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3 de diciembre de 2017

Malasia no, "Buenasia"

Si a pesar de la ocurrencia del título seguís leyendo, no sé si merecéis un monumento o, seguramente, un castigo. Valga el tostón que viene a continuación como castigo.

Lo que más nos ha llamado la atención de Malasia es su enraizada, omnipresente, babilónica diversidad. Malayos (esto es, los malasios de etnia malaya), protomalayos (o indígenas o aborígenes, de los que no soy consciente haber visto ninguno, aunque haberlos, parece que haylos, sobre todo en Borneo), chinos, indios y algún vestigio europeo (británico, portugués y holandés), amén de otras presencias menos relevantes, comparten terreno en Malasia y dejan su rastro por todos los rincones y aspectos de la vida. Sin todo este lío de etnias, lenguas e historias entrecruzadas, Malasia no sería lo que es, un país estupendo sobre el que teníamos pocas expectativas por nuestras anteriores visitas y que, sin embargo, nos está encantando.

Los europeos -primero los portugueses a Malaca, después los holandeses y, por fin, los británicos- vinieron por aquí buscando especias. Los españoles también se dieron un garbeo por Malasia, pero posteriormente se centraron en Filipinas. Tras las especias (nuez moscada, clavo y alguna más) lo que se exportaba siglos después desde estas tierras fue "oro blanco", posteriormente "oro negro" y, por fin, "oro naranja".

Os morís de la curiosidad, admitidlo.

Enormes plantaciones de palmeras de aceite de palma
Cuando hablamos del "oro blanco" nos referimos al estaño, del que en el s XIX había en abundancia por estas tierras, tanto que Malasia llegó a producir la mitad del estaño mundial. Cuando a primeros del s XX las minas empezaron a "secarse" y la producción de estaño empezó a decaer, Malasia tuvo la fortuna de que un británico trajera árboles del caucho desde Brasil a Malasia y que, al mismo tiempo, la incipiente industria del automóvil necesitara el "oro negro" o caucho, para sus neumáticos. Nuevamente, mira qué casualidad, Malasia llegó a producir aproximadamente la mitad del caucho mundial.

Estaño primero y caucho después no trajeron únicamente mucho dinero e infraestructuras al territorio controlado por los británicos. Estas industrias necesitaban mucha mano de obra y chinos e indios migraron a lo que actualmente es Malasia y cambiaron el país para siempre. Sus descendientes constituyen la mencionada diversidad actual.

Cuando el caucho natural empezó a sustituirse por el sintético, los malasios echaron mano del "oro naranja" o aceite de palma, una palmera originaria del Golfo de Guinea, en África. Todavía se ven plantaciones de caucho, pero nada menos que el 77% del territorio agrícola del país está dedicado a las palmeras de aceite de palma y así no es de extrañar que Malasia sea el segundo productor mundial tras Indonesia. Junto con este país, exportan el 50% del volumen total exportado de aceites y grasas en el mundo.

La impresionante casa del clan Khoo (Khoo Kongsi) en Penang, de 1906
En el noroeste de Malasia peninsular, nada más entrar proveniente de Tailandia, uno se topa con una importante presencia china, mayoritariamente chinos hokkien frente a los chinos cantoneses de más al sur, como en Kuala Lumpur. Los chinos llegaron a ser un tercio de la población en Malasia. Con menos hijos que los malayos y con una importante emigración en parte debida a la discriminación a favor de éstos (explicado más adelante), su presencia se ha reducido a un 22% de la población, aunque con gran disparidad: 40% en zonas urbanas como Penang o Kuala Lumpur, pero solo 2% en lugares como Terengganu, en la costa este.

En la isla de Penang y en su capital, George Town, la diversidad malasia se multiplica. Históricamente, además de las consabidas comunidades malaya, india, china y británica, hubo armenios, tailandeses, birmanos, japoneses, todos ellos en suficiente número como para tener sus barrios asignados, sus calles, templos y comercios. Nuestra estancia coincidió con la preparación del Diwali o Deepawali, una de las principales fiestas indias, de tal manera que little india estaba atronadoramente engalonada, esto es, música a tope y todo en Technicolor, como si estuviéramos en India.

