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7 de enero de 2018

En Sarawak, nuestra primera parada en Borneo

Kuching es la capital de la provincia malasia de Sarawak y nuestra puerta de entrada a la isla de Borneo. Nuestro plan en esta isla que trae a la imaginación piratas ojoparcheados, exóticas aventuras y exploradores intrépidos, es pedalear por su costa norte, primero por la provincia malasia de Sarawak, cruzar al Sultanato de Brunéi y después a Sabah nuevamente en Malasia, antes de pasar a Indonesia por Kalimantan, desde donde embarcaremos en un ferry hasta Sulawesi, también llamada Celebes. Clarísimo, ¿no?

Uno de los efectos secundarios o colaterales de viajar es que recuerdas (o aprendes) geografía, especialmente confusa en estos prolijos archipiélagos de allende los mares. Puede ser el momento de repasar ese libro de geografía asiática de EGB o alguna novela de piratas de Emilio Salgari (¿¿EGB, Salgari?? sí, anciano que es uno). O Google Maps, por supuesto, pero la consulta, aunque más fácil, no tendrá el mismo sabor. Ah, y aprovechando el repaso geográfico, os recuerdo que Borneo es, con 750.000km2, la tercera isla más extensa del mundo, tras Groenlandia y Nueva Guinea. Australia, para los incrédulos que osáis dudar de mi palabra (y la de la Wikipedia), se considera un continente.

Kuching y sus gatos
Kuching es también la ciudad de los gatos, porque "kucing" en bahasa significa gato, de donde procede el internacional "cuchi, cuchi" para llamar a los felinos domésticos (me parto). En un alarde de creatividad, unas cuantas plazas y rotondas en la city muestran esculturas gatunas de dudoso gusto.

No fueron, sin embargo, los gatos los animales que más nos gustaron de la zona sino los orangutanes, la "mascota" por excelencia de Borneo. A solo 25km del centro de la ciudad una reserva mantiene a orangutanes rescatados tanto de hábitats destruidos (la quema de jungla para el cultivo de la palma aceitera hace estragos), como de familias que los tienen como animales de compañía. Los veintitantos primates de la reserva están prácticamente en libertad y acuden, si quieren, a determinadas horas a un punto para recibir comida, ante la mirada de bastantes ojipláticos turistas. Pedazo animales estos "hombres de la selva" (que es lo que en bahasa quiere decir orang hutan).

Saliendo de Kuching hacia el este por la costa
Aprovechamos la existencia de un consulado de Indonesia en esta  ciudad para tramitar visados. El que te dan en la frontera de ese país (visa on arrival) es de solo 30 días por 35$, prorrogable una sola vez por otros 30 días. El visado consular es de 60 días (por 45$) prorrogable parece que hasta cinco veces por otros 60 días cada vez. Para ello tuvimos que imprimir un falso billete de avión de salida de Indonesia..., pero no me siento muy mal por ello.

Saliendo de Kuching tomamos en cuanto pudimos la carretera de la costa, una secundaria en buen estado y poco tráfico, aunque con mínimo o nulo arcén. Mucho calor, pocas poblaciones y con alojamientos bastante básicos (cuando los había), muchos plataneros, algunos camiones madereros, pero sobre todo mucha palma aceitera, palmeras dispuestas en fila hasta donde llega la vista y que le vigilan a uno buena parte del camino. Tuvimos que cruzar unos cuantos de esos anchísimos y muy marrones ríos ecuatoriales en ferry (gratuito para peatones y ciclistas), acompañados por gaviotines y delfines de agua dulce. Aunque seriamente mermada, vida animal no falta en Borneo: junto a la carretera uno ve muchos martines pescadores, innumerables garzas, palomas, lagartos, serpientes... pero por suerte no nos topamos con ninguno de los cocodrilos que anunciaban las señales de peligro y que por lo visto salen a pasear (y, como poco a poco se están quedando sin su comida habitual, a comerse a más de algún incauto) al amanecer y al atardecer. Curiosamente mismos horarios que los mosquitos..., pero consumiendo algo más de sangre si te "pican".

¡Hasta arenas movedizas! La costa de Sarawak lo tenía "todo".
Se me antoja, por cierto, que el departamento de turismo de Sarawak lo tiene complicado para promocionar sus playas: cuando no son cocodrilos son sandflies, y si no mosquitos, medusas, basura, traicioneras corrientes, potentes lluvias o aguas costeras marrón chocolate churrero. Y, aunque no nos lo han confirmado, seguro que también hay tiburones. "Vamos a la playa, o, o, ooo", que dice la canción.

