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10 de julio de 2018

Australia (1): pedaleando por el Outback

Tras pasar los estrictos controles australianos de limpieza de bicis y enseres sin problemas -no fuera ser que introdujéramos una plaga en el país, que para eso ya están los propios australianos, sean conejos, escarabajos o cactus-, nos dedicamos un buen rato a montar las bicis en el aeropuerto de Darwin. Fuera, a pesar de ser ya noche cerrada, seguía haciendo un calor tropical. Lógico, pues Darwin no deja de estar bien anclado en el trópico, de hecho más cerca de Indonesia que de Canberra. Pero ¿para eso venimos a la civilizada Australia? ¿No debería gozar el país entero del aire acondicionado? En la calle de nuestro céntrico y no especialmente barato hotel, un buen grupo de aborígenes borrachos gritaba, mendigaba, rompía botellas, se peleaba (con golpes de borrachos, esto es, sin acertarle al contrario). No era una noche especial, una de fiesta tras el cobro del salario o ayuda estatal. Según nos dijeron, todas las noches son iguales. También durante el día uno se topa en esta zona del país con aborígenes borrachos, a medio camino entre la agresiva bronca y el feliz canturreo, hasta las cachas de alcohol o drogas. Tal vez no sea políticamente correcto mencionarlo, desde luego hubiera preferido comenzar con otro asunto, pero es lo que nos encontramos nada más llegar... y, con el follón que estaban montando, como para no verlo. Más adelante, más al sur veríamos más aborígenes y su condición y la complejidad del problema que los asedia será un asunto recurrente en la conversación con cualquier persona con un mínimo de sensibilidad.

Nada por la derecha, nada por la izquierda, y nada al frente.
Darwin supuso nuestra toma de contacto con el país, país que ambos conocíamos de anteriores viajes, pero siempre más al sur. Así que aprovechamos para ver algo de la capital y principal ciudad de los Territorios del Norte, una urbe de unos 140.000 habitantes varias veces reconstruida tras sufrir bombardeos japoneses durante la guerra o ciclones tropicales. Su lema es el latinajo "progrediamur", esto es, " sigamos adelante", algo complicado cuando ya se ha llegado al norte del "top end" y todo lo que hay por delante es mar. De todas formas, lo que realmente queríamos era pertrecharnos de todo lo necesario para nuestro periplo por el poco habitado interior de Australia, el llamado Outback. Con menos de 24 millones de habitantes, que viven mayoritariamente en ciudades costeras, y más de 7.700.000 km2 de superficie, esta isla-continente llamada Australia está bastante vacía. Y el centro de Australia, ese indefinido Outback que ocupa un 70-80% del país, aún más vacío. Con esta enorme vacuidad, la logística se complica para el cicloviajero. Casi todos los anteriores cicloviajeros que han pasado por aquí afirman que, o bien no hay nada en las tiendas de la carretera por la que vamos a circular o bien todo cuesta un Potosí. No yendo por las carreteras más remotas de este continente, no nos ha parecido ni tan desierto en lo que a tiendas se refiere ni tan prohibitivo, aunque sí que conviene llevar viandas para 4-7 días, en función del tramo.

Y lo de la foto era solo lo no perecedero...
Con esa excusa, decidimos zambullirnos de cabeza en el consumismo de supermercado, en un akelarre comprador, en un estado de avidez consumista desconocido desde hacía una temporada, deambulando ojipláticos por los abundantemente surtidos pasillos de un par de hipermercados. Australia es una nación de inmigrantes y sus supermercados, incluso aquellos de pequeñas ciudades de provincias, lo demuestran haciendo gala de viandas de medio mundo: hummus, tzatziki, sushi, gorgonzola, jamón ibérico, korma, chow mien, fajitas,... Sobrevivimos esta ostentación gastronómica a duras penas y salimos de Darwin con más de 12 kg de comida (bueno, y unos cuantos kilos que ya nos llevamos puestos) y 18 litros de agua. Poco comparado con los 30kg de comida y 30l de agua que llevaban otros cicloviajeros, pero claramente excesivo para este primer tramo ni mucho menos tan despoblado como digo más arriba, especialmente teniendo en cuenta el intenso calor reinante. En cualquier caso os aseguro que no se desperdició nada de nada. Buenos somos nosotros.

