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20 de julio de 2017

Laos de sur a norte: ¡sabaidee, sabaidee, sabaidee, sabaidee,...!

Sabaidee! -hola en lao- es el grito de guerra que uno oye constantemente en Laos, repetido una y mil veces por todos los laosianos, pero especialmente por todos los niños del país... y en este país hay muuuuchos niños.

No fue un cordial y amistoso sabaidee lo que nos encontramos en la inmigración laosiana, sino la petición de una (pequeña) corruptela, aunque al final, como ya contábamos en la anterior entrada de este blog, nos mantuviéramos incólumes y todo transcurriera sin más historia.

Pedaleamos unos pocos kilómetros por carreteras casi desiertas -recalando primero en la no especialmente llamativa catarata más ancha del sudeste asiático- hasta la zona conocida como de las cuatro mil islas. En esta región del sur de Laos el Mekong, río por cuya vecindad pedalearemos durante unos cuantos cientos de kilómetros, se ensancha hasta llegar a los 14 kilómetros y en su curso hay, no sé si cuatro mil, pero sí un montón de islas. Especialmente dos de ellas, Don Det y Don Khon, son destinos de viajeros independientes. Bueno, y de algún grupo de chinos también. Se llega en una estilizada lancha motora en plan explorador y, aunque nada queda por explorar en estas islas llenas de mochileros, se disfruta de un ambiente tranquilo y relajado, sobre todo en la sureña Don Khon.

Barca a Don Det
Uno puede dar vueltas a las islas en bici visitando arrozales y cascadas; alucinar con los restos de los siete kilómetros de ferrocarril de vía estrecha que sirvieron entre 1893 y 1949 para que los pequeños barcos de mercancías superaran los exabruptos del potente Mekong; alquilar canoas para ir a ver unos cuasi extintos delfines en el río; o acercarse a una de sus numerosas playas fluviales, aunque no apetezca demasiado bañarse en esas aguas que, especialmente en época de lluvias, son de un espeso color chocolate.

O simplemente socializar con otros viajeros, entre ellos Aída, una madrileña-canaria-hamburguesa que vive temporalmente en Nom Pen; y Mikel, nada menos que un idiazabaltarra que, a pesar de la desfachatez de no llevar un queso en su jubón, disfruta de un sabático viajando por el mundo.

Disfrutando del anochecer desde una hamaca en una de las 4.000 islas
Salir de ese paraíso fluvial fue más complicado. Primero porque parece que fue cruzar la frontera y abrirse los cielos para descargar todo el agua del Mekong en forma de lluvia. Impresionante lo que puede llegar a llover en un momento en los trópicos.

Segundo porque nada más llegar a las islas uno se pone en modo encefalograma plano, se postra en una tumbona viendo el agua del Mekong fluir y el tiempo se difumina, se alarga, no sé, algo le ocurre.

Y tercero porque algún maldito mosquito trompetero o comida en mal estado nos dejó un poco perjudicados, perfecta excusa para disfrutar del punto primero (torrencial lluvia) en el estado anímico del punto segundo (nula actividad cerebral).

Pero conseguimos salir de nuestro estado catatónico y, ya descansados y en perfecto estado, dirigirnos hacia el norte, saltando de isla en isla (Don Khon, Don Det, Don Som, Don Khong... no hay premio para el que adivine cómo se dice isla en lao) hasta llegar a la orilla oeste del Mekong, buena parte de ello por estrechos caminos de tierra o arena, mostrando en todo su relajante esplendor la tranquila -algunos la llamarán soporífera- y amistosa ("sabaidee, sabaidee, sabaideeeeee!" a troche y moche) vida rural de Laos.