La provincia malasia de Sarawak (cuyo nombre proviene del nada romántico "serawak" o antimonio, un metal extraído de su subsuelo) se separa de las provincias indonesias de Kalimantan en algunas zonas por frontera natural (montañas, ríos o lo que sea) y en otras por frontera "colonial". Kalimantan fue holandés hasta la 2GM y Sarawak, británico. De hecho Indonesia intentó arrebatar Sabah y Sarawak a Malasia cuando se unieron a ella (con más o menos agrado de sus habitantes) en 1963. Actualmente los lugareños mantienen relación con los del otro lado de la frontera, se dice que algunos tienen hasta dos pasaportes. En esta zona  interior, los orang ulu (que quiere decir algo así como "personas que viven río arriba") suponen el 5-6% de la población y los componen las tribus de los Kenyah, Kayan, Kajang, Kelabit, Lun bawang y Punan, así como los nómadas Penan.

Jessi, de la oficina de turismo de Sibu, un "iban" que nos dio mucha
información valiosa de toda la zona.
Las gentes que se ven en la costa son eminentemente ibans, provenientes de Kalimantan, chinos, provenientes del sur de China, y, en menor medida, malayos. Con tantos chinos e ibanes cristianos se ven relativamente pocos hijabs por aquí y, buenas noticias para los no madrugadores, tampoco se escuchan muchos muecines.

Los Ibans eran guerreros y cazacabezas. Sus hazañas antiguamente se reflejaban en tatuajes en brazos y cuerpo, pero no en la cara como en India o Myanmar. Parece que en el pasado los novios debían acompañar la pedida de mano con la entrega al padre de la novia de tres cabezas enemigas. Una responsabilidad no presentarse luego a la boda o divorciarse al poco tiempo. Por suerte, ahora dedican sus esfuerzos eminentemente a la agricultura, sea arroz, pimienta, aceite de palma o caucho. Son generalmente cristianos, pero con muchas costumbres religiosas tradicionales. Su comida, con elementos tan poco tropicales como jabalí, ciervo, tapioca, dabai, nos gustó.

Cantidad de longhouses en el camino entre Sibu y Bintulu
En zonas rurales viven en las llamadas longhouses. Estas son, como su nombre indica, casas largas, normalmente de 100 a 200 metros de largo, en las que viven varias familias (a veces hasta más de 20), cada una de ellas con su miniapartamento separado del resto por una simple pared de madera. Construidas sobre pivotes,  además de una larga veranda, disponen de una zona a lo largo de todo el edificio en donde se hace vida en comunidad. Históricamente servían para defensa y seguridad, estableciendo fuertes lazos comunales y de cooperación entre todas las familias que los compartían. Los folletos no lo dicen, pero supongo que las rencillas entre vecinos también tenían que ser intensas. Todas ellas disponen de un jefe o líder, que es con quien uno debe hablar si quiere obtener permiso para dormir en la longhouse.

La desordenada Sibu, no conseguíamos orientarnos ni tras cuatro días allí.
Por su parte, los chinos llegaron a Borneo a finales del XIX hasta mediados del XX a desbrozar y desarrollar la isla. Emigraban casi literalmente con lo puesto y de cada diez chinos que venían, seis se quedaban en Borneo, tres morían y uno volvía a su lugar de origen.

Si Kuching era la ciudad de los gatos, Sibu es la ciudad de los cisnes, símbolo de... realmente de lo que quieras (cada cual le otorga el símbolo que le apetece) entre su mayoritaria población china. Las esculturas de plazas y rotondas son tan pobres como las gatunas de Kuching.

Char kway, son los churros o, mejor dicho, porras que, junto con un café bombón en una terraza frente al tropical, embarrado y enorme río Rejang hacen del desayuno un placer. Placer compartido un soleado sábado por la mañana con la mitad de la población de Sibu. Los lugareños, como digo casi todos chinos, fieles a su tradicional masoquismo untan las porras con una salsa picante, lo cual sin duda explica, tal y como ya hemos indicado en anteriores entradas de este pozo de saber en forma de blog, el insalubre color amarillento y la complexión canija de la raza china. Nosotros, con siglos de conocimiento occidental a nuestras espaldas, los untamos con (sanísima) leche condensada bien azucarada ella... y así estamos de rozagantes.

