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9 de octubre de 2017

Tailandia: sobre encuentros, masajes y monarquías

El mal tiempo nos acompañó durante prácticamente todo nuestro último día en Laos, lo cual nos fastidió un tanto las vistas desde el barco que nos llevaba por el Mekong río arriba. Por suerte la lluvia torrencial amainó para el cruce de fronteras a nuestro país 38 de este viaje, cruce que por cierto fuimos obligados a hacer en autobús. Un caro peñazo lo de meter las bicis en el bus, pero tal vez tenga sentido para evitar accidentes: en mitad del puente sobre el que pasas de un país a otro, los carriles se cruzan: en Tailandia se conduce, maldita sea, por la izquierda.

Por lo menos se conduce por buenas carreteras... que en principio es positivo, lógicamente, pero que anima a los conductores a pilotar sus vehículos a toda velocidad. Según la Organización Mundial de la Salud solo Libia tiene más muertes en la carretera en relación a su población; cada año 24.000 tailandeses mueren por accidentes de tráfico en una población total de 65 millones (en España son 800-900 muertos en una población de 46 millones con más vehículos por cabeza). No ayuda que los moteros no llevaran casco, que hasta el año pasado los conductores se pudieran negar a hacer el control de alcoholemia o que, ahora que no pueden negarse, los policías no tengan el aparato para medirlo. La Junta militar -los que gobiernan en este país desde el último golpe de estado- dice que está tomando medidas, habrá que verlo. De momento, nosotros circulamos en cuanto podemos por carreteras con poco tráfico y nunca por la noche, que es cuando los tailandeses, por lo que dicen, se meten de todo y van como locos.

El colorido interior de los templos tailandeses
Desde luego, además de en el tráfico, el cambio de país es patente desde el primer momento, todo más nuevo, más cuidado, más desarrollado que en Laos. A veces hasta niveles curiosos, como esos sofisticados cafés de diseño que uno se encuentra en mitad de la nada, en una carretera perdida.

Un par de días de descanso en un buen hotel con piscina en Chiang Khong, ciudad separada de Laos por el río Mekong, nos recargaron las pilas para pedalear a Chiang Mai. Bueno, también ayudaron las visitas a relajantes templos budistas y, por qué negarlo, a restaurantes y supermercados, auténticos templos de abundancia consumista, especialmente evidentes tras las carencias en el país vecino.

En esta ciudad coincidimos con Miguel y Lucía, cicloviajeros de Madrid en un periplo por el Sudeste Asiático como luna de miel. A Miguel lo habíamos conocido en Tajikistán dos años antes recorriendo en bici la ruta de la seda y, entre uno y otro viaje, ambos habían pedalado por media África. Vamos, que nos faltó tiempo para ponernos al día de nuestras respectivas aventuras.

El edificio de los baños (¡baños, sí!) del Templo Blanco
Bueno, todo, todo no era blanco en este templo
En Chiang Rai las visitas que hicimos a un par de templos muestran claramente los intereses del turismo. Primero fuimos al Wat Phra Keaw, uno de los templos más importantes y venerados del país por ser el origen del famoso talismán tailandés, el Buda Esmeralda que se exhibe en el templo del mismo nombre en Bangkok. Cuenta la leyenda que en 1434 un rayo abrió en canal una estupa en Chiang Rai y, voilá, ahí estaba el buda -que es de jade, por cierto, esperando a ser "rescatado". Tras muchos viajes y cambios de residencia, terminó en Bangkok. El templo en cuestión -con historia, leyenda y de una delicada belleza- estaba vacío.

Posteriormente visitamos el Templo Blanco, cuyo apodo tal vez tenga algo que ver con el hecho de que casi todo es de un blanco luminoso. Hasta los peces de la laguna que lo rodea son blancos. Comenzado a construir en 1997 y sin finalizar, su interior está decorado con imágenes de Elvis Presley, la Guerra de las Galaxias, Terminator, las Torres Gemelas, Matrix, Hello Kitty y Superman, entre otros. El templo -original, divertido y, la verdad, atractivo- estaba a reventar de gente.

Masajista profesional ;)
En Chiang Mai, la capital del norte de Tailandia, nos apuntamos a un curso de masaje. De masaje tailandés, claro.