Arrancando sin complicaciones por la Stuart Highway.
Por esta región hemos pedaleado principalmente por la Stuart Highway que cruza Australia de norte a sur por su parte central, con desvíos y escapadas a parques nacionales, pubs llenos de sabor y memorabilia australiana y pueblos en mitad de la nada. En total pedalearemos más de cuatro mil kilómetros (incluyendo desvíos a Uluru y otros caminos diferentes de la carretera principal sobre los que ya os hablaremos) de más o menos desierto, mucho calor, mucho frío...

El potente sol nos ha calentado con generosidad durante el día, mientras que, como buen desierto, durante la noche ha hecho bastante fresquito. Más al sur pasará a ser un frío considerable (alguna noche de hasta -5ºC), que hará que hasta pedaleemos durante las primeras horas del día con el plumífero bien puesto. Menos mal que no llueve y no hay humedad, por lo que fríos y calores son más llevaderos.

En alguna zona sufrimos... y mucho.
Además, nos tocó sufrir un casi continuo maldito viento de cara, que es el que toca en esta época del año. No soy meteorólogo, pero supongo que el viento sopla porque no tiene quien lo frene en esas inabarcables extensiones planas, con solo alguna que otra suave colina en una meseta central que alcanza los 500-800m. Es increíble que hace solo unos millones de años Australia estuviera coronado en lo que ahora es su desierto central por unas montañas del tamaño de los Himalayas. ¡Qué librada, menos mal que no hemos venido antes! Así que hoy los paisajes son abiertos, unos paisajes sin fin, con horizontes muy lejanos, casi africanos. Lo mejor, estando en el trópico o cerca de él, son los maravillosos amaneceres y atardeceres que llenan el enorme cielo de color, ese mismo cielo que por la noche se cuaja de estrellas, impresionante firmamento en el que destaca la Vía Láctea recorriéndolo de este a oeste y una imponente Cruz del Sur indicándonos el camino hacia eso, hacia el sur.
Naturaleza muerta.
Esta enorme planicie está cubierta por una generalmente raquítica vegetación de arbustos y unas hierbas que pinchan como demonios, relativamente abundante para ser un desierto, pero con pocos y bajos árboles. Más al sur cambiará la cosa. Animales vimos sorprendentemente pocos en este primer tramo. Por la carretera vimos más canguros y lo que creo que son wallabies (una especie de canguros pequeños) muertos que vivos. Hay, por cierto, unos 50 tipos de canguros de diferentes tamaños. Los canguros son nocturnos y, en estas carreteras que se puede circular a 130 km/h, los coches y, sobre todo, los enormes camiones los atropellan constantemente. Lo malo es que ese atropello inicial pronto significa otro atropello a las grandes carroñeras que acuden a la carretera a comerse los restos del canguro y no tienen tiempo de esquivar esos camiones... El caso es que uno se topa con cuerpos en diferente estado de putrefacción de rapaces, aves, serpientes, jabalíes, bastantes vacas...y hasta algún camello. El fuerte olor a podrido te lo anuncia desde lejos. Una alegría para los sentidos.

Lo que no falta en el norte son los termiteros, miles y miles de ellos, los científicos calculan que puede haber hasta 20 millones de termitas por hectárea, construidos aparentemente en esos tamaños catedralicios para protegerse de lluvias torrenciales (y la consiguiente inundación) así como de los intensos calores que las achicharrarían.