¿Os acordáis de estas porras? Los devorábamos en Myanmar. ¿Qué lujo verlas
de nuevo por estos lares!
En Sibu nos vimos obligados a quedarnos varias noches (por suerte encontramos un hotel bueno, bonito y barato, el Li Hua) por la borrasca tropical que estaba anegando toda la costa de Borneo, dejando inundaciones cerca de Kuching y en algún punto en Sabah.

Desde Sibu estuvimos tentados en coger una lancha río arriba hasta Kapit y Belaga. Pero en la oficina de turismo nos dijeron que en la zona de Belaga la selva ha sido sustituida por palmas aceiteras y, además, nos alertaron de que la carretera desde este pueblo hasta la costa, usada intensamente por camiones de la industria maderera y de la construcción de las presas, está en muy mal estado, peor ahora con lluvias. Habiendo leído posteriormente relatos de cicloviajeros que tuvieron que ser "cuasi rescatados" por camionetas para llegar a Belaga desde la costa, estamos encantados con la decisión de no ir.

Entre la industria maderera, la del aceite de palma y las presas hidroeléctricas, la selva de Borneo está desapareciendo a pasos agigantados, y con ella el habitat y sustento de sus habitantes, sean humanos o no.

Tormentas, tráfico, y desdoblando la carretera... Triplete.
Desgraciadamente, no nos íbamos a librar del todo de las malas carreteras. Buena parte de la carretera entre Sibu y Bintulu estaba en obras. Sin arcen, con infinidad de camiones, un intenso calor tropical cuando no llovía torrencialmente y un paisaje bastante monótono de plantaciones de palmas aceiteras el camino se nos hizo un poco largo.

Nochebuena y -obligados por el mal tiempo- Navidad los pasamos en un resort con piscina y todo situado en un parque industrial (idílico, ¿no?) a unos 70 km de Bintulu. Afortunadamente las fábricas que rodean el resort no se ven desde él y el lugar está razonablemente bien. El mal trago y la tristeza de pasar estos días tan señalados lejos de nuestras familias y amigos lo tuvimos que ahogar a base de comer en buffets libres de desayuno, comida y cena. Y vaya si lo ahogamos.

Impresionante en tamaño una de las cuevas de Niah.
El parque nacional de Niah y sus cuevas no estaban entre nuestros objetivos iniciales, pero en algún lugar había que parar de camino a Miri. Resultó ser una buena parada. Junto a la barca que tienes que tomar para cruzar el río que te separa del parque un cartel te avisa de la presencia de cocodrilos. Supongo que así se aseguran que los visitantes no cruzan el río a nado y el barquero cobra los 0,20€ por persona y trayecto. Una vez cruzado el río el viajero tendrá que caminar unos 3,5 km por una pasarela de madera rodeado de jungla, escuchando los sonidos de insectos, aves y monos. Cuando llegas a las cuevas, flipas. De 2 km de largo, 250 m de ancho y hasta 60m de alto la cueva principal es inmensa, entre las mayores del mundo. En ella anidan incontables vencejos y murciélagos, revoloteantes y excretantes todos ellos. De los primeros se recogen sus nidos, muy valorados en la cocina china, y de ambos se recoge el guano. Para la recogida de los nidos los Penan se encaraman sin ningún tipo de seguridad por unos maderos que, unidos por unos miserables palitos, cuelgan del techo (a 60m de altura) en plan estalactita. Una locura. A pesar de este sistema tan peligroso y rudimentario en los últimos años se han recogido demasiados nidos y la población de vencejos ha disminuido hasta en un 90%, aunque ahora parece que se ha revertido y se está repoblando.

Si esto no fuera ya suficientemente interesante, en unas cuevas cercanas se descubrió en 1958 una calavera de homo sapiens de 40.000 años, los restos más antiguos de homo sapiens en esta parte del mundo (Bego y yo estamos leyendo en estos momentos "Sapiens" y estamos puestísimos, ejem, en estos asuntos). Se pueden adivinar algunas pinturas rupestres en la cueva en cuestión.

Y por fin llegamos a Miri, la última población malasia antes de cruzar a Brunéi. Es la segunda ciudad de Sarawak y, siendo como es centro de la industria petrolífera de Malasia, se nota que en ella hay dinero.