Ohm Na Mo Shi Va Ko
Ohm Na Mo Shi Va Ko
Ohm Na Mo Shi Va Ko
NaAh Na Wa Ro Kaa Pa Ya Ti Wi Nas Santi
NaAh Na Wa Ro Kaa Pa Ya Ti Wi Nas Santi
NaAh Na Wa Ro Kaa Pa Ya Ti Wi Nas Santi
Sa Tu No Pan Te
Sa Tu No Pan Te
Sa Tu No Pan Te

Todo este galimatías ha de ser proclamado en perfecto tailandés -parte antes del masaje, parte tras él- para invitar al espíritu de Shivagakomarpaj, el fundador del masaje tailandés. ¿Invitarlo exactamente a hacer qué?, ¿va a dar él el masaje?, me pregunto. Descreído como siempre, no recité las palabras mágicas y el susodicho me castigó con un potente tirón en la espalda durante el examen final del curso (Bego, a la que le di solamente la mitad de la rutina estipulada, se quedó con las ganas). El tirón me dejó totalmente fuera de combate durante días, obligándome a reptar más que a andar. Tómese nota que yo estoy hecho, no por falta de voluntad sino por limitaciones físicas, para recibir masajes, no para darlos. Por cierto, que los maestros "masseures" no hicieron ni ademán de tratar mi dolorida espalda con sus mágicos dedos.

Tras varios días de fiebres bajas y malestar general, con todos los síntomas
de una gripe que no terminaba de irse, unos análisis determinaron infección
viral y rinitis alérgica. Qué mal llevo este de convertirme en alérgica, yo!
Lo bueno del curso es que conocimos a José y Susana, una interesante pareja murciano-argentina con los que mantuvimos apasionadas, encontradas y divertidas discusiones sobre medicinas alternativas, complots judeo-masónicos y efectos paranormales. Viajar te regala estas oportunidades.

En Chiang Mai no todo fueron alegrías. La pobre Bego estuvo medio convaleciente con malestar general y algo de fiebre. A mí, además de lo de la espalda, me extrajeron una muela -con mucho esfuerzo por parte de la dentista, ¿serán menores las raíces dentales de los tailandeses?-, muela que ya me habían intentado salvar meses antes en Filipinas. Cuando menos, mi bici lleva ahora menos peso (¿cuánto pesa una muela?).

De Chiang Mai a Bangkok sobre ruedas de acero esta vez
Además de este cóctel de problemas físicos que nos dificultaban el pedaleo, Bego decidió tomarse unas vacaciones de las vacaciones y volar desde Bangkok a Donosti el 4 de septiembre, lo cual implicaba que no nos iba a dar tiempo a llegar a Bangkok en bici. Así que, aprovechando esta triste aunque real excusa y entre grandes medidas de seguridad (docenas de policías tanto en las estaciones como en el propio tren, no pensaba que fuéramos tan valiosos) metimos las bicis en el tren en el que recorrimos unos 600 km hasta Ayutthaya. El tren era una bamboleante tartana que salía a las 06:30 de la mañana y que tardó casi trece horas en recorrer esos 600km, pero era el que aceptaba bicis como equipaje, así que no había opción. Por lo menos el paisaje, sobre todo al norte, resultó precioso, primero entre jungla y colinas, para después cambiar a terrenos inundados por las lluvias propias de esta temporada y también inundados de montones de cigüeñas, garzas y todo tipo de aves.

En el templo Wat Chaiwatthanaram en Ayutthaya
Ayutthaya, antigua capital del reino de Siam y Patrimonio de la Unesco, está cuajada de templos en diferente estado de conservación. Ha perdido el aire kipliniano de mi primera visita hace la friolera de treinta años, pero estando como está sólidamente engarzado en el circuito turístico tailandés, ha ganado en reconstrucción y comodidades. Una muestra más de la continua lucha entre autenticidad y comodidad. Hablando de autenticidad, probablemente sea muy interesante establecer contacto con los lugareños para intercambiar experiencias culturales y compartir vivencias. Digo "probablemente" porque en Tailandia en agosto solo hay españoles. Uno se ve tan rodeado de castizos "ejque macho"s, "qué guay"s y "coño tío"s, que duda que pueda quedar ni un solo español en España.

La curiosa mezcla de edificios del Palacio de Bang Pa In.
Desde Ayutthaya, ahora sí, ciclamos hacia el sur y de camino paramos en el palacio de Bang Pa In. Además de por su ecléctica arquitectura europea-china-tailandesa, el lugar es conocido porque en 1880 aquí se ahogó la reina Sunanta. Como la ley prohibía a los súbditos tocar a la reina, nadie se lanzó al estanque a rescatarla, mientras veían como se iba hundiendo. O tal vez estuvieran hartos de ella y se escudaron en la legalidad. En cualquier caso, cambiaron la ley.