Nuestras amigas las moscas, ¡mirad cómo les gustan mis dientes!
Más al sur, las termitas son sustituidas por moscas, en este caso no hablamos de miles sino de millones y millones de ellas, pegajosas, insistentes, cabezotas y pesadas moscas. Pequeños insectos que se meten por todas partes, en los ojos, en la boca, en los oídos y por la nariz. No puedes ni comer en paz, siempre atento a que en el siguiente bocado no mastiques una docena de ellas. Si el viento sopla de cara, pedalearás con cien moscas posadas en tu espalda; pero si el viento viene de cola, esas cien moscas vendrán a tu cara, se te meterán debajo de tus gafas de sol, revolotearán y se te meterán por todas partes y te volverán absolutamente loco. Los manotazos al aire que uno da para espantarlas se conoce como el "saludo australiano" de tal forma que uno, muy mosqueado, lo que acaba haciendo es ver el mundo a través de una salvadora redecilla ad hoc. Menos mal que al atardecer desaparecen y te dejan tranquilo hasta más o menos el mediodía del día siguiente.

Los dingos (esa especie de perro salvaje australiano) y los emu (parecidos a las avestruces) nos harán compañía más al sur, los primeros aullando por las noches y los segundos corriendo a nuestro lado.

En Australia solo te bañas si hay un cartel que dice que puedes hacerlo.
Tampoco vimos -supongo que habrá que decir que "menos mal",- ninguno de esos bichos mortalmente venenosos como alacranes, arañas o serpientes, de los que Australia es tan prolífico. Ni siquiera con los cocodrilos, de agua dulce o salada, de los que parece que hay batallón. Ello no impidió que unas cuantas pozas o lagos de algún parque nacional que visitamos estuvieran cerradas, debido a que los rangers no habían podido certificar todavía la ausencia de estos bichos desde la reciente finalización de la temporada de lluvias (o, como la llaman los ausies, "the wet"). El cartelito de "be crocwise" (algo así como "sé crocolisto") está por todas partes y en los centros de información te recuerdan no acampar junto a lagos o arroyos y que, si quieres coger agua de ellos, te asegures primero que no tienen inquilinos de esos llenos de dientes...

Diccionario de inglés australiano.
La zona subtropical del outback recuerda un poco al lejano oeste norteamericano y tiene una buena dosis de sus atributos: ganado vacuno, rodeos, música country, cowboys y cowgirls tocados con sombreros de ala ancha, botas y pantalones vaqueros ajustados, hamburguesas tamaño XXL... y un inglés a menudo ininteligible. Decíamos en nuestra despedida de Asia que entrábamos en territorio idiomamistoso, inglés o español durante muchos miles de kilómetros en Oceanía y América. ¡Ja! Algunos australianos tienen un acento absolutamente imposible de entender: "G'Day, mate! Good on ya! Let's go togetha!" Hasta unos cicloviajeros de EEUU nos confesaron tener problemas para entenderlos. Desde luego, los vaqueros del rodeo no hablaban como Shakespeare... aunque algunos de Sidney, tampoco.

Cincuenta y tres metros y medio no parecen muchos, hasta que se ponen
a adelantarte estos monstruos...
A este paisaje de lejano oeste hay que añadir los road trains, auténticos trenes de la carretera con hasta cuatro contenedores o trailers, 130 toneladas de peso (puede haber de hasta 150 e incluso 170 toneladas) y 53,5 metros de largo. El récord (pero solo para el Guinness, no como un vehículo de uso cotidiano) lo ostenta un camión con nada menos que 120 trailers... Un vehículo que  pesa tanto y que va a una velocidad máxima de 100km/h no puede frenar fácilmente y así son los principales "asesinos" de canguros y otros animales que salen por la noche a la carretera.

En la carretera uno se encuentra también a los llamados "grey nomads" o "nómadas canosos", viajeros ya entrados en años, la mayoría de ellos auténticos profesionales del caravanismo, con muchos meses si no años (conocimos una pareja que llevaba 18 años de viaje por Australia), metidos en esas pequeñas, o no tan pequeñas, mansiones rodantes tiradas por grandes todoterrenos (aunque a veces son grandes autobuses tirando de todoterrenos), dando vueltas sin fin por la enorme superficie australiana en busca del buen tiempo. Con muchos kilómetros a sus espaldas de monótonos paisajes, todos curiosean, " vidajenean" y están prestos para conversar y generosamente ofrecerte agua o, en alguna ocasión, cerveza fría, gloria pura tras un día de arduo pedaleo.