George Town es especial, pero muchas ciudades malasias también muestran su chinatown, su little india, su barrio colonial, todos ellos con sus fiestas tradicionales, sus mercados y comercios típicos...

¿En Malasia o en India? Little India de Penang
La gente de estos barrios son de colores, vestimentas, lenguas, costumbres,... todos diferentes. Actualmente las comunidades viven en razonable armonía, aunque no parece que haya mucha mezcla, pues los musulmanes exigen la conversión al islam del cónyuge no musulmán. Sin embargo, no siempre hubo paz entre las comunidades. En 1969 "turbas" (gran palabra) malayas, que se sentían injustamente desfavorecidas en su propio país frente al poder económico chino (no importa que los chinos llevaran ya 100-150 años viviendo en Malasia y fueran tan malasios como los malayos) atacaron personas y negocios chinos, lo que provocó -además de entre 200 y 600 muertos dependiendo a quién escuches y bastantes destrozos- que se iniciara una política de discriminación positiva hacia los bumiputras o "príncipes de la tierra", constituidos por malayos (más del 50% de la población) y protomalayos (11%), frente a chinos (22%) e indios (7%), con el objetivo de que, en veinte años, el 30% de la riqueza corporativa estuviera en manos de los bumiputras. Hay cuestiones lacerantes como que los malayos disfruten de un 7% de descuento en la compra de vivienda o propiedades (aunque sean de lujo) independientemente de sus ingresos, mientras un no-malayo sin ingresos no goza de descuento alguno. También tienen ventajas en becas, para ser funcionarios, acceso a la universidad, a las fuerzas armadas, a la policía, etc.

Antiguas mezquitas de Penang, en este caso, india!
El programa se ha prorrogado hasta la fecha sin conseguir sus objetivos. Sus críticos indican que, partiendo de una situación similar y sin programa de discriminación positiva, Singapur ha conseguido una mejor integración e igualdad entre las comunidades que la discriminatoria Malasia. El abandono de la meritocracia, además, ha hecho que chinos e indios estudien en colegios y universidades privadas y que no opten a trabajos gubernamentales... y que algunos se vayan del país. Otros dicen que ha reducido la pobreza y desarrollado una clase media malaya que si no no existiría. Los mismos malayos están divididos sobre sus bondades: la mitad piensa que favorece a todos (a todos los malayos, claro), la otra mitad que solo a los malayos ricos y con contactos. Por definición de la Constitución de Malasia, todos los malayos para serlo tienen que ser musulmanes, así que hay quien considera esta política una cuestión de discriminación religiosa.

La mezquita -malaya- de Lebuh Acheh en Penang
El caso es que ningún político se atreve a cancelarlo y los chinos e indios, visto lo nerviosos que se ponen algunos, parece que prefieren no "menearla". Así que los malayos votan casi por sistema a UMNO, partido que ideó y que les mantiene esos beneficios, y UMNO se permite a su vez todo tipo de desmanes y corruptelas, a sabiendas de que va a resultar reelegido sí o sí (UMNO gobierna en una coalición que domina desde la independencia de los británicos). Un ejemplo: de la agencia gubernamental llamada 1MDB "desaparecieron" en 2015 nada menos que 4.500 millones de US$. Coincidente en el tiempo, "aparecieron" 700 millones en la cuenta del primer ministro, que dijo que había sido un regalo de la familia Saudí, regalo que devolvió. Si realmente fue un regalo resulta muy feo devolverlo, ¿no? En cualquier caso, el primer ministro echó al fiscal general a la calle y asunto concluido.

