Ya era tarde y la noche se acercaba. Con el mismo huso horario, pero algunos kilómetros más al este que Donosti, en septiembre el sol se pone en Eslovaquia a las seis y pico. Nos encontrábamos en una zona rural y un tanto perdida del oriente eslovaco, cerca de las fronteras con Hungría y Ucrania. Vamos, que las grandes cadenas hoteleras, los Hilton, Sheraton y Meliá de este mundo no han llegado por aquí. Pero la pensión Pepe, tampoco. El tiempo era perfecto para acampar, pero prácticamente sin víveres (solo el cuscus que, inasequible al desaliento, nos acompaña desde nuestra salida, tras unos 5.500km y 26.000m de desnivel) y sin agua, lo fácil era buscar una pensión con restaurante. Ja, ja. Preguntamos a una adolescente, pues se supone que los jóvenes hablan inglés. Not a f*** word. El siguiente fue un hombre, que tenía más vodka del debido en el cuerpo, no hablaba más que eslovaco y escupió al oir hablar del pueblo sobre el que preguntamos si tenía o no alojamiento, dejando claro lo que pensaba sobre Novosad. Después una familia, que rápidamente hizo mutis con cara de circunstancias. Por fin apareció un hombre en bici, Patrick, que no hablaba inglés pero sí francés. Patrick resultó ser el cura del mencionado Novosad y nos invitó a dormir sobre el césped que rodea la iglesia. La Iglesia siempre al rescate, incluso de unos descreídos como nosotros... Eso sí, el sacerdote nos preguntó abiertamente sobre nuestro estado civil. Qué pena.
21 de septiembre de 2014
10 de septiembre de 2014
Szczyrzyc y alrededores
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