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17 de diciembre de 2017

Meditabundos por Malasia

Start again! Start again! Start with a calm and quiet mind, with a balanced and equanimous mind,... De esta guisa, con la tonante y peculiar voz grabada del maestro Goenka, comenzaban diariamente las maratonianas sesiones de meditación del curso de Vipassana que hicimos cerca de Kuantan, en la coste este de la península malasia. Curso en el que, sin saber muy bien qué esperar pero interesados en una técnica que gente cuyo criterio respetamos recomienda encarecidamente, nos metimos de cabeza sin demasiada información. Incautos.

Una vez instalados en el Centro, a meditar a tope. From zero to hero, que dicen los anglosajones. Habiendo meditado en toda mi vida la friolera de cinco minutos (Bego algo más y, bueno, las horas sobre la bici tal vez cuenten), en diez días nos calzamos más de 100 horas de (intento de) meditación, que se dice pronto: desde las cuatro de la mañana que nos levantaba un sonoro y repetitivo gong, hasta las 9:30 de la noche, con algún descanso entre medias. En mi caso, sentado en posición de "lata" (imposible la posición de loto que Bego con tanta elegancia y habilidad ejecuta), partiéndome la espalda y las articulaciones, dejando mis reales posaderas planas como un papel. Con el paso de los días la construcción de una estructura de soporte a mi alrededor a base de cojines en lugares estratégicos y de un bendito respaldo salvador mitigó razonablemente los dolores.

En cualquier caso, no sé cuántas de esas más de cien horas de tortura corporal fueron efectivamente de meditación, pero seguramente no muchas. La mayor parte del tiempo que uno intenta enfocar todo su pensamiento en la respiración o en las sensaciones de una u otra parte del cuerpo, la mente, caprichosa ella, decide ir por su cuenta y uno acaba divagando en los pensamientos más peregrinos. Baste decir que uno termina hasta canturreando internamente canciones de los Bee Gees ("pero..., ¡si ni siquiera me gustan!"), o recordando sucesos de nula importancia vital ocurridos en el Pleistoceno personal. El maestro Goenka diría que estábamos limpiando la mente de antiguos sankaras (algo así como pecados). Whatever.

Los últimos kilómetros al centro de Vipassana
Diez días sin hablar, sin leer, sin contacto físico ni visual con nadie, comiendo comida vegetariana, diez días dedicados íntegramente a la meditación... excepto cuando estás tan aburrido y necesitado de actividad que lavas el goretex, te cortas por tercera vez las uñas, te afeitas la nuca, reorganizas las alforjas, limpias nuevamente la navaja, repasas las herramientas de la bici, coses, arreglas, ajustas, lavas, organizas,... y todo tipo de trabajos pendientes y bastante innecesarios para los que uno nunca encuentra tiempo.

Aparte de eso, yo personalmente no creo haber sacado nada en limpio de este curso de meditación, así que solo se lo recomendaría a mis enemigos favoritos. Esa máxima de sublimar toda reacción a los estímulos externos, sean positivos o negativos, y ser ecuánime pase lo que pase, truene o granice, me convence más bien poco. ¿Acaso no es motivador el sentirnos bien por hacer el bien? ¿O sentir y, sobre todo, reaccionar ante el dolor, no protege nuestro cuerpo de males mayores? Seguramente no entendí aquella machacona instrucción de "no reaccionar ante nada, observar cualquier sensación con ecuanimidad...".

Los días comenzaban con ese "start again!" antes mencionado y terminaban con un motivador "Work diligently, work patiently, work intelligently! You are bound to be successful, bound to be successful...". Mmmh, no en mi caso.

La zona de las embajadas en Kuala Lumpur
Pero todo termina, y a los diez días pudimos liberarnos y seguir pedaleando, cruzando la península malasia nuevamente, pero esta vez de este a oeste hacia Kuala Lumpur. Como casi siempre, la visita a la capital nos hacía falta para cuestiones administrativas y de mantenimiento tanto de la bici como corporal: recoger mi nuevo pasaporte español (caja registradora: ¡clingling!), sacarnos el visado para los EEUU porque el haber visitado Irán le obliga a uno a pasar por este trance...y apoquinar nada menos que 160$ por cabeza (¡clingling!), arreglar las bicis (¡clingling!) y visitar al dentista para ponerme un implante en la boca (¡clingling clingling clingling!). Sí, esa muela que rompí en Filipinas, me quitaron en Tailandia, me han taladrado un perno en Malasia y me colocarán el piño en vete tú a saber donde.

