El comprensivo lector sabrá perdonar si nuevamente utilizamos ese manido topicazo, tan usado por estos lares, pero es que es verdad: Zimbabwe es un país de contrastes.
La criminal presidencia del demente y ya anciano (86 años) Robert Mugabe ha convertido a este rico país, otrora el granero de África del sur, en uno de los más pobres del continente y en un estado fallido, en el que nada funciona y que, el que puede, abandona. La "reforma" agraria que ha hecho improductivas las granjas al quitárselas a los granjeros blancos y ponerlas en manos de políticos o gentes sin conocimientos o voluntad de explotarlas, las elecciones robadas a la oposición, la apropiación de negocios por los acólitos de Mugabe, el destrozo de mercados populares en las ciudades para desplazar a la gente a los pueblos, la tortura y asesinato sistemáticos, la absoluta negligencia económica, las epidemias de cólera, etc. han machacado el país, sensiblemente más pobre ahora que el día de su independencia. Llama especialmente la atención la hiperinflación, que acabó con todos los ahorros de la gente y con lo poco que quedaba de la economía.
En su peor momento los precios cambiaban 2 o 3 veces al día, el cambio oficial del Z$ contra el US$ nada tenía que ver con la realidad, así que el mercado negro funcionaba a tope. En las calles te venden como souvenir billetes de 100.000.000.000.000Z$ (100 trillones ingleses)..., unos 2€ en su último cambio. Y eso después de haber tenido cuatro versiones de Z$ y haber quitado ceros a troche y moche.
Además, el Gobierno fijaba los precios de venta de muchos productos y, siendo estos en muchas ocasiones más bajos que su coste, las fábricas simplemente dejaron de producir: las tiendas se vaciaron, la gente no tenía trabajo, ni ingresos. Colapso total. Por fin, hace unos meses llegó lo inevitable: abandonaron su miserable moneda y dolarizaron la economía. Los pocos cajeros automáticos en funcionamiento escupen dólares americanos, aunque los comercios admiten también rands sudafricanos, kwachas de Zambia o pulas de Botswana.
En su peor momento los precios cambiaban 2 o 3 veces al día, el cambio oficial del Z$ contra el US$ nada tenía que ver con la realidad, así que el mercado negro funcionaba a tope. En las calles te venden como souvenir billetes de 100.000.000.000.000Z$ (100 trillones ingleses)..., unos 2€ en su último cambio. Y eso después de haber tenido cuatro versiones de Z$ y haber quitado ceros a troche y moche.
La culpa de todo no es, por supuesto, ni de Mugabe ni del chachachá, sino del explotador colonialismo occidental (británico). Por supuesto.
En Victoria Falls la gente te asedia por la calle para venderte artesanía, billetes con los que hacerte "trillonario" o simplemente pedirte ropa o calzado de segunda mano. Un australiano que venía con nosotros cambió sus deportivas viejas por un cuenco de artesanía local con a buen seguro bastantes horas de trabajo. Muy triste.
Pero en esta turística ciudad no ves miseria, las calles están limpias (aunque extrañamente vacías y silenciosas), los supermercados muestran productos en sus estanterías, los jeeps descapotables conducen a los excitados turistas a hacer actividades "-ing" (abseiling, rafting, bungee jumping, etc.), algunos hoteles cobran por una noche lo que un lugareño cobra, qué sé yo, en un año.
En uno de esos opulentos hoteles coloniales, el Victoria Falls Hotel, el más antiguo de Zimbabwe y en el que se alojaba la nobleza europea cuando venía por aquí, hicimos nuestra tal vez inmoral aunque legítima aportación a la economía local. Con las gargantas del Zambeze y la bruma de las cataratas como telón de fondo y mientras un pianista (esperemos que llamado Sam) nos amenizaba la tarde con clásicos del siglo XX, una camarera vestida de inmaculado blanco nos sirvió un britaniquísimo "high-tea", con los obligados sandwiches de pepino y de salmón, scones con nata, pasteles varios y dos cancarros de té en los que uno podía nadar. Delicioso. La cruda realidad nos llevó después a nuestra humilde tienda de campaña pero, qué caramba, por lo menos tuvimos nuestras dos horas de gloria y lujo.
Otro momento de gloria, aunque en otro plan, fue el espectacular rafting por el Zambeze, seguramente una de las mecas de este deporte. Veinte rápidos de grados entre 3 y 5, unas cuantas caídas al agua y algún que otro cocodrilo le dieron vidilla al día.
