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24 de junio de 2017

Camboya: pedalea un camino siguiendo sus curvas, descubre un país siguiendo sus costumbres

El atento lector de este épico blog recordará que Vietnam había surgido de la unión de un dragón y un hada. De Camboya cuenta la leyenda que surgió de la unión de una princesa con un extranjero. La princesa era la hija de un rey naga, una serpiente mitológica que reinaba sobre tierras sumergidas. Un día un brahma indio llamado Kaudinya navegaba por ahí (?) y la princesa fue educadamente a saludarlo. Kaudinya, muy desconsiderado, le disparó una flecha con su arco mágico y ella, temerosa, decidió aceptar su petición de matrimonio. (Un poco raro todo, no?, pero tal vez no se les pueda exigir coherencia y lógica a los protagonistas de las leyendas). El caso es que, a falta de mejor dote para el bodorrio, el rey se bebió las aguas de su reino y le regaló las tierras que de ahí emergieron a Kaudinya. Estas tierras emergidas se llamaron Kambunja, origen de la palabra Camboya. Parece que el rey no se lo bebió todo y así el río Mekong y algunos lagos dominan la geografía camboyana, un país manejable de unos 118.000 Km2.

El Mekong (llamado en jemer Tonlé Thom o Río Grande, un nombre poco imaginativo pero muy apropiado para este pedazo de río), además de arteria principal del país, irrigador de sus productivas tierras y señor de sus ciclos vitales, es una fuente muy importante de pesca, sobre todo en época de lluvias cuando sus aguas fluyen en sentido contrario y los pescadores aprovechan la fantástica situación para pescar en grandes cantidades con el sistema dai, que consiste en varias redes de arrastre sujetadas mediante varas a lo ancho del río.

Parece que más pesca que el Mekong ofrece el mayor lago de Camboya, el Tonle Sap, que con cada monzón triplica su superficie y, al anegar las tierras circundantes se llena de nutrientes que dan de comer a sus peces. De hecho es el lago más rico en pesca del mundo. Y un libro de 1940 dice que en Camboya había peces hasta en los arrozales; cuando se secaban, los peces hibernaban hasta que volvían las lluvias.

Con tanto pez y tanto arroz, no sorprende que estos sean el centro de su gastronomía. Gastronomía que no está mal (nos ha gustado especialmente el amok, una especie de curry de coco normalmente con pescado), pero de la que podremos prescindir sin mucho sufrimiento.

Con las bicis por el río Mekong río arriba penetrando en Camboya
Cinco horas surcando las imponentes y muy marrones aguas del vasto Mekong nos llevaron como señores desde Chau Doc en Vietnam a Camboya, nuestro país 36 de este viaje ciclista. En concreto, llegamos a Nom Pen, el nombre inteligentemente españolizado del complicado Phnom Penh, en el que nunca sé dónde colocar las haches. En la capital camboyana, siguiendo con nuestra decadente deriva hacia el lujo, el exceso y la abundancia, nos alojamos en un estupendo hotel boutique con piscina, de esos hoteles del sudeste asiático que uno se puede permitir sin pestañear. La excusa de que cumplíamos nada menos que tres años de viaje fue la primera que se nos ocurrió para tal dispendio, pero podríamos haber encontrado cualquier otra sin problemas. Por excusas será.

Veronika, Fernando, y el super jamón! Vaya una bienvenida!
Nom Pen no es un gran destino turístico, pero es una ciudad agradable y llena de vida, especialmente cuando estás con amigos. En ella nos esperaban dos cicloviajeros, Fernando y Veronika (www.viajarenmtb.es), que salieron de Bizkaia más o menos al mismo tiempo que nosotros allá en 2014, y con los que, a pesar de haber hablado en más de una ocasión, todavía no habíamos coincidido. Tienen previsto quedarse unos siete meses en Camboya en una suerte de "vacaciones de vacaciones"... después de una estancia similar en el mismo lugar el pasado año. Nos trataron a papo de rey, comenzando con un recibimiento a base de jamón de Jabugo del que a fe mía que dimos buena cuenta, y siguiendo con excursiones moteras por la zona y cenas y cervezas con gente interesante. Genial.

