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10 de diciembre de 2016

De capitales imperiales (esta vez japonesas) va la cosa

Dejamos Kioto tras una visita al famoso templo dorado acompañados de miles de turistas y de miles de gotas de lluvia, lluvia que nos acompañó casi todo el camino hasta el lago Biwa, el mayor lago de Japón. Dos noches en un "love hoteru" (en román paladino, un picadero) nos recargaron las pilas para lo que venía por delante..., algo que al final no vino.

Sekigahara, nuestra siguiente etapa, no es solamente la frontera entre el oeste y el este de Japón (se supone que la más japonesa de las sopas, la sopa miso, sabe diferente a uno y otro lado de este punto), sino también el sitio donde se celebró la mayor batalla de la historia de Japón. Tras leer varias veces las estrategias de los clanes y subclanes que participaron en la batalla (en su desenlace parece crucial que Fukushima Masanori atacara hacia el norte desde el flanco izquierdo de Tokugawa contra el centro derecha del ejercito occidental, acción dificultada por el barro acumulado debido a los días de lluvia anteriores. Huelga decir que Ishida ordenó a Yoshihiro reforzar su flanco derecho; desgraciadamente éste se negó porque Ishida no era un comandante respetado) esteeee me temo que no me enteré de nada, pero me quedé con que fue un 21 de octubre de 1600 a las 8 de la mañana. Siempre madrugadores estos japoneses.

17 de noviembre de 2016

Bicigrinando por Japón

Llegamos a la industrial Tokuyama, ya en la isla principal de Japón, Honshu, en un atardecer oscuro, ventoso, frío y lluvioso. Tras intentar en vano alquilar una habitación de hotel, para acabar de arreglar este panorama festivo nos fuimos a dormir a un lugar tranquilo con vistas al futuro, esto es, junto a un cementerio. Una aparición, un alma en pena en forma de señor paseando a un perro nos hizo notar que ahí no estaba permitido acampar, por mucho que a nuestros vecinos no les fuéramos a molestar en su eterno sueño, y nos indicó otro lugar, en un tupido bosque. Con la que estaba cayendo comprobamos que el bosque era más bien un gran charco sobre el que nuestra tienda hubiera flotado y al final terminamos plantándola en un complejo deportivo, bien cubiertos y junto a unos limpios baños. Tope lujo.

1 de noviembre de 2016

Japón: pedaleando por Kyushu

Entramos a nuestro país 32 de este viaje por la sureña isla de Kyushu, una de las cuatro grandes islas de Japón (junto con Honshu, Hokaido y Shikoku) de un total de nada menos que 6.852 islas que componen el archipiélago japonés. En concreto lo hicimos por Fukuoka, quinta ciudad del país. Ahí pasamos unos dìas de aterrizaje y descanso, tomando con tranquilidad "el pulso" al país. Paseos, templos, museos y comida rica. La llegada a un país es siempre lo más interesante: todo es nuevo, diferente y las cosas te llaman la atención, sean las calles y sus edificios, cómo va vestida la gente o qué productos hay en los supermercados. Después todo ello se va difuminando para convertirse en algo cotidiano. Es entonces cuando empiezas a fijarte más en los paisajes y las atracciones turísticas. Más bonito, pero probablemente menos interesante.

2 de octubre de 2016

Corea del sur: diseño, vías ciclistas... y kimchi

A pesar de los intentos del presidente norcoreano Kim Jong-un por sabotear nuestra visita a Corea del Sur con pruebas nucleares y los consiguientes terremotos, nosotros nos mostramos inasequibles al desaliento y seguimos con nuestros planes de cruzar la península surcoreana de noroeste (Incheon) a suroeste (Busan).

Tras las veintipico horas de ferry desde el puerto de Tianjin hasta Incheon, Corea nos recibió inicialmente con algo de bruma que nos quitó de la cabeza lo de irnos a una playa a descansar. Pero en breve esta bruma pasó a ser un tiempazo otoñal, con cielos claros, sol a raudales y temperaturas perfectas. El otoño es, sin duda, la mejor estación para visitar Corea.

