur de Siam

Bego se metió en el taxi camino del aeropuerto, al avión que la llevaría a Donosti durante algo más de tres semanas, y me quedé solo, una extraña sensación tras la convivencia 24/7 de los últimos tiempos. Bueno, habrá que pedalear, me dije.

Para salir de Bangkok todo el tráfico del mundo mundial parecía encontrarse en mi calle. Con ruido, el viento en contra y mucho, muchísimo calor, por lo menos la carretera era buena y llana. Concentrarse y no sentir, que diría Mafalda ante un plato de sopa.

En cuanto pude, abandoné la carretera principal y todo cambió inmediatamente, a los pocos metros: tráfico escaso, relativo silencio, paisaje rural, más contacto con la gente, gente más relajada y sonriente. Llama la atención ver tan cerca de una megaurbe como Bangkok un paisaje tan bucólico con, además de los sospechosos habituales (bananos, cocoteros, mangos, papayas, etc.), un buen número de salinas, bandadas de aves parecidas a cigüeñas y, como en Vietnam, una mezcla de criaderos de marisco y edificios para la recolecta de nidos de pájaro con los altavoces a todo trapo con el priii, piu, piu, priiii de las aves.

9 de octubre de 2017

Tailandia: sobre encuentros, masajes y monarquías

El mal tiempo nos acompañó durante prácticamente todo nuestro último día en Laos, lo cual nos fastidió un tanto las vistas desde el barco que nos llevaba por el Mekong río arriba. Por suerte la lluvia torrencial amainó para el cruce de fronteras a nuestro país 38 de este viaje, cruce que por cierto fuimos obligados a hacer en autobús. Un caro peñazo lo de meter las bicis en el bus, pero tal vez tenga sentido para evitar accidentes: en mitad del puente sobre el que pasas de un país a otro, los carriles se cruzan: en Tailandia se conduce, maldita sea, por la izquierda.

Por lo menos se conduce por buenas carreteras... que en principio es positivo, lógicamente, pero que anima a los conductores a pilotar sus vehículos a toda velocidad. Según la Organización Mundial de la Salud solo Libia tiene más muertes en la carretera en relación a su población; cada año 24.000 tailandeses mueren por accidentes de tráfico en una población total de 65 millones (en España son 800-900 muertos en una población de 46 millones con más vehículos por cabeza). No ayuda que los moteros no llevaran casco, que hasta el año pasado los conductores se pudieran negar a hacer el control de alcoholemia o que, ahora que no pueden negarse, los policías no tengan el aparato para medirlo. La Junta militar -los que gobiernan en este país desde el último golpe de estado- dice que está tomando medidas, habrá que verlo. De momento, nosotros circulamos en cuanto podemos por carreteras con poco tráfico y nunca por la noche, que es cuando los tailandeses, por lo que dicen, se meten de todo y van como locos.

8 de agosto de 2017

Laos de sur a norte: de capitales soporíferas, ciudades monumentales, etnias, ríos y montañas

El pulso de Vientián, la capital laosiana, es más bien bananero. Relajado, si uno quiere ser políticamente correcto. Hasta el tráfico de la capital se mostraba en estado semicomatoso: ni un atasco, ni una mala palabra al volante, ni un movimiento agresivo, literalmente ni un solo bocinazo en los días que ahí estuvimos. Paz y relax. Todo lo cual es estupendo, salvo que seas un jovenzuelo con ansias de marcha, discoteca o glamour. Como obviamente no es el caso, para nosotros Vientián resultó ser el perfecto lugar de descanso, capricho gastronómico (nada extraordinario, claro, pero salir de la dieta de sopa de fideos y arroz frito siempre resulta motivo de alborozo), revisión de alguna cosilla en las bicis, y consecución de imperativos administrativos, esto es, visado de Tailandia y extensión del visado de Laos, ambos conseguidos rápidamente y sin problemas.

20 de julio de 2017

Laos de sur a norte: ¡sabaidee, sabaidee, sabaidee, sabaidee,...!

Sabaidee! -hola en lao- es el grito de guerra que uno oye constantemente en Laos, repetido una y mil veces por todos los laosianos, pero especialmente por todos los niños del país... y en este país hay muuuuchos niños.

No fue un cordial y amistoso sabaidee lo que nos encontramos en la inmigración laosiana, sino la petición de una (pequeña) corruptela, aunque al final, como ya contábamos en la anterior entrada de este blog, nos mantuviéramos incólumes y todo transcurriera sin más historia.

Pedaleamos unos pocos kilómetros por carreteras casi desiertas -recalando primero en la no especialmente llamativa catarata más ancha del sudeste asiático- hasta la zona conocida como de las cuatro mil islas. En esta región del sur de Laos el Mekong, río por cuya vecindad pedalearemos durante unos cuantos cientos de kilómetros, se ensancha hasta llegar a los 14 kilómetros y en su curso hay, no sé si cuatro mil, pero sí un montón de islas. Especialmente dos de ellas, Don Det y Don Khon, son destinos de viajeros independientes. Bueno, y de algún grupo de chinos también. Se llega en una estilizada lancha motora en plan explorador y, aunque nada queda por explorar en estas islas llenas de mochileros, se disfruta de un ambiente tranquilo y relajado, sobre todo en la sureña Don Khon.