Por las calles de Nom Pen. El moderno mercado central de Psar Thmey detrás   
y la Vattanac Capital Tower, el edificio más alto de Camboya con sus 188m
Turísticamente hablando, además del Palacio Real, la Pagoda de Plata y algún que otro templo y museo, lo más reseñable por aquello del morbo sería el museo del genocidio. S21 es como se conoce a uno de los centros de detención y tortura de los jemeres rojos en Nom Pen, la barbarie cometida por Pol Pot y sus acólitos entre 1975 y 1979. Ya conocéis la historia: la locura de los jemeres rojos de hacer de Camboya una sociedad utópica rural basada en el maoísmo y el estalinismo, vaciando para ello las ciudades, trasladando a todos sus habitantes al campo a realizar trabajos forzados y torturando y asesinando cualquier oposición real o imaginaria, incluyendo cualquier intelectual, burgués, persona educada; llevar gafas o tener unas manos no curtidas por trabajo manual constituían prácticamente una sentencia de muerte. Se calcula que dos millones de personas, de una población total de ocho millones, fueron asesinados. La visita a este museo del horror es obligada pero, cuando menos en mi caso, no llegó a trasladar con toda su intensidad lo que aquí ocurrió. Tal vez mejor.

Vida rural de Camboya
¿O es que tal vez no ocurriera nada? ¿O menos de lo que se dice? Enrique es un septuagenario con nacionalidades argentina, española, cubana y rusa (!) que vivió en Nom Pen durante el gobierno -o desgobierno- de los jemeres. Tras recalar en España, Cuba y Rusia, ahora ha vuelto a Camboya a vivir de la pensión que recibe de España, asegura que sí que hubo detenciones y muertes, pero nada de genocidio, nada de despoblación urbana, nada de dos millones de muertos. En fin, me cuesta creer que todo lo inventaran los vietnamitas como él apunta y, crédulo de mí, tiendo a creerme la versión oficial.

Camboya es un país homogéneo: lo es étnicamente, con más de un 90% de población jemer; religiosamente, con una gran mayoría budista theravada; lingüísticamente, pues casi todos hablan jemer; socialmente, con un 70% de la población menor de 25 años; geográficamente, casi todo plano exceptuando unas pocas colinas; climáticamente, pues hace calor en todas partes.

Monumento de la Independencia en una rotonda de Nom Pen
También son homogéneamente pobres. Siendo Camboya uno de los países más pobres por los que hemos pedaleado (en el puesto 141 mundial, de entre los visitados en este viaje solo Kyrguistán, Tajikistán y Nepal lo son más) esa pobreza llega a casi todos (puesto 61 en el coeficiente Gini). Claro que, tras años de guerras, genocidios y embargos y una guerra fraticida que acabó tanto con las infraestructuras como con los intelectuales y la gente preparada, ¿qué se puede esperar? De todas formas, a ojos del viajero occidental la pobreza en los ricos y generosos trópicos parece menos miserable que la de la dura montaña de Asia Central o de los Himalayas.

Los camboyanos viven ahora sobre todo de la agricultura, la pesca, la madera, el caucho, el turismo y la confección de ropa. El dólar americano es, junto con el riel camboyano, moneda oficial, lo que le da estabilidad monetaria y de precios. Resulta un tanto confuso pagar en dólares y que te devuelvan los cambios en rieles, entre otras cosas porque unas veces el cambio es a 4000 y otras a 4100.

Los votantes del CPP desfilando por las calles de Nom Pen
En Nom Pen coincidimos con elecciones locales. Nunca se sabe qué es lo que puede pasar en un país autoritario, muy corrupto y con la oposición bastante acogotada a base de leyes ad-hoc para limitar su actividad (el líder del principal partido opositor está autoexiliado en Francia), pero todo transcurrió festiva y tranquilamente. Eso sí, después tardan quince días en dar a conocer los resultados.