Esta relajación que se respira en el país puede que venga de su religión. O viceversa; el huevo y la gallina. El caso es que el budismo theravada que se practica en Laos enfatiza la necesidad de calmar las pasiones, de tal manera que mostrar y experimentar emociones fuertes es tabú en Laos -por mucho que en los karaokes/putiferios los gemidos de su clientela nos demuestren otra disposición hacia los placeres de la carne-. Es el karma y no la devoción, el rezo o el trabajo, lo que determina nuestro destino, así que los laosianos no se preocupan demasiado por su futuro, algo que muchos extranjeros identifican como falta de ambición. Si acudimos a los tópicos, aparentemente los laosianos afirman que trabajar demasiado es malo pare el cerebro, sufren por la gente que piensa en exceso y no valoran terriblemente la educación. Tópicos, como digo. En una muestra más de sabiduría oriental, el estrés es algo a evitar como la peste y afirman que cualquier actividad que no contenga el elemento móoan (diversión) derivará hacia un indebido estrés. Una filosofía de vida "indoasiática" que no puede ser más distante de la "sinoasiática" de sus vecinos, los activos y laboriosos vietnamitas. En una imagen típicamente simplista pero seguramente con algún poso de verdad, los colonos franceses decían que los vietnamitas plantaban el arroz, los camboyanos lo cultivaban o cuidaban y los laosianos lo escuchaban crecer.

Calabazas laosianas. Muy ricas en crema.
La relajación de los laosianos se muestra hasta en sus orígenes. Mientras otros pueblos surgían de las uniones de dragones y hadas, o de dioses serpientes y brahmas indios, la leyenda laosiana nos cuenta cómo dos grandes, simples y humildes calabazas crecieron en Meuang Thaeng (la actual ciudad vietnamita de Dien Bien Phu). Los dioses khun, al escuchar que surgían unos ruidos de dentro de ellas, abrieron una con un atizador caliente y la otra con un cuchillo. De la primera surgió, chamuscado, un oscuro laosiano de las tierras altas; de la otra, un laosiano de piel clara de las tierras bajas. Ahora que ya tenían súbditos sobre los que reinar (y a los que tocar las narices), los dioses encomendaron el reinado a Khun Borom, que tuvo siete hijos, que crearon sendos reinos que abarcaban desde Birmania hasta Vietnam, desde el sur de China hasta Laos y Tailandia.

Afluentes del Mekong
Tras una noche en un infecto karaoke/lupanar de los que antes mencionábamos (en la cama que hagan lo que quieran con quien quieran pero, por favor, ¡que no canten!) y un lento pedalear por las preciosas riberas del  Mekong, agasajamos nuestros maltrechos cuerpos en un boutique hotel regentado por una pareja belga-laosiana junto al gran río, que nos sirvió para conocer mejor la vida en Laos a través de los ojos de un extranjero afincado en el país: pobre sanidad y educación, endemoniada burocracia, corrupción rampante, complejas relaciones familiares, amor por la fiesta.

Como en Camboya, el Mekong -el duodécimo río más largo del mundo y el décimo más caudaloso- es para Laos su columna vertebral y, directa o indirectamente, su proveedor de alimentos: pescado, arroz, verduras, frutas. Ahora supone también el 30% de sus exportaciones en forma de energía hidroeléctrica que vende a Tailandia, Vietnam e incluso a su enemigo, Camboya, un asunto muy polémico por el impacto de los embalses en su gente, geografía y medio ambiente... y por las ingentes cantidades de dinero que se mueven en unos países que no destacan por su transparencia (Transparencia Internacional coloca a Laos en el puesto 161 de 174 países, un puesto por debajo del no precisamente santo Congo).

Granos de café madurando en la meseta de Bulaven
Abandonamos unos días el curso del río para subir a las tierras cafeteras de la meseta de Bulaven (1.300 m de altura), asimismo hogar de algunas de las aproximadamente 45 minorías étnicas que habitan Laos, pero que solamente pudimos adivinar en las vestimentas de algunas pocas mujeres.

El cultivo del café, especialmente en su versión "Robusta", está tomando fuerza (jajaja) en Laos y ya constituye una de las principales exportaciones del país, junto con madera, confección y electricidad. No será gracias a mí: fuimos a probar café a un centro filantrópico de apoyo al comercio justo y me lanzaron una mirada entre el desprecio y la lástima al pedir leche con mi café. Qué se la va a hacer si para mi lo mejor del café (con leche) es la leche...

