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29 de marzo de 2019

El Salvador: ¡buena onda!

"Dos pupusas por tres coras, va." La primera en la frente, ya empezamos con esos localismos que no los entiende ni blas. Las pupusas son las tortillas de maíz salvadoreñas. Me encanta su sonoro nombre (pupusa), que uno pronuncia con esas dos pes iniciales como si le estuviera dando un par de besos a la que te lo va a servir. Y están muy ricas, especialmente las rellenas de quesito. Pero, a riesgo de ser crucificado por algún verdadero conocedor de la gastronomía regional, no son nada que no hayamos degustado ya desde que llegamos a México y Centroamérica hace un tiempito. Al final, estas tortillas de maíz rellenas de cosas, sin ser exactamente lo mismo, se parecen mucho a todo el resto de tortillas de maíz rellenas de cosas que uno encuentra por la zona, se llamen como se llamen. Pero bueno, como digo están muy ricas, que es lo que importa. Así que no me extraña que estas pupusas, junto al pollo de la franquicia "Pollo Campero", llenen los ojos de lágrimas morriñeras al más fiero y aguerrido pandillero salvadoreño que lleve un tiempo lejos de su patria. Dicen que los vuelos de San Salvador a EEUU huelen no a pupusas pero sí a pollo, de la cantidad de raciones que los guanacos (el mote que se les da a los salvadoreños, como catrachos a los hondureños o nicas a los nicaragüenses) llevan a sus compatriotas en las bárbaras tierras del norte.

Pupusas de quesillo.
Como decíamos, una ración de estas pupusas cuesta tres coras. ¿Coras? En El Salvador la moneda es el dólar americano (igual que, por ejemplo, Panamá y Ecuador). Al hacerlo uno traspasa su política monetaria a otro país, pero adquiere seriedad, estabilidad y evita que los políticos locales metan sus pezuñas en este asunto, que no es baladí. Total, que las monedas de 25 centavos de dólar son "quarters" en inglés, palabra que, españolizada, ha ido derivando a "cora" y ya funciona casi como una unidad de cobro: una ración no son 75 centavos, sino tres coras. Chúpate esa. Por cierto, que esa misma moneda en Panamá se llama "cuara", que es lo que, por ejemplo, uno pagaba al guacheman que te cuidaba el carro parqueado en la calle, no te fueran a robar los rines o los güisiguaipers. Que vivan el spanglish y la mother superiora.

Tras cruzar la frontera llegamos a Perquin, que en el idioma de los indios de la zona, los lencas, quiere decir "camino de brasas o de carbones encendidos". Curioso, pues es la región más fresquita (todo es relativo) de este a fe mía muy caluroso país. Se trata en efecto de una zona de clima templado, montañosa y cubierta de pinos que bien pudiera encontrarse en Europa antes que en el trópico. Tanto es así que hasta tiene campings en los que uno puede acampar sin temor a salir escaldado de la tienda. Acampamos en un camping muy bien puesto, con piscina y todo. Tan bien puesto, de hecho, que les encantaba a los mosquitos, de los que había millones.

El camping en Llano de los Muertos, nada más entrar a El Salvador.
El Salvador (prohibido decir "Salvador"; debe mantenerse el artículo "El") es un pequeño país (el más pequeño de Centroamérica) lleno de gente (el más densamente poblado del continente americano con más de siete millones de habitantes) y de volcanes (23), algunos de ellos activos. Su zona norte, en la frontera con Honduras, es bastante montañosa, pero desgraciadamente uno pierde altura demasiado rápidamente y en pocos kilómetros se alcanza la zona costera, en donde un calor propio de Macondo en época estival le golpea al indefenso viajero sin piedad.

Nuestro periplo salvadoreño fue realmente fugaz, en parte porque nos venía bien en el conjunto del recorrido centroamericano, en parte porque pesaba lo relativo a la inseguridad que mencionaba en la anterior entrada sobre Honduras y "el triángulo norte de la violencia". ¿Tiene sentido? El viajero no sabe hasta qué punto es paranoia, pero las estadísticas son las que son y El Salvador es de los países más peligrosos del mundo sin duda. Ahora bien, ¿los turistas son objetivo de la delincuencia? Pedaleando en una ocasión por carreteras secundarias y caminos rurales, un mototaxista paró para conminarnos a que volviéramos lo antes posible a la carretera principal, pues según él en esa zona, en la que nosotros no veíamos más que vacas pastando bajo una intensa solana, había pandillas y nosotros seríamos un buen objetivo. No sé. Desde luego lo que uno ve y siente en es país es lo contrario: gente maja, sonriente, servicial, con ganas de conversar, buen rollo.

