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16 de febrero de 2019

México (1): Una piedra en el camino...

... me enseñó que mi destino era rodar y rodar, rodar y rodar...

Tras asegurarnos -por insistencia de Bego, menos mal-, de que los de inmigración de EEUU (lo que en México llaman "el otro lado", algo que recuerda al vasco "iparralde") nos sellaran el pasaporte al salir del país, entrar en México fue sencillo. Tanto, que entramos sin pasar por inmigración y tuvimos que volver a que, nuevamente, nos sellaran el pasaporte, esta vez con el sello de entrada. Además del sello uno tiene que pagar 533 pesos (aprox 23€) al entrar por tierra a uno de los estados mexicanos del norte. Si no lo llegamos a pagar, la de inmigración me aseguró que de ser interceptados por la policía, hubiéramos sido deportados. Lo dudo muy mucho, pero más vale prevenir que curar.

Como hacemos a menudo que llegamos a un país, decidimos quedarnos en la población fronteriza un par de noches y así tomar un primer contacto con la comida, la moneda, las gentes y sus costumbres. Ambos habíamos visitado México en el pasado, pero ya habían transcurrido unos quince años desde la última visita, de tal forma que muchas cosas eran casi nuevas para nosotros.

Lo primero que siempre, entonces y ahora, me llama la atención al llegar a esta parte del mundo es el idioma. Será que soy muy pueblerino, pero a mí me sigue pareciendo raro que tan lejos de casa la gente hable mi misma lengua. Qué gusto hablar español..., aunque qué confuso resulta a veces hablar el mismo idioma y no entenderse. Y no solo por el vocabulario diferente, que más o menos conocemos, o por el fuerte acento que tienen algunos de estos vaqueros del norte mexicano, sino por esas palabras españolas que tienen distinto significado a uno y otro lado del charco.

A ellos les ocurre lo mismo: además de que el aspecto de un servidor les lleva a pensar que su interlocutor es un gringo, mi (magnífico, elegante) acento les descoloca. Algunos, aunque no acierten, se dan cuenta de su error a la primera. Como me dijo uno con un oído un poco duro para los acentos:

- "How are you?
-  Muy bien, ¿y usted?
- Pero ¡si eres más mexicano que los frijoles!"

Sin embargo, mucha gente se empeña en dirigirse a mí en inglés aunque repetidamente les conteste en castellano, algo que no solamente me llama la atención (aunque tenga un acento diferente ¿no se nota a la legua que hablo español como un nativo?) sino que, por algún curioso motivo, también me molesta. Inquiero entonces con un tono un poco molesto, así como dolido, que por qué me hablan en inglés si soy español, siempre se sorprenden... y algunos todavía insisten con el inglés, mientras otros se disculpan profusamente por haberme confundido con un (no siempre muy querido) gringo.

¿Subtitularían esto en "Roma" por "si bebe no conduzca"?
Sobre las palabras - y muy al hilo de la polémica suscitada por los subtítulos en español de la mexicana película Roma-, como decía más arriba, unas son diferentes (chamaca, chavo, chela, chilango, chambear, charola, chapulín, chingados, chilaquile, chimichanga, etc. por usar solo algunas de las que comienzan por la tan sonora y mexicana "ch"), pero otras, las que crean confusión, son las mismas con diferente significado: así nuestro autobús es su camión, nuestra furgoneta de pasajeros es su camioncito, nuestro camión es su transporte de carga y nuestra camioneta pick-up es su troca (de truck). ¿O qué os parece que "luego luego" quiera decir "aquí mismo"? O tantos y tantos otros modismos que hacen de la charla una deliciosa sorpresa continua. A veces los mexicanos han mantenido acepciones propias de otros tiempos y así en Durango nos conminaban a abandonar un determinado hotel muy económico porque a él acudían  mujeres "de vida galante" o "de tacón dorado". Así, para hacerse entender y sabiendo que el español peninsular no siempre sirve, uno acude a sinónimos, algunos de ellos como sacados de alguna obra cervantina. Pero esto es como la publicidad: la mitad no sirve, simplemente no sabemos qué mitad.