Para seguir en la línea marcada por el high tea del Victoria Falls Hotel, el viaje en tren a Bulawayo fue en primera clase, en un coche inglés en el que debió de viajar la misma reina Victoria, con el interior chapado en madera y cuero, lavabo en cada compartimento, carteles exhortando al estimado pasajero a "no expectorar" y todo tipo de detalles preindustriales. Si no tenemos en cuenta la (ausencia de) velocidad, la suciedad, el calor o la errática iluminación interior, una joya. CAF debería tomar nota y sacar al mercado un modelo "retro" o "colonial".
Bulawayo nos sorprendió positivamente. Aunque está claro que, como todo el país, la segunda ciudad de Zimbabwe ha vivido tiempos mejores, lo cierto es que vimos una ciudad en funcionamiento, cuando menos en su centro. Anchas y arboladas avenidas, calles razonablemente limpias, edificios coloniales generalmente bien cuidados, tiendas abundantemente provistas, restaurantes y bares con buen ambiente (y algunos borrachos), hasta un centro comercial que tranquilamente podría estar en Europa. Y, sobre todo, una luz preciosa, un cielo como recién lavado y unos colores de revista. En las afueras, Bulawayo está menos cuidado y a veces recuerda un poco a la antigua Europa del Este, con esos edificios derruidos, centrales térmicas en mitad de la ciudad y coches casi antigüedades. Pero mereció la pena visitarlo y tener una visión del Zimbabwe real frente a la turística Victoria Falls.
Desde Bulawayo visitamos las ruinas Kahmi, Patrimonio de la Humanidad. De los s.XV a XVIII, son eminentemente muros formados a base de piedras sin ningún tipo de cemento y restos de chozas de piedra. Bien pero vaya. Lo que más vale la pena es que está en pleno bosque y estás solo..., aunque alguna mamba verde se acercó a saludarnos.
Matopos National Park, también cercano a Bulawayo y también Patrimonio de la Humanidad, es pura roca y árboles. Aunque la temporada alta es durante el seco abril, cuando todos los animales se concentran en las pocas bolsas de agua que quedan, tuvimos la suerte de ver unos cuantos rinocerontes blancos. Por mucho que el guía insistiera en que no es el rinoceronte blanco sino el negro el agresivo y el que ataca sin descanso (de ahí que forme parte de los "big five" junto al elefante, león, búfalo y leopardo), da cierto respeto acercarse a ellos a pie, con su torva y miope mirada, su cuerno y sus dos toneladas de peso.
El parque ofrece asimismo pintura rupestre (los típicos hombres espigados, armados con arcos y flechas, cazando animalejos varios), muchas formaciones rocosas curiosas y la tumba del magnate británico Cecil Rhodes (el de los diamantes De Beers, la British South Africa Company, Rhodesia y tantas otras cosas), situada en una mágica zona del parque llamada "View of the World".
Nuevamente en tren, volvimos a Victoria Falls para cruzar a Botswana por Kasane/Kazungula, donde se juntan nada menos que cuatro países: Zimbabwe, Botswana, Zambia y Namibia.
Y aquí estamos, en Botswana. Ya os lo contaremos.
Un abrazo
Habéis vuelto a escribir tan rápido que nos ha pillado por sorpresa.Pensaba que no ibais a entrar en Zimbamwe, porque era muy peligroso,(por lo menos es lo que me dijiste cuando pensé ir para allí) pero por lo que veo no hay nada que os detenga, ni rápidos, ni hipopótamos y demás animales ¿racionales?. No comentáis nada de Harare (es donde está la Misión), ¿no habéis estado?
ResponderEliminarHace mucho que no os pongo poesía, así que de entre mi pequeña antología de poesía africana, extraigo este fragmento de CHENJERAI HOVE, un poeta de Zimbabwe, que me parece muy bueno.
"La madre se sentó
con el hambre entre sus manos
y ahogó el amor en sus ojos.
Luego las moscas vinieron
a cantarle repulsivas canciones al oído.
Nosotros escuchamos la inagotable historia
De la lucha y el hambre.
Pero la Madre no cantó
al llegar el tiempo del canto
En la historia popular.
Ella sólo señaló a las moscas
Y nos pidió que tarareásemos
la misma canción musitada por las alas.
Cantamos la canción alada
mientras nos uníamos en la búsqueda.
Mosca y niño unidos en una misma canción
Madre y hojas caídas al tiempo
padre ausente,
desconocido."
Y ... No, no os libráis: ¡¡FELIZ NAVIDAAAAD!!Besos :-) Bel
Perdón, no encontré ninguna felicitación mejor:
ResponderEliminar. . .!!!. . . .
. . (':') Feliz
.( )/
..(...../.).Navidad
(después de ver esto, ya podéis tiraros por la catarata esa de 108 metros). Besos