24 de junio de 2017

Camboya: pedalea un camino siguiendo sus curvas, descubre un país siguiendo sus costumbres

El atento lector de este épico blog recordará que Vietnam había surgido de la unión de un dragón y un hada. De Camboya cuenta la leyenda que surgió de la unión de una princesa con un extranjero. La princesa era la hija de un rey naga, una serpiente mitológica que reinaba sobre tierras sumergidas. Un día un brahma indio llamado Kaudinya navegaba por ahí (?) y la princesa fue educadamente a saludarlo. Kaudinya, muy desconsiderado, le disparó una flecha con su arco mágico y ella, temerosa, decidió aceptar su petición de matrimonio. (Un poco raro todo, no?, pero tal vez no se les pueda exigir coherencia y lógica a los protagonistas de las leyendas). El caso es que, a falta de mejor dote para el bodorrio, el rey se bebió las aguas de su reino y le regaló las tierras que de ahí emergieron a Kaudinya. Estas tierras emergidas se llamaron Kambunja, origen de la palabra Camboya. Parece que el rey no se lo bebió todo y así el río Mekong y algunos lagos dominan la geografía camboyana, un país manejable de unos 118.000 Km2.

4 de junio de 2017

Vietnam: Saigón y el delta del Mekong

Y por fin, tras 1.866 Km pedaleados desde la norteña Hanoi, llegamos a Saigón. Salvo para los acérrimos seguidores del expresidente Ho Chi Minh, dudo que haya nadie que prefiera este nombre al cinematográfico, literario, evocador Saigón para referirse a la capital del sur de Vietnam y su mayor ciudad. Con unos 6 millones de habitantes la ciudad, 14 millones el área metropolitana y nada menos que 7 millones de motos, cumple con las expectativas de lo que los folletos turísticos describen como "ciudad vibrante y llena de energía" -esto es, ruido, caos y follón- que uno ya asume en las ciudades de esta parte del mundo. Así ese aire sensual y exóticamente evocador de algunas novelas del siglo pasado queda un tanto en entredicho, cubierto como está de humos, bocinazos y hormigón. Se parece más al lugar de perdición con ambiente de "última frontera" que dibujan algunas películas de la guerra. La propia zona de hoteles para mochileros tiene su toque sórdido con continuas ofertas de drogas y masajes, masajes de esos que, viendo quién y cómo los ofrecían, a buen seguro eran con "final feliz".

23 de mayo de 2017

Vietnam: de Hanoi a Saigón

Dice la leyenda que los vietnamitas descienden de la unión del dragón Lac Long Quan con el hada Au Co. Sin duda, una unión más exótica e interesante que la de Adán y Eva. Ambos parece que congeniaron y tuvieron nada menos que cien hijos, aunque con una pequeña trampa: la madre parió un saco con cien huevos. Supongo que después la relación se fastidió (los hijos, ya se sabe) y, en una demostración de modernidad judicial, la madre se fue con cincuenta hijos a las montañas, mientras el padre se fue con los otros cincuenta a la costa. Liderados por el hijo mayor, todos estos hijos fundaron la primera dinastía vietnamita, los Hung, que reinaron sobre el reino de Van Lang, cuyos habitantes fueron los primeros conocidos como Lac Viet, de donde sale Vietnam.

19 de abril de 2017

Good morning, Vietnam!

Ya, ya sé que el "Good morning Vietnam!" de marras -la famosa película de Robin Williams- lo ha utilizado hasta el tato para titular cualquier cosa relativa a este país, pero no por manido deja de ser un buen título.

Tras un cruce de fronteras de esos interminables entramos en nuestro país 35 de este viaje por el paso de "la amistad", el típico nombre que usan los enemigos acérrimos para bautizar pasos, puentes o túneles cuando aseguran estar reconciliados. Hipócrita madurez. Finalizados los trámites aduaneros nos quedamos muy cerca de la frontera vietnamita sin apenas hacer kilómetros, en un pueblo de sonoro nombre, muy apropiado para la entrada a un país, Dong Dang ("¿hay alguien?"), día de transición para situarnos en el nuevo país, sacar dinero, ver precios y esas cosas.

"Esas cosas" incluyeron sentarnos en terrazas y tomar cafés. ¡Qué placer! Desde luego, algo bueno dejaron los franceses en esta parte del mundo. Quiero decir, además de la boina, auténtica txapela negra con rabito y todo, que tantos vietnamitas llevan. Crujiente pan, rico y denso café -caliente o con hielo- adecuadamente endulzado con un toque de leche condensada, smoothies de mango o aguacate, helados..., todo ello consumido en abiertas terrazas contemplando el mundo pasar. Por cierto, ¿cómo es posible que el concepto "terraza" no se haya exportado a todo el mundo?

9 de marzo de 2017

Bye bye China!