En algunos aspectos hay bastante Spanglish por estos lares (el embrague es un clutch o la llanta es rin), pero en otros es lo contrario y así por ejemplo nuestras anglófilas señales de "Stop" ellos las españolizan con un "Alto". Claro que sí, ¡muera el imperialismo yanqui!. Llama la atención -en algún lugar he leído sobre el pobre nivel de la educación pública mexicana, algo que vete tú a saber si es verdad o es otra postverdad trumpiana para socavar la honra mexicana- que solo recientemente el inglés se haya hecho obligatorio en las escuelas.

Ese supuesto pobre nivel educativo se muestra en la ortografía. En esta región los sonidos de las letras c, z y s se confunden, lo que provoca que muchos se confundan escribiéndolas... y fuertes dolores oculares a un servidor- La h, b y v no son mucho mejor tratadas. Así te dan la bienbenida en un local en el que te ofresen huevoz. Bueno, supongo que en todas partes cuesen avaz y los españoles también le damos patadas al diccionario. Lo malo -y por eso aquí resulta más llamativo- es que todas estas aberraciones ortográficas se muestran también en carteles publicitarios, señales oficiales y escritos públicos, con lo que uno tiene que ir bien concentrado en la conducción para no sufrir un accidente al ver por la carretera una de estas barbaridades mientras circula.

No solo cambiamos al español, sino muchas otras cosas. Por ejemplo volvemos al sistema métrico: kilómetros en las carreteras, kilogramos y litros en el supermercado, fenomenal. O pequeños detalles como que en los hoteles la ropa de cama incluya automáticamente la sábana de arriba y la de abajo y no haga falta explicar -como en Asia- al atónito dueño del hotel que queremos dos sábanas. O en la mentalidad (por ejemplo, aquí todos son antiTrump; como para no serlo, tras ser tildados de violadores y criminales por éste) y, probablemente lo mejor, en el sentido del humor. Yo puedo hacer mis acostumbrados comentarios sin sentido sin que la gente me mire como si fuera de otro planeta (o, peor, piense que realmente soy estúpido, algo inconcebible para cualquiera que me conozca); simplemente sonríen un poco y, con suerte, atacan con un comentario similar. Magnífico.

Una muestra de lo diferente de la lengua y de lo similar del sentido del humor: ante un aparcamiento privado, un cartel conminaba a los conductores a no bloquear la entrada/salida del aparcamiento con el siguiente mensaje: "Se ponchan llantas gratis". "Ponchar" es pinchar en español de España y "llanta" es neumático. Y bueno, lo de que te pinchan las ruedas gratis...

Los modales de la gente es otra cosa que asombra positivamente, especialmente a nosotros, los bruscos y maleducados españoles. Todo el mundo, hasta los niños, saluda cordialmente, dice por favor y gracias, y se despide con un "que tenga un buen día" o alguna -a nuestros oídos anticuada- fórmula religiosa con similar intención. Qué fácil y qué agradable resulta...

Así que llegar a un pequeño pueblo de la Sierra Madre en el norte mexicano es un placer de saludos, conversación, bromas y generosidad que ya hacen que este tan denostado trayecto por el centro del norte del país (por aquello de la seguridad, que ya mencionaré después) merezca la pena.

Paisajes de la provincia de Sonora.
Pero es que además están los paisajes, que no son de ninguna manera tan espectaculares como los de un poco más al norte en los estados americanos de Utah o Arizona, pero que siguen siendo muy atractivos, especialmente porque uno los recorre en soledad, pues no hay casi tráfico por esta parte del país y, aunque algunas carreteras sean deleznables, otras están en perfecto estado.