19 de septiembre de 2016

Unos días en China entre Mongolia y Corea

El Transmongol -el ramal del Transiberiano que va de Moscú a Beijing cruzando Mongolia- cruzó la frontera con China muuuuy lentamente. No solo por las típicas labores aduaneras, sino porque el ancho de vía es diferente y tienen que retirar, uno a uno, todos los bogies del tren (una pasada lo que sé yo de trenes, por qué será) y sustituirlos por otros con ancho de vía chino. Las grúas levantaron cada uno de los coches tan suavemente que ni lo notamos. Así, normal que la operación durara varias horas.

Pero llegamos a Beijing, que era lo importante. La ciudad nos recibió con un tiempo otoñal estupendo, de esos soleados, claros, sin excesivo calor. ¡Fuera jerseys, vengan las sandalias! Sin la presión de ver todos y cada uno de los monumentos de Beijing, ciudad que ambos ya habíamos visitado con anterioridad (mi primera vez nada menos que en 1991, no os podéis imaginar lo que ha cambiado), nos dedicamos a pasear por sus hutongs (esas estrechas callejuelas de barrio tan características de Beijing y, desgraciadamente, en fase de desaparición por aquello del progreso), recorrer en bici sus enormes y arboladas avenidas, hacer algún recado, visitar algún punto turístico y poco más. Un gusto.

7 de septiembre de 2016

Dicen en Mongolia que "un hombre sin una bici es como un pájaro sin alas"

Bajaba la cuesta a toda velocidad. No parecía importarle que el espantoso camino fuera empinado, estuviera lleno de barro, piedra suelta y alguna que otra traicionera raíz. Mirándonos sin vernos, impasible el ademán en esa cara curtida por los rigores del clima de la estepa, conducía su hierro chino con una mano, mientras con la otra sostenía el cigarrillo al que le daba caladas de vez en cuando. El alcohol que llevaba en el cuerpo, a buen seguro un vodka Genghis Khan -brebaje infecto donde los haya, que en una inolvidable ocasión tuve que catar por mor del respeto y la fraternidad entre los pueblos del mundo y que a fe mía seguro que también es utilizado como combustible para los lanzallamas-, probablemente contribuía más a su temerario pilotaje que los años de experiencia por esos senderos. A pesar de que su "brioso corcel", que diría un cursi, era una moto china del año del caldo y no un caballo, vestía ropas tradicionales de jinete mongol: el deel (esa especie de abrigo o bata cruzado, unas veces como de raso, otras de tela gruesa, a menudo de colores chillones, ceñido a la cintura con un ancho cinturón), gorra soviética, botas de montar,... Como colofón y para "facilitar" la conducción, de paquete llevaba atada a una cabra que, pobre, no dejaba de berrear a voz en cuello y sacudir la moto, como si la fueran a matar. Que es lo que muy probablemente iba a ocurrir en breve.

Bienvenidos a Mongolia.

30 de julio de 2016

China: de Xian a la frontera mongola

Dejamos a los guerreros de Xian petrificados de pena al vernos partir. Más contentos y aliviados estaban los del hotel Mercure, al borde de la bancarrota tras nuestros tres días de excesos durante el buffet de desayuno. Y así, rellenos hasta el gaznate de bollería, embutidos, mermeladas, bircher muesli y tantas otras delicias que casi teníamos olvidadas, retomamos el camino hacia el norte, hacia Mongolia. Para llegar hasta ahí decidimos tomar inicialmente la más o menos plana G108, buena carretera aunque con bastante tráfico, que pasa por varios puntos visitables. Desgraciada aunque comprensiblemente el viento no quería que nos fuéramos de Xian y nos sopló constantemente en la cara. No era demasiado fuerte, pero unido al pegajoso calor, al denso tráfico y, posteriormente, a la potente contaminación de carbón en la provincia de Shanxi (diferente de Shaanxi, cuya capital es Xian) no hizo que esta sección del viaje fuera especialmente memorable. O tal vez sí.

9 de julio de 2016

China: de Shangri La a Xian

En mis últimos años de vida profesional, mis visitas a China eran a la superpoblada Shanghai y a las en buena medida industrializadas, degradadas y también superpobladas provincias limítrofes. Como en cualquier gran ciudad del mundo, sus pobladores no se distinguen por llevar una vida relajada, distendida y ser abiertos y dicharacheros para con los extranjeros. Sin querer dramatizar, lo cierto es que las visitas a las zonas fabriles de la región me recordaban más a las oscuras novelas de Dickens que a la brillante China de las pinturas clásicas, llena de naturaleza, armonía y delicadeza.