De Nom Pen remontamos el curso del Mekong hacia el norte y, tras pasar dos noches en la tranquila Kompong Chan, abandonamos durante un par de semanas el río para dirigirnos al oeste en dirección Siem Reap. De camino disfrutamos de la Camboya rural, con sus grandes plantaciones de caucho, sus arrozales (parece que el buen arroz camboyano se exporta a Vietnam y de éste se importa arroz de peor calidad), sus campos de frutales. También de pequeñas ciudades en las que toda calle fuera de la principal es puro barro en esta incipiente época de lluvias y, como no, de ser el centro de todas las miradas. La generosidad de Bego, que la lleva desde que salimos de viaje a dejar material aquí y allá para uso y disfrute de los lugareños, hizo que dejara en una de esas ciudades el termo que arrastrábamos desde Donosti. Un bulto menos, ¡yuhuu!


En Siem Reap, además de sumergirnos en el arte jemer de los cercanos templos de Angkor, nos sumergimos en las piscinas de un par de hoteles boutique de cuatro estrellas (nos alojamos primero en uno estupendo... para posteriormente ver una oferta aún mejor) durante más de una semana. Un sinvivir.

Maravillados ante el templo de Preah Khan
Esto no es una guía de viajes y no os voy a descubrir las maravillas de Angkor y su ingente cantidad de templos. Resumiría con que tal vez lo más atractivo de los templos de Angkor sea esa mezcla de arte y jungla, del fino detalle de sus grabados envuelto por esos enormes árboles y esa vegetación exuberante. En temporada baja y repartidos en una zona tan extensa, uno ve los templos -si exceptuamos los más populares- casi solo, lo cual imprime una mayor sensación de "descubrimiento arqueológico en mitad de la selva".

Los templos de Angkor eran templos no como en Occidente entendemos nuestras iglesias y catedrales -lugares de reunión pública para la oración-, sino como una forma de que el rey ganara "méritos" ante los dioses... y se esforzaban. Curiosamente, todo lo buenos que eran los jemeres en la construcción en madera, lo eran de malos con la construcción en piedra: por ejemplo, las paredes las construían ladrillo sobre ladrillo y no intercalando ladrillos; tampoco conocían el arco de medio punto, sobradamente conocido en Europa y China en los siglos IX - XV, cuando se construyeron los templos de Angkor. Y sin embargo, ahí están los templos, en pie a pesar de los elementos y la naturaleza. Bueno, no todos están en pie...

Rincones del templo de Ta  Prom
Dejamos Siem Reap con pena, ponderando la fugacidad de las comodidades terrenales (léase hotelazo con piscina) frente a seguir alimentando el espíritu con visitas a más templos por el camino a Laos. Templos a decenas de kilómetros de Siem Reap y por tanto mucho menos visitados que los de Angkor. Beoung Mealea y, sobre todo, Koh Ker apenas han sido desbrozados de la vegetación con la que fueron descubiertos y mantienen esa sensación de Kipling o de Indiana Jones, como el lector prefiera.

Cuando menos los templos y sus alrededores han sido desminados. En 2008 se sacaron de los terrenos del complejo de Koh Ker nada menos que 3000 minas y bombas sin explotar. A pesar de ello, varios carteles conminan al visitante a no abandonar los caminos. Se estima que todavía quedan entre cuatro y seis millones de minas en el campo camboyano. Todos participaron durante años en su colocación: los vietnamitas para proteger unas fronteras, el gobierno camboyano para proteger otras, los jemeres rojos para fastidiar a todos. Receta perfecta para que unos 40.000 camboyanos hayan sufrido amputaciones al pisar una mina o una bomba, uno de los más altos porcentajes del mundo. Todavía ocurren unos 15 accidentes al mes, menos que los 300 mensuales de hace unos años, pero una cifra como para asustar a cualquiera.

Más de 400 minas antipersonas encontradas alrededor de un templo....
Salvo excepciones, pequeñas y enclenques casas de madera con techos de metal bordean la carretera hacia Stung Treng, la mayoría de ellas palafitos en los que el piso de abajo sirve de almacén, de lugar de reunión y, sobre todo, de espacio para haraganear en una hamaca. Algunas tienen un pequeño negocio: un taller de motos, una tienda de alimentación con cuatro cosas, un lugar de comidas. A su alrededor hay bastante vegetación en forma de pequeños huertos, pero cada vez menos árboles, salvo los plantados expresamente para caucho o fruta. El resto de los árboles supongo que habrán desparecido para construcción, combustible y para dejar paso a los huertos.