El encuentro con estos grey nomads se produce en los campings o en las zonas de descanso que, junto a la carretera principal, están habilitadas para pasar la noche y suponen un gran ahorro para esta gente que se pasa el año de acampada.

A menudo esas conversaciones nos llevan al asunto de los aborígenes, que, como bien sabéis, tiene mucha miga. Por cierto que generalmente tendemos a meterlos a todos en el mismo saco, cuando realmente hay hasta cuatrocientos grupos bien diferenciados de aborígenes. Por ejemplo, solamente alrededor del lago Eyre encontramos a los yarluyandi, karanguru, wangkankurru, ngamibi, yawarrawarrka, wadikali, yarki, piladapa, malanyapa, adnyamathanha, dieyi, kurani, arabunna, kokatha,... Como para recordar sus nombres.

Entre 1910 y 1970 decenas de miles de niños aborígenes fueron arrebatados de sus familias y entregados a familias blancas en un programa gubernamental de asimilación de estos niños en la cultura anglosajona australiana. Llovía sobre mojado, pues los aborígenes habían sido discriminados o ninguneados desde la primera constitución australiana. El que no tuvieran derecho al voto hasta 1962 es casi una anécdota frente a las matanzas, torturas e injusticias de todo tipo. Como nos decía algún australiano, nada muy diferente a lo que los nasis habían hecho con los judíos. Hace diez años el gobierno de Australia pidió perdón por estas "generaciones robadas" y prometió eliminar las diferencias entre ambas comunidades, centrándose en empleo, salud y educación. A pesar de haber invertido unos 80 millardos de Euros en la comunidad aborigen desde ese momento, no han tenido éxito: los aborígenes siguen muriendo una década antes que los blancos, sufren obesidad, diabetes y otras enfermedades propias de mala alimentación, su tasa de empleo es de menos del 50% (la del resto de australianos es de más de 70%), sufre altos niveles de alcoholismo, drogas y violencia, los objetivos de escolaridad y alfabetismo no se han cumplido. Uno de los problemas que todos apuntan es el de las ayudas sin contraprestación (parece ser que realmente son los réditos de la explotación de minas), que hace que ganen casi lo mismo trabajando o sin trabajar y que han promovido que muchos aborígenes no busquen trabajo y se dediquen al alcohol, drogas o el juego. El nulo sentido de la propiedad por el cual todo es de todos no ayuda a que la gente se preste a currar, pues al final el sueldo de los que sí trabajan se diluye entre los suyos. No está claro si tienen o no tienen suficientes líderes, pero sí parece que sus mayores ya no están para guiar a unos jóvenes que no disponen de una autoridad moral a la que emular. La cultura tradicional ha desaparecido, la nueva no les cuadra. Mientras tanto los aparentemente pocos líderes aborígenes que hay se quejan de que no se les involucra en el diseño e implementación de las políticas y que no tienen representación parlamentaria suficiente.

En zonas de presencia aborigen abundan las prohibiciones: no se puede
beber en zonas públicas, a los niños no se les atiende en el supermercado
en horas de colegio,....
Todo ello, aunque aceptado por lo que se me antoja que es una especie de sentimiento de culpabilidad histórica, no es comprendido por gran parte de la comunidad blanca, que los ve como vagos, borrachos, aprovechados, etc. y se pregunta cuántas generaciones tienen que transcurrir hasta que "esta gente" deje de quejarse y se ponga las pilas. Y, aún defendiendo las bondades y la riqueza del multiculturalismo, yo reconozco que tendría muchos problemas para aceptar que alguna inversión se haga o se deje de hacer debido a algo tan etéreo y, en fin, infumable como el "espíritu de la serpiente" o a alguna excusa espiritual de este pelo, poco acorde con los tiempos que corren. Aunque, como nos comentaba otro australiano, qué cara pondría un europeo con fuertes convicciones religiosas si las autoridades destruyeran una iglesia o un templo por puros intereses comerciales y sin pedir permiso...

