Ya solo el nombre, Montenegro, resulta
evocador, como de cuento, una suerte de Sildavia de Tintín, entre medieval, aventurero y, siendo un "monte negro", también un poco siniestro. Antes de llegar al país uno está convencido de que los montenegrinos van por la calle a caballo, con cota de malla, lanza y estandarte.
Una vez dentro de sus fronteras, el paisaje, sea natural o urbano, no te defrauda, todo lo contrario: ciudades amuralladas con imponentes montañas tras ellas; picos de más de 1.500m a pocos metros del mar Adriático, inmejorables atalayas para vigilar si vienen los piratas; inexpugnables bahías tan encajadas entre montes que parecen fiordos; el mayor lago de los Balcanes, compartido con Albania y centro de contrabando en otros tiempos,...
27 de noviembre de 2014
20 de noviembre de 2014
De montañas y mares, religiones y guerras...y bureks
Entrando a Belgrado cruzando el Danubio |
Eso sí: acostumbrados a los pueblos de las zonas rurales, poblados por mayores y algunos niños, pero poca gente joven, la capital nos dio la sensación de rezumar vitalidad, energía y juventud. Belgrado es famosa por su marcha nocturna, algo que, ejem, me temo que no catamos. ¡O tempora, o mores!, que dicen los cursis.
Suscribirse a:
Entradas
(
Atom
)