Con el objetivo de evitar las zonas más pobladas del sur de China, desde Hong Kong cogimos un ferry hasta la fluvial Gaoming, ya en China propiamente dicha. Se trata de un distrito río arriba cerca de Foshan, en la provincia de Guandong, también llamada Cantón. Ésta, para el que no lo sepa, es la provincia más poblada de China con la friolera de 104 millones de personas. La zona de su capital, Guanzhou (también llamada Cantón), junto con el delta del río Perla, supone ya 44 abigarrados millones; más de 50 si incluimos Hong Kong. Si es que hay chinos p'aburrir... Además, con una de las mayores y más activas zonas industriales del mundo, todo lo que nos ayudara a evitar esta aglomeración no precisamente bucólico-pastoril y la concurrida frontera entre Hong Kong y Shenzhen, bienvenido fuera.

19 de febrero de 2017

...y sin pedalear en Hong Kong

Aterrizamos en el que para mí es todavía el aeropuerto "nuevo" de Hong Kong, aunque fuera inaugurado en 1998, provenientes de Manila. Nuestras bicis emergieron junto al carrusel en aparente perfecto estado a pesar del (o tal vez gracias al) ligero empaquetado: un par de cartones cubriendo las partes más delicadas, un poco de cuerda sujetándolos entre sí y una bolsa protectora de un "todo a cien" japonés que deja las ruedas a la vista. Parece que así los que gestionan el equipaje saben que son bicis y las tratan con más cariño que si van camufladas en cajas.

Un magnífico, excelente, maravilloso tren construido por CAF, nos llevó a nosotros y a nuestras bicis al barrio de Central, donde nos esperaba Alejo, amigo y exjefe de los tiempos de Lladró, que vive en Hong Kong casi desde antes de que llegaran los ingleses en 1841. Nos alojamos en un apartamento perteneciente a su cuñada, sin mueble alguno pero bastante céntrico y con lo necesario para estar estupendamente unos días... ahorrandonos el hotel, que no es moco de pavo en una ciudad tan cara como Hong Kong. Mgoe sae!

5 de febrero de 2017

Filipinas: pedaleando de isla en isla

En Cebú, la segunda ciudad de Filipinas y nuestra entrada en el país, coincidimos nuevamente con Rubén y Merce, ellos ya de grand finale de su largo viaje ciclista por Eurasia, a punto de volverse a España vía Hong Kong. Seguro que nos volveremos a ver pedaleando por algún lugar del mundo.

En esta poblada y caótica ciudad turisteamos un poco, mandamos a arreglar la cámara de fotos rota ya hace unas cuantas semanas y visité al dentista para rehacer una muela rota. (Una cuña publicitaria de interés para nuestros estimados lectores: ese dentista te puede hacer una corona enteramente de porcelana con tecnología cad/cam alemana bastante impresionante en solo 10 minutos por 600€. A nada que tengas varias que ponerte, con lo que te ahorras te puedes pagar las vacaciones en Filipinas. Si alguien quiere sus datos...).

La salida de la ciudad de Cebú fue el típico horror de urbe tercermundista: mogollón de tráfico (aunque, siendo justos, razonablemente respetuoso con nosotros), humo, polvo, calor abochornante. Se me olvidaba comentar que nada menos que 16,5 Kg de material de acampada y ropa de invierno que no íbamos a usar durante los próximos meses en el Sudeste asiático fueron enviados por correo desde Tokio a un amigo a Bangkok. Amigo que espero que lo siga siendo cuando lo reciba. Así que ahora pedaleamos Bego con dos alforjas y yo con tres. Un gusto.

7 de enero de 2017

Filipando en Filipinas

Aterrizamos en Marte. O tal vez Mercurio sería más apropiado, por aquello del calor. Desde luego, eso nos pareció cuando llegamos a Filipinas provenientes de Japón. Dudo que haya dos países con mayor contraste que estos dos archipiélagos. Y no solamente por pasar del invernal frío japonés a la calurosa y húmeda bofetada del tropical bochorno filipino, calor que se apodera de ti nada más salir del aire acondicionado del aeropuerto y, como el desodorante, no te abandonará hasta que salgas del país. Como todos habéis leído ya detenidamente las entradas referentes a Japón 😀, no hará falta que diga que Japón es sinónimo de orden, limpieza, pulcritud, armonía, sofisticación, riqueza, una sociedad tirando a anciana, en decrecimiento, más del "sol poniente" que del "naciente". Filipinas, en cambio, es el paradigma del caos, del ruido y de la cacofonía, la simpatía, la risa y la música, del lío continuo, si no de la suciedad sí por lo menos de una cierta relajación en la limpieza, del mal llamado tercer mundo con mayúsculas, de un país con una población joven, divertida, energética y en crecimiento. Si exceptuamos que ambos son archipiélagos sitos en el Pacífico con unas 7.000 islas cada uno, con mucha población -130 decrecientes millones Japón y 108 crecientes millones Filipinas, casi todos ellos bajitos-, con volcanes y terremotos, estos dos países se parecen entre sí como un huevo a una castaña.