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14 de octubre de 2015

Cuestas imposibles, malas carreteras y un frío del carajo: disfrutando, y mucho, de los Himalayas de la India

- Veeeerygoodmorning, sir. Whereareyoufrom, sir?
- Spain...
- Oooooh, Spainisaveryveryfinecountry, splendid, sir. Andwhatsyourgoodname, sir?
- Er..., Hugo, and yours?
- Verylovelyname, sir! Mynameis Tirurichipiramnavarsujay, sir.

Volver a India nos ha obligado a refrescar nuestro "inglés con características indias". No hace falta que sea Hindish, esa mezcla de hindi e inglés, para no enterarse de nada; aunque sea puro inglés, ya es complicado entenderles. Hablan como ametralladoras sin apenas pausas entre las palabras, con peculiares sonidos intercalados que soy incapaz de reproducir en el texto y con movimientos laterales de cabeza que no ayudan necesariamente a la comprensión, pues pueden querer decir no, sí, a veces, no tengo ni idea, ya he terminado de hacer la foto y, seguramente, muchos más significados. Pero a pesar de las dificultades iniciales, es un gustazo escuchar su rico inglés, adornado con vocabulario victoriano y, sobre todo, volver a poder comunicarse con la gente -con bastante gente, por lo menos-, y así tener conversaciones que vayan más allá del famoso "¡Atkuda!" de Asia Central.

Curiosamente, pues parece mucho más, algún académico afirma que solo el 3% de la población india habla inglés. Realmente no me acabo de creer ese misérrimo 3% de angloparlantes. ¿Supongo que no incluye a los millones de indios que lo chapurrean? Claro que, como son muchos millones de indios, aunque solo sea ese 3% situaría a India en el cuarto lugar en el mundo en número de angloparlantes con cerca de 40 millones. Además, entre ellos está la población más rica y poderosa, lo que defiende al inglés de los periódicos ataques nacionalistas de algunos. Y como "solo" unos 420 millones de indios hablan hindi -junto con el inglés, la otra lengua oficial del país en asuntos de Gobierno-, el inglés es la lengua franca entre los indios.

Pero comencemos por el principio. A pesar de haber pasado diez u once días en Bishkek, nuestro último día en Kirguistán fue un absoluto estrés empaquetando las bicis para meterlas en el avión que nos llevaría a Delhi y de ahí a Srinagar. La de Bego entró en una caja; para la mía hizo falta "coser" trozos de cuatro cajas, lo cual supuso pagar un extra en el vuelo Delhi-Srinagar. Por lo menos, durante el viaje disfrutamos de espectaculares vistas sobre todas las cordilleras de la región incluyendo los Himalayas. Una pena que la burocracia de los visados nos impidiera pedalear por ahí.

De Delhi volamos a Srinagar en Cachemira a las intempestivamente tempranas horas de las 5:45 de la mañana..., lo cual no está tan mal cuando uno pasa la noche en el aeropuerto. Para nuestra alegría y alborozo -y también, por qué negarlo, algo de sorpresa- las bicis llegaron a Srinagar en buen estado. Al montarlas fuera del aeropuerto tuvimos ya la primera muestra de lo que iba a ser India: unos quince tipos sin aparentemente nada mejor que hacer se congregaron para ver, y comentar la jugada, como si de un Madrid-Barça se tratara, cómo íbamos rearmando las bicis. Aunque se mantenían a una distancia de aproximadamente un metro, de vez en cuando alguno lanzaba la mano para sujetarte el manillar mientras apretabas un tornillo o alcanzarte una herramienta.

Y después a la carretera. Ya se nos había olvidado el caos y el ruido de las carreteras indias, en donde prima la ley del más fuerte ("Might is right") y el folclórico sonido cacofónico de mil y un bocinas es tu continuo acompañante. De hecho muchos buses y camiones muestran en su trasera eso de "Please horn" o 'Blow horn", animando al personal a meter ruido. Lee este interesante artículo de El País al respecto.