En Stung Treng retomamos el curso del Mekong río arriba, no sin antes pegarnos un día de descanso en esta tranquila y provinciana ciudad. Los 63 Km parcialmente asfaltados que separan esta población de la frontera son sorprendentemente tranquilos para tratarse del principal paso entre Camboya y Laos. Apenas nos cruzamos con unos pocos coches. Con quienes sí nos cruzamos es con dos mexicanos en bici, Diego y Ramón, pedaleando y "mochileando" por el Sudeste Asiático una temporada.

La "highway" que comunica Camboya con Laos
Esta frontera -realmente casi todas las de la  zona- es famosa por la corrupción policial. Viendo las cifras que se mueven en España sin ir más lejos, "corrupción" es una palabra un poco gruesa cuando los polis piden uno o dos dólares, pero nosotros por principio nos negamos a pagar cualquier mordida, coima, o como queramos llamarlo, por pequeña que sea.

La salida oficial de Camboya fue rápida. Los polis camboyanos nos pidieron un dólar por poner el sello de salida, pero con tan poco énfasis que yo ni me enteré. Entrar en Laos nos llevó algo más de tiempo, una media hora más o menos. Después de pagar los 35$ por cabeza para el visado, nos negamos a pagar los dos dólares extra por persona por ponernos el sello de entrada. Sin llegar a un acuerdo, nos sentamos a esperar. Tres turistas cruzaron la frontera y, cómo no, pagaron. Bego insistió un poco más con la "autoridad", amenazando con sacar la tienda de campaña para dormir ahí mismo si no nos dejaban seguir sin pagar. Los policías recularon un poco y ofrecieron una rebaja: un dólar por persona. Bego se mantuvo educadamente firme, asegurando que un dólar era mucho, que nosotros podemos comer con un solo dólar (sollozos). Al final, sonrieron, pusieron el sello y, ¡bienvenidos a Laos!

Un abrazo
Surcando el río Mekong desde la frontera con Vietnam hasta Nom Pen
Las "vacas-caballos" dibujadas en las paredes del templo Phnom en Nom Pen eran idénticas a las de la realidad
Una comida típica de Camboya son los huevos con fetos de pollos dentro. En realidad en Camboya se lo comen t-o-d-o, y es fácil probar tarántulas, saltamontes, escorpiones, gusanos del bambú, ranas, todas las tripas del mundo mundial..... Vamos, que se ve que lo han pasado mal.

El fotogénico Salón del trono (Preah Tineang Tevea Vinichhay) usado por el rey para reuniones diplomáticas y oficiales.

Entre los palacios de Nom Pen coincidimos con monjes también de turismo, y también necesitados de sombra y descansitos entre visita y visita.

De la colección "qué pena me da no poder llevarme cositas de recuerdo en la bici"
Estos son los jardines y el boulevard frente al Palacio Real. Con mucho ambiente a última hora del día. Niños, vendedores ambulantes de globos, dulces, bebidas... En el 2000 cuando yo estuve por aquí Nom Pen no estaba del todo asfaltada, su iluminación era muy pobre, se consideraba peligroso salir por la noche, y esta parte del río estaba plagada de camboyanos mutilados por minas antipersonas. Incapacitados para trabajar, y sin ayudas económicas, su único recurso era mendigar. Las guías de viaje te informaban de que realmente lo necesitaban, y que reservaras una parte de tu presupuesto de viaje para ayudar a esas personas. Nadie mendigaba hoy en día. Prohibido o les ayudan por fin económicamente?
Qué fácil hacer kilómetros alrededor de Nom Pen en las islas de la Seda en el Mekong con estos cacharritos.
Da igual lo rural que sea la zona por la que pedalees, y lo humildes que sean las casas donde viven los camboyanos, los monasterios y sus templos siempre son grandiosos y de lo más coloridos, especialmente todos los cercanos a Nom Pen.