Sichuán, especialmente su parte suroeste, ha sido, junto con Yunán, el reencuentro con la China amable y, más importante, con los chinos. Paisajes enormes, naturaleza desbordante, montañas y más montañas, ríos caudalosos, pueblos pintorescos con gentes sonrientes, amistosas y generosas. ¿De verdad estamos en China?

4 de junio de 2016

Pedaleando por Yunán, China: “Un viaje de mil millas comienza con una simple pedalada” – Hugo Tzu :o)

Tengo una edad en la que la historia ya no tengo que estudiarla, me basta con recordarla. Estuve por primera vez en la sureña provincia china de Yunán con un par de amigos hace ahora la friolera de 25 años. En este cuarto de siglo, que se dice pronto, comparando lo poco que recuerdo (el amigo Alzheimer seguramente va haciendo estragos en mi neurona) con lo que veo ahora... es como estar en otro planeta. La verdad es que, aunque suene a panfleto publicitario de viajes del Imserso, China sorprende por los contrastes, la mezcla de lo viejo (cada vez menos) y lo nuevo, la tradición y tecnología. No importa el tiempo que uno haya pasado en este país -y he pasado bastante-, sigo alucinando al visitarlo.

2 de mayo de 2016

La sonrisa birmana

"¡Ozú Myarma!" Eso es, como si fuéramos un par de andaluces al entrar en Birmania, lo que nos dijimos al final del primer día en este estupendo país.

Entramos en nuestro país 28 sin problemas. En el primer pueblo, vamos al primer cajero y éste nos da dinero a la primera: 300.000 kyat, algo más de 215€ y más que cualquier cajero de la India que, diga lo que diga y prometa lo que prometa, solo te va a dar 10.000 rupias o 140€. Las rupias indias que nos habían sobrado las cambiamos en ese mismo pueblo al precio correcto sin necesidad de regatear. A partir de ese pueblo, en el que nos tomamos un café con leche sentados en una terraza de lujo que ni en la madrileña Plaza Mayor de la exalcaldesa Ana Botella, disfrutamos de buena carretera, prácticamente vacía, casi plana, silenciosa (el contraste con India es, cómo decirlo, un clamor), con bonitas plantaciones, bosques y arbustos a los lados. Cruzamos pequeños pueblos, todo pichichi saluda, sonriente, todo el mundo está relajado. Mucha gente va vestida con ropa tradicional: curiosamente más ellos, con sus faldas longyi -una especie de sarong- y camisa; ellas visten más variadas, con vestidos ajustados, con pantalones de "pijama" al estilo chino, con sarong y blusa,.... Las mujeres, más que los hombres, se "maquillan" con una crema blanca hecha con la madera de un determinado árbol, crema que cubre sus mejillas y a veces la frente y la nariz con formas geométricas. Todos, sin excepción, sonríen al vernos, y la mayoría saluda.

1 de abril de 2016

Una India un poco diferente

Nos vamos de la India..., poco a poco. En el noreste de este país se empieza a notar la transición con el sudeste asiático o, cuando menos, se empieza a notar un cambio. La gente es diferente, tiene otras facciones, otras lenguas, otras costumbres. Hasta otras religiones: en Assam hay hindúes, musulmanes y algunos cristianos, pero los cristianos son mayoría en los estados de Nagaland, Mizoram y Meghalaya. Hay tanta diversidad en India que dicen que más que un país es un accidente geográfico a cuyos habitantes solo les une su pasión por el cricket.

Lo bueno de viajar en bici es la libertad que te ofrece: de parar cuándo y dónde quieras, de elegir el camino que quieras. Durante los treinta primeros kilómetros tras nuestra salida de Bongaigaon, en Assam, cambiamos por lo menos tres veces de parecer sobre la ruta que deberíamos seguir. Al final, optamos por seguir hasta Guwahati, dejar las bicis en la capital de facto de Assam (la oficial es Dispur) y visitar brevemente Meghalaya. Después seguiríamos al este y al sur, para cruzar la frontera con Myanmar. Así visitamos cuatro (Assam, Meghalaya, Nagaland  y Manipur) de las Siete Hermanas, término acuñado por un periodista en 1972 para llamar a los siete estados del NE de India, nombre que cuajó rápidamente.