Y me daréis la razón. Una de las delicatessen de la región, aunque no necesariamente de esta meseta, es un café hecho con los granos de café comidos y, ejem, excretados por las civetas. En un hotel de Saigón ofrecían ese brebaje a 200$ la taza. Y yo me pregunto, ¿de qué manicomio se había escapado el primero que se hizo un café con las deposiciones de una civeta?

Parafernalia de la guerra, de decoración
Ya les hace falta exportar más a los laosianos. El Banco Mundial coloca a Laos como uno de los países menos desarrollados de Asia Oriental y (datos de hace unos años) con más de las tres cuartas partes de su población viviendo de la agricultura de subsistencia y con menos de dos dólares al día.

Claro, que con cómo lo pasaron el siglo pasado lo asombroso es que Laos exista. Pasaron la primera mitad del s.XX encontrando su lugar entre los tailandeses, vietnamitas, franceses, japoneses, recibiendo bofetadas de todos ellos. Aunque Laos era neutral según los acuerdos de Ginebra tras la guerra de Indochina, en 1961 Laos era el centro de la estrategia americana de contención frente al comunismo y la famosa teoría del dominó. La CIA de Kennedy se dedicó a entrenar y armar un ejército mayormente formado por la minoría Hmong contra la "Nación Lao", apoyada por los norvietnamitas. Esto es, una guerra entre norteamericanos y norvietnamitas (cuya presencia en Laos ambos negaban, de ahí el nombre de "la guerra secreta")) peleada por laosianos. Entre eso y que el Ho Chi Minh Trail (el camino usado por el Vietcong para apoyar a las guerrillas que luchaban contra Vietnam del Sur) transcurría en su mayor parte por Laos, los americanos se dedicaron a bombardear Laos como no lo habían hecho en ningún lugar del mundo: la friolera de un bombardeo cada ocho minutos durante nada menos que diez años. Según datos oficiales (americanos) fueron 2.093.100 toneladas de bombas. Cuando en 1973 terminó esta masacre, una décima parte de la población de Laos había muerto y miles más morirían accidentalmente durante los siguientes años al pisar bombas no explotadas.

Programas de limpieza de munición sin explotar
El partido marxista-leninista Lao People’s Revolutionary Party (LPRP) gobierna desde entonces la muy poco democrática y dudo que muy popular República Democrática Popular de Laos. Desde el principio se restringieron las libertades, se nacionalizó la economía, se sufrió una gran inflación a la que el gobierno contestó con controles de precios, todo lo cual provocó que las comunidades chinas, vietnamitas y aproximadamente un 10% de los laosianos (incluyendo la clase educada) cruzaran el Mekong y se refugiaran en Tailandia. Laos perdió una generación justo cuando más falta le hacía.

En 1986, ya sin el apoyo de la extinta URSS ni de los vietnamitas, Laos siguió el ejemplo chino y, mientras mantenía un firme control político, abrió la economía al mercado. Y ahí siguen, en un país que, si exceptuamos las numerosas banderas rojas con hoz y martillo, para el visitante no parece comunista. Desde luego, un buen número de los pocos coches que se ven por las carreteras son lujosos 4x4: parece que los Range Rover y los Toyota Hilux los regalan.

Arrancando el bucle conocido como "The Loop". Esto promete.
A los frescores de las mesetas laosianas les siguieron unas jornadas no tan tórridas como esperábamos (es lo que tiene la temporada de lluvias) pedaleando junto a la orilla oriental del Mekong por Napong, Pakxong y Savannakhet, mientras contemplábamos Tailandia en su orilla occidental. Desde Thak Khaek iniciamos otro circuito hacia el este por una zona kárstica parecida a las vistas en el sur de China o norte de Vietnam. Nos gustó más que el anterior bucle. Durante el primer día el estupendo paisaje -tanto por las montañas en sí como por el cambio de tercio- se vió un poco ensombrecido por el tráfico de camiones que iban y venían de la cercana frontera con Vietnam. Pero pronto la carretera fue para nosotros y para unos pocos mochileros en moto. Alguna potente cuesta le puso la sal y la pimienta a la carretera, por lo demás un gustazo de soledad en un paisaje de ríos, campos inundados (mucha lluvia en los últimos días), montes y jungla hasta la punta de esos montes. Pedaleando junto al embalse nos sorprendió la cantidad de árboles parcialmente sumergidos en sus aguas, que le dan una imagen un tanto siniestra, post desastre nuclear o algo parecido.