Una pasta, pero por lo menos todo salió bien y la estancia en esta ciudad resultó agradable, con, además de lo ya mencionado, buenos paseos por sus multiculturales calles, museos, mezquitas, templos, rascacielos, etc., amén de las obligadas visitas a restaurantes de todo tipo. Es el hogar de las impresionantes Petronas y de un montón de edificios de autor... y también de barrios tradicionales sean chinos, indios, coloniales o lo que sea. En esta visita y en consonancia con lo que vamos experimentando en este paso por Malasia, KL ha mejorado sensiblemente sobre el (vago) recuerdo que teníamos de la ciudad.

Bye bye gafas, ¡qué librada!
Una caída tonta por mi parte en una concurrida avenida -un frenazo en seco para no comerme a Bego que había frenado su bici mientras yo aceleraba la mía- podía habernos dejado peor sabor de boca, pero todos los coches de los cinco carriles de la avenida en la que di con mis huesos en el asfalto pararon y, aparte de magulladuras, rasponazos, algunas costillas quejicas y mis súper gafas Oakley aplastadas por unos cuantos coches, todo bien. Una visita al Decathlon local repuso las gafas al día siguiente.

La salida de Kuala Lumpur por autopistas cuajadas de "spaghetti junctions" y con bastante movimiento nos exigió atención y reflejos para elegir el carril oportuno en el último momento mientras indicas febrilmente tu dirección al veloz tráfico circundante, pero transcurrió sin problemas. Evitamos el circuito de F1 y motos de Sipang a pocos kilómetros de KL para no dejar a los pilotos en evidencia y seguimos hasta la costa, a la extrañamente turística Port Dickson. Un misterio el que reciba tanto turismo. Las promesas que desde la costa se podía ver Sumatra se quedaron en eso, en promesas, bien fuera por las nubes o por nuestra miopía.

Km 0 de la muy turística ciudad de Malaca/Melaka
El recorrido costero bordeando un mar antes cuajado de piratas (seguramente ahora también, aunque de otro tipo) nos llevó hasta Malaca y a su barrio chino/colonial designado patrimonio de la humanidad. La fundó un príncipe hindú, los chinos la pusieron en el mapa, los portugueses la invadieron en 1511, los holandeses se la arrebataron a cañonazos en 1641 y, cuando los franceses ocuparon los Países Bajos en 1795, los holandeses inocentemente pidieron a sus aliados británicos que administraran la ciudad mientras ellos arreglaban sus asuntos con Napoleón...y, si te he visto no me acuerdo, en 1824 los cucos británicos se la quedaron definitivamente. Centro de comercio durante siglos, acabó perdiendo su importancia eclipsada por Singapur al sur y Penang al norte. Ya en el presente, yo diría que nos defraudó un poco: muy turística, un poco artificial, sin el sabor y la vida de Penang. Tanto es así que su vecina Muar, con mucho menos que mostrar en lo que a monumentos se refiere, nos gustó más por su ambiente auténtico.

Unas cuantas jornadas más de pedaleo -con poco para mencionar salvo varios encuentros con cicloviajeros británicos vestidos de Superman, austriacos camino Down Under, finlandeses un tanto despistados y canadienses con demasiados años de bici en sus piernas- nos depositaron plácidamente en la fronteriza Johor Bahru, a las puertas de Singapur.