Eso sí, todo es pura montaña, todo el rato subiendo y bajando en plan rompepiernas,. Pero ello te regala tramos como el de Yécora hasta la frontera con Chihuahua con una carretera que pasa de bonita a espectacular. Algún que otro cicloturista que ha pasado por aquí la compara con la carretera de los Pamires. No sé si tanto, pero preciosa.

Una de tantas mañanas bajo cero grados Celsius.
Si a todo ello añadimos que el tiempo ha sido brillante, con un único día de lluvia en las primeras ocho semanas, sol radiante durante todo el día y frío durante la noche (a veces demasiado frío, con hasta -8°C que nos dejaban una buena capa de escarcha matutina, pero bueno), no os sorprenderá que diga que ha sido un gustazo pedalear por esta zona.

Desde la frontera de Agua Prieta en el estado de Sonora tomamos la carretera 17 hacia el sur. Como curiosidad y siguiendo lo que se hace en EEUU (o estos a los mexicanos, vete tú a saber), las carreteras en México poseen una numeración impar de norte a sur y una numeración par de oeste a este. La numeración inicia en el noroeste del país en Tijuana, Baja California, y aumenta a medida que se avanza hacia al sur y al este.

Esperábamos pedalear por lo que es un desierto, el famoso desierto de Sonora..., pues como son todos los desiertos, ¿no?: caluroso, plano, yermo y reseco, con algún que otro cactus aquí y allá en plan los paisajes de"el correcaminos", prácticamente sin vida. Sin embargo, todo es montañoso y está verde, cuajado de matorral espinoso y bosque bajo, además de los consabidos cactus. Abundan los buitres y las águilas (o aves grandototas del estilo). Como mencionaba antes, aunque el sol calienta, el aire es más bien fresco, por las noches hace un frío que pela y se espera que nieve en cualquier momento.

Escondidos en el bosque.
Acampar por esta zona no es imposible, pero sí complicado. Para empezar está la cuestión de la seguridad, esto es, narcotraficantes por un lado y ladrones o bandidos por otro. Aunque nadie niega que México tiene un problema de seguridad de proporciones bíblicas (cerca de 30.000 asesinatos en 2017 y entre 30.000 y 40.000 en 2018), lo cierto es que de cara al turista posiblemente sea más paranoia que realidad. Los narcos o los huachicoleros (los que roban gasolina a Pemex y la venden por ahí) se matan entre sí para proteger "su" territorio y, de un tiempo a esta parte, casi todos los grupos narcos se encargan de "limpiar" su territorio de delincuencia común (de los "malandros", como dicen por aquí), con el objeto de que la población viva tranquila e, incluso, aprecie la presencia de los narcos. De todas formas, aunque parezca por lo dicho que para el viajero todo son facilidades, todo el mundo insiste en que cuando llega la noche, hay que evitar la carretera y pernoctar en algún pueblo o ranchito.

El niño que nos dijo que las tarántulas no mataban, también dijo que las
inocentes mantis sí lo hacían. Así que no sé yo...
Si el atardecer te pilla en la carretera y lejos de una población (es una zona poco poblada de México) el problema es que gran parte del campo que linda con la carretera está cercado con alambre de espino, aunque a diferencia de sus vecinos del norte, aquí no parece que haya problema en saltarse la cerca. Da un poco de yuyu que la carretera (y, por tanto, entiendo que el campo tendrá más) esté cuajada de grandes y peludas tarántulas que, de acuerdo a los lugareños, pican pero no matan. Vemos también serpientes (nos aseguran que hay serpientes cascabel bastante venenosas) y nos dicen que hay alacranes. El campo en sí es, además, pedregoso, como decía antes cubierto casi por completo de matorral espinoso y cactus. Vamos, que casi siempre terminamos durmiendo en hoteles o casas de huéspedes. Ayuda el hecho de que sean relativamente baratas.