Lo que sí es cierto es que, si bien no se sabe cómo se empieza una conversación sobre los aborígenes, sí se sabe cómo termina. Todo el mundo acaba diciendo: "es un asunto muy complejo y no sé cuál es la solución", mientras se pone cara de circunstancias.

Ya me disculparéis la disgresión hacia asuntos tan profundos, pero es lo que tiene el pedalear por estas grandes extensiones desérticas, con paisajes monótonos y poco tráfico. Si todo cicloviaje tiene su dosis de meditación e introspección, en esta parte de Australia hay que elevarlo al cubo.

Un abrazo
Pedazo catedral de termitas, ¿verdad?
Las Florence Falls en el Parque Nacional de Litchfield.


Inesperado. Increíble la de loros, loris, cacatúas y similares que hemos visto en esta zona de Australia.
Nos cruzamos más de una vez con el trazado actual de la línea ferroviaria de Adelaida a Darwin. 2.979 km de nada. El tren de pasajeros que la recorre se conoce con el nombre de The Ghan, como abreviatura a The Afghan Express. Y es que fueron los afganos con sus camellos los que ayudaron a los primeros colonos a adentrarse en el interior del país. Fue inagurado en 1929, y ahora es un tren turístico por el que se paga entre 2.000 y 3.000 dólares dependiendo de fechas. Vamos, que pedalear a Adelaide nos ahorró nada menos que 1.200-1.800 euros, je, je.

En los cientos de kilómetros de Darwin a Alice Springs en el corazón de Australia, apenas hay nada. Alguna gasolinera, alguna "road house", algún pueblo antiguamente minero, y señales que indican caminos de tierra a haciendas en medio de la nada. En ocasiones esos caminos pasan por encima del trazado de la vía del tren, y así nos encontramos con pasos de nivel aquí y allá.

El tramo de Darwin a Alice Springs, nuestros primeros 1.700 km, estaban jalonados con referencias a la Segunda Guerra Mundial. Es simplemente alucinante. Allí en medio de la nada. Pero solo así se explica que esta carretera que recibe el nombre de Stuart Highway - por ser el escocés Stuart el primero en conseguir cruzar el país del sur a norte allá por 1862 - esté a día de hoy asfaltada, trabajo en el que participaron los americanos en los primeros años de aquella guerra, con el fin de transportar equipos militares de sur a norte.

Alguno de los pequeños pueblos tenían su oficina de correos. En la foto la de Adelaide River de 353 habitantes, que a la vez funcionaba de tienda de imprescindibles. En estos sitios el pan se vende congelado, y si en las grandes ciudades se consigue por 2 dólares, aquí se puede llegar a pagar 7 dólares. Osea, 4 euros por un paquete de pan de molde blanco congelado. Pues sí, es más del triple que en la ciudad, y en el sureste asiático por esa cantidad comíamos cuatro platos en restaurante, pero vamos, que pagar se puede pagar.

Fueron los únicos jabalíes que vimos en Australia. Parecía que el accidente había sido la noche anterior. Los jabalíes muertos y el coche con el frontal destrozado. Tenía su peligro viajar por esta carretera...

Un papagayo alirrojo (aprosmictus erythropterus), una rapaz (mi asignatura pendiente), un cormorán -migrando imagino-, y verdugos gorjinegros (cracticus nigrogularis) que son de lo más cantarines, tranquilos, curiosos, y que vergonzosamente confundí durante semanas con los famosos magpies australianos, los verdugos flautistas para nosotros (cracticus tibicen).
Los "road trains" en general nos trataban muy bien, pero en este tramo un par de ellos nos sacaron de la carretera. Uno justificadamente con tráfico de frente, y el otro porque tendría un mal día o el pene pequeño, nunca se sabe. Además nos dejó mensajito en una gasolinera donde sabía que sí o sí tendríamos que parar a repostar agua: que si nos pitaban nos saliésemos de la carretera, que con doble línea ellos no pueden adelantar. Una pena que no se lean las actualizaciones de las normas de tráfico, ya que desde el año 2015 sí que puede rebasarse la línea continua para adelantar a una bicicleta.