Srinagar, en la Cachemira india junto a la frontera pakistaní y centro de no pocos enfrentamientos y atentados, ha sido una zona off-limits durante unos cuantos años. Ahora disfruta de una relativa paz y tranquilidad, los turistas vienen a visitar sus lagos y montañas, se alojan en los houseboats (los hoteles flotantes, cuya idea surge porque en los tiempos de la colonia a los británicos no les dejaban poseer tierras... y yo me pregunto, ¿quién no les dejaba, si los británicos eran los colonos?) que llenan el río y una parte de su precios lago, y parece que está reviviendo. Ello no impide que en la región haya casi más presencia militar que civil: el aeropuerto, todos los puentes, en muchos puntos de las carreteras o de las ciudades están literalmente tomados por los soldados velando por la seguridad.

Saliendo de Srinagar, los bocinazos que el primer día oíamos con simpatía por los recuerdos que nos traían a la mente de anteriores viajes por la India empezaron a convertirse en una molestia para acabar sacando lo peor de mí. Es cierto que en general los automovilistas tienen buena intención y te avisan de su presencia a su ruidosa manera. Hasta te sonríen mientras te taladran el tímpano con un claxon hipohuracanado. Pero cuando es toooodo el día a toooodas horas y con bocinazos más largos y continuos que un simple "tut" de "hola"... ganas me entraron de asesinar a más de uno. Menos mal que, como decía Disraeli, "viajar enseña tolerancia" y me contuve, que si no...

Y hablando de conducir, la carretera Srinagar-Leh está jalonada de carteles con frases que pretenden exhortar al conductor indio a conducir más responsablemente. Es una batalla perdida, pero muestran el a veces un tanto cursi ingenio indio: "be gentle on my curves", "a cat has nine lives but not the one who drives", "driving faster brings disaster", "more you speed, more you skid", "better be Mr late than late Mr", "accident big or small avoid them all", "after whisky, driving risky" y ripios similares. Pronúnciese con acento indio mientras meneas la cabeza de lado a lado y resultan deliciosos.

Subiendo el puerto de Zoji La
Polvo, mucho polvo, y camiones, muchos, muy coloridos y tremendamente ruidosos camiones, fue lo que tuvimos que sufrir subiendo el larguísimo puerto de Zoji La (3.530m), puerto que marca la frontera entre Cachemira y Ladakh. El paisaje empieza a cambiar, del verde valle de Cachemira al rocoso y pelado terreno del antiguo reino de Ladakh. Ladakh, por cierto, significa "la tierra de los altos pasos"; por qué será...

Además de camiones "normales" (si es que se puede llamar normal a un camión indio, con sus infinitos colgantes, sus abigarradas decoraciones en technicolor, y cuajados de frases del tipo "proud to be a muslim/hindu", "please horn", "good luck", "use dipper at night"), tuvimos que sufrir larguísimos convoyes de camiones militares (más de cien camiones, en fila uno tras otro. En fila india, por supuesto), ocupando toda la carretera y ahogándonos en polvo.

De Drass a Kargil, del verde al no tan verde
Y es que esta zona sigue en estado, si no de guerra, sí de latente conflicto, con las fronteras entre India y Pakistán y entre India y China todavía en discusión. Con los chinos parece que está calmado, pero con los paquistanís cada dos por tres hay un lío.

Dormimos en Drass, lugar cuyo salto a la fama ocurrió el 9 de enero de 2005 cuando los termómetros marcaron -60°C y se convirtió en el segundo lugar más frío del planeta, tras la siberiana Yakutia. Por suerte en agosto disfrutamos de un agradable frescor nocturno y nada más.

Al llegar a Kargil nos encontramos con Eneko (gurpilekinbidaiari.blogspot.com), un cicloviajero de Gernika, que tras unos cuantos viajes por el mundo en bici o sin ella, ahora está pedaleando seis meses entre Dushanbe y Kathmandú (bueno, después cambió a Dushanbe, Tokio, Bangkok). Con él viajaremos durante unos cuantos días, hasta Nako y finalmente nos despedimos de él en Chandigarh. Seguro que volvemos a disfrutar de su compañía en otras pedaladas por el mundo...

