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1 de mayo de 2020

E.A.U. (2) Sharjah y Abu Dhabi


Con el coronavirus en todos los telediarios y con un pasaporte español que seguramente hizo sonar alguna que otra alarma, el personal sanitario en la frontera de entrada a Emiratos Árabes Unidos (EAU) nos tomó la temperatura, nos hizo unas pocas preguntas relacionadas con nuestra salud y nuestro itinerario. Pero la pregunta obligada y su principal preocupación fue sobre nuestras simpatías en relación al Real Madrid o al Barcelona FC. Ya puede haber pandemias apocalípticas o plagas exterminadoras que lo primero es lo primero. Faltaría más.

Nada más cruzar de vuelta a EAU el tráfico se hizo denso y la carretera empeoró, tanto en términos de asfalto como de paisaje: magnífico en la parte omaní como ya os contábamos en la anterior entrada, industrial en Emiratos. No ayudaba seguramente que muy cerca había una enorme cantera y fábrica de cemento y los camiones -abundantes, grandes, cargados hasta arriba-, soltaban polvo y humo. Así que nos tocó agachar la cabeza y pedalear, añorando un poco las desiertas y bellas carreteras de Omán. Pero como no hay mal que cien años dure, el desvío a la capital del emirato de Ras al Khaima -a la que hicimos una breve visita sin nada especial que reseñar, salvo algún edificio interesante- y la posterior carretera de la costa por los emiratos de Umm Al Quwain y Ajman nos trajeron algo de paz. A la noche nos costó un poco pero pudimos acampar entre dunas y disfrutar de la soledad.
Museo de la Civilización Islámica de Sharjah.
Sharjah fue el siguiente destino. Otro emirato más de los siete que conforman los EAU y cuya existencia desconocía hasta este viaje (realmente, solo conocía Dubái y Abu Dhabi, de los demás no tenía ni idea). Sin embargo, además de largas playas, agradables paseos, barrios populares cuajados de buena comida indo-pakistaní y concurridas mezquitas, tiene una buena oferta museística, tanto que en 1998 fue designado capital cultural del islam. A todo ello -museos, paseos, baños en la piscina del hotel y análisis de la gastronomía local- nos dedicamos con tesón durante un par de días.

Abandonamos la ciudad recorriendo los paseos playeros de varias lagunas cercanas a la costa, playas muy cuidadas y vigiladas (no sé qué peligro puede tener bañarse en estas lagunas, pero bueno), rodeadas de edificios de cristal. Sharjah y la contigua Dubái forman una conurbación en la que no se sabe muy bien cuándo se sale de una y se entra en la siguiente ciudad. Así que en muy poco tiempo volvimos al hotel en el que dos meses antes habíamos pernoctado al aterrizar en Dubái. Solo una noche, el tiempo justo para dejar equipaje y desarmar y empaquetar las bicis en las cajas que el hotel nos había guardado durante todo este tiempo.

El Fairmont Marina, otro de tantos hoteles de cinco estrellas en Abu Dhabi.
Al día siguiente un bus nos dejó en Abu Dhabi, la capital de los EAU. Si bien el mix de población es bastante similar en ambos emiratos (85-90% de población extranjera, eminentemente indios, pakistanís, bangladesís, filipinos, egipcios), nuestra impresión fue que, mientras Dubái es territorio indio/pakistaní con toques africanos, Abu Dhabi es casi una isla más de Filipinas. Tanto que podíamos saludar a la gente con el tagalo "Kumusta" (que proviene del español ¿cómo está?, obviamente).

Para el viajero ocasional Abu Dhabi ofrece más de lo mismo que Dubái: edificios, museos, zocos, mezquitas, playas y paseos, todo rodeado de exceso, lujo y opulencia. Pero aunque la oferta sea igual, ello no impide que algunos de esos edificios, museos, mezquitas, etc. merezcan una visita, diseñados como están por los mejores arquitectos del mundo (Jean Nouvel, Frank Gehry, Norman Foster, Zaha Hadid o Tadao Ando) y con tal derroche de medios que llaman la atención.

La Gran Gran Gran Mezquita.
Entre ellos y confiando en que las fotos de Bego harán más justicia que mis palabras, está el lujosísimo Emirates Palace Hotel (estuvimos pensando en alojarnos en su suite presidencial, pero su precio de 15.000€/noche nos pareció un detalle de mal gusto), el espectacular conjunto de edificios de Etihad, el concurrido zoco central, la deslumbrante y blanquísima Gran Mezquita (construida sobre una plataforma para que se vea desde gran parte de la ciudad y con la mayor moqueta del mundo), la isla de Saadiyat con el Louvre y el (futuro) Guggenheim, y la larga Corniche. Por falta de interés y lejanía no fuimos al circuito de fórmula 1 o al parque temático de Ferrari que, para el que le guste, deben de quitar el hipo. 

Como dicen los de Les Luthiers "lo importante es el dinero, la salud va y viene".

Pensar que en 1950 todo esto era un pueblo de pescadores, con casas de adobe o cubiertas de hojas de palma... Fue en 1958 cuando se enteraron de que ese desierto inhóspito guardaba celosamente el 9% de las reservas mundiales de petróleo y el 5% del gas natural. ¡Bingo! Con el paso de los años Abu Dhabi se ha convertido en uno de los centros financieros más importantes del mundo y el hogar de más de un millón de habitantes.

Pero tocaba volver a Dubái para volar de vuelta a casa. Ante este derroche de dinero y abundancia, ahí estábamos nosotros revendiendo a otros turistas las tarjetas de transporte de Abu Dhabi, tarjetas que habíamos tenido que comprar para movernos en bus por la ciudad. Seremos mochileros forever and ever.