Pine Creek, ahora una pequeña ciudad de algo más de 300 habitantes, tuvo más de 4.000 habitantes (la mayor parte chinos) durante la fiebre del oro de finales del siglo XIX. Exhiben orgullosos los restos de aquella industria y del tranvía. ¿Y qué me decís de esos hermosos baobabs? Yo que pensaba que solo existían en África.

Otro desvío que mereció mucho la pena fueron las Edith Falls en el Parque Nacional de Nitmiluk. Solo la poza "pequeña" estaba abierta, porque tras la temporada de lluvias faltaba aún revisar que no se había colado ningún cocodrilo en la poza grande. Teóricamente los cocodrilos de agua dulce no son agresivos a no ser que se les moleste. Pero vamos...

Parques nacionales con circuitos marcados para dar vueltas por la zona. Un lujo. En más de una ocasión nos dijeron que estábamos "adelantados" y que la temporada empezaba en dos semanas. Imaginamos que por ello estos lugares estaban tan vacíos. Lo dicho, un lujo.

En más de una zona provocaban incendios controlados anunciados por un cartel que decía: "suba la ventanilla y continúe sin detenerse". Ejem... ¿la venta-qué? Suerte que no nos tocó atravesar ninguno. La nube baja grisácea de la foto, es todo humo.

Los carteles para concienciar a la población del peligro de incendios eran de los más diversos. En la foto jugando con las palabras para señalar el peligro que sufre la fauna cuando se producen incendios. El frilled lizard es el que en castellano se conoce como lagarto con chorreras o clamidosaurio. Una pena que por ser estación seca todos estos bichos no estén nada activos. Los pocos que veíamos desaparecían en un abrir y cerrar de ojos. 

Los días han sido cortos así que anocheceres los hemos visto todos. ¡Qué suerte!

Hace cosa de diez años alguién se arrancó a vestir a las termiteras, y hoy en día te puedes encontrar hasta un Papá Noel. 

Al salir de Darwin la carretera era de cuatro carriles que enseguida se convirtieron en dos sin arcén, a la vez que el tráfico iba desapareciendo. Más de un cicloviajero nos informó de que nos íbamos a aburrir como ostras y que intentáramos evitar esta parte. Lo cierto es que tras tantos meses de sureste asiático y sus multitudes, disfrutamos mucho con la soledad y el vacío de estos paisajes.

Algún lugar tenía comida a precios asequibles, como el Pink Panther Pub en Larrimah (10 habitantes) con un lasañón por 10 dólares (6 euros). Que sí, que en el súper en Australia por ese dinero te compras una lasaña hecha de dos kilos, ¿pero quién es el guapo que la lleva en la bici hasta la mitad de la nada?

Termitas, árboles de hoja perenne, y hierba dorada. Kilómetros y kilómetros.

Este era el "kit" más habitual en la ruta hacia Darwin. El 4x4 con la barca encima tirando de la caravana. La barca es para la pesca de barramundis, un mundo con muchos aficionados por estos lares. Nos dijeron que el año pasado se habían matriculado 78.000 nuevas caravanas. La de ellas que nos cruzábamos diariamente, la mayoría en dirección norte buscando el calor.

Esta foto representa la generosidad de los australianos, porque no me he atrevido a ir pidiendo fotos. Siempre que hemos coincidido con ellos en alguna zona de acampada nos han ofrecido algo, ya fuera agua, comida,... Conversaciones de lo más interesantes con los grey-nomads, esas parejas jubiladas o prejubiladas que pasan a vivir en una caravana y viajar constantemente por su país. 18 años nos dijo alguno que llevaba ya. En la foto las cervezas frías que en medio de la nada sacó Eddie de su caravana, un apuesto ex-piloto militar de 83 añitos que se iba con su caravana hacia Darwin.
En Australia es un incordio viajar con tu perro, porque no les permiten la entrada a los parques nacionales. Y así vimos quien viajaba con aves de lo más obedientes como mascotas.