Con Eneko y Mark en una guesthouse tibetana
Esta parte de la carretera se encuentra generalmente en buen estado, lo que facilita enormemente el avance por estos continuos sube y bajas por puertos de tres, cuatro y hasta cinco mil metros. Casi todos los días acumulamos más de mil metros de desnivel positivo, que a esta altura en la que el oxígeno empieza a escasear, no es baladí.

Tras tanta cuesta, en Lamayuru nos tomamos un día de descanso, roto únicamente por la visita al gompa o monasterio budista tibetano. No sé cuántas veces habré leído reseñas de sus deidades, imágenes y demás; siempre me resulta nuevo y un tanto confuso, pues soy incapaz de retener esos impronunciables nombres, me es imposible diferenciar y recordar las posturas de sus manos y dedos, de sus "complementos" que identifican a algunos de ellos.
Lamayuru
Además, y para aderezar la confusión, aunque ese sea otro de los aspectos interesantes de este recorrido, en relativamente pocos kilómetros uno pasa de zonas de cultura musulmana a budista tibetana y a hindú. Más adelante, cuando fuimos a Punjab -especialmente a Amritsar-, también sikh. Y seguramente también vimos zonas jainitas, zoroastas y hasta algún cristiano. Al final, uno tiene un cacao que no sabe qué está mirando. Por ejemplo, aunque todas sean diferentes representaciones de Brahman -y, a su vez, de sus tres principales representaciones, Brahma, Vishnu y Shiva- el hinduismo tiene 330 millones de deidades, tooooooma ya (lo dice la Lonely Planet... ¿se habrá columpiado?). Como para distinguirlas. No ayuda precisamente el que un mismo dios se pueda presentar de diferentes maneras o que toda imagen esté tan absolutamente recargada de motivos, colores y formas... Como los camiones, vaya.

Monjecitos del monasterio de Likir
Lógicamente todo ese lío y diversidad también es riqueza, variedad y contraste y no se plasma solo en mezquitas musulmanas, gompas budistas, templos hindús y gurdwaras sikhs, sino también en la comida, la arquitectura, la gente y sus costumbres. Difícil aburrirse ante todo ello.

En Likir dormimos en una lamasería. La hospedería resultó ser un tanto cutre, con camas minúsculas (como era de esperar yo no cabía, así que me tocó dormir en el suelo) y todo bastante sucio, pero el monasterio, muy tibetano, y su localización, en un valle entre altas montañas, era una belleza. Compartimos la cena con los alumnos, 35 chavales a cada cual más esmirriado. Normal: la cena consistió en un no muy abundante plato de lentejas medio duras y una hogaza de pan, que nos dejó bastante hambrientos, de tal forma que tras la cena nos fuimos a la tienda del monasterio a
Paisajes de Srinagar a Leh. Veis a Hugo y Eneko?
comprarnos unas galletas. Los críos estudian gratuitamente desde los cuatro hasta los dieciséis años y combinan las asignaturas de un colegio normal con religión y filosofía budistas. Ahí les vimos, desde primera hora de la mañana hasta ya entrada la noche tras la cena, cantando y repitiendo una y otra vez preceptos y oraciones budistas como si fuera la tabla de multiplicar. No parece el sistema educativo más moderno e innovador del mundo, pero supongo que por lo menos desarrollan la memoria.

Y llegamos a Leh, capital de Ladakh, que, a pesar de ser el centro del turismo activo y espiritual de la zona, mantiene aún un ambiente relajado y razonablemente auténtico..., aunque algún barrio recuerda a Thamel en Katmandú. Posiblemente ayude el que cuando llegan los fríos y las nieves allá por el mes de octubre, Leh se queda aislada (por tierra) del resto del mundo hasta junio y le da tiempo a regenerarse de los excesos del turismo.

De la colección "sin alforjas se vuela"
Tras un día de descanso decidimos subir al puerto de Khardung La, con 5.359m de altura normalmente considerado como el puerto abierto al tráfico rodado más alto del mundo y así lo describen los carteles en su cima. Según la Wikipedia esos carteles mienten bellacamente, pues hay otros por la zona más elevados. Sea como fuere, es tan alto que uno de esos carteles te avisa de que estar más de 20-25 minutos en ese punto puede resultar perjudicial para tu salud. Como un paquete de tabaco. Algo que al pedalear se nota: a 5.000 metros solo hay un 55% del O2 que encontramos a nivel del mar... Normal que uno se ahogue.

