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18 de abril de 2018

Por la isla de Flores, en Indonesia

Sobre la isla de Flores la madre de todas las guías, la famosa Lonely Planet, dice más o menos lo siguiente: "Algunos superhombres ciclistas con piernas de acero consiguen cruzar la isla, tomando autobuses para subir las peores colinas y después bajarlas pedaleando, pero la topografía de la isla excluye a cualquiera que no sea un fuera de serie del Tour de France."

Ante esta atemorizante perspectiva dudamos sobre nuestra capacidad para cruzar la isla en bici. ¿Tour de France, nosotros? ¿Superhombres, piernas de acero? Anda ya... Si somos del montón, como mucho. Con lo que habíamos sufrido en las imposibles cuestas de Sulawesi, ¿Flores iba a ser peor?

Flores resultó durilla, pero para nada imposible. Y, desde luego, nada de autobuses para subir las peores cuestas. Nuestras dudas fueron una muestra más de nuestra inveterada humildad (ejem), de nuestra extraordinaria condición física (ejem, ejem)... o de que el que escribió la guía no era precisamente un atleta, salvo de la exageración (lo más probable).

8 de abril de 2018

Sulawesi (2): entre pacíficas medusas y búfalos agresivos

De Gorontalo tomamos un barco nocturno a las islas Togean, nuevamente la típica imagen paradisíaca de isla tropical, con unas tierras cuajadas de cocoteros y verde frondosidad y unas aguas cristalinas llenas de vida, especialmente de coral y, por ende, un magnífico buceo. Uno puede estar horas en los impresionantes atolones y en las barreras de coral de la zona, un espectáculo de formas y colores digno de los mejores documentales de Cousteau.

Lo más alucinante por novedoso y diferente resultó ser el lago de las medusas, de los que parece ser que solo hay tres en el mundo: dos en Indonesia y un tercero en Palau, una isla en mitad del Pacífico. Se trata de lagunas en las que las medusas, tras no sé si miles de años como dicen algunos pero sí muchos sin depredadores, han perdido su veneno o toxicidad. Uno se mete en el agua y se sumerge en un fluido sicodélico, lisérgico, rodeado de miles de medusas que flotan por todas partes y lenta pero irremisiblemente chocan contra tu cuerpo. En un primer momento intentas evitarlas, pero después te dejas querer. Por algún motivo la experiencia resulta absorbente, onírica, como de cuadro de Dalí, acabas teniendo la misma actividad cerebral que las medusas y podrías perpetuarte en esas aguas como otra más.

1 de abril de 2018

De "Hello misterrrs", pendientes imposibles, comidas incendiarias, calores y lluvias tropicales: el espectacular norte de Sulawesi

Fuera por timidez, por desconocimiento, o por no enterarse de nuestra pregunta, el de la agencia nos aseguró repetidas veces que no había camarotes en el ferry a Sulawesi (nombre autóctono que me gusta más que el españolizado Célebes) y, a pesar de lo que decía el billete, tampoco teníamos tumbonas asignadas. "No seats assigned, it's free!", nos dijo alegremente alguien de la tripulación a nuestra llegada al barco. Recorriendo posteriormente el ferry vimos cantidad de algo que se parecía bastante a camarotes, pero pensamos que ya era tarde. Digo pensamos porque de hecho los camarotes se alquilan una vez en el barco y no antes, algo que no se nos ocurrió en el momento. El caso es que estábamos en cuarta clase.