Las sonrisas camboyanas. Paramos a tomar nuestros zumos de caña de azúcar en mini poblaciones, y casi siempre atraemos a los más pequeños
En algunas cosas Camboya curiosamente nos ha recordado a Filipinas. Tienen un postre muy parecido al halo-halo, aquella gran guarrería llena de trozos de todo  y virutas de hielo, y para comer es muy típico encontrarse con puestos callejeros con diferentes cazuelas que vas levantando hasta encontrar algo que te guste. En el termo azul cilíndrico, el arroz. 

Cuando decimos que se lo comen todo es que se lo comen todo. Recogiendo raíces de flor de loto que partidas en trozo van sobre la sopa de fideos con curry amarillo de pescado desmenuzado.
Además del "Amok" que os decía Hugo, otros platos típicos de Camboya son la ensalada de papaya, el pollo con gengibre, la ternera "Lo Lak", o el arroz frito con una especie de salami dulce.
La mayoría de los complejos de templos más monasterio están llenos de esculturas de animales y similares, algunas de lo más curiosas y "divertidas".
La típica casa rural camboyana en las zonas cercanas a los ríos y lagos, son palafitos de madera, con los tejados de teja y  adornos por encima.
En algunas partes del Mekong nos ha costado más dar con algún ferry que nos cruzara, pero siempre lo hemos encontrado.
Los puestos de comida que se encuentran en y alrededor de los mercados. Carne y pescado a la brasa.
Vuelta a un país budista, y aunque no ha sido tan común como en Myanmar, sí que hemos compartido carretera con los monjes que salen a pedir por los alrededores de su centro.
Una forma de transporte de mercancías que hemos visto mucho por Camboya. Motos tirando de "carros" cargadísimos.
No nos quitó ojo en todo el rato que descansamos en el puesto de batidos anexo al suyo, pero no le hicimos negocio. Vendía pequeñas almejas con cantidad de sal y expuestas todo el día al sol, qué miedo!
Camboya es un país productor de caucho y camino de Siem Reap pudimos ver muchos bosques de donde se extraía.
De otra cosa que está plagado el país es de carteles pro CPP. Algunos también del Rescue Party, pero menos.
Entre las visitas estuvo la montaña budista Sam y sus más de 800 escalones para llegar a su cima. Tanta bici y con agujetas dos días después!
De nuevo otro país donde hemos compartido muchos kilómetros con niños y niñas yendo y viniendo de los colegios.
Con Alex, un francés que viene de Nueva Zelanda camino Francia y que podéis encontrar en pixnbike, en agphoto o en instagram como @agphotofr. Alex es otro ingeniero. Llama la atención la de ingenieros/as que cambiamos la oficina/taller por el mundo por largas temporadas.
La molona escritura camboyana.
Un despatarrado comiendo a otro despatarrado. Unos kilómetros antes nos habíamos cruzado con un cicloturista americano que nos había preguntado cómo resolvíamos el tema comida en Camboya. Pedaleaba 200 millas (millas!) al día, normal que ni viera estos chiringuitos.
Una de las puertas de entrada del Angkor, en concreto la puerta de la Victoria. Qué sensación la primera vez que pedaleas bajo una de ellas.
Anochecer en los templos de Angkor. Desde Phnom Bakheng. Los amaneceres leímos que estaban sobrevalorados y no les dimos oportunidad ;p
Algunos de los templos todavía mantienen "vida" en su interior. De hecho parece que ya está claro que nunca fueron descubiertos por los europeos, porque realmente nunca fueran abandonados del todo.
Un guardián en el templo de Banteay Kdei.
Una puerta siendo devorada en el templo de Ta Som.
Las caras más fotografiadas entre los templos del Angkor son las del templo de Bayon, pero se ven en muchos otros templos, como éstas sobre la puerta de entrada de Ta Som.
Son muchos los guardianes de los templos pero pocos los que hacen su trabajo. Imaginamos que no cobran mucho y que sus jornadas son muy largas, porque se les ve más en hamacas que cuelgan por los alrededores que en el interior de los templos. Muchas mujeres se llevan a sus hijos al trabajo quienes corretean entre los templos poniendo la nota de alegría. Éstas dos sí estaban en sus puestos, viendo una peli en el móvil que tenían metido en el sombrero de una de ellas.
En Angkor hay muchas referencias al mito hinduista samudra manthana (batido del océano). Protagonistas de dicho mito son los demonios (como los de la imagen), la serpiente (de la que tiran), y otros como dioses, y las múltiples representaciones o avatares de Vishnu.
No podía faltar el salto sobre el Angkor Wat. Y sin gente! No hay como programar la visita para la hora de achicharre en la que todo el mundo desaparece.
En realidad los relieves de Angkor están en largos pasillos cubiertos, por lo que el sol no preocupa mucho. En su mayoría están muy bien conservados o restaurados, y resulta interesante todo lo que "narran".
En este relieve los jemeres (los de la izquiera, todos ordenaditos), y los siameses (los de la derecha, con diferentes pelos, ropajes, y desordenados).
Hay viajeros que se resisten a conocer Angkor Wat por las masas de turistas que presumen que habrá. Lo cierto es que en temporada baja, y planificando un poco las visitas (visitando los templos más famosos en las horas menos deseadas), se disfruta, y mucho, este patrimonio de la humanidad de Unesco que muchos consideran la octava maravilla mundial.
Este templo ya de camino a Laos, parecía más salido de Centro América.
Tanto en Vietnam como en Camboya, hemos visto un trato a los animales con el que no comulgamos. Culebras, aves, pequeños felinos y primates enjaulados. Este bebé no soltaba a una joven de  16 años que lo tenía como mascota.
Y después de dos semanas largas regresábamos al río Mekong, que ya no abandonaremos en una buena temporada. Curioso haberlo visto hace más de un año en China, ahora en Vietnam, en Camboya, y seguirlo ahora por Laos.
Mi tentempié favorito de Camboya, plátano frito rebozado. Se encuentra por todas partes y por 0,25 euros nos ponen suficientes para los dos.
Con Ramón y Diego, matemático y físico mexicanos en un viaje muy interesante de varios meses. Un poquito del sudeste asiático en bici, otro poquito de Myanmar, algo de templos en el Himalaya indio, India más profunda en Varanasi y alrededores... Después de funcionarios y enfermeras, los profesores e investigadores de universidad son los que más vemos viajar.