Carreteras construidas "a mano". Sonrisota cuando saludabas.
En esta carretera, como en otras de la zona, hemos visto a trabajadores (bueno, en esta carretera eran casi todas mujeres, en otras eran exclusivamente hombres) picando piedra en el camino. Pican piedra con martillo y cincel, a veces solo con martillo, para arreglar,  ampliar y acondicionar el camino. Tras lo que imagino como una durísima jornada de trabajo, duermen en unas tiendas hechas a base de plásticos y restos de materiales de construcción. Parece ser que en su mayoría vienen de la paupérrima provincia de Bihar y que cobran unas 300-400 Rupias diarias (unos 4-6€). A pesar del pobre salario y de la dureza y lo ingrato del trabajo nos saludan sonrientes, tal vez porque en su Bihar natal cobrarían menos y las condiciones meteorológicas serían peores. Todo es relativo y según algunos hasta pueden sentirse, increíblemente para ojos occidentales, afortunados.

Centrando la rueda con muuuuuucha paciencia
Desgraciadamente el estupendo día acabo mal: al llegar a Leh comprobé que el buje trasero de mi bici estaba roto y, maldición, en Leh nadie dispone de esa pieza. Por suerte tras intentar solucionarlo con el fabricante de la bici en Alemania, la tienda donde la compré en Pamplona, el representante de Shimano en Dehli y la oficina del fabricante en Singapur (lo de las comunicaciones hoy en día es una pasada..., aunque a la postre los resultados no lo sean), Rubén, un gasteiztarra amigo de nuestro compañero de pedaleo Eneko que se venía a ciclar por India me hizo el enorme favor de buscarla, comprarla y traerme la pieza hasta Leh. Gran suerte la mía, ¡gracias Rubén!

El desmontar y montar toda la rueda con su cassette, radios, centrar la rueda, etc. fue peor que subir el Khardung La de marras y nos llevó el mismo número de horas, pero no os voy a aburrir con nuestras cuitas mecánicas.

Amaya, Eric, Julien, Eneko y Hugo
En Leh pasamos buenos ratos con Eric y Amaya (www.worldbiking.com, una leyenda del cicloturismo tras nueve años pedaleando por todo el mundo) y Julien, otro cicloturista casi ya más indio que francés. Encantadores los tres y nos "obligaron" a hacer algo de turismo por la ciudad, subir al fuerte de Leh a ver el anochecer, además de enseñarnos lugares donde comer thali (arroz, verduras, lentejas, otra legumbre y pan, con la opción de repetir de todo hasta saciarte) por 50 rupias (0,7€).

Thali sencillo (arroz, verduras y lentejas) y thali especial (con extras)
Nuestra dieta, salvo excepciones cuando estamos en lugares sofisticados como Leh o Srinagar, es el thali antes descrito (generalmente en su versión pobre de solo arroz y lentejas, muy nutritivo pero un poco aburrido) o los instant noodles, que aquí, sean de la marca que sean, se llaman Maggi. (Como los autobuses de lujo, que, sean de la marca que sean, se llaman Volvo).

Junto con Eneko y Rubén partimos tras una semana en Leh hacia Manali (bueno, al pobre Rubén solo le dejamos un par de días de aclimatación..., pero aguantó como un campeón), con un desvío "off-the-beaten-track" a Tso Moriri y Tso Kar, dos preciosos lagos de alta montaña visitados por trashumantes estivales. De camino paramos en los monasterios de Thiksey y de Hemis. En este último asistimos a los rezos matutinos de los monjes, una letanía interminable con un ritmo y unas voces muy particulares..., y con los jóvenes aprendices de monjes más atentos a nosotros que al rezo.

Unos kilómetros asfaltados camino Tso Moriri que nos engañaron
La buena carretera inicial se convirtió en un infame pedregal al acercarnos a Tso Moriri, posiblemente los peores 14km del viaje. El pueblo de Korzok resultó también bastante infame, pero por lo menos el lago, de un intenso color azul rodeado de montañas con sus picos nevados, mereció la pena.