Un abrazo
Se hizo raro pasar diez días y diez noches juntos pero no revueltos. La segregación de sexos en el centro de meditación era total, y únicamente nos veíamos -de reojo- en el hall de meditación. Yo al grandullón de Hugo le localicé fácil entre los 40 hombres que había, él tardó unos días en ver dónde me sentaba entre las 60 mujeres. Manteníamos silencio noble, silencio de cuerpo, palabra y mente. Así que el primer día de bici al salir del centro, agradecimos encontrar esta casita a la orilla de un lago a los 60km, todita para nosotros. Poco importaba que no tuviera wifi. La desconexión no fue lo más duro del retiro.
Durante el retiro toda la comida era vegetariana y sin huevo. Desayunábamos a las 6:30am tras dos horas de meditación, comíamos a las 11am tras tres horas de meditación, y "cenábamos" un té con fruta a las 5pm tras cuatro horas de meditación. Y antes de dormir, todavía nos quedaban otras dos horas de meditación más la charla del maestro. Comíamos mirando a una pared y siendo conscientes del acto de comer (o esa era la idea, vamos), lo que hace que cuando sales del centro y te encuentras con un lugar donde venden pasteles de crema recién hechos, te sepan a pura gloria. En la foto el pastel clásico más el de la hoja de Pandan que en Malasia se utiliza para colorear todo tipo de comidas y bebidas.
Al británico Will lo podéis encontrar en las redes sociales como @supercyclingman, y no, el disfraz no era para la foto, viajaba de esta guisa. La mayoría de viajeros que encontramos que viajan solos por largo tiempo pasan por fases donde no quieren estar solos, como era el caso de Will, y que esa noche era alojado por Jack, amigo de un amigo, que no le conocía de nada y que había viajado dos horas de la capi hasta este pueblo para abrirle la casa de su hermano. Un tío majísimo que ni siquiera era ciclista y que no se cansó de responder a todas nuestras preguntas.
Para llegar a Kuala Lumpur todavía nos esperaba un puerto de unos 500 metros pero por una carretera de lo más tranquila.
De un retiro como el que hicimos probablemente saldrán más beneficiadas las personas que vengan desde mundos más estresantes que el nuestro. Pedalear requiere estar atento a tu alrededor y mantenerte en el presente la mayor parte del tiempo, bien porque haya tráfico, bien porque las carreteras estén en mal estado, bien porque necesites guiarte, o bien porque estés rodeada, como es el caso de Malasia, de jungla y bichejos como el de la foto que no dejan de sorprenderte. Las orugas verdes me llaman mucho la atención, y me maravillan las personas que pueden identificar en qué van a convertirse.
Llegada a Kuala Lumpur. Carreteras de cinco carriles en un sentido, trenes elevados, enormes edificios,...
Una de las primeras visitas en Kuala Lumpur fue a la mezquita Masjid Jamek de principios del siglo pasado y donde me hicieron vestir como veis. La mezquita tenía dos señores mayores que trabajaban como voluntarios respondiendo a las preguntas de los visitantes, y los tuvimos entretenidos un rato. Cuando pregunté a partir de qué edad era obligatorio el uso del hijab, ya que había visto niñas de tan solo dos años, nos dijeron que a los 13 años, pero que vamos, cubrirse el cabello era algo propio de todas las religiones, que mirase las representaciones de la Virgen. Suerte que estudié en los Salesianos, y que recordaba que "nuestra" virgen, María Auxiliadora, muestra siempre su pelazo.
Las Torres Petronas son las torres gemelas más altas del planeta, pero a pesar de sus 452m ya van perdiendo puestos en el ranking mundial, y en Kuala Lumpur empiezan a ser rodeadas.
La zona de las Torres Petronas es zona de edificios lujosos, tiendas como la de Ferrari de la foto, y parques bien cuidados.
Fondo de lujo para el salto, en el Kuala Lumpur City Centre (KLCC) Park.
Akmal, un genio de Kuala Lumpur que mimó nuestras bicis un sábado enterito. Hugo salió con transmisión cuasi nueva, nueva dirección, nuevos cables, y yo con un sangrado de líquido de frenos que no había conseguido que nadie me hiciera hasta conocer a Akmal, referencia para todos los cicloviajeros que pasan por la zona.
La misma mezquita de arriba, vista desde un puente sobre los ríos Klang y Gombak que discurren por mitad de Kuala Lumpur y a los que les han hecho el lavado de cara que se puede ver en la foto.
La plaza Merdeka (Independencia) es otro de los lugares que se visitan en Kuala Lumpur, rodeada como está de imponentes edificios como el de la foto, el Sultan Abdul Samad, una mezcla de arquitectura victoriana, morisca y moghul.
Detalle del templo Sze Ya de Kuala Lumpur, un templo taoista de 1864. Nos costó dar con el templo, perdido como está dentro de una manzana. Resulta que su ubicación fue determinada según el feng shui.
Detalle del templo ancestral de Chan She Shu Yen en Kuala Lumpur. Templo budista cuya fachada la adornan cerámicas de más de 100 años de antigüedad. Una preciosidad.
El templo hindú más antiguo de toda Malasia (1873), Sri Mahamariamman, y todavía con mucha vida. Cuando lo visitamos celebraban dos bautizos, los sacerdotes también bendecían a quien lo requería, recibían donaciones, y muchos fieles se acercaban a llevar ofrendas a las variadas deidades que había.
Moverse por Kuala Lumpur no es complicado, la mayoría de los lugares que se visitan están cerca uno del otro. Y así, caminando entre la estación central de tren y las oficinas centrales de KTM, se llega al Museo Nacional.
Malaca. La mezquita de Kampung Kling tan diferente a las que estamos acostumbrados a ver, con su multitejado inspirado en los templos hindúes y un minarete-torre típico de las primeras mezquitas de Sumatra