Entrada a México por Sonora. ¿Pero por qué está todo tan verde y montañoso?
Estábamos en el norte del país cuando llegó la famosa festividad mexicana el Día de Muertos, que se celebra el 2 de noviembre, aunque en muchos lados se comience a festejar desde el 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos. Decía Octavio Paz que para los mexicanos, la muerte es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Tiene más tradición en el centro y el sur del país pero en cualquier caso durante estos días, gran parte de las familias mexicanas colocan ofrendas en sus casas para sus parientes fallecidos, ya que de acuerdo con la tradición, las almas de estos regresan a casa para convivir con los familiares vivos y para nutrirse de la esencia del alimento.

Las ofrendas que se colocan están compuestas por flores de cempasúchil, conocida como flor de muerto, flores de mano de león, sal, agua, velas, veladoras, calaveritas de azúcar, chocolate o amaranto, copal, incienso, pan, y guisados mexicanos, generalmente los favoritos de los difuntos.

Un colorido "panteón", lo que conocemos en España como cementerio.
Los panteones, esto es, lo que nosotros llamamos cementerios, se llenan de colores naranjas y rojos debido a que los familiares van a las tumbas de sus difuntos, les colocan flores y hasta llevan comida para comerla ahí en honor a los que ya no están con ellos. La visita puede durar un par de horas, aunque la verdadera tradición consiste en quedarse en el panteón toda la noche del 1 y madrugada del 2 de noviembre en vela, recordando y rezando por el descanso eterno del difunto.

Lo increíble es que el desfile de Día de muertos de Ciudad de México no existía y solo se comenzó a celebrar a raíz de la película de James Bond, "Spectre", que comienza con ese desfile imaginario. La fuerza del cine...

...y la fuerza de la música, que por estos lares se escucha a todas horas y, generalmente, a todo volumen: valses, polkas y mazurcas (a la mexicana, claro, nada de bailes vieneses), así como las rancheras, corridos y su versión norteña, los famosos narcocorridos, que cuentan las aventuras y tribulaciones de los narcos a ritmo de corrido...

¡Por fin conocimos a Aitor!
Este sufrido pedaleo hacia el sur por los estados de Sonora y Chihuahua nos llevó por lugares de contundente nombre como Nacozari de García, Moctezuma, Tepache, Sahuaripa, Yécora, Maycoba, Yepachi y Basaseachi. En Creel, pueblo mágico (aunque no muy mágico), centro de los indios tarahumaras (conocidos entre otras cosas por su capacidad para correr grandes distancias) y base desde la que recorrer uno de los mayores cañones del mundo, la Barranca del Cobre, conocimos a Aitor de Plántate, ya toda una institución con doce años de viaje ciclista en sus piernas y de quien hemos aprendido mucho durante unas tres semanas de viaje con él y con quien nos hemos reído otro tanto. Un gustazo.

Continuamos juntos hacia el sur, pero el frío nocturno seguía presente y en más de una ocasión nos tuvimos que refugiar a dormir en alguna escuela. Imagina que dos desgarramantas como Aitor y un servidor se acercan, barbudos, vestidos de aquella manera y con una higiene un tanto esquiva, a una escuela española pidiendo cobijo para la noche. La Benemérita nos sacaría a patadas, mientras la maestra recibe apoyo psicológico. En México, sin embargo, todo son sonrisas y facilidades, una constante durante este tiempo en el norte de este país.

