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13 de noviembre de 2018

Estados Unidos (4): bye-bye por Arizona

Dando por sentado que la Sierra Nevada de California se llamará así por algo, en el pueblo de Hurricane en Utah habíamos decidido que en noviembre iba a hacer mucho frío en esa parte de California y que cambiábamos de ruta hacia Arizona, hacia el sur, hacia el calor. Ilusos.

Con el Gran Cañón del Colorado en Arizona como objetivo inicial comenzamos a pedalear primero por carreteras con mucho más tráfico que arcén, para después seguir por caminos boscosos en los que el único tráfico era de ciervos y otros animales, entre ellos, algunos cazadores en sus vehículos ATV o todoterreno.

La nieve empezaba a cuajar y en nada había varios centímetros de nieve
Tras unos cuantos días de pedaleo y acampada libre, llegamos al parque nacional del Gran Cañón. Estábamos a solo unos míseros 30 km del North Rim o borde norte del Gran Cañón cuando se puso a llover agua casi congelada, después a granizar y enseguida a nevar. Cuando solo nievan ligeros y algodonosos copos de nieve la acampada puede ser hasta un placer. Pero si primero te empapas con la lluvia y después graniza y nieva y además en donde tienes que plantar la tienda hay cinco centímetros de nieve... En fin, qué os voy a contar. La previsión del tiempo era igual para los siguientes tres días, todo ello sin posibilidad de dormir en un hotel (completo) o, aunque fuera, a cubierto de males celestes. Inteligente o cobardemente, desistimos... y así ya tenemos otra excusa más para volver a este país.

Un canadiense y su septuagenaria madre, que con la que estaba cayendo temían quedarse atrapados en el parque (siendo canadienses os hacéis una idea de que la nevada era potente) aceptaron transportarnos a nosotros y a nuestras bicis en su enorme autobús/caravana a tierras más bajas y así escapar de la que se avecinaba.

Extensión de la Nación Navaja, de wikimedia. Parece enorme, pero claro,
todo es relativo. ¿Dónde estaban ellos antes?
De camino a Flagstaff, cuando la nevada se había convertido en potente lluvia, nos tocó dormir en un hotel sito en la reserva india de la Nación Navajo. Es la reserva india de más extensión de los EEUU (71.000 km2, unos 350.000 habitantes). Algunos comentan que el gobierno de los EEUU les cedió los peores terrenos de la zona. Tal vez sea ese el motivo de su mala situación económica, tal vez no, pero desgraciadamente, sufren un 40-45% de desempleo y 40% de la población está por debajo del umbral de la pobreza. Además, y con una curiosa similitud a la situación de los aborígenes australianos, el alcohol, las drogas, el juego hacen mella en la sociedad india. Por otro lado, no parece que su idioma vaya a resistir mucho: su enseñanza en el colegio no es obligatoria, de tal forma que los jóvenes apenas lo hablan. Aunque tal vez no debería extrañarnos: por ejemplo la ciudad a la que nos dirigíamos, Flagstaff, que en español se traduciría como Mástil, en navajo se dice Kinłání Dookʼoʼoosłííd Biyaagi. Como para no dejarlo.

Parece que los indios tienen bastante autonomía para gestionar sus asuntos: gobierno, educación, policía,..., incluso, anecdóticamente, hasta para establecer su propia zona horaria. En este caso, a diferencia del resto de Arizona que no observa la aplicación del horario de verano, la Nación Navajo sí lo hace, lo cual crea cierta confusión, especialmente llegando de Utah, que a su vez tiene otro horario.

Cruzándonos con la Ruta 66.
Flagstaff, ciudad estudiantil, centro de deportes al aire libre e importante parada tanto para el ferrocarril como para la mítica Ruta 66, nos sirvió para resguardarnos de la lluvia unos días, descansar, comer como gorrinos en un buffet libre de comida india/nepalí cercano al hotel y poco más.

Nuestras pedaladas nos llevaron hacía el suroeste, pasando primero por la bonita, turística y tirando a cara Sedona, un centro espiritual por no-sé-qué-vértice que pasa por aquí, un precioso paisaje marciano de arenisca roja y anaranjada que fue el hogar de los indios Yayavai y Apache hasta que fueron expulsados a una reserva 300km al sur. Después volvieron, pero a saber qué tierras recuperaron.

De mayores queremos ser como ellos.
Con tiempo frío y peligro de lluvia, decidimos sacar provecho a la estupenda comunidad de Warmshowers y así tuvimos la suerte de conocer a Geni y Peter en Cornville, dos geniales ancianos llenos de energía y vitalidad, que siguen corriendo medias maratones y viajando en alguna de sus dieciséis bicis. Y a Dorothy y John, en Prescott Valley, un amor de pareja empeñados en mimarnos durante un par de días.

