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11 de febrero de 2018

De montañas, ríos, junglas e islas: en Sabah, Malasia

Ni valses vieneses ni saltos de esquí en Garmisch Partenkirchen. Nosotros estrenamos el año 2018 pedaleando primero desde la capital bruneana, Bandar Seri Begawan, hasta el puerto, y después en un bote rápido hasta la isla malasia de Labuan. Esta isla es una zona libre de impuestos en la que comprar alcohol, tabaco, chocolates y perfumes, a la par que un lugar de juergas y excesos alcohólicos de los shariacogotados habitantes de Brunéi. Tras una noche de descanso, en la que no hubo ni alcohol, ni tabaco, ni chocolate, pero sí el embriagador perfume de nuestras muy usadas y sudadas vestimentas, otro ferry nos transportó hasta la costa de la provincia de Sabah, también en Malasia. Desde ahí unos días de sufrido pedaleo bajo el abochornante calor y la copiosa lluvia habituales en el trópico nos acercaron a la capital provincial, la costera Kota Kinabalu. Cariñosa y popularmente llamada KK, los típicos carteles, camisetas y recuerdos de "I love KK" son, para los hispanohablantes, una oda a la escatología.
La conquista del Kinabalu, veinte minutos antes del amanecer.

Sin serlo (escatológicos), nos gustó la ciudad, un buen lugar para descansar, comer bien, ver mercados, organizar futuras actividades y poco más... que no es poco. Desde KK, primero en bici y después a pata, tiramos p'al monte, como las cabras. Subir, subir y subir. El monte Kinabalu, un pedazo de granito pegadito al mar y casi sobre la línea del ecuador, es con 4.095m el monte más alto del Sudeste Asiático así como el omnipresente emblema de Sabah. La ascensión a su cima, pasando noche a unos 3.200m de altura, la hicimos físicamente sin problemas, aunque un viento huracanado a eso de las 5 de la mañana se empeñó en ponérnoslo difícil y evitó que muchos otros hicieran cumbre. Pero la posterior bajada hasta su base fue mortal y nos dejó unas agujetas que ríete tú de la tortura china. Está claro que cardiovascularmente estamos hechos unos máquinas totasss..., pero la musculatura de la bici no es la misma que la de la montaña, motivo por el que estuvimos andando con la gracilidad, ligereza y elegancia de Mazinger Z durante unos cuantos días. Tal vez los espíritus de esta sagrada montaña sigan enfadados por los desnudos integrales de unos cuantos turistas hace unos años en sus laderas. Desnudos que, según ciertos lugareños y algún que otro político con poca sesera, fueron los que provocaron un par de días después del striptease el terremoto y el consiguiente desprendimiento de tierras que acabó con la vida de diez personas en 2015. Nosotros, por si acaso (bueno, y por el potente frío que hacía) íbamos bien tapados con toda la ropa a nuestro alcance.

Por fin se abrían los cielos y veíamos el culpable de tanta agujeta, el Kinabalu
Tras un día de recuperación en un entrañable albergue (Jungle Jack) en la base del monte, pero todavía con unas agujetas espectaculares que nos obligaron a hacer noche en unas plantaciones de té cercanas, seguimos con nuestro particular pedaleo, en esta ocasión hacia la selva. Lo que en un principio fue eminentemente cuesta abajo, después se transformó en un sube y baja inmisericorde.

De camino atravesamos interminables campos y más interminables campos de palma aceitera, rotos de vez en cuando por humeantes refinerías de ese popular y denostado aceite. Malasia es el primer productor mundial (o segundo, depende de a quién leas) y se nota: tanto Sarawak como Sabah están a rebosar de esta palmera que trae riqueza a corto plazo y probable pobreza a más largo plazo, además de la evidente destrucción de hábitats y fauna. La gran mayoría de los camiones y camionetas que vimos en la carretera transportaban aceite de palma en alguna de sus fases, todas con un olor dulzón muy característico.

Las "piñas" de las palmas aceiteras.
De esta zona -supongo que en concreto de la actual ciudad de Sandakan- era Sandokan, el héroe de Emilio Salgari, príncipe malayo devenido pirata para vengar las atrocidades de los británicos sobre su familia... y parcialmente culpable de tantos sueños viajeros por el exótico oriente de más de un adolescente de mi generación.

