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18 de marzo de 2020

E.A.U. (1): Dubái, entre el exceso y la diversidad

El vuelo de Bilbao a Dubái dejó secuelas. Las cajas de las bicis llegaron al aeropuerto emiratí un tanto maltratadas y al montar las bicis en el hotel descubrimos que el eje anterior y la horquilla de la bici de Bego estaban ligeramente doblados, aunque nada que no se pudiera arreglar con un poco de habilidad y fuerza. Por suerte, frente al hotel de Dubái había un taller de bicis y nos echaron una mano. Por otro lado, nosotros llegamos con una gripe en fase de incubación que, sin ser coronavirus (o sí, que Bego tiene sus dudas), a los pocos días nos dejó -sobre todo a un servidor- bastante perjudicados, sin apetito, sin fuerza y con fiebre elevada y continuas tiritonas. Una posterior visita a un hospital omaní me quitó la fiebre, me devolvió la fuerza y, sobre todo y lo más importante, el apetito, así que todo bien. Bego, fuerte como es ella, se tomó unas pastillitas y pronto estuvo a tope.

Pero mientras el virus estaba preparándose para atacar y llegábamos a ese estado, pudimos disfrutar razonablemente bien de Dubái. Este emirato es, junto con la capital Abu Dabi, el más conocido de los siete que conforman los Emiratos Árabes Unidos: Abu Dabi, Ajmán, Dubái, Fuyaira, Ras al-Jaima, Sarja y Umm al-Qaywayn. Reconozco que los otros cinco ni me sonaban. El caso es que estos emiratos árabes se unieron allá por 1971 tras años bajo el protectorado británico y, aunque realmente mantienen mucha autonomía, acordaron que (casi siempre) el emir de Abu Dabi iba a ser el presidente, mientras el emir de Dubái iba a ser el primer ministro. Gracias al petróleo y al gas natural están, como bien sabéis, forrados de pasta, algo que se demuestra continuamente en los edificios, las infraestructuras, los centros comerciales, los yates y cochazos y, en fin, la ostentación general.

Comida india a tutiplén. Paratha y daal (lentejitas) omnipresente.
Cerca de un 90% de sus 10 millones de habitantes son extranjeros, sobre todo indios (especialmente de Kerala), pakistanís, bangladesís, filipinos y occidentales. Parece ser que son los extranjeros los que verdaderamente curran en este país, mientras los emiratís se dedican a los negocios y al dolce far niente. Un escándalo de desidia, vagancia y explotación hacia el trabajador extranjero..., pero admito que yo seguramente haría lo mismo. Con estos mimbres, el viajero interactúa casi exclusivamente con los inmigrantes, que son los que atienden restaurantes, supermercados, hoteles, talleres, etc.

En una ciudad que medirá unos 40 km de extensión a lo largo de la costa, elegir el barrio en el que recalar tiene su importancia. Nosotros decidimos alojarnos relativamente cerca del aeropuerto, en Deira, una zona hindu-pakistaní-africana de lo más ambientada, divertida y colorida, con vida en la calle, mucho comercio, buena comida india-pakistaní y un buen número de prostitutas africanas de muy protuberante y no menos contoneante trasero. Este barrio poco tiene que ver, desde luego, con las lujosas urbanizaciones y zonas financieras del down-town dubaití.

Oro, oro y más oro en el Gold Souq
Dubái no es el destino favorito del cicloviajero estándar, pues se trata de una ciudad grande, relativamente cara, con mucho y veloz tráfico y con unas atracciones turísticas centradas en el consumo: ¿adornar la bici con oro del zoco?, ¿sustituir la alforja del manillar por un bolso de Louis Vuitton del Dubai Mall?, ¿disfrutar de una buena bajada con un salto en paracaídas sobre la isla artificial The Palm por unos módicos 600USD?, ¿subir sin pedalear al edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, por 50-150USD?

Y, sin embargo, Dubái no deja de tener sus atractivos, que yo resumiría en dos: por un lado la espectacular mezcla de gente de todas partes del mundo, gentes de diferentes colores, vestimentas, lenguas, etc. Y, por otro, el exceso, la ostentación y lo superlativo (el edificio más alto, el centro comercial más enorme, el anillo de oro más pesado, el cristal de un aquarium más grande, la fuente luminosa más vasta, la tienda de golosinas más extensa, la hamburguesa, pizza o postre más abundantes, el coche de policía más rápido, etc. etc. etc.). Si todo ello te gusta, te disgusta o ambas cosas al mismo tiempo, ya es otra discusión. Supongo que lo suyo es saber disfrutar de lo que hay y dejar los juicios de valor para otro momento.