En Dubái todavía tuvimos algo de tiempo para pasear por algún barrio adinerado antes de partir al día siguiente al aeropuerto a las muy poco cristianas horas de las 4 de la mañana para facturar bicis y equipaje y volar directos al confinamiento coronavírico donostiarra. Y aquí estamos, pensando en próximos viajes, que algún día llegarán.

Un abrazo

El fuerte de Al Hisn en Sharjah, hoy en día convertido en museo. Llamativo ver lo pequeñito que parece entre las nuevas construcciones, y eso que en esta zona tampoco eran tan altas.

Aprendimos un montón en el museo sobre la cultura emiratí y árabe. Esta foto del fotógrafo Ramesh Shukla expuesta en el museo, nos explicaba que además de estrecharse las manos, cuando los emiratís se encuentran con un familiar o amigo, pueden chocar narices o besarse en las mejillas, frente o mano. Por supuesto, con el consabido As salaam Alaykum (que la paz sea contigo) y su inmediata respuesta Wa alaykum as salaam (paz para ti también).

El clásico thali indio, muy común en los menús de mediodía, en su opción vegetariana. Qué rico todo. Y qué bien viene cuando eres ciclista que mientras comes se acerquen a tu mesa preguntando si quieres repetir el arroz o cualquiera de los curries que lo acompañan.

Dosa del sur de India. En la foto no ha salido muy apetecible, pero quienes lo hayáis probado seguro que saliváis. Es una especie de panqueque enorme muy fino hecho con arroz con un sabor muy característico. Lo mejor, comérselo con un buen curry masala.

La piscina del hotel de Sharja, un 4 estrellas con desayuno buffet que ayudó a recuperar kilitos, y todo por 35 euros la noche. Empezaba ya el covid a hacer mella en el turismo, o son precios normales para finales de marzo? Nosotros, encantados.

El interior del Heritage Museum de Sharjah, preguntándonos como siempre qué les pasó a estos árabes que en el pasado eran tan ingeniosos, para quedarse tan atrás.

Pescadito del mercado de Sharjah.

La estampa habitual en esta península, los hombres haciendo la compra en el mercado (Souq Al Jubail en Sharjah).

El más turístico Mercado Central de Sharjah, vacío por las mañanas.

El primero de los tres lagos de Sharjah que bordeamos camino de Dubái. Los baños, con ropa puesta.

Y por si a alguien se le olvida (especialmente a los rusos a juzgar por las señales traducidas a su idioma), un cartel advirtiendo que nada de quitarse más ropa de la cuenta.

Así que uno viene a estas fantásticas playas urbanas de arenas blancas y aguas cristalinas, a sentarse bajo sombrillas y remojar los pies de vez en cuando.

En Abu Dhabi abundaban los restaurantes tipo libaneses que tanto nos gustan, por los wraps de falafel como el de la foto, o mejor aún, por los humus, los babaganus, y todas esos "untables". 

El Emirates Palace Hotel, hotelazo.

Y sin cortarnos por la vestimenta nos recorrimos todas las zonas comunes del hotel.

Un impresionante salto ante las no menos impresionantes torres Ethihad.

Vestimenta de unas y de otras.

T-o-d-o en la Gran Mezquita de Abu Dhabi estaba pensado para asombrar. El suelo del patio central de la mezquita es un mosaico de mármoles de diferentes colores formando enormes flores. Y en cada esquina, un minarete de 107 m de altura.

Y si la alfombra del interior es la mayor del mundo de una sola pieza con sus 5.600m2, las lámparas construidas por Swarovski de cristalitos y oro, y 9 toneladas de peso para sus 10 metros de longitud, tampoco se quedan cortas. Y había diez de ellas!

Entre los turistas que nos acercábamos a conocer el mezquitón de Abu Dhabi había de todo, como estos probablemente africanos que rebosaban lujo.

Cafés de lo más modernos en Abu Dhabi.

Nos imaginamos el calor que puede llegar a hacer en esta zona en verano, cuando en los baños te aconsejan observar tu orina, analizar el color, y dependiendo de la tonalidad, actuar en consecuencia por el riesgo de deshidratación.

Paseando por la Marina de Dubai. Muy pobretones todos los que viven en esta zona.

Era la segunda semana de marzo y ya se veían muchas mascarillas por la calle y en los medios de transporte. Geles en un montón de establecimientos, museos y hoteles, y advertencias de cuidadito si tenías fiebre.

La mañana que nos fuimos de Dubai todos los vuelos de Dubai a Arabia Saudí estaban cancelados. La idea inicial en Donosti había sido dedicarle al país las dos últimas semanas del viaje aprovechando que en septiembre 2019 habían empezado a dar visados turísticos para conocerlo. Al final lo descartamos porque estábamos disfrutando mucho de Omán, y menos mal porque hubieran sido más de cien euritos perdidos, ya que Arabia Saudita fue de los primeros países en prohibir la entrada a españoles, tuvieras el visado o no.

Amanecer sobre Dubai.
Y así quedó nuestro recorrido por la península arábiga. Si no disponéis de dos meses como nosotros, nuestra recomendación sería volar directamente a Mascate, la capital de Omán, y hacer una circular hacia el este en el sentido de las agujas del reloj, para volver a Mascate a través de las montañas. En el otro sentido algunas de las pendientes son impracticables. 

1 comentario :

  1. Pues nada, ahora toca esperar al próximo. A ver si hay suerte y no se alarga mucho esta situación.
    Salu2 ;-)

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