Templo hindú a las afueras de Kuantan (Sri Maha Mariamman)
En fin, a lo nuestro. Tanta gente con tantos orígenes y culturas diferentes implica religiones diversas. Los abundantes lugares religiosos de este país son una mezcla de sobrias mezquitas de todos los tamaños; templos hindúes que parecieran salidos de una falla valenciana; coloridos pero elegantes templos budistas, taoístas o confucionistas chinos; y aburridas iglesias anglicanas, metodistas o de parecidas y, para mí, misteriosas denominaciones.

Malasia es, de todas formas, más musulmán que otra cosa y así uno ve mezquitas por todas partes. Las ve y las oye, como no, con sus cantarines muecines anunciando a los cuatro vientos la grandeza de Alá, proclamas estéticamente bonitas cuando el muecín es bueno, e inicialmente emocionantes cuando estás recién llegado y recuerdas todos esos momentos mágicos en otras regiones del mundo, para posteriormente convertirse en cansinas por lo intempestivo de sus horarios. Ni en las remotas y hedonistas islas de playa y buceo uno se escapa de ese espiritual despertador al amanecer.

Advertencias en el tren: prohibido el comportamiento "indecente"
Otra muestra más de haber entrado en un país musulmán es el número de mendigos que se ven por sus calles en comparación a las de sus vecinos, ello a pesar de que Malasia no sea un país pobre.

En cuestiones religiosas entre musulmanes (matrimonio y divorcio, herencias, apostasía, conversión) son los tribunales religiosos los que tienen la última palabra, por encima incluso de su Tribunal Federal (equivalente a nuestro Supremo). Está por ejemplo prohibido que una pareja no casada comparta una habitación de hotel, no vaya a ser que cometan actos impuros. No sé si se aplica.

Al agua en burkini
La castidad musulmana o como se quiera llamar vuelve a estar presente y así ellas, siempre ellas, van tapadas y "empañoladas". Lo cierto es que se lleva con bastante naturalidad y la ya mencionada diversidad hace que en un mismo grupo o ambiente pueda haber mujeres malayas, indias y chinas, unas con hijab y otras con minifalda sin que nadie se escandalice ni mire raro a la vecina. Y, a diferencia de otros países musulmanes más conservadores, las mujeres se dirigen a uno sin recato ni timidez. A veces es un poco extremo y así todas o casi todas las pocas mujeres malayas que uno ve en la playa se meten completamente vestidas en el agua, generalmente también con pañuelo o hijab en la cabeza. Resulta singularmente llamativo ver a una mujer con un burkini completo meterse en el mar a bucear con gafas y tubo, en una playa tropical de una paradisiaca isla, rodeada de extranjeras en bikini. No sé, pero cuanto más viajo más esquizofrénico me vuelvo: qué estupenda, exótica y respetable es esta realidad multicultural, qué forzada, estúpida e injusta resulta a veces.

"Bas" para "bus" y "Sekolah" para "School". Idioma bahasa.
Esta diversidad malasia se plasma también en posters, señales y carteles callejeros, en ocasiones auténticas piedras Rosetta del sXXI compartiendo escrituras latina, china, india y árabe. Por suerte para los viajeros, entre que Malasia fue colonia británica hasta 1957 y que es un buen idioma para que las diferentes comunidades se entiendan entre sí, el inglés es ampliamente hablado en el país. El idioma nacional,el bahasa de Malasia, toma prestadas bastantes palabras del inglés, palabras que después transcribe a su manera: aiskrim para el helado, cary para el curri, kopi para el café, polis para la policía, poskod para el código postal y tantas otras...