Un abrazo
Ese famoso muro del que tanto llevamos oyendo desde que Trump subió al poder.
La Michoacana es una cadena de helados que está por todo el país. Además de helados que los llaman nieves, también venden polos, que los llaman paletas, zumos que los llaman jugos y batidos que los llaman smoothies. En la calle también se pueden comprar flases, que los llaman bolis.
En las zonas no turísticas no saben lo flojos que los no mexicanos somos con el picante, y hemos tenido situaciones de perder medio litro sudando para pasar alguna comida de lo más "picosa".
Lo que conocemos como menú del día aquí lo llaman "comida corrida". En pueblos pequeños se sirve en las mismas casas de las señoras que preparan cada mañana en sus cocinas unos cuantos guisados, alguna verdura ocasionalmente, un arroz pobre y los imprescindibles frijoles.
En el norte trazamos la ruta sin pasar por las principales ciudades y con ello evitamos carreteras con tráfico. En algunos tramos no llegamos a ver más de dos/tres coches en todo el día. De lujo.
Hemos tenido algún que otro pinchanzo, por basura y por resto de neumáticos a los lados de la carretera. Hugo se llevó la plana en México, añadiendo 5 a sus 43 pinchazos, mientras que yo solo añadí 1 a mis 22. El gordi ya me dobla con creces.
La mayor parte de los pueblos, independientemente del tamaño, tenían un parque/plaza central con una iglesia en un lateral, y un quiosco en el centro. En este pequeño pueblo de la provincia de Sonora, en Arivechi, el quiosco era morisco y quizá os suene, porque es una copia del que se encuentra en la colonia de Santa María en Ciudad de México, que fue realizado para la Expo de Nueva Orleans de 1884.
Estando la frontera con EEUU tan cerca del pueblo de Sahuaripa, no nos extrañó ver a estas chamacas celebrando Halloween. Eso sí, por muchas puertas a las que llamaban, no recibían nada de nada.
Nuestro primer lugar de acampada en México fue sobre la presa de Onaca, un lugar mágico que nos dejó un anochecer hermoso. Tampoco nos perdimos el amanecer, porque habíamos saltado una valla para acampar aquí y no queríamos ser sorprendidos. Más tarde paramos a comer en un restaurante donde nos dijeron que la presa estaba llena de malandros. Bueno, no subió ninguno a visitarnos.
Clarito, ¿no?
Entre pueblos con nombres muy étnicos, Maycoba y Yepachi. Nos alarmaron mucho desde que entramos en México con este tramo. Maycoba pertenece a Sonora y Yepachi a Chihuaha, así que era el día que cambiábamos de estado y con ello de cártel, con la posibilidad de que hubiera algún enfrentamiento entre los mismos. ¿Mande? Otro día más de apenas tráfico en la carretera.
Y así llegábamos a la cascada de Basaseachi, que con sus 246m es la cascada permanente más alta de México. Hasta el lugar solo se puede llegar caminando, y el área está protegida como parque nacional, así que es un lugar muy tranquilo donde pueden verse aves y disfrutar del flipante barranco al que cae la cascada.
Aquí y allá por la carretera, se aprovechan paredes rocosas, cuevas o diversas formaciones como la de la foto para pintar a una virgen o un niño Jesús.
Buitres negros, que se encuentran por todo Latinoamérica con nombres de lo más variados. Aquí en México los llaman zopilotes, y son carroñeros de los que también comen en basureros, así que también se ven en grandes ciudades.
Las rarámuris, también conocidas como tarahumaras, con sus coloridos trajes.
Y una lengua utoazteca que se transfiere de padres a hijos, que hablan 85.000 personas aproximadamente, de las cuales un quince por ciento no habla español (diccionario español-tarahumara).
Las huaraches son las sandalias que la mayoría de los tarahumaras llevan. Se hicieron populares entre ultacorredores, no sé si antes o después del libro "Nacidos para correr" de Christopher MacDougall, que os recomiendo, libro en el que el autor nos habla de las ventajas de usar calzado sin tacón/usado/sin colchón... Vamos, lo contrario de lo que las principales marcas de zapatillas de correr nos venden.
11,50 euros al día por recoger calabazas y judías lejos de tu casa. No sorprende que quieran irse a EEUU.
Nos llevó un tiempo la adaptación a los desayunos mexicanos. Pedíamos huevos con tocino y aparecía un revuelto de huevo donde tanto el huevo como el tocino se reducían a trozos milimétricos, los huevos rancheros eran huevos fritos sobre tortilla de maíz con capa de tomate, cebolla y chile encima. Y los huevos a la mexicana, un revuelto con esos mismos ingredientes. Los frijoles en forma de papilla, que no faltaran. Cuando Hugo descubrió que sus huevos fritos en México eran los huevos estrellados, llegó la siguiente pregunta: ¿los quiere tiernos, bien cocidos, volteados,...?
La policía en el norte de México siempre iba con chalecos antibalas, armada hasta los dientes y con el dedo en el gatillo de sus armas. Los vehículos que veíamos, todos nuevos.
No nos animamos a cruzar las Barrancas de Cobre con las bicis. Fuertes desniveles para el peso que llevamos, y el asesinato la semana anterior de un turista americano, nos hicieron desistir. Yo la había cruzado andando en 2001 y no me imaginaba cómo era posible en bici. A donde si nos acercamos fue a la cascada de Rukisaro al comienzo de la Barranca de Tararecua, una de las siete que conforman las Barrancas de Cobre.
Saliendo de Creel junto a Aitor.
Todos los alrededores de las Barrancas de Cobre son espectaculares.
No soy la única que dice que los mexicanos del norte de México son más altos y apuestos que los del centro y sur. Mucho ojo claro por aquí. Y muy majos, como en todo México. Este nos ofrecía chiles chiltepín después de una entretenida charla, chiles que habíamos visto vender muy caros, pero ni con esas los aceptamos.
En una de las dos ocasiones que dormimos en un colegio, nos encontramos con que el aula tenía hasta estufa de leña. Un lujo para aquella noche en este minúsculo pueblo de 61 habitantes a 2.298m de altura, donde la temperatura bajó bien por debajo de los cero grados.
¿Pero no era el norte desértico? ¿Pero no estábamos en invierno? Una agradable sorpresa encontrarnos tal cantidad de vida en el norte.
La ignorancia nos había llevado a la sorpresa de encontrar que día tras día, nos pegábamos desniveles de mil metros de subida de media. Porque si uno coge un mapa de México con relieve y altitudes, y traza la ruta que trazamos, ni por el Pacífico ni por el Caribe, sino por el centro, era obvio lo que nos venía.
En todo México son muy habituales los tributos a los muertos en la carretera. Cruces, tumbas, capillas,... Algunas con referencias claras a quienes fallecieron.