7 de marzo de 2016

Darjeeling, Sikkim y las siete hermanas; de nuevo en la India

Parece el título de algún cuento infantil o de una película porno hindu-orgiástica, pero nos estamos refiriendo al noreste de la India, esto es, a Bengala Occidental, Sikkim y esos siete estados que están como descolgados del resto del país, unidos a éste únicamente por el corredor Siliguri, también llamado con muy poca pompa, corredor "cuello de pollo". Son el hogar de tés mundialmente famosos -Darjeeling en Bengala Occidental y Assam en, bueno, Assam-; aquí se erige el tercer pico más alto del planeta -Khangchendzonga, nada menos que 8.598m, situado en el que hasta 1975 era el independiente reino de Sikkim, un nombre de leyenda-; por aquí fluye uno de los ríos más largos e importantes de Asia -el Brahmaputra, que en algunos tramos llega a los 10km de ancho y que, santo en su parte baja, es uno de los pocos ríos del subcontinente con nombre de varón, "hijo de Brahma"-; y en esta región habitan decenas de tribus que, entre otras cosas más amables pero menos gore, hasta hace cuatro días todavía cercenaban las cabezas a sus enemigos -en el lejano estado de Nagaland, ya fronterizo con Myanmar-.

Además, mientras Darjeeling atraía turismo a sus plantaciones de té y a su fresco clima de montaña, el resto de la zona era relativamente poco visitado por el turismo extranjero, siendo durante años la lejana y misteriosa última frontera, los estados cerrados por completo a los guiris o técnicamente abiertos pero con trabas burocráticas.

Vamos, que la zona prometía.

24 de febrero de 2016

"Viajamos no para cambiar de lugar, sino de ideas". Nepal: de Katmandú al nordeste de India

Quiero pensar que nuestro sobrepeso tras la vorágine gastronómica de las dos semanas donostiarras, durante las cuales dejamos a madres, bares y restaurantes sin existencias, nada tuvo que ver con el terremoto de 5.5 puntos que golpeó Katmandú una tarde al poco de llegar. Todo se movió, la gente soltó algún que otro grito, salió a la calle con cara de circunstancias (está muy reciente el terremoto asesino de 2015)... y, por suerte, poco más, si exceptuamos varios mini terremotos días después.

Bienvenidos a Nepal.

29 de enero de 2016

En Rishikesh, India

Curiosamente, a pesar de haber pasado poco más de una semana en Rishikesh en octubre, el retorno a esta ciudad fue una suerte de vuelta a casa. Es una ciudad agradable, localizada en un sitio bonito entre grandes y verdes montañas, con el Ganges a sus pies, río que da vida y sentido al enclave. Por lo menos en esta época disfruta de un clima amable, primaveral durante el día y fresco durante la noche. Con tanto extranjero pululando por aquí, está llena de cafés, restaurantes y alguna pastelería, negocios que están enfocados en los gustos guiris y que hacen que este valle de lágrimas, que esta dura vida terrenal en nuestro tránsito hacia el karma, sea un poco más llevadera. :-) Y bueno, más que ciudad debería haberlo llamado pueblo, pues aunque Rishikesh tiene más de cien mil habitantes, la zona de ashrams, yoga y guiris se encuentra a unos dos kilómetros al norte de la ciudad y parece un pueblo.

7 de enero de 2016

India: por las ciudades rosa, azul, dorada y alguna más, del Rajastán

This is indeed India! the land of dreams and romance, of fabulous wealth and fabulous poverty, of splendor and rags, of palaces and hovels, of famine and pestilence, of genii and giants and Aladdin lamps, of tigers and elephants, the cobra and the jungle, the country of a hundred nations and a hundred tongues, of a thousand religions and two million gods, cradle of the human race, birthplace of human speech, mother of history, grandmother of legend, great-grandmother of tradition, whose yesterdays bear date with the mouldering antiquities of the rest of the nations—the one sole country under the sun that is endowed with an imperishable interest for alien prince and alien peasant, for lettered and ignorant, wise and fool, rich and poor, bond and free, the one land that all men desire to see, and having seen once, by even a glimpse, would not give that glimpse for the shows of all the rest of the globe combined.

La archiconocida y todavía vigente descripción de India que Mark Twain hizo en 1897 en Following the Equator,... que yo no puedo hacer mejor.