Junto al mar, mejillones al ajillo y calamares a la plancha, mejor opción que
los calamares y gambas, rebozados y refritos y omnipresentes en la costa este.
Qué decir de la gastronomía, con tanta variedad de comidas diferentes como fusión entre ellas. Abundan los arroces, ya sean fritos con todo lo imaginable, blancos para unir a los curris o hervidos en leche de coco y acompañados con lo que sea; los fideos de trigo o de arroz, finos o anchos, redondos o planos, secos o en sopa; picantes curris o... curris picantes; pollo a patadas, sabroso cordero y pescados de todos los tamaños y llenos de espinas; rotis indios, panqueques occidentales o buns chinos; frutas exóticas, llamativas unas, apestosas otras; y muchas, muuuuchas más cosas que ni idea qué son... Lo que no hay es cerdo (salvo en algunos chinos), pues el islam obliga que todo sea halal. Tampoco se ve mucho alcohol, aunque la cerveza no falta en las zonas turísticas y en los restaurantes chinos.

Hay mucho "paquetito" en hoja de plátano o de palmera, de los que nunca
 sabes que te vas a encontrar dentro. En este caso, uno es arroz glutinoso en leche
de coco con pescado dentro (Pulut Lepa), y el otro harina de arroz con leche
de coco y mermelada de coco dentro. Cocinados a la brasa y sabrosos ambos.
No solo las comidas son diferentes, sino que se comen de forma diferente. Malayos e indios comen normalmente con las manos, mientras que en muchos sitios los chinos se olvidan de los habituales palillos y comen con cuchara y tenedor. Lo de comer con las manos es muy interesante desde un punto de vista antropológico y multicultural, pero me sigue resultando poco práctico (no solo te tienes que lavar las manos antes sino también después de comer), desagradable para el que come y los que lo rodean (muy subjetivo, obviamente) y claramente antihigiénico.

Con toda esta excelente comida no es extraño que Malasia sea el país con mayor obesidad de Asia. Bueno, seguramente éste no sea el motivo, que los demás asiáticos tampoco son mancos en cuanto a comida rica y están más delgados. Según las estadísticas gubernamentales, casi la mitad de los treinta millones de malasios están gordos u obesos, sobre todo las mujeres malayas y los hombres chinos. Y creciendo (o, mejor dicho, engordando). Mi lectura es que se debe al síndrome del país medio rico: una clase media con suficiente dinero para deglutir comida rápida y abandonar buenas costumbres alimenticias tradicionales, y no lo suficientemente rica para sensibilizarse sobre la salud, la comida sana, el deporte. Aunque nuestra experiencia es anecdótica, a ellas no se les ve hacer deporte; probablemente el islam y la obligación de ir siempre tapadas tenga algo que ver con ello...

Casoplones de Taiping (Dataran Warisan)
Pedaleando hacia el sur, tras una escala en la colonial Taiping llegamos a la no menos colonial Ipoh. A toda esta zona llegaron muchos chinos en el siglo pasado a trabajar en las minas de estaño y cobre y, con esas anchas avenidas llenas de edificios notables y grandes zonas de cuidado césped en mitad de la ciudad para practicar deportes de caballeros, se nota que hubo dinero.

En Ipoh Bego se dedicó a arreglar el ordenador mientras yo cogía un tren hasta Kuala Lumpur y vuelta para renovar un pasaporte sin páginas libres para visados (¿para cuándo la opción de un pasaporte con más páginas?) e intentar comprar un plato intermedio para la bici (cosa complicada pues los habituales son los de 32 dientes para MTB, no los de 36 para touring).

El ayuntamiento (dewan bandaran) de Ipoh
Fue un día para olvidar. Para empezar el único tren en el que quedaban plazas salía a las 5 de la mañana. Por lo menos llegaría a tiempo a la embajada. Aunque conseguí iniciar el proceso del pasaporte, todo lo demás fue de mal en peor. El que me había confirmado que probablemente tenía el plato para la bici resultó que no lo tenía. Como estaba taaaan ocupado, no había podido contestar a ninguno de los múltiples mensajes de confirmación que le había enviado. Una vez en su tienda, se puso a llover a tope. Nada de un mísero sirimiri, sino el acostumbrado diluvio tropical. Genial. Si hubiera sabido que ese día coincidía con el inicio de vacaciones escolares, tal vez hubiera hecho reservas, pero cuando hay trenes cada hora y, de acuerdo con la guía, infinidad de autobuses, ¿para qué? Tras ir de una estación a otra en una enorme urbe como Kuala Lumpur y hacer colas de hasta dos horas para recibir un "no quedan billetes", sin tren, sin bus, sin taxi compartido, al final tuve que pasar noche en Kuala Lumpur.