Y llegamos a la jungla. El plan principal era hacer excursiones en lancha por el selvático río Kinabatangan, el segundo más largo de Malasia, que fluye por la selva más antigua del planeta, con 130 millones de años. El objetivo -conseguido a los pocos minutos de navegar río abajo... no hubo mucha épica expedicionaria,  me temo- era avistar orangutanes y proboscis en su hábitat natural. Estos últimos son unos monos con unas más que generosas narices que nacen sobre caras rubicundas. El rubor de esas caras sonrojadas tal vez se deba a que muestran un patente priapismo (si el hombre desciende del mono, ya sabemos de qué mono en particular viene el homo erectus), así como redondas y orondas barrigas (tienen dos estómagos, uno de ellos llenito de bacterias para desintoxicar las hojas venenosas que comen), barrigas que producen frecuentes y sonoras flatulencias. Una joya de bichos, qué pena no poder tenerlos como mascotas sobre las bicis.

Vimos montones de proboscis, vosotros los veréis mejor en el libro (dcha.).
Además, águilas, martines pescadores, hornbills (calaos), garzas reales e imperiales, cocodrilos, serpientes, otros monos y macacos, arañas, escorpiones, insectos del tamaño de pequeños pájaros y un largo etcétera de bichos varios (Borneo tiene más diversidad animal que Europa y Norte América juntas) nos mantuvieron distraídos y expectantes en nuestros paseos fluviales y a pié. Un lujo. Pero todo paraíso tiene su serpiente, aquí en forma de lluvias torrenciales y, sobre todo, mosquitos, muchos mosquitos, que atacaban sin cesar, atravesando la ropa e imperturbables ante el repelente. Por suerte, parece que es zona libre de malaria y dengue.

Las palmas aceiteras también nos acompañaron en el camino a Semporna, puerto de embarque al paraíso de Sipadán. Este lugar es supuestamente uno de los mejores lugares del mundo para bucear por su paisaje submarino único de paredes casi verticales. Al tratarse de una isla oceánica que desciende 600 m hacia la plataforma marina abruptamente, es posible observar grandes animalejos como tortugas, tiburones, tiburones martillo, mantas o enormes bancos de barracudas. Y vimos bastantes de ellos, en un espectáculo de aguas cristalinas cuajadas de bichos que dejaría verde de envidia al mismísimo Custeau.

Anocheceres desde la isla de Mabul.
La isla en la que pasamos un par de noches, Mabul, y base desde la que uno va a Sipadán, es un tanto esquizofrénica: la zona de los resorts es la típica imagen de paraíso tropical que ya conocéis y sobre la que, ahora que estáis en pleno invierno, no voy a abundar; la otra, es un ruidoso (por los generadores de electricidad) basurero. Esa es la zona donde, mira qué casualidad, estaba nuestro bastante lamentable "resort", la mayoría de los lugareños y los Bajau o "gitanos del mar". Éstos son nómadas de estos mares, aparentemente oriundos de Filipinas pero actualmente apátridas sin papeles y, por tanto, sin acceso a educación o sanidad. Viven de la pesca y de la mendicidad, bien en botes o en ruinosos palafitos, y están tan apegados al mar que se dice que se marean cuando ponen pie en tierra firme. Nos comentaba alguien que en otros países de la zona están mejor tratados e integrados que en, por ejemplo, Lahad Datu, Malasia, donde el gobierno local se queda con los fondos que, para su ayuda, llegan del gobierno central.

Un día más sobre la bici y llegamos a Tawau, la última ciudad del Borneo malasio antes de cruzar a Kalimantan, y desde ahí a Sulawesi, Indonesia, desde donde os escribimos.