The Grand Old Lady
Ya a finales del XIX los lugareños habían encontrado "aceite de piedra" o "de tierra" al excavar a mano en el suelo. No les gustaba mucho este líquido viscoso pues pensaban que estaba poseído por un "hantu" o espíritu que invariablemente quería quemar sus casas. Un funcionario británico, Charles Hose, vio potencial en el asunto y tras bastante insistencia consiguió que el Rajá de Sarawak, a la sazón Charles Brooke, un personaje no especialmente favorable a las nuevas tecnologías, le permitiera enseñar sus hallazgos a alguna petrolera. Ésta fue Anglo-Saxon Petroleum, perteneciente a Royal Dutch/Shell. En 1907 Hose volvió a Miri con un geólogo de la empresa y en 1910 la perforación de la "Grand Old Lady" (para estupefacción de todos, en lo alto de una colina y no en la zona pantanosa a nivel del mar) comenzó a vomitar petróleo. De las veinte casas de madera con las que contaba Miri en 1910 a los 350.000 habitantes de ahora han pasado poco más de cien años y muchos barriles de ese líquido poseído por espíritus malignos. Cuanta razón tenían los lugareños.

Hoy además de petróleo y gas, parece que Miri vende alcohol, tabaco y sexo a sus vecinos de Brunéi, en donde todos esos excesos pecaminosos están prohibidos. A ver qué nos dicen en el Sultanato sobre ello.