Las Cameron Highlands, atrás quedaron las terrazas de campos de té
Pero al día siguiente conseguí volver a Ipoh y pudimos seguir pedaleando, ahora hacia el este... y hacia arriba. En las Cameron Highlands, a unos 1500 m de altura, la temperatura se hace más agradable, las noches, "dormibles" (aunque ahí está siempre el muecín para fastidiar). Por aquí se cultiva té y fresas, en algunas zonas parece El Ejido de tanto invernadero que colma, y afea, el paisaje.

Tras unos días más de sube y baja durillos llegamos a Kuala Besut en la costa este y desde ahí en ferry a las islas Perhentian.

El plan inicial había sido el pasar unos días en las islas Perhentian y de ahí saltar a las islas Kapas. Desgraciadamente, el monzón se había adelantado este año y si en las Perhentian ya habían cerrado o estaban a punto de hacerlo la mayoría de los hoteles y restaurantes, en las Kapas ya estaba todo chapado. Así que, con gran sufrimiento :-), alargamos nuestra estancia en el paraíso perhentianero... y ya volveremos en el futuro a Malasia para visitar las Kapas.

Aquí, tan a gustito, entre pececitos. Islas Perhentian
Uno no ve todos los días tortugas, tiburones o rayas así, en la playa, armado solo con una máscara y un tubo. Eso, además del abundante coral, almejas gigantes, bancos con peces tan pegados entre sí que eran una mancha negra o peces tan curiosos que uno los podía tocar con la mano. O que ve enormes lagartos monitor, monos y ardillas cuando va de una playa a la siguiente. Un día conseguimos concentrar la energía necesaria para alquilar una canoa, pero el resto de los nueve o diez días que estuvimos ahí nos dedicamos a bucear, leer, comer y holgazanear. Planazo.

Nos largamos justo a tiempo. El día que abandonamos las Perhentian cayó una lluvia torrencial, la misma lluvia torrencial que vimos en varias ocasiones en la costa este peninsular. Digo "vimos" porque a nosotros nos respetó bastante y pocas veces nos pilló el diluvio mientras pedaleábamos.

La mezquita (Masjid) Sultan Ahmad Shah de Kuantan
La costa este es más musulmana y, con abrumadora mayoría malaya, es más homogénea que la oeste. Probablemente por disfrutar de una inteligencia superior (o tal vez porque vean menos turistas) nos saludaban más y mostraban más interés por nuestro ciclar que en el oeste.

Algunas etapas más de suave pedaleo por carreteras planas junto al mar visitando cuasi vacíos enclaves surferos como Cherating o interesantes ciudades como Terengganu o Kuantan nos llevaron hasta una aproximación al nirvana en forma de un curso de meditación budista de diez días de duración del que ya os hablaremos -si encuentro las palabras- en futuras entradas.

Un abrazo

Nada más cruzar a Malasia nos sorprendió un pequeño puerto que nos recompensó con buenas vistas.

Recorriendo la costa por pequeñas carreteras, pequeñas poblaciones de pescadores se agrupaban en las salidas de los ríos al mar.

