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23 de septiembre de 2018

Canadá: de paraísos urbanos y naturales... y de osos

Corría el año 1791 cuando el oficial de marina y explorador gaditano José María Narváez, en uno de sus múltiples viajes por la zona, avistó lo que posteriormente se llamaría Vancouver, siendo así el primer europeo en hacerlo. Nosotros llegamos un poco más tarde que él y en avión, aunque para entonces ya llevábamos cuatro años y más de 58.000km de pedaleo en nuestras piernas, amén de tropocientas horas metidos en un avión de Air China (de esos construidos con la estatura china en mente), cambio de fecha incluido sobre algún punto del círculo polar ártico. Cuando sea mayor 😉 viajaré en business.

En Vancouver nos esperaban Mark y Mary, nuestros estupendos anfitriones de Warmshowers, que nos iban a alojar a papo de rey en un bastante céntrico apartamento situado en una antigua iglesia reconvertida.

También nos esperaba la televisión: un periodista amigo de Mark, nuestro anfitrión, al escucharle decir que iba a alojar a dos perfectos desconocidos a través de esta plataforma de apoyo entre los ciclistas del mundo, decidió que era una historia suficientemente interesante como para aparecer en los canales locales de medio Canadá. Nos empezaron a filmar y a hacer preguntas antes siquiera de llegar a casa tras unas treinta horas de viaje desde la lejana Melbourne vía Beijing. Dudo que dijéramos nada coherente ante los ojos de literalmemte miles de canadienses mientras desayunaban cereales al día siguiente.

8 de septiembre de 2018

Australia (3): vuelta a la civilización

El Mawson trail es otra preciosidad de camino que recorre el sureño estado de Victoria. Transcurre por una zona inicialmente minera y posteriormente agrícola, entre montañas y valles, con angostas gargantas cuajadas de árboles goma. Árboles que se llaman así no sé muy bien por qué, porque no es que sean elásticos, más bien al contrario: sus enormes ramas se parten sin avisar, así que no es recomendable acampar bajo ellos. Lo malo es que los de turismo no le enseñan a uno una foto del árbol goma y hasta que te enteras de cuál es, no te atreves a acampar bajo ningún árbol desconocido. En mi caso, prácticamente todos.

Algunas de las minas de la zona se llevaron la riqueza casi sin avisar. El pueblo de Leighton Creek fue desplazado de su emplazamiento original para explotar una enorme mina de carbón que, mira tú por donde, estaba justo debajo. Mala suerte. O buena, según se mire, pues les hicieron un pueblo nuevo con unas infraestructuras que ya las quisieran pueblos de más entidad. Pero un buen día se terminó el carbón -o ya no lo quisieron más, no lo sé-, y casi todos los currelas se largaron por donde habían venido, dejando atrás un pueblo fantasma, con esas estupendas infraestructuras vacías. Afortunadamente para nosotros el supermercado había decidido permanecer en el pueblo y, necesitados como estábamos tras las penurias del Oodnadatta trail, pudimos comprar comida. Pero el invierno en el sur de Australia no es baladí y, tras una primera noche a cero grados en la tienda de campaña -y nada menos que sesenta noches seguidas acampando- decidimos que la segunda nos la íbamos a pasar en un hotel con una cama y buena calefacción. Somos débiles, ya lo sé.

2 de septiembre de 2018

Australia (2): de dioses molestos, canguros atropellados y horizontes lejanos

Alice Springs, en el centro de Australia, es una suerte de capital oficiosa del Outback. La ciudad era en un inicio una estación de telégrafo, una de los doce repetidores que había entre Adelaida en la costa sur y Darwin en la norte. En ellos el personal se pasaba todo el día tecleando telegramas que recibía de un punto y reenviaba al siguiente: vida tediosa donde la haya. El caso es que Alice era la mujer del director de telégrafos de Adelaida, la oficina se llamó Alice Springs y la ciudad, en principio llamada Stuart, acabó tomando el nombre de una mujer que seguramente nunca estuvo en ella.

La ciudad ofrece un respiro al sufrido cicloviajero tras cientos de kilómetros de árido desierto, pertrechada como está de servicios varios, tiendas, hoteles y restaurantes. No es que hiciéramos mucho uso de hoteles (acampamos en el camping más cutre de la ciudad) o restaurantes (una única cena en un restaurante; siempre llegamos a estos lugares con mono de ensaladas y para eso nada mejor que ir al súper), pero sí de servicios y supermercados.