Un abrazo.
Recién aterrizados en Borneo. Sin apenas dormir pero muy felices al ver las cajas enteras. ¡Qué miedo pasamos cada vez que van al avión!
El color marroncito del río Sarawak en Kuching nos dio una idea de lo que iban a ser todos los ríos de Borneo.El tejado que se ve es el del edificio de la Asamblea del Estado de Sarawak.
En la Reserva de Semenggoh tuvimos muchísima suerte, porque en esta época del año los árboles de la zona les proveen suficientes alimentos y no se acercan buscando más. Dos hembras y el hijo de una de ellas.
Orang Utan, el Hombre del Bosque. Solo existen en las islas de Borneo y Sumatra. Es un animal tan grande y a pesar de ello se mueve tan gracilmente, que nos quedábamos poseídos. 13 años tenía la madre y 11 meses el bebé, su primer hijo.
Plantas de jarra, por su forma. Es la Nepenthes Ampullaria, una planta que evolucionó de las carnívoras, y que ahora es tan solo detritíovora, digeriendo las hojas muertas que caen en su interior.
No solo peatones y ciclistas no pagan en los ferries cuando no hay puentes, sino que además somos los primeros en entrar y los primeros en salir. De lujo.
Aún marrones, los ríos de Borneo son hermosos.
Borneo no tiene tantos hoteles y casas de huéspedes como Malasia Peninsular, pero sí tiene algunas "homestays", como la de la foto. Un australiano que conocimos en Irán y un irlandés que conocimos en Kirguistán habían pasado juntos hacía un año por esta zona de Borneo echándole más morro, y preguntando en casas apetecibles dónde podían poner la tienda de campaña. Esa es una fórmula que suele funcionar para dormir gratis en casas ajenas, pero que nosotros, por timidez o sabiendo que ya hay familias "preparadas" para atendernos y a quienes les vienen muy bien esos ingresos extras, no utilizamos. 
Una de tantas iglesias cristianas de Borneo.
Los niños como siempre muy curiosos con nosotros. Y las camisetas de fútbol, ya sean de fútbol local o de fútbol europeo, siempre presentes.
Casa fluvial, típica de esta zona.
Imágenes que no se ven cuando se viaja en autobús de un sitio a otro. En esta ocasión nos metimos en un pueblo pequeño a la hora de la merienda, sabiendo que en algún lugar encontraríamos esos plátanos fritos rebozados que tanto me gustan. Y además de los pisang goreng, nos encontramos también con ella. 
Lo cierto es que había tantos carteles junto a los rios que daba miedo pararse a hacer la foto. Este pasado agosto Malasia legalizó la caza de cocodrilos y dio 45 licencias a cazadores locales limitando la venta de su carne al mercado local (aunque también concedió permiso a 3 de ellos a exportar la carne, piel y crías). La idea no es abrir Borneo a los que buscan cazar cocodrilos como un triunfo, si no limitar el número de los mismos que según las autoridades está creciendo y causando muchas muertes. Otras fuentes señalan a las palmas aceiteras como las causantes de los ataques, por la pérdida de hábitat natural de los cocodrilos. (Se calcula que hay alrededor de 12.000 cocodrilos y entre el año 2010 y 2016 mataron a 27 personas, entre pescadores, bañistas, y mujeres lavando la ropa en el río).
Siguiendo la carretera de la costa perdimos la cuenta de los ferries que cogimos para cruzar ríos.
A veces las hileras de palmas aceiteras se sustituían por una hilera de plataneras junto a la carretera. Igual de monótono.
Tramos donde aún no había desaparecido la jungla.
En Borneo hay muchas lavanderías y cuestan 1-1,20euros por lavado. Difícil resistirse, y más en este caso con lavadoras Fagor ;)
Kek Lapis Sarawak, una especialidad de la zona. Es un bizcocho con mil de huevo y colorines, que se cocinaba para celebrar el final del Ramadán, pero que ahora se vende para los turistas durante todo el año.
Yo si tuviera un puesto de pescado en el mercado de Sibu también le daría un poquito de gracia.
Dabai, entre la aceituna y el aguacate. Crudo o cocinado. Nos gustó mucho.
Y como en Malasia Peninsular, o West Malaysia como dicen los malasios de Borneo, murales en las paredes de la calle.
La ciudad de Sibu. El edificio de la derecha, de 1958, uno de los más significativos de su tiempo. A la izquiera la torre Wisma Sanyan que con sus 126 metros es la más alta de Sarawak.
Una calle llena de peluquerías una detrás de otra. Haces la foto, y al pasarla al ordenador  ves esos detalles que en el momento no registraste. El peluquero de al lado observándote, pero mejor aún, ese clásico garabato de pene-vagina en el callejón de la izquierda. Universal.
Y sales 30km de la ciudad de Sibu, y de repente las plantaciones de palmas se interrumpe y aparece un pedazo complejo de templos que luego averiguamos era el mayor de Malasia. Yu Lun San Tien En Si, o en cristiano, el Templo del Dragón de Jade, donde vienen a rezar tanto budistas como taoistas o confuncionistas.
Y si pedaleábamos entre palmas de aceite, en algún momento teníamos que pedalear entre refinerías de aceite de palma.
El Sarawak Laksa es un típico plato que consiste en fideos tipo vermicelli en una sopa rica en leche de coco y especias, a la que se le echan pedazos de marisco, pollo y tortilla. En este caso una versión también muy sabrosa con tofu y brotes de soja.
Viendo el paredón que teníamos delante, estaba claro que nos acercábamos a las cuevas de Niah.
Esta es la boca oeste de la que llaman Gran Cueva de las cuevas de Niah, vista desde el interior, mirando a la selva que habíamos cruzado para llegar hasta allí.
La mariposa que nombraron en honor a Sir James Brooke, el primer blanco que se convirtió en Rajá de Sarawak: mariposa del Rajá Brooke, o Trogonoptera Brookiana. En la foto no se aprecia, tenía el tamaño de mi mano.
Vimos una boda de una pareja malasia de origen chino. Muy occidental todo.
A los habitantes de Borneo les chiflan estos pescaditos secos con los que dan saber a muchas de sus comidas. Aún cuando pides comida vegetariana, cae media docenita de estos seguro. El kilo a ocho euros.
Impresionante la de variedad de frutas y verduras, algunas endémicas de Borneo. Esto son solo algunas. Arriba a la izquierda jamb o rose apple, a su derecha la engkala, abajo a la izaquierda un mango salvaje, el bambangan, y encima el salak, con su piel de serpiente. El resto, mi no saber.
Y por suerte, ni Nicolás ni el Olentzero ni Papá Noel nos dejaron nada la noche del 24, porque aunque seamos capaces de vivir ya más de tres años y medio con solo 10 bolsas, ¡anda que no son bolsas cuando están fuera de las bicis!




2 comentarios :

  1. El saltito un poco flojo, sobre todo sino lo comparamos con el anterior (un foto preciosa, por cierto). ¿Demasiados churros quizá? De las frutas, la de abajo a la derecha parecen castañas. Desde la distancia, claro.
    A ver qué contáis de Brunei. Siempre me llaman la atención esos países incrustados 3n medio de otros enormes. ¿¿¿Como quedará Cataluña??? ;) muxuuus

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    1. Los excesos navideños y, sí, tal vez los churros. Brunéi está ya casi...
      Besoooos

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