La mezquita (masjid) "flotante" Al Hussain de Kuala Perlis. Una de las mezquitas más hermosas de toda Malasia, construída sobre el mar frente a la isla de Langkawi. Estos anocheceres escuchando el canto del muecín se quedan muy grabados en la memoria (y en Instagram también, por supuesto, jeje)

En Malasia no solo tienen comida malaya, india, china... si no que también les gusta mucho la comida tailandesa, lo que da una oportunidad a familias musulmanas del sureste de Tailandia que vienen a trabajar aquí. Esta chica era súper maja, y en la foto la veis en su versión "seria". Embarazada de su quinto hijo, el mayor de 16 problemático lo mandaban a estudiar a Tailandia donde además la educación es gratuita, otro de sus hijos tenía una clara minusvalía, les habían echado de Kuala Lumpur por no tener papeles, y tenían ahora un pequeño restaurante en una aldea de pescadores. 2,80 euros pagamos por dos arroces fritos con marisco, y dos bebidas. Y no dejaba de sonreir. Las vecinas celebraban algo, y nos trajeron dos trozos de cada tarta que habían llevado. Fue una entrada a Malasia de lo más dulce.
Entre campos de arroz en la costa noroeste de Tailandia. De Kuala Perlis a Alor Setar.
Hugo el incansable. Necesitaba un plato para su bici, y tienda que veía marcada como "bicicletería" en nuestros mapas digitales, tienda que visitábamos.
Comiendo en un pobre restaurante de la costa noroeste se sentó en nuestra mesa un señor mayor chino, que ya había terminado de comer en la mesa de al lado. Se echó un eructo, sacó un par de gargajos que escupió al suelo, y se encendió un cigarro mientras se interesaba por nuestro viaje. Finalmente, pagó nuestra comida y se marchó en un buen coche. Le sustituyó este chico, que se empeñó en que conociéramos un puente sobre el estrecho de Malacca de 2,3km que llevaba a la isla de Bunting, deshabitada. Se empeñaba en que acampáramos allí, pero rodeados de solo hombres pescando, y con nubes amenazadoras por todas partes, decidimos continuar. Posteriormente hemos averiguado que el "puentecillo" costó 24 millones de euros y nadie se explica para que se construyó.
Dormimos en una pensión enfrente de las islas de Telur y Bidan, también deshabitadas.
En la costa noroeste nos perseguían las espectaculares puestas de sol, con nubes o sin ellas.
Estamos disfrutando con la comida. No en todos los países puedes disfrutar fuera de la capital de tantas variedades, ya sea un thali indio, un curry,... Hasta hemos comido más dim sum (lo que yo llamo pintxitos cantoneses) que en Hong Kong!
Arriba a la izquierda el keropok, aquí le da el nombre tanto al pan de gambas de los chinos como a una especie de salchicha hecha con pescado, sal y harina de sagú. A la derecha, nuestro desayuno favorito, roti canai telur, un roti con huevo dentro y salsa de lentejas para untar. Y con el teh tarik, té con leche condensada. Abajo a la izquierda el plato malayo por excelencia, el nasi goreng ayam, arroz frito con pollo, y a la derecha un dulce de coco.
En el ferry a Penang a 0,28 euros por cabeza ida y vuelta. Vimos un cicloturista (en primera fila con gorra) que no nos hacía mucho caso...
Y averiguamos que era un ruso que no hablaba ni papas de inglés que venía pedaleando de Novosibirsk y tenía como objetivo el punto más al sur del sureste asiática. Para que luego digan que sin idiomas no se puede viajar.
En todo Malasia se aprecia mucho el arte callejero, grafiti, graffiti o como prefiráis. Las oficinas de turismo incluso los señalan en los mapas de sus ciudades.
A grandes males, grandes remedios. En este templo de George Town estaba prohibido quemar las clásicas barritas de incienso en el interior del templo, así que alguna se consolaba agitando una barrita gigante en la entrada. Algo entrará, imagino que será lo que pensaba.
Esperábamos que al haberse convertido en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 2008, los edificios de la ciudad de George Town en la isla de Penang estarían todos más restaurados que cuando la visitamos en el siglo pasado, y no era el caso. Todavía conserva su encanto y no se ha convertido en ciudad mega-cuidada.