No éramos lo únicos en bici, aunque no vimos que se usaran como medio de transporte hasta que llegamos a algunos pueblos del istmo (es decir, zona llana).
Pequeñas carreteras no asfaltadas nos llevaron por aldeas donde sí o sí, si querías tomarte un café o comer unas tortillas con queso, tenías que conocer a las doñas del lugar, todas ellas encantadoras.
Por toda la zona del norte no se ve mucho ganado. Algunas vacas por aquí, caballos por allí, y algún que otro burro.
Pedimos permiso para acampar en el terreno junto a la iglesia de un pueblecito. La mujer y su hijo encantadores. De madrugada llegó algún vecino borracho como una cuba, con su pickup y las largas hasta un metro de las tiendas de campaña, y no se fue hasta que el pobre de Aitor salió para recibir las instrucciones de que nos portáramos bien que no querían problemas. Je, je, qué malo es el alcohol.
Y otra mañana gozosa por caminos vacíos.
De Saltillo, a Villa Orestes Pereyra, donde en la tienda comunitaria encontraríamos a una pareja encantadora que tras convencernos para quedarnos a dormir allí, nos contaron su historia. Él había pasado diez años en la cárcel en EEUU de donde pidió el traslado a México para pasar los últimos tres años, y donde conoció en la misa de los domingos a su mujer, también ex-presidiaria.
Por fin un día de pequeños desniveles.
El 20 de noviembre se celebra el día de la Revolución Mexicana de 1910, y tuvimos la suerte de ir a parar al pueblo de Ocampo a la hora en la que alumnos de distintos colegios de la zona representaban bailes llenos de color.
¿Y qué hacían mientras los jóvenes y hombres? Pues pasearse en sus caballos pimplando. Los vimos a la mañana en Ocampo, y cuando al atardecer pasamos por el pueblo de Canutillo, allí seguían los de aquel pueblo.
Pedalear con Aitor tuvo otras ventajas, ¡foto de los dos! Aquí buscando donde acampar.
Es difícil apreciar el tamaño de esta sartén, pero imaginaros que tiene un metro de diámetro y que la pala es un remo. Así es como freían las cortezas de cerdo o chicharrones.
Y tras unos días de acampar.... toca lo que toca, colada.
En México no se cortan ni un pelo a la hora de exhibir en la puerta de la entrada de un negocio la lista de los morosos, o las fotos de aquellos que han cazado mangando.
Y así arrancábamos la primera de las seis etapas que nos llevarían de Santa María del Oro a la ciudad de Durango.
En este pueblecido, Boleras, nos dejaron acampar en el "domo", que es como conocen a una cancha de baloncesto cubierta, algo muy común en muchos pueblos. En este caso hasta tenía baño y estaba cerrada lateralmente. Un lujo.
Fuimos a parar a Santa Catarina de Tepehuanes el 24 de noviembre, y la festividad de dicha santa era el 25 de noviembre, así que pudimos vivir lo que son las fiestas de pueblo en México, que no difieren mucho a las nuestras. Chiringuitos de bebida, comida, feria, música...
Edificios curiosos de Tepehuanes.
En México la policía nos ha ignorado, lo que se agradece, pensando en otros países donde solo por ser extranjero se nos pide la documentación en algunos controles. Pero esta pareja se paró para asegurarse de que todo estaba bien, lo que también se agradece.
Saliendo de Santiago de Papasquiaro. Carlos Fuentes basa su novela "Diana o la cazadora solitaria" en este pueblo, y no lo pone nada bien, pero a nosotros nos gustó. Desde luego, más que el libro de Carlos Fuentes, je, je.
Vimos estos silos cónicos por todo el país. Finalmente descubrimos que en los años sesenta la Conasupo (compañía nacional de subsistencias populares) construyó 11.000 silos de adobe en veinte estados de la República que se conocían como "los graneros del pueblo". Hoy en día son usados para todo tipo de actividades, incluida la cría de gallos de pelea. 
Mucha vida en el norte de México, incluyendo ciervos de cola blanca.