No hemos encontrado muchos cicloviajeros por el camino pero haberlos los había. Dominique y Silvio, alemanes de Leipzig que llevaban ya un par de años en la carretera. Unos japoneses en moto como siempre super educados y super amables, el francés Will con su proyecto de bike2france, y Michel, otro francés dando una vuelta de siete meses por Australia. Will tenía un proyecto de lo más romántico. Se había comprado un tándem, un carrito y equipamiento para dos, y confiaba en regresar de Tasmania a Francia, pedaleando con quien se le fuera uniendo por el camino, algo que todavía no había ocurrido. Seguimos en contacto y nos contó que para cuando llegó a Bangkok ya se había cansado de arrastrar tanto peso y cambió el tándem por una bicicleta normal. Y ahora escribiendo estas líneas compruebo en su facebook que ya está de vuelta en casa. Will había viajado siete años por países donde podía comunicarse (francés/español/inglés) y le estaba matando no poder hablar con la gente en Asia. Se sentía solo, ha escrito en su cuenta de facebook.
La solitaria Stuart Highway

Llover no nos llovió, pero vimos lluvia fina en las alturas.

La mayor parte de los arroyos estaban secos, pero no todos. En estos se concentraba un número aún mayor de aves.

Otra visión común en la Stuart Highway son los molinos de viento para extraer agua del subsuelo.

Hasta llegar casi a tres cuartas partes de nuestro camino de costa norte a sur, no vimos más que vacas. Luego ya se sumaron las ovejas y alguna cabra.

Las canicas del diablo, en la reserva de Karlu Karlu. Curiosas formaciones de granito.

Aquí, partiendo cánicas.

En nuestro camino también estaba el pueblo de Wycliffe, la capital de ovnis de Australia. Y los incrédulos solo tienen que entrar al restaurante y ver sus paredes forradas con recortes de noticias de avistamientos a lo largo de un porrón de años. ¡Cuánta imaginación!

Llegando a Barrow Creek (población 12). Fue una estación repetidora del telégrafo y campamento en la Segunda Guerra Mundial. Conocimos a una pareja jubilada en caravana, que pensaban pasar allí un par de días con su detector de metales. Super plan, ¿verdad?

Algunos de los caminos de tierra que salían de nuestra carretera no llevaban a haciendas, sino a reservas de aborígenes. No hemos entrado en ninguna (no puede hacerse impromptu, hay que solicitar permisos con tiempo), y por lo tanto no sabemos si esas prohibiciones (alcohol, ciertas películas, juegos,...) siguen vigentes.

Hay por ahí un video viral de un canguro que se choca contra un ciclista, así que íbamos advertidos. Pero nada.

Los casi primeros 1.000 km fueron muy calurosos y ello nos obligaba a levantarnos al alba con el canto de los pajaros, para intentar estar sobre la bici al amanecer. Así pudimos disfrutar también de increíbles amaneceres.

En los 1.700 km de Darwin a Alice Spring tuvimos dos puntos de acopio. A los 490 km en Katherine y a otros 700 km en Tennant Creek antes de los últimos 520 km a Alice. El plan fue siempre el mismo. Entrar a comprar rápido pan rico, queso rico, embutido rico, tomate y fruta, salir, zamparlo, y entrar de nuevo al súper sin hambre para no salir de allí con medio supermercado.

La comida en ruta era monótona y no lo era. Desayunábamos siempre avena, pero Australia nos ha dado muchísimo juego con una variedad terrible de frutos secos, comíamos pan/tostadas/tortas con queso o latas de pescado, y cenábamos pasta/arroz/cuscus. Y la crema de cacahuete y la de cacao siempre a mano.

Y la comida australiana por estos lares, en fin. Las hamburguesas americanas, el pescado rebozado con patatas fritas inglés (fish and chips), el filete de carne rebozada alemán (schnitzel), los rollitos de pollo, costilla... Casi siempre todo acompañado de patatas fritas y ensalada (incluso si es una lasaña), o si no a lo inglés, con verduras y puré de patatas. Luego llegas a las grandes ciudades y es otra cosa, pero en el mundo rural y en el outback, fue todo lo que vimos. 
Nos ha llamado la atención la cantidad de tiendas de licores "drive-through" que hay. Llegas, y sin bajarte del coche pides las cajas que quieres, te las cargan y te acercan la maquinita de la tarjeta visa para que pagues. Para que luego se asusten cuando vienen a Europa y ven que en las gasolineras se vende alcohol.