El interior de la cueva de Kong Lor, un pequeño tramo apto para salirse
de la barca y caminar entre estalagtitas, estalagmitas y columnas.
Es, como digo, una zona kárstica, llena de cascadas y cuevas. Desde Nahin habíamos pensado alquilar una motillo para visitar las cuevas de Konglor, pero el diluvio que cayó nos obligó a ir en transporte público. Una de las bondades de la visita a esta cueva -siete kilómetros de río subterráneo con espacios catedralicios llenos de formaciones rocosas-, es que el barquero que te lleva no habla ni papa de inglés y así te evitas la habitual sobredosis de imaginación pétrea ("esa roca se parece a una tortuga en posición de loto, esa otra a Napoleón en Waterloo y esa a la madre que lo parió"). Menos mal.

Los siguientes fueron días de lluvia torrencial por la principal vía del país -a pesar de ello, con muy poco tráfico-, lluvia que a veces nos sorprendía lejos de un pueblo y nos calaba hasta el tuétano. Pero como hace calor y al chaparrón le seguía el sol, no estaba tan mal. Eso sí, en alguna ocasión tanto llovió que nos tuvimos que quedar medio día encerrados en el hotel, o nos hubiéramos ahogado en la carretera.

Y por fin, llegamos a la capital, Vientián, desde donde os escribimos. Prometemos contarlo en la siguiente entrada.