Llegamos a Tso Kar tras cruzar tierras sulfurosas con algún minúsculo geyser, caminos pedregosos y arenosos, un puerto de 4.981m que nos costó subir, y luchar contra el viento.

Ya de vuelta en la carretera principal, la mítica Manali-Leh nos dió un respiro con el asfalto, pero nos castigó con un fuerte viento en contra y, por supuesto, potentes cuestas. Los paisajes son extraordinarios en este desierto de altura; pedaleamos alrededor de los 4.000m. Curiosamente, para ser un país conocido por sus abstemios, los nombres de los lugares por los que pasamos se llaman Whisky Nalah, Brandy o Zing Zang Bar. Son puestos seminómadas, pues al final de la temporada, cuando la nieve y el frío hacen esta carretera intransitable, cierran todos o muchos de sus garitos. Hasta entonces, mediados de septiembre u octubre, ofrecen a turistas y camioneros comida y alojamiento básicos a precios económicos.
Paisajes de la carretera de Leh a Manali
Antes de llegar a Manali tomamos un desvío bastante infecto hacia Spiti. La ruta del valle de Spiti es probablemente la más espectacular por la que hemos pedaleado en todo el viaje hasta la fecha. Transcurre por unos caminos imposibles, horadados en la montaña, dejando a un lado un precipicioooooo, que te hace circular con mucho tiento. Las orillas del río están flanqueadas con imponentes formas rocosas, algunas parecen contrafuertes sosteniendo las enormes montañas que no paran de subir a sus orillas. Mirando el mapa de la ruta del día siguiente, alguien comentó que, como la carretera transcurría junto al río, no iba a haber cuestas. Ja, ja, ja, ilusos de nosotros. No hemos parado de subir y bajar. Estamos, claro, en los Himalayas y aquí todo es grandioso, abrumador, inmenso.

Camino del desvío al valle de Spiti. Polvo, polvo y polvo.
El atento lector se habrá percatado de que, de un tiempo a esta parte -más o menos desde nuestra llegada a los Pamires-, continuamente describimos los paisajes como magníficos, grandiosos, épicos, imponentes, apabullantes, bíblicos, etc. y tal vez esté un poco cansado de tanto superlativo. Pues aquí... me temo que más de lo mismo. ¿Qué le vamos a hacer si es así? De hecho, en una entrada anterior mencioné cuatro carreteras míticas de Asia y entre ellas no se encontraba ninguna de la India. Pues desde hoy, solemnemente declaro que, tanto secciones de la Manali-Leh como la carretera del valle de Spiti también son míticas, épicas y lo que haga falta. En esta zona, además, los paisajes están magníficados por la claridad del aire y el intensísimo azul del cielo. Bueno, intenso azul hasta que llega una tormenta, también intensa. En esa ocasión al empezar a bajar un puerto azotados por el fuerte viento y la fría lluvia (estábamos a 4.100m), el sol se abrió paso y nos regaló con el arco iris más -también- intenso que nunca he visto.

Atención a la importancia del color de piel: "very fair"
En Nako coincidimos con una boda -aunque no participamos en ella, sufrimos sus excesos sonoros- y en otros pueblos vimos sus preparativos. Septiembre y octubre son meses de bodas en India, y en todos los pueblos ves a hombres y mujeres tocados con los sombreros tradicionales y ropas vistosas. Todos los lugareños están invitados y no es extraño que a las bodas acudan entre 1.000 y 3.000 invitados. Por cierto, algunas cosas en lo relativo a las bodas en India está cambiando, pero otros aspectos permanecen. Casi todas las mujeres se casan antes de los 30; tener hijos fuera del matrimonio es excepcional; los matrimonios son casi siempre concertados (se siguen viendo peticiones de pareja en la sección de anuncios por palabras de los periódicos, anuncios clasificados por comunidad, religión, casta, nacionalidad, idioma, etc.); el pago de una dote es habitual; y el 90-95% de los hindúes se casan dentro de su casta considerada en sentido amplio. Pero el sistema ha cambiado: aunque la decisión del matrimonio sigue siendo una decisión familiar, si antes eran los padres o los hermanos mayores quienes presentaban una potencial pareja al "matrimoniable", que tenía derecho de veto, ahora es el "matrimoniable" el que busca a la pareja y la presenta a la familia, que a su vez tiene derecho de veto. Y la pertenencia a una casta o la posición económica ya no son tan determinantes.