Estuvimos entretenidos gestionando la entrega de uno de los tres paquetes que recibimos, y visitando unas cuantas oficinas de correo. Finalmente el paquete nos alcanzó, así que al final felices de que no lo hiciera antes. Eran repuestos que venían de Alemania, y afortunadamente no tocó usarlos, así que ese peso que no cargamos. ¿Y por qué de Europa? Con únicamente comprar un neumático de los que usamos (30 euros en Alemania frente a 70 euros en Australia) se paga el envío (20 euros). De locos. Conocimos australianos que hacían lo mismo que nosotros.

A Hugo se le partió nuevamente el buje trasero y dos radios se quedaron sin sujección. Centró la rueda y pudo pedalear 500 km hasta que encontró el repuesto. Eso sí, por montarlo le pedían casi 150 euritos, así que visto que en los Himalayas lo habíamos logrado, ¿por qúe no intentarlo (y lograrlo) de nuevo? A mí se me cayó la biela pedaleando, para que luego me digáis que soy una histérica por no querer que nadie toque mi bici. En Timor me habían cambiado el eje del pedalier (no tenemos esa herramienta), y ya veis. Nada que un buen martillazo y un apretón no solucionara.

Y pasamos por el Trópico de Capricornio. La foto de abajo es del anterior "gran viaje", en Namibia.

¿Conocéis la hipótesis de los seis grados de separación? Bueno, pues entre ciclistas de larga duración se reduce a dos grados de separación. Y así es como cuando conocimos a Nino -un cicloviajero suizo- y nos pusimos a hablar, supimos que había estado con la alemana Heike en Bangkok, con quien nosotros habíamos coinciddo varias veces en Asia Central, en Korea con los pamplonicas Koko y Marta con los que pedaleamos por Indonesia, y en Laos con Amaya y Eric -pareja americano-francesa-, con quienes nosotros habíamos coincidido en India. El mundo es un pañuelo.

Y más casualidades de la vida, en Alice Springs conocimos a Alfonso Rovira (izquiera) a quien yo había escuchado en el podccast Viajando Despacio donde entrevistan a viajeros en bici a cuenta de un viaje que había hecho por África. Sabía que venía a Australia con un nuevo proyecto (En busca de los sabios), pero no sabía que nos lo íbamos a enontrar. Esta vez viajaba en coche y acompañado de Eloi y su cámara. Alfonso se centró en la cultura de los aborígenes, así que si queréis saber su visión ya sabéis.

6 comentarios :

  1. fantástico ... pero ... esperaba que pudieras viajar por la costa oeste, me gustaría hacerlo. ¿Quizás cuando llegues a la costa sur podrías regresar a Darwin esa ruta para poder ver imágenes? ;-)

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    1. Me temo que con solo tres meses de visado ni siquiera yo podría... :-)

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  2. Eh!!!! Vaya salto. Por lo menos de canguro: Melbourne-Vancouver!!!!!!
    Os habeis saltado NuevaZelanda y habéis ido directo al norte!!!!
    Que cambio!!! Que divertido!!!!

    fuerte abrazo!!!!

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    1. Nueva Zelanda: been there, done that, además de mucho frío en invierno... así que directos al verano del hemisferio norte...

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  3. Me encanta la foto de la canica.Pareces una hormiga en un bollo de hamburguesa 🤣.
    Mi profesora de inglés, que es neozelandesa, dice que el inglés de allí (incluye Australia) es raro pero que es igual en todos lados; que no hay dialectos ni variantes,vamos. Así que en cuanto lo pillas, te entiendes con todo el mundo,no como en España con el español -añade- jeje.
    Besitos 😙😙😙

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    1. Claro, eso lo dice una neozelandesa (por cierto, no sabía que estuvieras recibiendo clases de inglés)... Pero tienen un acento que se las trae, además de slang y sus modismos locales. A algunos no se les entiende "nothing"

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