Un abrazo
Embarcando en el ferry de la isla de Labuan de vuelta a la isla de Borneo. Por esta ruta ahorramos seis sellos que hubieran caído en nuestro pasaporte si hubiéramos continuado por Borneo.
Puestos de pequeñas caracolas junto a la costa de Sabah.
Y seguimos con el monzón y con tormentas que aparecen y desaparecen en nada.
"I love KK". Las autoridades, las pocas veces que se nos han dirigido, ha sido para intentar ayudar.
Mezquita de la Ciudad (City Mosque) a las afueras de Kota Kinabalu. Del 2000, inspirada en arquitectura arábica, y con capacidad para 12.000 personas.
La torre más alta de Sabah con sus 33 pisos y que alberga el centro administrativo del estado de Sabah. Pedazo mole.
Los paisajes de la subida en bici desde la costa hasta los 1600m desde donde continuaríamos a pie
Compartimos guía con tres chicos de Singapur de origen indio. Acababan de comenzar su vida universitaria tras dos años en el ejército. Entre eso y que hacían "spartan races" yo temí ralentizar al grupo en la subida. Ignoraba que habiendo nacido y vivido toda tu vida en Singapur, las probabilidades de que realmente fueran "urbanitas" eran altas. Estos chicos no habían estado nunca en la montaña, no sabían medir sus fuerzas, y no consiguieron hacer cima. En la foto entre nosotros, "uncle" Jack, un cocinero retirado con mucho mundo, cuya pasión confesa era comer. Y de comer y comer nos dio. Todos los días se esforzaba por traernos alguna fruta exótica, incluidos durians de lo más ricos. Nos entendimos tan bien, que nos obsequió con un día de estancia y zampadas gratis.
El plan era simple: primer día, salir de unos 1.800m y dormir a unos 3.200m, y al día siguiente arrancar de madrugada para hacer la cima de 4.095m y bajar de vuelta hasta los 1.800m. Todo en 17km de ida y vuelta. Nos mató el desnivel.

La foto representa lo que fue la subida al Kinabalu. Escalón tras escalón. Sin descanso. Y elevándose desde el nivel del mar hasta los cuatro mil metros, los cambios de vegetación eran patentes. Leímos que su diversidad, dividida en cuatro zonas climáticas, incluye 5.000 tipos de plantas con flores, 60 especies de robles y castaños, más de 300 especies de aves y 100 especies de animales aunque solo viéramos ardillas. Compartimos el camino con porteadores que subían comida fresca al refugio a diario, y todo tipo de materiales de construcción para los nuevos refugios.
Las vistas al mar desde el refugio a unos 3.200 metros en pleno anochecer.
En los dos días de subida en bici, más los dos andando, más el de descanso, vimos nubes, nubes y nubes. Pero no siempre eso es algo malo. Estos mares de nubes son realmente bellos.
La biodiversidad del Parque Kinabalu es impresionante.
Plantaciones de té en los alrededores de Ranau. Con la excusita de un cumple, nos cogimos un chalecito en el Sabah Tea Garden.
En Sabah hemos seguido comiendo en lugares con cazuelas ya preparadas. Arroz con dos verduras y tofu, por 4 ringgits, unos 0,80 euros.
En barco por el río Kinabatangan, camino de nuestro alojamiento en la jungla. Íbamos de lo más felices. Este río es uno de los ecosistemas más diversos del mundo y tiene la mayor concentración de vida salvaje del sureste asiático. El bosque que lo rodea es uno de los dos que se conocen que contiene diez diferentes especies de primates. No es un safari por África, pero está muy bien.
No todas las actividades en Sabah han sido económicas, pero nuestros días en el Kinabatangan sí lo fueron. Cabaña con baño para dos noches, cuatro cruceros por el río al amanecer y al anochecer, paseo nocturno, dos trekkings por la selva, transporte hasta el lugar y todas las comidas por unos 80 euritos por cabeza.
No conseguimos ver a los esquivos elefantes pigmeos endémicos de Borneo, pero sí vimos sus restos. Y buscando primates en los árboles, nos encontramos con esta serpiente. Luego da un poco más de respeto bajarse de la bici en medio de la nada y meterse entre la selva a hacer un pipí.
Arañas del tamaño de una mano, escorpiones, cienpiés, o curiosas polillas (geometra papilonaria?), de todo había en la jungla.
De esta guisa paseábamos por la jungla al ser aún temporada de lluvias. Hugo amortizando la redecilla que estrenó en Mongolia.
Visitamos las cuevas de Agop Batu Tulug, el patrimonio arqueológico más importante de Sabah. Están en lo alto de un acantilado de caliza y se utilizaron entre hace 500 y 900 años para depositar en ellas ataúdes de madera con grabados tan curiosos como los de la foto. Cabezas de búfalo, de cocodrilo, de serpiente... Se descubrieron en 1984 ¡y menos mal que han puesto unas escaleras para alcanzarlas!
Curiosamente el color de los trajes festivos es el negro. Y también curioso el movimiento de manos en todos los bailes.
En pueblos enanísimos también cuentan con los servicios postales (incluido pago de cuentas, seguro de coche, unit trust, impuesto de circulación urbana, etc), aunque sean móviles. Estupenda idea.
Vamos a echar muuuuucho de menos los restaurantes indio-malayo. Han sido nuestros lugares favoritos de desayuno durante tres meses, con esos rotis de huevo o leche condensada, y también un clásico para comer o cenar siempre que dábamos con uno. ¿Cuándo volvemos a India?
El mercado de pescado en Lahad Datu. Desde 0,40 euros el kilo.
En la ciudad de Lahad Datu había mucha gente mendigando. Conocimos que eran los "sea gipsies", los gitanos del mar, que curiosamente también están en Filipinas pero allí no supimos de ellos. Este niño en concreto en vez de mendigar vendía bolsas resistentes a los compradores del mercado (en horas escolares), pero mucho más interesante que buscar clientes era perseguir a dos extranjeros por el mercado.
Un mercado de pescado con mercancía diferente. Un "porcupinefish", una manta raya, unas caracolas carnosas y esos cangrejos azules que por allá os están invadiendo La Albufera.
Cuando me piden una foto nunca me niego.
Mares del palmas aceiteras hasta el mar.
Las "calles" de la isla de Mabul. Hilera de casas sobre palafitos desde la playa hacia el interior del mar. En la foto no se aprecia, pero esta isla estaba repletita de basura. Sumado a la basura, el día que buceamos en la famosa y protegidísima isla de Sipadan, en mitad de la segunda inmersión oímos un potente "bum" que solo podía venir de pesca con dinamita. El guía nos dijo que era lejano...
El contraste era patente allá donde miraras en la isla de Mabul. Un pescador en su pequeña embarcación a remo, atravesando la zona de hoteles camino de vuelta a su palafito.
La isla era enana, pero siempre hay hueco para unas cuantas bicis.
Los residentes de la isla de Mabul.
Gitanos de mar en sus embarcaciones entre las cabañas de los hoteles.
Más paisajes de la isla de Mabul.
Los dos juegos favoritos de los niños de Mabul eran las canicas y saltar entre barcas
Entre las habilidades de los guías para chinos es fundamental la fotografía. Vimos sesiones y sesiones de fotos, los guías cargados con colecciones de cámaras y móviles, y también posando amorosamente en infinidad de fotos. Surrealista.
Esto es un salto.
La vuelta del cole.
Y pasó otro enero y volvimos a cumplir ambos años. !Ya sumamos la centena! Sí, sí, ¡100 añitos entre los dos! Así que para celebrarlo foto sin efecto embellecedor para que se vean bien esas hermosas arrugas, je, je.