León guardián del templo de Cheng Hoon Teng, el templo chino más antiguo de Malasia (¡1646!), budista. Impresionantes los grabados y figuras de madera en su interior.
El Chinatown de Malaca es patrimonio de la humanidad de Unesco desde el 2008, lo que ha convertido la ciudad en un destino muy turístico pero no ha hecho mucho por preservar los edificios más antiguos. Eso sí, los conductores de trishaws se han vuelto de lo más creativos para mantener su negocio vivo. Además de los adornos llevan un equipo de música donde hacer tronar canciones del país de origen del cliente.
Tras preguntarle al señor Google parece ser que esto del café en bolsas tipo las de té no es algo tan raro. Para nosotros, la primera vez. 
Solemos comer en el primer restaurante que nos llama la atención cerca de la carretera, cuando hay elección. Cuando no, en el que toca. Este día vimos pescado en una cazuela de barro, y se nos antojó. La foto está sacada cuando ya nos íbamos, cegatos de nosotros no vimos las llamas detrás de la cazuela, o si las vimos no las supimos interpretar. Picante-picante-picante. De entre todos los pescados elegimos uno cualquiera, que nos supo sabrosísimo pero no supimos identificar. Piel sin escamas y gelatinosa, espinas muchas y unidas, resultó ser un pez raya.
Ya comentamos en la entrada anterior cómo en Malasia el arte callejero no está perseguido si no todo lo contrario. En la ciudad de Maur había más de un mural gigante de artistas conocidos. El de la foto se titula "The Bond" y fue pintado por Sabek, un madrileño. Echa un vistazo aquí para conocer otros artistas españoles.
Una esquina cualquiera del centro de Muar, una ciudad cercana a Malaca pero sin apenas turismo y con montones de edificios históricos, y muy buen ambiente en las calles.
Curiosos carteles.
Vemos esta señal en las entradas a canteras, plantaciones, terrenos, edificios.... Nada de dibujitos de perros, o del clásico prohibido.
Con los calores las paradas para tomar cafés y tés con hielo son habituales, y en ocasiones hay quien se nos enrolla. Este personaje había sido profesor de inglés y aseguraba conocer al presidente y otras tantas historietas más. Nos dio juego.
Batu Pahat es una ciudad de 300.000 habitantes con más del 60% de origen chino, y con más de 400 templos en la ciudad y alrededores. Este nos lo encontramos a la salida, y como veis en las tres fotos siguientes, tenía todo tipo de deidades.
Hanuman, el dios mono.
Un trío de budas felices. Laughing Buddha, Hotei en Japón, Pu Tai en China o Buda Feliz para nosotros. Inspirado en un excéntrico monje chino que vivió hace unos mil años, maestro Zen amable, generoso, y al parecer, siempre con una enorme sonrisota.
Ni idea. Probablemente los típicos ancestros del confucianismo y taoísmo, religiones que veneran a personajes de la historia merecedores de respeto y adoración por los beneficios que aportaron al pueblo.
Estos meses en Malasia han sido de vacaciones escolares, y también época de bodas. En la carretera nos encontramos muchas señales de boda, que habitualmente se celebran en la casa de la novia. Unas señoras que iban camino de una y con las que coincidimos en un café, nos comentaron que antes eran de 500 invitados y varios días, pero que a día de hoy los jóvenes las organizan para únicamente un día.
Esta es la señal más habitual en las carreteras de Malasia. Indicación de dónde se encuentra la siguiente mezquita, porque claro, teniendo que rezar cinco veces al día es bastante probable que te pille en la carretera. La verdad es que fuera del rezo del viernes a mediodía, lo que sería nuestra misa de 12 de los domingos, no hemos visto mucha afluencia en las mezquitas.
Y al igual que en el norte, en el sur de la costa oeste también hemos visto pueblos pesqueros en la desembocadura de los ríos.
Este plato es el rojak, otro plato típico de Malasia que también veremos en Singapur e Indonesia, y que como su nombre indica para el que sepa bahasa, consiste en una mezcla ecléctica. Normalmente, pedazos de pepino, patata y huevo cocidos, tofu, rosquilla india, en ocasiones piña, y cubiertos por una salsa espesa dulce y picante y con trozos de cacahuete.
El postre más común en Malasia es el ABC o el Cedol, y ambos son muy similares al Halo Halo filipino. Un buen montón de virutas de hielo, con todo tipo de guarrindongadas dulces dentro, mayormente trozos de gelatina de diferentes texturas, formas y colores, pero también alubias y maíz.
Nos quedaban un par de días para llegar a Singapur y comentamos lo raro que había sido solo ver al cicloviajero ruso en Penang, y al inglés en medio de la nada. Y según hablamos, fueron apareciendo todos juntos.
  1. Arriba a la izquierda Flo (acompañado ese día por dos locales), un austriaco dando la vuelta al mundo en sentido contrario al nuestro. Muy divertido cómo habiendo pasado por Canadá, EEUU, Nueva Zelanda y Singapur, pedaleaba todo feliciano con una lista de países por los que pensaba volver a casa, sin saber nada de visados o seguridad de los mismos: Bangladesh, Pakistan,... nos sentimos un poco mal comentándole los problemas que iba a encontrarse.
  2. Arriba a la derecha Veikko, un filandés recién jubilado que había volado a Bangkok, se había comprado una bici, y pedaleaba camino de Bali donde estaba su hija trabajando de profesora.
  3. Abajo a la izquierda Andi y Dominik, austriacos viajando de Austria a Australia desde febrero de este año. Los podéis encontrar en las redes sociales como @Austria2Australia.
  4. Una pareja de canadienses que se pega sus buenos viajecitos todos los años, esta vez de Singapur a Bangkok. Andrew tenía una bici de hace 37 años!
Y esta ha sido la ruta de 1.800km por Malasia peninsular.