7 comentarios :

  1. ¡demasiado bueno! ¿Perú para junio? ;-)

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    1. Me temo que no. En primicia mundial te informo que el 30 de marzo tenemos que estar en Madrid...y con ello se terminará el viaje, que para entonces casi habrá cumplido cinco años. Perú tendrá que esperar. ¿Tú vas a ir? ¿Ya te has recuperado?

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    2. Oh, me perdí la parte de Madrid. Bueno, tal es la vida, hubiera sido divertido.
      Yo ... compré un vuelo antes de Navidad. Pensé que estaba recuperado ... estaba bien. En enero cogí bronquitis y todos los problemas están de vuelta. Estoy tomando esteroides de nuevo. Esperemos que se calme de nuevo.

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    3. That's too bad! Qué te recuperes pronto!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. He estado esperando este blog por mucho tiempo , me alegra saber que están muy bien , no puedo esperar para leer la segunda parte , les cuento que mi viaje por Los Ángeles estuvo muy bien , y mi encuentro con mi novio "Coreano" estuvo bien (por suerte no fui secuestrada) ja,ja mi madre y yo les mandamos un abrazo grande desde Zacatecas , México .

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    1. ¡Qué gusto saber de ti! Y que no fueras secuestrada por las malvadas mafias coreanas, claro. Esperamos que la siguiente entrega del blog no se demore tanto, confío en que puedas soportar la espera. Te anuncio que sales en una foto, el salto a la fama es inminente...
      Abrazos desde el calor de Honduras

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