8 comentarios :

  1. ¡Pero qué guapísisimos que sois!! Un beso grande

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    1. En lo que a mí respecta..., es el momento de que acudas al oculista.
      Un beso, hermana

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  2. Me encanta verlos y leerlos. Me gustaría verlos pronto.

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    1. Si sigues viajando un año hacia el este y otro hacia el oeste, igual hasta lo hacemos realidad. Imagina, guía de lujo por tus Mexico o Costa Rica, cómo nos encantaría!

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  3. una buena lectura para un lunes por la mañana cuando realmente no quiero hacer ningún trabajo. Sin embargo, no ha aumentado mi entusiasmo por el trabajo ...

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    1. Ya, me temo que no anima mucho a trabajar ver a los demás de vacaciones... Siempre puedes dejar de trabajar e irte de vacaciones...

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  4. Hola pareja.
    Como ibais a ver Samal laut (Badjaos) si no fuistes a Zamboanga que es la capital mundial de los badjao, ja ja ja. ya en serio, antes de que hubiera estas naciones comtemporaneas los samal laut (en cada pais tienen otro nombre) estaban espacidos por los mares de las actuales Tawi Tawi, kalimantan , Sulawesi y tan lejos como en las islas Mergui en Myanmar. A la espera del relato de vuestro paso a alimantan que este ano quizas cruce por alli. A seguir disfrutando.

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    1. Je, je, así que había que bajar hasta Zamboanga. Para cuando volvamos con la txalupa... ;p Ahora vamos camino de las islas Togean donde los llaman Siatu. Así que se ven hasta en Myanmar, qué flipe. Tenemos que buscar algún documental sobre ellos. De Kalimantan nos tendrás que contar tú, ya que nuestro paso fue fugaz y solo pisamos Nunukan. A ver si se os materializa ese ferry de Filipinas a Borneo! Un abrazo.

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