"El pescador indio", un mural de la rusa Julia Woolf de la que hemos visto más de uno en diferentes ciudades.
En George Town aún se ven rickshaws circulando, pero ya solo orientados al turismo.
Y viajando en bici teníamos que poner la foto de uno de los grafitis más conocidos de George Town, "Little children on a bicycle", dos hermanos felices en una bici por la calle Armenia, del artista lituano Ernest Zacharevic
Dicen que entre 2000 y 2012 Malasia sufrió la mayor deforestación del mundo según mapas satelitales desarrollados conjuntamente con Google. Desde luego nosotros nos hemos cruzado con mucho camión como el de la foto, en ocasiones con troncos tan gigantescos que solo entraban dos en la cama del camión.
A pesar de las señales de elefantes no vimos ninguno, tapires uno, pero aplastado en la carretera :(
Pinchazo en la rueda trasera, un pequeño alambre de los que sueltan los neumáticos de baja calidad de los coches. De momento, el único de Malasia. Sin queja, llevo 14 frente a los 20 de Hugo, ¡que hace siglos que no pincha! Los malayos enseguida avisaron a Hugo que me llevaba una buena ventaja, y vino raudo y veloz a tiempo para inmortalizar el evento.
La carretera por la que cruzamos de la costa oeste a la este, además de subir a las Cameron Highlands, rodeaba el parque nacional Taman Negara. Pura jungla.
Entre las montañas que separan la costa este de la costa oeste de la Malasia Peninsular.
En este país generamos atención y nos saludan todo el día. Desde sus coches, sus motos, sus casas, las terrazas...
En algunos pueblos se han lanzado de cabeza a la fiebre de los murales y así estaba Kuala Besut, desde donde partían los ferris camino de las islas Perhentian.
Acabábamos de desembarcar en las islas Perhentian. Aún no habíamos ido a ninguna playa en Malasia. Nuestro mapa tenía marcado un lugar como "snorkel point" no lejos de nuestro hotel, y allá que fuimos. Para cuando salió Hugo del agua había llegado al lugar un barco con un montón de malayos y malayas que entraron al agua, pero se quedaron cerca de la orilla. Primera vez que veíamos esta escena de mujeres vestidas hasta la coronilla bañándose. ¿Os imagináis la sorpresa?
Playa Coral, en la que llaman Pulau Perhentian Besar, isla Perhentian grande. Arenas blancas, aguas transparentes de metros y metros de visibilidad, corales intactos y mucha vida marina. Los días volaban.
Calao cariblanco (creo), langur (creo), varano acuático (creo), ardilla (bastante segura)... y todavía no hemos visto ni los orangutanes, ni los narigudos esos famosos de estos lares...
El mercado de Terengganu tenía mucha vida y color a pesar de que lo visitamos por la tarde.
Callejones con encanto en la chinatown de Terengganu
La playa de Cherating es conocida por sus olas. A pesar de ser noviembre, en teoría época de surf, no vimos ni olas ni surferos. Tampoco había extranjeros y se hacía raro ponerse en bikini para meterse al agua. Pero como siempre, ni una mirada torcida, ni un mal gesto. Aquí, cada uno a la suyo, y como mucho, unas buenas sonrisas.
¡El salto! Que ya se nos estaba olvidando en las últimas entradas...
Preparando la vuelta al cole. Uniformes diferentes.
Kuantan, ciudad de la costa este donde solamente vimos otro turista (que conocimos a los días y resultó ser gaditano).
En estos días nos llovió, como tocaba por la época del año, pero nada como lo que cayó en terreno que habíamos dejado atrás unas semanas antes. Evacuados y montones de daños en la isla de Penang.
En Malasia les pirran los pinchitos morunos de todo tipo de cosas. La mayoría son "cosas" procesadas y no nos atraen.
Y hoy 3 de diciembre cumplimos tres años y medio de viaje. ¡Qué siga la fiesta!

3 comentarios :

  1. Con tanta comida... para que quieres un plato?
    Wendy

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  2. Esto por lo de Buenasia... :-)
    Wendy

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    1. Tu inventiva y creatividad no dejará de sorprenderme.... 😀

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