8 comentarios :

  1. Si, Angkor precioso, pero lo mejor es ese baño en la piscina después de visitarlo. Merce y yo también nos alojamos en un hotelito de esos cuando estuvimos por allí, saliamos arrugados todos los días.
    Nosotros esperando nuestro visado iraní y acojonados porque todo el mundo nos dice que tenemos que subir montañas hasta el infinito y más allá

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    1. Te acordarás de los baños en los hoteles de Siem Riep cuando estés a los ¡54º! de temperatura que hay en no sé qué lugar de Irán. Os vais a derretir :-)

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  2. Precioso reportaje este de Camboya . Que bueno haber podido coincidir con Veronika y Fernando , me imagino que intercambiariais muchas anecdotas y tambien que coicedireis en la forma de pensar y plantearos la vida.
    Si yo hubiera sabido de pequeño que ser ingeniero conllevaria poder vijar por el mundo en bicicleta , seguro que hubiera sido mas aplicado,pero nadie me lo comento.
    Bego la foto dl cielo del Anochecer en los templos de Angkor IMPRESIONANTE .
    Bueno un saludo y que los disfruteis , vosotros que podeis.

    Juan Martin

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    1. Hola Juan Martin,
      Sí, conocer a Fernan y Vero estuvo genial, y a pesar de coincidir en muchísimas cosas diferimos en otras fundamentales. Nosotros tenemos claro que regresamos, y ellos son ya ciudadanos del mundo.
      Y no sé si dice algo bueno de estudiar ingeniería que en cuanto podemos escapemos, aunque sea temporalmente, jeje!
      Me alegra que te gusten los cielos esos "empedrados", como los llamaste en una foto similar de China. Entre las cosas buenas que tenéis en tu región, son esos cielos relimpios que dejan hermosos anocheceres. A disfrutarlos también por allí!

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  3. Buenas Hugo ,me acabo de encontrar con Elsa en donosti que me puso al día de tus aventuras.abrazos y pedalead duro

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    1. ¡Sorpresa! ¿Por dónde andas? ¿Te vienes a pedalear por Laos? El txistu no es muy común por estos lares y seguro que te sacabas un dinero...

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