8 comentarios :

  1. Me encanta! Me he reído un montón! Gracias x vuestras crónicas, es un placer leeros. Totalmente de acuerdo con lo de la meditación. Un enorme abrazo a los dos y que sigáis disfrutando a tope.
    Imanol.

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    1. Yo todavía tengo esperanzas en que vuelvas a Tonga a seguir nadando y nos cuentes más cosas... ¿Alguna escapada interesante en Navidad para abir boca?
      ¿Has probado también a meditar? Uno empieza a indagar y es más popular de lo que pensaba.
      Abrazo y felices fiestas

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  2. 10 días de meditación, bufff, a mi me pasa igual que a ti, es algo que no me llama nada, aunque no se si es peor el Halo Halo filipino, que poco me gustó esa guarrada.
    Saludos desde Senegal.

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    1. ¡Cómo! ¿Que no te gustan las alubias con gelatina y hielo picado coloreado con químicos? Desde luego...
      Espero que te estés poniendo tibio del famoso Tieboudienne senegalés...
      Abrazo

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  3. Hola! Estoy de acuerdo en que la meditación la agradeces cuando llegas a ella a final de curso o tras una temporada de ajetreo. Disfrutas tanto de la paz, del silencio, de la soledad ... Pero vosotros pasáis muchas horas en silencio, me imagino. También creo que es diferente según hacia donde diriges tu pensamiento ( fe, perfeccionamiento, Dios, tú,etc) Eso sí, las Esclavas de Cristo Rey, que son las que se encargan de las casas de ejercicios ignacianas,cocinan como ángeles!
    Sea como fuere,¡Qué mérito tienes, hermano:)!!!
    La mezquita en la foto parece un parking. Es bonita?
    En fin, que sigáis disfrutando de todo,todo. Feliz Adviento!!! Muxus

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    1. Dudo que nunca vaya a disfrutar más meditando que en una playa con un buen libro, en una montaña con amigos o en tantas otras actividades. Ahora, si las Esclavas de Cristo Rey (telita el nombre), cocinan como dices, tal vez me apunte...
      La mezquita en cuestión no valía gran cosa por dentro...como muchas de ellas. Hay cantidad de mezquitas que en su interior no muestran nada más que el mihrab, un reloj, una caja fuerte y poco más...
      Poco ambiente de Adviento por aquí..., aunque la Navidad sí que se nota, par que la gente compre, claro.
      Besos

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  4. hoho, la meditación ... 5 minutos es suficiente, creo .. :-) ¡Feliz Navidad!

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