Cajas y cajas, camiones y camiones, toneladas y toneladas de manzanas
Aunque las cuestas y las malas carreteras sobre las que hacía mención en el título continuaron, en el valle de Spiti el frío (que habíamos sufrido hasta 8 bajo cero), remitió.

Y más aún cuando pasamos del valle de Spiti al de Kinnaur. Y no solo cambió la temperatura. De las áridas, yermas, peladas montañas de Spiti, sus espacios abiertos de cielos azules, sus gentes de facciones tibetanas, su relativamente sobrio budismo, sus casas encaladas con ventanas enmarcadas en color verde o rojo y con la paja en el tejado, pasamos al muy verde y fértil Kinnaur, su ambiente hindú, las ruidosas y desorganizadas ciudades, su humedad -que ayuda a restañar las grietas en labios y dedos creadas por el ambiente seco de Spiti...., e impide que se seque la colada- y la copiosa lluvia monzónica -que nos ralentiza y nos obliga a descansar-.

Las abarrotadas calles de Shimla
Entre esos cambios, la fruta. La última fruta con la que yo identificaría a la India es con la manzana. Y, sin embargo, en esta parte del estado de Himachal Pradesh se ven por todos lados, así como camiones y camiones transportándolas. Eso sí, no se ofrecen en ningún menú, ni, que nosotros sepamos, forman parte de ningún plato o postre ahí donde se producen.

Shimla, la capital de Himachal Pradesh, es una ambientada ciudad encaramada en un estrecho risco de 12km de largo -como te despistes unos metros te caes monte abajo- risco que es una agradable calle peatonal llena de gente. Hasta a los ruidosos y a veces un tanto agresivos monos les gusta, de los que hay unos cuantos, para temor de propios y extraños, pues a la mínima te roban algo o, peor, te atacan. A principios del siglo XIX un funcionario escocés decidió que en verano hacía mucho calor en la capital y se construyó una casa en Shimla. Parece que con gran poder de convocatoria, en poco tiempo consiguió que la capital india se trasladara desde Calcuta -y después desde Delhi- a Shimla cada verano, algo que se mantuvo hasta 1939. Un gasto, pero por lo menos los británicos tenían una razón -escapar del calor- no como los europeos y la estupidez de Estrasburgo.

Desde Shimla seguimos hacia el sur y en una jornada bajamos más de dos mil metros. Cuanto más bajamos más aprieta el calor, más ruidosos -y peligrosos- son los automovilistas, más animales te encuentras en la carretera (monos, vacas, búfalos, caballos, mulas, perros,..., todavía ningún elefante, pero tiempo al tiempo), más sucio y polvoriento está todo, más intensos son los olores. Tras unas cuantas semanas por estos lares, por fin sentimos que estamos en India (estamos llenos de prejuicios, ¿no?). Ya os lo contaremos... cuando funcione internet otra vez.