También hay museos y exposiciones, barrios tradicionales recuperados más o menos artificialmente, paseos junto a playas, parques de atracciones y actividades varias. Si se quiere, uno puede estar bastante ocupado durante unos días.

Joyitas del Mall de Dubái.
Nosotros, tras un par de días de callejear entre esta interesante diversidad y esta ostentosa enormidad cogimos las bicis y los bártulos y nos pusimos en dirección al verdadero destino de este viaje, esto es, a Omán, en concreto a la frontera de Hatta. Salir pedaleando de semejante ciudad, con tanto tráfico y unas carreteras tan anchas, tiene su aquel y uno tiene que poner a prueba su capacidad de esprintar en los cruces de carreteras de 16 carriles repletas de conductores que se creen pilotos de fórmula 1. Pero en peores plazas hemos toreado y salimos indemnes de la experiencia.

Una vez que abandonas el núcleo urbano, y te metes de lleno en el desierto la cosa se calma y, con carreteras con buenos arcenes, uno puede pedalear razonablemente a su gusto. Además, basta con separarse un poco del camino, como hicimos la primera noche, para encontrar un buen lugar sobre la arena en donde plantar la tienda, pasar una noche un poco fría (las noches del desierto, sobre todo en enero, pueden ser frías) y desayunar a la mañana siguiente en compañía de unos cuantos dromedarios. Un día más de pedaleo y otra noche acampando gratuitamente en un centro MTB -ninguna joya de lugar pero teníamos acceso a sus duchas- nos dejaron junto a la frontera con Omán.

Un abrazo

Las condiciones en las que viven los inmigrantes no son siempre las mejores, alquilan habitaciones que comparten entre varios, e incluso vimos más de un balcón habilitado como habitación.
Curiosamente todo el oro que se ve es para ellas, ellos no usan oro en sus adornos, sino plata.
De nuestro barrio - Deira- al del frente cruzábamos el Dubai Creek en una de estas barcas por un dirham, unos 25 céntimos de euro.
El barrio de Bur Dubai es donde quedan los vestigios de lo que el emirato de Dubái fue hace no tantos años. Casas de adobe, algún fuerte, alguna torre, hoy todo ello muy restaurado y cuidado.
El aquarium del Dubái Mall no solo se puede visitar por fuera, sino también por dentro, buceando. Impresionante la cantidad de rayas y tiburones que tenían.
Todas las marcas de lujo tenían presencia en el Dubai Mal, y a lo grande.
Este tuneado de los Buff no lo vemos por occidente.
Ni tampoco vemos por aquí este complemento de Nike.
Dentro del supermercado la carne de cerdo, prohibida para los musulmanes, tiene su propia habitación completamente separada del resto de los alimentos (solo en supermercados muy enfocados en los occidentales).

No penséis que por estar haciendo shopping estaban eximidos de rezar. En los tiempos marcados para el rezo, cantidad de pantallas del enorme centro comercial se iluminaban con el símbolo de la mezquita, y el lugar tenía habitaciones preparadas para ello. Sin excusas.
El show de fuentes, luces y sonido bajo y sobre el rascacielos Burj Khalifa nos dejó un poco fríos.
Último té enfrente del hotel de Dubái antes de arrancar a pedalear hacia Omán. Los preparan con leche evaporada, cardamomo, azúcar y azafrán. Karack tea. En la mayor parte de los sitios por un dirham, 25 céntimos de euro. Exquisito. 
Saliendo de Dubái en dirección perpendicular a la costa y su línea de rascacielos.
Y directos al desierto.
Hugo defendiendo nuestro desayuno ante un dromedario joven curioso, tras nuestra primera noche fuera de Dubái.
Y ya cerca de la frontera con Omán. Ya nos habían avisado de que este año había llovido mucho y el paisaje estaba sorprendentemente verde para estos lares.
Y así en algo menos de doscientos kilómetros, tres días y dos noches, cruzamos los emiratos.
Entradas de este viaje:

3 comentarios :

  1. oh, esto se ve genial! Me encanta la foto del camello.
    ¡Mantenerse bien!

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  2. hermosa nota y mas lindas fotos como siempre, gracias por compartir !!!

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