Tuvieron que venir Duncan (un amigo de Bego de los tiempos de Inglaterra) y su siciliana mujer Antonella a rescatarnos de la cocina de Dorothy y John en donde estábamos siendo cebados. Con la que estaba cayendo nuestros amigos no dudaron en cogerse el coche, buscar e instalar un portabicis, y hacerse más de 400km entre ida y vuelta desde Phoenix para recogernos. Impresionante. Pasamos un par de días súper agradables en su casa, hablando sin parar como si nos conociéramos de toda la vida, acompañados de buena cerveza y mejor comida.

La conurbación que llamamos Phoenix es un grupo de varias ciudades unidas que suma 6 millones de personas, casi todas ellas en casas unifamiliares (algunas enormes) de un solo piso, salpicadas de zonas verdes y campos de golf. Así no es de extrañar que nos costara todo el día pedaleando salir de la zona urbana.

Bill nos preparó un pozole mexicano que dudamos que los mexicanos puedan
mejorar. En la foto también con su perro Sarge.
Buena parte del camino a Tucson nos tocó hacerlo junto a una muy transitada autopista, llena de grandes camiones (los 18-wheelers, como llaman los americanos a los camiones de 18 ruedas). Normal entonces que necesitáramos algo de paz y pasáramos tres noches en esta ciudad universitaria, primero en casa de los interesantes warmshowers Bill y Linda y después, perezosos para seguir camino, un par de noches en un hotel de las afueras.

No es hasta esta última ciudad americana de cierta entidad antes de la frontera mexicana, Tucson, cuando por fin vimos negros por las calles. En la franja de norte a sur que habíamos recorrido -Montana, Wyoming, Colorado, Utah, Arizona-, se ve muy, muy poca gente de color.

Poco a poco nos íbamos acercando a la frontera con México. De hecho, demasiado poco a poco, porque el viento se empeñaba en soplar fuertemente en dirección contraria y nos costaba lo indecible avanzar. Cuando menos, los saguaros, esos enormes cactus de las películas del oeste nos animaban un paisaje por otro lado árido y montañoso (aunque no por ello menos atractivo).

Un saguaro impertérrito al viento.
Los saguaros crecen muy despacio: tardan unos quince años en crecer 30cm, 50 años en superar los dos metros y casi un siglo en desarrollar esos brazos (porque no son ramas, son brazos) que le dan esa apariencia tan típica. En abril florecen (su flor blanca es la flor oficial de Arizona) y en junio y julio dan unos frutos que los indios comen.

Y, por fin, un buen día el viento cambió de dirección y en una sola jornada nos llevó hasta Agua Prieta, en el lado mexicano de la frontera. Como siempre, pena por dejar un país que nos ha encantado, que nos ha tratado muy bien y al que sin duda volveremos (ya veremos si en bici, moto, camioneta o cómo)... y ganas de recorrer otro país muy querido por nosotros. Ya os lo contaremos.