Hugo, la propuesta a presidente del FMLN que no ganó.
Lo que está claro es que los salvadoreños sí que sufren la violencia. La gente se pregunta si el nuevo presidente electo, el joven publicista, el carismático y supuestamente antisistema Nayib Bukele, podrá reducir la delincuencia y la corrupción, los principales problemas de esta nación. Problemas que se plasman en una total falta de expectativas de los jóvenes, que emigran masivamente a EEUU. El mantra electoral de Bukele ha sido “¡Que devuelvan lo robado, que devuelvan lo robado!”, vociferado sin descanso a ritmo de rap. Ya veremos si lo cumple. Cuando menos ha conseguido romper el bipartidismo de los últimos 30 años, dejando muy atrás tanto a la derecha de la Alianza República Nacionalista (Arena), como a la antigua guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Y lo ha hecho en la primera vuelta, señal de lo mucho y bien que ha calado su mensaje.

El vendedor de hamacas, a las 7 de la mañana ya en su puesto.
Nuestras etapas salvadoreñas en San Francisco Gotera (Gotera en lenca significa "cerro alto") y Santa Rosa de Lima no nos aportaron, como era de esperar, gran cosa desde el punto de vista histórico-monumental, pero como siempre digo, estas poblaciones secundarias fuera del radar del turismo suelen tener su gracia. La conversación con los sorprendidos lugareños normalmente es espontánea y desinteresada, felices de dar palique a este servidor que indefectiblemente piensan que es gringo. Bueno, no sé si muy desinteresada: las señoras de los mercados le agarran a uno del brazo sin miramientos mientras preguntan insistentemente "¿qué busca, qué quiere?"

Si uno quiere viajar de El Salvador hasta Nicaragua por tierra tendrá que cruzar impepinablemente el sur de Honduras. Pedaleamos todo este tramo bajo un potente calor de hasta 38°C por una carretera en buen estado aunque con bastante tráfico. Menos mal que el hotel de San Lorenzo, el principal puerto de Honduras en el Pacífico, tenía piscina donde remojar nuestros acalorados cuerpos. Desde ella pudimos disfrutar de un espectacular atardecer sobre los manglares que rodean la ciudad y coger fuerzas para Nicaragua, nuestro siguiente destino.

Un abrazo
La carretera de Marcala en Honduras a Perquín en El Salvador era una pista sin asfaltar. Aún así, un autobús recorría este trayecto.
Ya habíamos probado las pupusas salvadoreñas fuera de El Salvador, y les habíamos dado el aprobado, así que encantados de encontrar una Pupusería para desayunar.
Paisajes de El Salvador.
La comida del mediodía, parecida al resto de países de Centroamérica, arroz, verduras, y a elegir entre varios tipos de carne y en este caso, pescado.
El país ha sido fuertemente deforestado, y las montañas que veíamos estaban todas peladas.
Pues eso.


Después de Haití, El Salvador es el país hispanoamericano que más depende de las remesas.
1 café 1 cora (0,22 eur), y así el precio de muchas cosas se anunciaba en coras. El anuncio es del Maxi Despensa en El Salvador, que es el Palí en Nicaragua, la Bodega Aurrera en México, la Despensa Familiar en Honduras, y nada más ni nada menos que el Walmart en EEUU. Pero no, de Centroamérica EEUU solo recibe delincuentes.
No nos dio tiempo de ver vestimenta tradicional en El Salvador, pero sí vimos a más de una señora vestida como la de la foto.
Por todos estos países nos cruzamos en la carretera con hombres curtidos que van o vienen de trabajar en el campo. Y todos llevan un machete en la mano. Ojalá tuvieran todos capital suficiente para comprarse una funda.
Fuerte deforestación como decía, y mucha ganadería de esa que ya no se ve tanto en los países desarrollados. En el exterior y sin apiñarse.
El que haya viajado por todos estos países (México y Centroamérica) hace veinte años quizá se acuerde de que cuando algún plato llevaba pollo, había que buscar con lupa los dos minitrozos huesudos que tocaban por plato. Ahora se nota en el precio y la accesibilidad que el pollo viene de fábricas, y existen cantidad de franquicias con todo tipo de nombres (Guapollón, Pollo Campero, Pollo Feliz, Don Pollo, El Pollo Loco, Pollo Campestre, Pollo Tropical, Pollo Rey, Pollo Vaquero, PimPollo, Ricky Pollo, Pollo Norteño...)
Para el poquito tiempo que estuvimos en El Salvador Hugo pinchó unas cuantas veces. En la ocasión de la foto tuvo la suerte de que le acompañara durante todo el proceso un abuelete con una moña monumental.
El río que hace de frontera entre El Salvador y Honduras.
Adiós a El Salvador, sanos y salvos y con todas nuestras pertenencias.
Y vuelta a Honduras para día y medio en nuestro camino a Nicaragua.

Dos monumentos (Hugo dixit)

Puesta de sol sobre los manglares del sur de Honduras.

Tanto en El Salvador como en esta parte de Honduras usan mucho los caballos y otros animales de carga.

Todo el ganado que no vimos en México, aquí en Centroamérica. ¡Por la carretera Panamericana!

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