Lo de la monarquía en este país es un poco de locos. Todavía se ven por absolutamente todas partes fotos del difunto rey, exposiciones sobre su vida, lazos negros, gente vestida de negro y todo tipo de signos de luto por la muerte del obviamente muy querido y respetado rey Bhumibol, ocurrida en octubre de 2016 tras nada menos que 70 años de reinado. Entre 30.000-40.000 personas visitan al día su cuerpo embalsamado en el Palacio Real de Bangkok, cuerpo que será incinerado este octubre cuando se oficien los funerales. Un año entero de luto. Solo entonces se coronará a su hijo el principe Vajiralongkorn, alguien que no parece que despierte muchas simpatías.

De luto para visitar el cuerpo del difunto Bhumibol
No digo más sobre el heredero al trono pues las leyes de protección a la imagen de la familia real son tremendamente estrictas y hay gente en prisión solamente por dar un "me gusta" a una página de Facebook algo crítica con el rey. Por ejemplo, el acto reflejo de pisar un billete que se lo lleva el viento es anatema: en esta cultura los pies son lo más sucio del cuerpo y en el billete está la cara del rey... Son como niños.

Y por fin llegamos a “Krung Thep Mahanakhon Amon Rattanakosin Mahinthara Ayuthaya Mahadilok Phop Noppharat Ratchathani Burirom Udomratchaniwet Mahasathan Amon Piman Awatan Sathit Sakkathattiya Witsanukam Prasit”, también conocida más mundana y resumidamente como Bangkok, denominación que para no aburrir al estimado lector usaremos en este blog. Con el título mundial de nombre más largo para una ciudad, este trabalenguas quiere decir "Ciudad de ángeles, la gran ciudad, la ciudad de joya eterna, la ciudad impenetrable (a diferencia de Ayutthaya) del dios Indra, la magnífica capital del mundo dotada con nueve gemas preciosas, la ciudad feliz, que abunda en un colosal Palacio Real que se asemeja al domicilio divino donde reinan los dioses reencarnados, una ciudad brindada por Indra y construida por Vishnukarn.” Ahí es ná.

La que fuera la calle de los mochileros de Bangkok, Khao San
En Bangkok turisteamos por palacios, templos, museos, mercados y hasta por alguno de los muchos centros comerciales repletos de gente y de tiendas lujosas. De vez en cuando hay que turistear. Han transcurrido ya muchos años desde nuestra última visita a Bangkok y -¿cómo decirlo?- todo ha cambiado mucho, todo sigue igual.

La famosa calle Khaosan sigue siendo destino de mochileros, pero ha perdido todo vestigio de meca del viaje-aventura que tenía hace años para convertirse en una mezcla de centro comercial lleno de tiendas, boutique hotels, McDonald's y todo aquello que uno puede encontrar en calles dedicadas al turismo en otras partes del mundo. O tal vez no haya perdido nada, hace treinta años los viajeros de entonces decían lo mismo que yo digo ahora sobre lo voluble de los tiempos o la decadencia del turismo y simplemente me esté haciendo viejo...

Qué bien lo pasamos con Carlos, qué alegría más contagiosa tenía!
En Bangkok nos reencontramos con Carlos, antiguo colega de los tiempos de Lladró en Hong Kong, y su mujer Tik, que generosamente nos habían custodiado todo nuestro material de acampada y de invierno durante unos cuantos meses. Fue un gustazo verlos, nos trataron a papo de rey y nos pusimos mutuamente al día de nuestras vidas... en una conversación que parecía que habíamos terminado el día anterior y no veinte años antes.

Y desde Bangkok, Bego a Donosti unas semanas y yo a pedalear hacia el sur de Tailandia. Ya os lo contaremos.