Un abrazo

Le pedí al zapatero de Kargil si podía sacarle una foto, y me dijo que sí, si le sacaba también a su amigo. Era más guapo ;)
En medio de pueblos turísticos, los locales siguen con su día a día. Venta de lana.
El legado británico se ve en los uniformes. Al igual que en muchos lugares de África, sorprende ver a niños trajeados en mitad de pueblos de lo más pobres
El segundo de los muchos y muchos pasos de los Himalayas indios. Viento feroz.
Paisaje de Mulbek a Lamayuru
Mismo día de Mulbek a Lamayuru. Lo que pueden cambiar los paisajes en el mismo día en esta parte del planeta
Pues sí, mismo día de Mulbek a Lamayuru, tras subir un puerto de más de 4.000m. Regalos de la naturaleza
Om-mani-padme-hum....
La carretera de Srinagar a Leh estaba plagada de controles
Cómo no iba a gustarle a Julien subir a lo más alto de Leh a ver el anochecer todos y cada uno de los días que pasó allí??
El monasterio budista tibetano de Thiksey. 600 añitos. Doce niveles en la montaña. Un lujo tener toda esta cultura escondida entre tanta montañota, y poder disfrutar de ambos
Un buda de nada menos que quince metros en el monasterio de Thiksey
Entre las ofrendas en los templos, además de dinero y comida, encontrabas las cosas más peregrinas
Mereció la pena madrugar para participar (como oyentes) en los rezos matutinos y que nos dejaran sentarnos entre ellos. 
Paisajes siguiendo al río Indo
Noodles... y de postre, la joyita que Rubén trajo en sus alforjas: un queso de Idiazabal!!!
Tso Moriri. Mereció la pena todo el sufrimiento, para llegar y para salir!!!
Vida en Kochkor....
Alto en el camino a Tso Kar para ver unos pequeños geysers de agua sulfurosa
Llegando a Tso Kar
Rebaño de yaks
Bajando a Pang
Veis a Hugo?
Parabas para intentar recuperar la respiración, mirabas hacia atrás, y sonrisón
Lo bueno de carreteras tan estrechas, era que cuando se encontraban un par de camiones en cada sentido en sitios complicados, tardaban tanto en conseguir pasar que teníamos el camino para nosotros solos. Hugo, Eneko y Rubén. Un giputxi, un bizkaino y un alavés. Como en los chistes.
Eneko y Rubén, y a ver quién me lo discute
Hugo arrancando con las 21 curvas de Gata. Suerte que eran de bajada!
Los "restaurantes" y "hoteles" de la carretera Manali-Leh eran tiendas redondas de lona o txabolas de metal como la de la foto. La parte "hotel" consistía en quedarse a dormir sobre las mismas colchonetas sobre las que comías
Paisaje de Sarchu a Patsio
Entre Patsio y Keylong. Décimo día de pedaleo continuo, dándolo todo sabiendo que al día siguiente descansaríamos. Lo de descansar es un decir, toca hacer mantenimiento del body, de las bicis, colada, comprar viandas, leer acerca de los futuros valles cuidando de no dejarse nada interesante por el camino...
A la salida de Keylong
Algunos de los días del Spiti Valley estuvieron entre los más duros del viaje hasta la fecha. Polvo, enormes cantos sobre los que no se podía ciclar, la "carretera" convertida en río... Era difícil avanzar. Para hacerlo más llevadero jugábamos a intentar pedalear sobre el agua. Ya sabéis quién acababa empapada, no?
De Gramphoo a Batal, llegando con el sol ya metiéndose a un llano donde poder plantar la tienda. No era tan fácil encontrar lugares "aptos" para acampar
Rubén subiendo un puerto tras Batal, en el valle de Spiti
Bajadas gloriosas. De Batal a Kiato.
Montañotas de colores
Le había pedido a Hugo que en India no acampáramos. Las historias de violaciones me aterrorizaban, y recordaba especialmente la de una ciclista belga violada en las afueras de Agra por seis indios en presencia de su pareja. Julien, el ciclista francés que conocimos en Leh, había sido atacado cuando acampaba. Consiguió escapar pero cuando regresó le habían destrozado la tienda y la bici parcialmente. Pero hemos acabado acampando cantidad de noches en los Himalayas. La libertad de parar cuando y donde quieres, la privacidad de la tienda frente a las tiendas comunes, el WC sin olores, el mágico ruido del hornillo, las estrellas, ....
Acampas en las afueras de su pueblo, te descubre volviendo del huerto, y comparte contigo los cuatro guisantes que ha recogido ese día. El mundo está lleno de gente con enormes corazones.
Monstruo
Rubén y Eneko bajando al río para cruzar al otro lado del cañón. De Kiato a Kaza
Hugo ante la inmensidad. De Kiato a Kaza
Pueblos tibetanos en el valle de Spiti
Otro gran atractivo de la India es que los perros callejeros - abundan - ignoran por completo a los ciclistas. En Kaza, la pequeña capital de la región del valle de Spiti
Subiendo al templo de Dankhar, un desvío de kms y metros de desnivel. Mereció la pena.
Viendo los trazados de la carretera uno se explica fácilmente cómo es posible que constantemente haya deslizamientos que bloquean la carretera, en ocasiones días y días. De Kaza a Tabo.
El monasterio budista de Tabo de más de mil añitos. En el interior de sus varios templos, magníficas pinturas murales y figuras de estuco de siglos y siglos. Y con lugar para alojarse. Un lujo.
Este día no podía con mi alma. Estaba anocheciendo y sabía que "los chicos" me llevaban por lo menos una hora de ventaja. Entonces me comenzaron a adelantar una centena de coches que se dirigían en procesión a una boda. Paré para dejarles paso y de repente se formó una cola. Avancé hasta la cabeza y me encontré que habían parado en un templo de la carretera y que estaban haciendo una especie de ceremonia, con música incluida. Quería quedarme a verla pero sabía que "los chicos" se preocuparían, así que tuve que continuar pedaleando. Decidí que ya no quería seguir al ritmo de Eneko y Rubén y a la mañana siguiente nos despedimos. En los siguientes cuatro días pedalearían lo que nosotros hicimos en ocho. De buena me libré! :)
En las carreteras de la provincia de Himachal Pradesh nos hemos cruzado con montones y montones de Royal Enfields
"Estás viajando por la carretera más traicionera del mundo". Je, je, cómo si hiciera falta que lo dijeran!!
Lo cierto es que prefiero mil y una veces recorrer estas carreteras en bici, que "vendida" a los conductores de jeeps y autobuses indios
Subimos hasta Kalpa ya de noche, atraídos por la recomendación de Mike, un inglés de Cornwall: tenéis que ir a la Blue Lotus Guesthouse, y quedaros un día relajados en la terraza viendo el increíble paisaje. La foto es del amanecer. No dejó de llover en todo el día. Aún así, fantástico lugar.