Un abrazo
Cruzando los rápidos entre las islas del Mekong.
Uno de los tipos de ferris entre las islas. Tres barcas en paralelo con una pequeña plataforma encima.
No se ven las cantidades de Myanmar, pero prácticamente todos los templos tenían su colección de monjes jóvenes.
Pedaleando junto al Mekong por el margen del río donde no hay carretera asfaltada, y los puentes son como el de la foto, para vehículos de 2,5 toneladas máximo. Podemos.
Pequeño susto cuando algún afluente no tiene puente, pero siempre hay alguna manera de cruzarlo. En este caso el "ferry" no tenía motor, sino una simple cuerda.
Yo (Bego) estuve por aquí en el 2000, y el recuerdo que tenía de la comida era que escaseaba y que era de pobre calidad. Seguro que ha mejorado, pero la impresión ha sido la misma. El cuenco de la foto es lo que más abunda en Laos: la sopa de fideos de arroz con cebollino picado y cebolla frita. En una fuente aparte, llega la berza, las hojas de menta, las habas verdes y un trozo de lima, para añadir al gusto. Y sobre la mesa montones de botes de salsa, a cada cual menos apetecible.
Hugo ya cambió su transmisión hace unos 10.000 km, pero la mía aún aguanta. Empiezan a asomar rebabas en los dientes de los piñones, y las dos cadenas que voy rotando cada 2.000 km están perdiendo movilidad, pero nada grave y cero preocupación,  ya que llevo en mis alforjas una transmisión nueva completa (cassette, platos, cadena e incluso roldanas) desde Nepal! Quién iba a decir que iba a durar tanto!
Visitando Vat Phu, un patrimonio de la Humanidad de Unesco de 1.500 añitos y que se extiende desde la orilla del Mekong hasta el pie de la montaña Phu Kao, que tiene un linga natural en su cima (vamos, que el pico tiene forma de pene).
Entre los templos de Champasak.
Las cascadas de Tad Fane en la meseta de Bolaven. La verdad es que impresionaban con su caída de más de 100 metros y el entorno en el que se encontraban.
Quise probar el café de arábica typica, que nuestra guía lo definía como el champagne de los cafés. Lo que no me imaginaba era todo lo que conlleva preparar un café en óptimas condiciones. Temperatura del agua medida, café pesado, cantidad de agua controlada... así solo podía estar riquísimo. Nota de Hugo: pero no tenían leche :-(
Bajando de la meseta Bolaven dimos con un lugar de mochileros gestionado por una familia que acostumbraba a preparar la cena y disfrutarla, contando con todos los hospedados. Yo aprendí a liar rollitos de primavera mientras Hugo estuvo desaparecido hasta la hora de cenar. Lo genial de esta iniciativa, es que la familia había aprendido a su vez recetas internacionales, y en el desayuno ofrecían glorias como Spanish omelette o guacamole. Uno de cada por favor!
Clásico alojamiento para mochileros en los pequeños pueblos rurales que se visitan. Bungalows de madera o bambú, con baño privado, cama con sábanas limpias y mosquitera, y terraza con hamacas, con vistas al Mekong o a campos de arroz, y precios de 5 euros por  noche la doble. Ni tan mal, no?
Terminando de bajar de la meseta Bolaven, de vuelta al Mekong.
La pobreza de Laos se ve en los detalles. La señalización de las carreteras está sin mantener, avisos de curva comidos por el musgo, mojones cubiertos de vegetación, y carteles deseando un buen viaje... ¡pintados a mano!
Los llamativos conos que salen del loto y que contienen sus frutos, con forma de bellota y unos 1,5cms de largo.
Casas coloniales de capa caída en la tranquila Savannakhet.
Y más puentes sobre afluentes del Mekong.
Allá donde se forman pequeños embalses, aparecen señoras con un cubo de mimbre a la espalda donde echarán los minúsculos pececitos, y una fina red que enganchan a esta estructura de bambú que transportan desmontada.
Una de las diferencia entre viajar en un tour organizado o por tu cuenta, es que muchos de los encuentros son más espontáneos, y las señoras que ves en medio de la nada hilando en grandes telares o fabricando una especie de cestas de paja, no están ahí con fines turísticos. Eso sí, sin guía o traductor, a veces se hace difícil entender para qué sirve lo que fabrican.
Este niño estaba trabajando con su madre, pero a simple vista no parecía que estuviera obligado, sino que más bien lo hacía imitando a los mayores y queriendo ayudar. Quién sabe.
Arroz glutinoso pegado en pequeñas bolas sobre todo el pobre dragón. Un poco guarrilla esta religión, jeje.
Pha That Sikhottabong al sur de Thakhet. En la foto una de las estupas más importante de Laos, y muy venerada.
Las ofrendas budistas pueden resultar de lo más curiosas. Ese arroz, esas bebidas, esos cigarrillos encendidos, y siempre siempre, los palitos de incienso y en Laos, unos arreglos "florales" que fabrican con hojas de plátano. Los venden en los alrededores de los templos, y los propios vendedores los recogen de entre los ofrendados para revenderlos de nuevo.
A los templos se acude muchas veces en familia y buscando la bendición de los monjes.
Adiós Pha That Sikhottabong, y corriendo a buscar alojamiento, que una tarde más llega el tormentón.
Y a la mañana siguiente amanecemos con amenaza de lluvia desde primera hora, pero con ganas de subir a la meseta de Nakai y esquivar por unas noches el calor del Mekong.
Daño ecológico creado por la presa hidroeléctrica de Nam Theun 2, que ha desplazado a montones de familias para las que se dice no se ha previsto un adecuado reasentamiento, ni una nueva fuente de ingresos, con el consiguiente empobrecimiento de todas esas familias. O todo eso nos contó un laosiano que se sentó en una ocasión en nuestra mesa, que nos habló de los proyectos de su empresa para plantar fresas en esa zona, y que al final todo lo que quería era vendernos marihuana!
Los pequeños tractores sirven de medio de transporte y generalmente los adelantamos, excepto cuando soy yo y voy de subida, que me adelanta todo pichichi.
Extensas plantaciones de yuca.
Plantando el arroz.
Al igual que en Camboya, los templos se han sucedido en el camino uno tras otro, a cada cual más colorido y llamativo.

En Laos, la mayor parte de los monasterios budistas tienen una estructura parecida, siendo siempre uno de los edificios alto y espigado, el que alberga el tambor.

Pedaleando entre tormenta y tormenta.