Un abrazo
Entrábamos en Arizona y no parecía que el tiempo quisiera cambiar mucho.
Por fin mejoró.
No nos llovió esa noche pero nos levantamos empapados por el rocío, la humedad del terreno o a saber. Así que nada, mañanas de desayunos tranquilitos para secar la tienda.
Camino del acantilado norte del Gran Cañón por pistas solitarias y con colores otoñales.
En los tres meses en EEUU habremos dormido una docena de noches en hotel, y en todos y cada uno de ellos, los vasos, platos y cubiertos del desayuno eran de plástico o similar. En los supermercados estaban llenos de voluminosos embalajes de plástico para montones de productos, y las bolsas de plástico eran gratuitas y había que pelear para no llevarse unas cuantas. Y el reciclaje, cuasi inexistente. Muy sorprendidos de la poca conciencia medio ambiental en estos cinco estados.
La carretera 89A de Arizona. Famosa en este estado por algo.
Recta final a Cottonwood, tras las curvas de la bajada de Sedona y el cañón de Oak Creek.
Conduce borracho, y consigue que te claven una multa. Hazte con un conductor (Designated Driver) y no con una multa (Driving Under the Influence of Alcohol). En EEUU el límite de alcoholemia es de 0,08%, superior a nuestro 0,05%. Y por increíble que parezca, en Arizona se puede enviar mensajes de texto con el móvil mientras conduces.
La subidita al pueblo de Jerome y de allí al puerto se las trajo, entre chaparrón y chaparrón. Pero hasta dimos con chocolate caliente con nata por el camino, así que sin queja.
Algo muy común en EEUU es lo que llaman "yard sale" o "garage sale", que significa que después de leerte el libro de la Marie Kondo (la japonesa esa que te hace guardar la ropa enroscada en los cajones, y desapegarte de mil cosas), pones precio a todo aquello que no quieres y lo sacas a la calle con la esperanza de que tus vecinos, los viandantes, y o algún despistado que pase por allí, se haga con ello. Bien por el reciclaje.
Pobre John, era tan goloso como nosotros y no le dejamos nada del fantástico brownie de chocolate de Dorothy. Al igual que Geni y Peter se habían mudado de otro estado a un lugar tranquilo de Arizona buscando buen clima en su jubilación. Unos increíbles anfitriones, ¡cuánta generosidad y cuánto detalle!
Y así visten los clientes de los bares de Wickenburg, pueblo de rodeos.
No hubo forma de resistirse al encanto de Duncan y Antonella. Mientras estábamos en Preston a donde llegaban lluvias, Duncan nos mandó una foto de su piscina, el bar repletito de cervezas, y el coche ya preparado con el portabicis para venir a recogernos. Y suerte que lo hizo, nos cayó el diluvio universal regresando a su casa en Paradise Valley.
Duncan y Antonella llevan ya muuuuchos años en EEUU y han sabido aprovecharse de las cosas buenas que tiene el país: oportunidades laborales, juguetes varios, ya sea un kalashnikov, un descapotable, o un gigante 4x4, etc. Me quedé super choff después del fantástico fin de semana que pasamos con ellos.
Y así de ambientadas para Halloween estaban ya las casas de Paradise Valley. Nos pareció que la mayoría de ellas estaban de lo más integradas con el paisaje, y nada de ostentación y mucho gusto entre las casas de los famosetes.
Según nos acercábamos al sur no solo cambiaba el color de la piel de los habitantes, sino también el color de los cementerios.
Acampando junto a una vía en desuso y junto al cementerio. Los vecinos no nos molestaron nada aquella noche.
Desconocíamos que la costumbre de dejar una bici pintada de blanco - una bicicleta fantasma- allá donde un ciclista había sido atropellado, fuera internacional. Quizá esta muerte del 2008 no fuera en vano, diez años más tarde el arcén de esta carretera era enorme.
Cuando te estás releyendo el libro de "On the road" de Kerouac, estás en la parte en la que se pone a trabajar recogiendo algodón, y ese mismo día aparecen por primera vez campos de algodón uno tras otro.
Cuasi a punto?
Esta ha sido la tónica general por los estados por los que hemos pasado. Necesidad de mano de obra en todos ellos.
Cactus de todos los tipos, algunos de ellos enormes.
En el sur de Arizona se nos fue complicando lo de encontrar un hueco para poner la tienda.
Reto conseguido.
Pues era verdad que había serpientes cascabel... Glup!
Llegamos a Sonoita con intención de comer algo y seguir camino, y menos mal que nos refugiamos del sol bajo una tejavana porque de la nada empezaron a caer estos importantes pedruscos. Esperamos y esperamos, y tras la tercera tormenta de perdigones corrimos al único hotel de aquel cruce de cuatro casas, e hicimos récord del viaje en lo que hemos pagado por un hotel. Acabó siendo una velada súper agradable, con otros dos canadienses en coche también refugiados allí, y las garrafas de vino de la zona que nos regaló la gerente.
Era casi mediodía del día siguiente, soleado, y todavía veíamos restos de la granizada del día anterior.
Los paisajes de esta parte del mundo.
Esto ya tenía colores otoñales.
Mucho patriotismo por esta parte de Estados Unidos.
Venta de armas en Arizona con curiosos carteles.

4 comentarios :

  1. Hola. La verdad es que yo pensaba que por esas tierras-el desierto de Arizona!- no llovía apenas.Y por lo que veo vosotros también 😂 ¡pobres!
    ¿Y qué es eso de Warmshowers? No lo había oído nunca.
    Otra consulta: en el proyecto de vuelta al mundo,para mes y medio de viaje les hemos dado 1.400 euros por persona, para todo. Independientemente de si les toca América del norte, sur, Asia central.... Y cada grupo paga el vuelo al lugar desde donde comienza el siguiente (en principio único vuelo largo). Creéis que es suficiente?
    Muxuuuus

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    1. Pues seguimos con las sorpresas: 8°bajo cero en México.
      A ver si estamos atentos, que ya lo he ezplexpli en otras entradas 😀: lo de Warmshowers es parecido a Couchsurfing pero exclusivo para la comunidad de cicloviajeros: alojamiento gratuito, información, consejo, apoyo, etc de unos cicloviajeros (aunque no necesariamente tienen que serlo) a otros.
      Sobre tus pupilos viajeros sin más detalles no sabría decirte. Lo que sí es cierto es que no es comparable viajar por Sudeste Asiático o India que por Japón o EEUU. Y los vuelos tampoco... ¿Pueden acampar o solo hoteles? Sé de gente que vive con 3€/día, aunque nosotros estamos por los 15-20€/día...

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  2. Pero que mayores estáis!!! (bueno, tu no, Bego, solo Hugo)… Abandonar el Gran Canyon por cuatro gotas!!!

    Fantásticos el cartel de carretera de la Jefatura Provincial de Tráfico, la clientela del bar de Wickenburg y los carteles en la tienda de armas de Arizona!

    Abrazo.

    Iñigo M.

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