18 comentarios :

  1. Namaste namaste
    Abrazos y sonrisones desde Fuengirola
    Os quiero !!

    Pascu

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    1. Txika, txika,...
      A ver cuando desvelas tu/vuestro siguiente destino
      un abrazo

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  2. You are back!!!!
    Sanitos, salvitos y disfrutanditos!!!

    Vaya sesión de Himalaya!!!!!
    Fuerte abrazo!!!

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  3. Veo que llegasteis a tso kar. Os hicisteis daño?

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  4. ¡Aupa , campeones!

    He disfrutado un montón reviviendo lo vivido y sufrido, "aquitanagustito", desde la comodidad del hogar.Tanto como disfruté de vuestra compañía y amistad. Lástima que al final tuve que pisar el acelerador porque mi "fecha de caducidad" se acercaba. Pero, quien sabe... tal vez volváis a necesitar un buje, o un pedacito de Idiazábal. Ah, y la próxima vez que mire un mapa me fijaré más en las curvas de nivel que en el curso de los ríos.Prometido.

    Un abrazo muy, muy fuerte del alavés.

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    1. Espero que más pronto que tarde te unas a otra etapa de nuestro viaje..., incluso sin Idiazabal serás más que bienvenido ;-)
      Un abrazo

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  5. Que gusto volver a saber de vosotros; Bego, fantásticas fotos, y Hugo, admito que has narrado bastante bien, incluso me he reído! Seguir disfrutando, y seguir compartiéndolo. Un abrazo y cuidaros. IRZ

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    1. Honrado estoy que con lo liado que tienes que estar hayas sacado tiempo para leernos...
      Abrazo

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  6. Que guay cuñaos... Me dais una envidia terrible... Ojalá convenza a Alberto para haceros una visita y recorer cin visitéis una parte de vuestro camino... Igual cuando llegueis a EEUU... Quien sabe

    Un besote y seguid disfrutando

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    1. Con bicis? Anda que no estaría bien! Si llegamos a EEUU será la costa oeste, la que os falta, así que genial. Empieza a entrenar a Alberto, que tú ya hemos visto que ya estás sacando de nuevo a pasear a la flaca! ;)

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  7. Esto escribe lo q quiere... Recorrer con vosotros... Con lo bonito que me había quedado...

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  8. Respuestas
    1. lo siento por la lluvia en kalpa .. pero la foto es hermoso!

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  9. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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