¡Con razón está todo tan verde!
La verdad es que cuando surgimos por el otro extremo de la cueva de Khong Lor respiré. Estábamos solos, no estaba iluminada, y me resultó sobrecogedor en más de un sentido. La pena es que sabía que era girar.... y vuelta a recorrer los 7km de cueva en sentido inverso!



Campos de arroz

Muy atractivas las pequeñas construcciones para secar el tabaco.

¡Recogiendo el ganado al final del día con las bicis!

Nuestra infidelidad para con las bicis tuvo un precio. Decidimos aparcar las bicis y recorrer los 43kms a la cueva de Khong Lor en transporte público. Diluviaba. El pueblo junto a la cueva era tan minúsculo y los turistas tan inexistentes (solo vimos otra pareja que llegó ahogada en moto y con el iPhone muerto), que no hubo manera de encontrar transporte para la vuelta y tuvimos que alquilar un camioncito para hacer los 43kms de vuelta hasta las bicis. 15 euritos.

¿Mirarán las futuras generaciones a nuestra era pensando en lo salvajes que éramos, que matábamos y comíamos animalitos, teniendo alternativas para no hacerlo? No me cabe ninguna duda. Estas ardillas que vimos en el mercado se presentan en más de un menú como "grilled squirrels".

Esta jornada no había mirado el perfil de lo que nos esperaba. Le pregunté a Hugo a ver si él lo sabía. Me dijo que le constaba que salíamos de doscientos y pico metros, y que dado que a los 40 km de salir alcanzábamos el Mekong de nuevo, sería una bajada muy suave hasta los ciento y pico del Mekong. A los pocos kilómetros de salir nos encontramos con este paredón, y casi nos ahogamos subiéndolo y bajándolo. ¡Lo peor de todo fue perderse las vistas!

Paisajes de la temporada de lluvias.

En Laos son pobres hasta para el café, que tienen en muy pocos lugares fuera de las ciudades, la zona de cafetales, y los sitios turísticos. En el resto de lugares los preparan con café instantáneo, como el de la foto, mezclándolo con leche condensada y, en este caso, un kilo de cubitos de hielo. Las condiciones de higiene son también bastante deplorables, y en esta ocasión me tocó a mí el trocito de porquería de a saber dónde, y tardé instantes en evacuar el litro de café de la foto, mucho menos de lo que me costó bebérmelo. Es igual en el caso de los "batidos". Nada de fruta como en Vietnam en incluso Camboya. Los hacen con polvos de colorines, leche condensada y hielo. 

Fuimos a desayunar al restaurante enfrente de la pensión. Dos huevos con pan y café para cada uno. por favor. Pan no tenían, y nos conformamos con el omnipresente arroz glutinoso que se come con la mano. Huevos, se fue a por ellos y trajo cuatro, ni uno más ni uno menos. El café salió de sobres monodosis instantáneo. Cuando terminamos de desayunar seguía diluviando y pedimos un segundo café. No tenían más... y no fueron a la tienda de enfrente a comprarlo. Laos.
Y ya van 1.305 km en Laos, de sur a norte.

14 comentarios :

  1. Que gustazo de entrada (como siempre, vaya). Seguid posteando, sois de lo mejorcito que se puede leer en materia. Po cierto, somos Manon y Pablo y también rodamos desde hace unos meses. Actualmente en Asia Central (Kirguistán). En China pasamos algunos días con Julien, un gabacho muy majo que dijo haberos conocido también. Que pequeñito es el mundo del "cicloturistas".

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    1. Gracias Pablo, nos encanta que te guste, aunque tanta lisonja es sospechosa... y estamos muy lejos para invitarte a cañas :-). ¿Tenéis web o blog? Nos gustaría seguiros. Entiendo que, habiendo estado en China y ahora en Kirguistán, váis hacia el este, así que será difícil que nos crucemos. Y sí, el mundo de los cicloturistas es pequeño, los famosos seis grados de separación se quedan en dos o tres...