Un abrazo
Los paisajes del norte de Tailandia

Fruta tailandesa conocida como ojo del dragón porque al pelarla se asemeja al globo ocular, con una pepita negra dentro. Su nombre es longan, y similar al lichi, es de lo más deliciosa, exótica, dulce, y sobre todo, fácil de comer.
El Templo Blanco. Las fotos interesantes del interior, de las imágenes de películas, estaba prohibido sacarlas. Pero esta tiene mucho más mérito. Ese extraño momento en el que ninguno de los cientos de turistas estaba en la foto.
Clases de lunes a viernes, mañana y tarde, todo el día, comiendo en el mismo centro. Se aprende. Con dos profesores tailandeses, y compañeros de curso de lo más variopintos.
Ya lo dijo Gandhi, "vive como si fueras a morir mañana, estudia como si fueras a vivir eternamente". Por ahora los que más han disfrutado de mis masajitos, los sobris y amiguitos.
"Men only". Extraño ver esta señal en la entrada de uno de los templos de Wat Chedi Luang en Chiang Mai, no son habituales en los templos tailandeses. En el interior hay un pilar que se supone protege la ciudad. Y por qué no podemos entrar? Pues por lo de siempre, porque tenemos el periodo, algo considerado sucio. Todavía estamos con esas?
En el interior de los templos tailandeses abunda el rojo y el dorado.
Y en el exterior no hay tanto dorado, pero en algunos lugares lo hay a tutiplé. Con el día gris que hacía, se veía hermoso.
Casonas de Chiang Mai, fuera de la parte vieja amurallada.
Los tuk tuks tailandeses.
En Ayutthaya se ofrecen paseos en elefante. El lugar por donde discurre está marcado en los mapas de Open Street como "Tortura de elefantes"
Dulces endulzados
Visita escolar a Wat Phra Ram en Ayutthaya
Más visitas escolares, esta vez en el enorme templo de Wat Yai Chai Mongkol
A falta de cámara buenas son las tabletas y los móviles
Los curris tailandeses son líquidos y las opciones son inmensas: red curry, yellow curry, green curry, massaman curry, northern thai curry, panang curry.... Dos razones por las que vez tras vez, recurría al sempiterno pad thai. Cómo me gusta.
Algo que se ve mucho en el Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam, son calamares secados al sol. Sólo los hemos pedido una vez, y nos resultaron difíciles de masticar. Puro chicle. Así que no les hemos dado más oportunidades.
El templo de Wat Phanan Choeng era de los más activos de Ayutthaya, con un gran buda dorado al que le colocaban interminables telas naranjas que los feligreses donaban. Pedaleando hacia él veíamos sacos enormes de lo que parecían gusanitos de colores a la venta en la carretera. Para qué serán? Grotesco el espectáculo en las terrazas al río que discurre por la parte de atrás del templo. Feligreses alimentando con esos sacos a enormes carpas que se peleaban por los gusanitos.
Cruzando el río que discurre por mitad de Bangkok, el Chao Prayah, para ir al que sería nuestro hotel durante una semana.
Nuestro hotel estaba detrás del Templo del Amanecer. No sé cuántas fotos pude hacerle a este templo. Y eso que con el móvil saco la mitad de la mitad de la mitad de las fotos que hago con la cámara.
Detalles del Templo del Amanecer. Se dice que la decoración de este templo está hecho con trozos de cerámica china desechada.
Y más detalles del templo del Amanecer, Wat Arun
Tres impresionantes guardianes
En Bangkok visitamos el mercado de los amuletos. En teoría lo llamativo debería haber sido los amuletos budistas tailandeses, que dependiendo de a quién pertenecieron o con qué están hechos (pueden llevar pelo de monjes famosos u otras reliquias) pueden costar verdaderas fortunas. A nosotros que somos muy simples nos llamaron la atención estos otros...
Y sí, en Bangkok también continuamos en época de lluvias. El río estaba muy crecido y en muchos márgenes ya habían añadido sacos de arena ante potenciales crecidas.
Templos del Gran Palacio.
Y más templos y detalles del Gran Palacio.
Hilera de garudas dorados en el Gran Palacio.
En Bangkok no estaban disponibles las llantas Exal que nuestras bicis traían de serie, y Hugo se decidió por unas Sputnik de buena fama. Pena que los radios de una no sirvieran para la otra, y le tocara sustituirlos todos. Ello, más la mano de obra de montar dos ruedas de cero... un dinerito. Mis llantas aún tienen el surco que muestra el desgaste, que en las de Hugo hacía tiempo que había desaparecido.
Bangkok la nuit. Una ciudad que atrae a muchos extranjeros que se quedan a vivir aquí.


4 comentarios :

  1. Bego eres la pupas, eres el Atletico de Madrid de los ciclistas, jajaja. Sois los únicos viajeros que encontráis murcianos por el camino, no me lo puedo creer. A ver si tardáis menos para el próximo post. Un fuerte abrazo desde Murcia.

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    1. Sí, y todos los murcianos súper majetes! Habrá que explorar más esa zona a nuestra vuelta ;) Y ya ves qué obedientes, ha sido leerte y publicar nueva entrada, no como otros que han soltado sus videos a cuenta gotas. Deseando llegar a tierra con wifi decente para ver ese último video de Irán!

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  2. Hola, ¿ cuál es el dulce típico de Atuthaya? ¿ y la esperanza de vida?

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    1. No conozco "Atuthaya" y la esperanza de vida es probablemente un concepto demasiado complejo para ti. 😜

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