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    2. Tenemos el blog algo descuidado y muy poco al día. No lo hemos tomado parte de la rutina y se nos ha acumulado mucha faena :). En todo caso si queréis echarle un vistazo tenéis entradas en español y francés: www.mapaentour.com Luego en Facebook buscando por mapaentour nos podéis seguir el rastro un poco más al día. Por cierto, estuvimos rodando por el norte de Laos si necesitáis consejo. Para donde tiras en un futuro próximo? Que el viento os acompañe!

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    3. Efectivamente, Pablo, tenéis el blog un poco descuidado :-) y es una pena porque lo que he podido leer me ha gustado mucho. A ver si os ponéis las pilas... Nosotros intentamos mantenerlo al día más que nada porque si no se nos olvidaría todo. Cosas de la edad, supongo.
      Dentro de un par de días llegaremos a Luang Prabang, seguiremos un poco más al norte para cruzar a Tailandia, dirección Chiang Mai. Desde ahí pedalearemos hacia el sur, hasta Nueva Zelanda, vía Malasia, Singapur, Indonesia, Australia. Desde NZ cruzaremos el charco, no sé si al norte o al sur del continente americano; dependerá de la estación del año. Esperamos seguiros en el blog... ¡Suerte!

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    4. Qué genial que conocierais a Julien, una de esas personas que parecen haberse caído en un pozo de miel cuando eran peques y por eso se quedaron así de dulces para siempre. Y qué buen viaje estais haciendo. Por Kirguistán está también Lontxo el de Vitoria que lleva 20 años sobre la bici, a ver si coincidís! Buenos vientos ;)

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  2. "..no habla ni papa de inglés..", jaja :-) Estoy usando tu blog como una tarea .. usas muchas frases y palabras con las que no estoy familiarizado :-) ¡Gracias!

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    1. Te cobraré estas clases de español en cervezas cuando nos veamos. Te va a salir muy caro... :-)

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    2. ah, pero no dije que esta clases son buena... solo que usas palabras extrañas... :-)

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    3. shit, "estas clases...".. Ya ves, no he aprendido nada de ti

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  3. Hola Hugo, en la anterior entrada me pareció entender e Bego, en una de sus respuestas, que "teníais claro que regresabais"; deberías hablar seriamente con ella y reconsiderar esa idea; lo he contrastado con varios de tus "conocidos" y es unánime la opinión de que donde mejor estáis es viajando por el mundo; además de que os encanta conocer sitios nuevos, os mantenéis en forma, hacéis amigos de verdad, y nosotros disfrutamos y aprendemos de vuestros relatos y reportajes; y hay tantas rutas y lugares que aún están por descubrir...Aquí, al fin y al cabo, solo nos ibais a dar envidia a los que trabajamos y vivimos condicionados por nuestras familias y deudas. De verdad, no se si es muy buena idea que regreséis; unos días, unas cenitas, bien, pero luego a la bici otra vez, eh? Confío en esa fría madurez y racionalidad de la que siempre has hecho gala. Besitos a Bego. :) IRZ

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    1. Lo cierto es que la tentación de reducir nuestra "cohabitación" al mínimo es, como te puedes imaginar, importante. Soy consciente del sacrificio que supondría para vosotros mi ausencia, sacrificio que en aras de un bien común, agradezco. Pero al final también es patente vuestra necesidad de compañía, apoyo y liderazgo, sin el cual vuestras pequeñas y anónimas vidas permanecerían vacías y sin rumbo. Ante ello no vemos otra opción que volver. De hecho, hemos pensado que, como vuestros hijos estarán prestos a abandonar el nido, os vendrá muy bien nuestra compañía y nos vamos a instalar en vuestra casa. ¡Qué alegría!, ¿verdad?
      Un abrazo y besos a tu abnegada y nunca bien ponderada compañera de fatigas

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  4. Veo que sigues apto para la vida social urbana; te estaba probando. Vuelve pues, algo haremos. Pero con lo de instalaros en casa, te has pasado! IRZ

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  5. Se os ha olvidado decir lo más importante, que la Beerlao es la mejor cerveza del sudeste asiático. FALLO IMPERDONABLE!!

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    1. Somos cautos, nos faltan todavía por probar unas cuantas... y la Beerlao tal vez no la hayamos probado lo suficiente. Esta noche le pondremos remedio :-)

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