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10 de marzo de 2019

De Guatemala a Guatemejor

Dice una leyenda maya que los dioses, que no siempre lo hacen todo bien a la primera, intentaron crear al hombre tres veces sin éxito. Sería algo debatible si a la cuarta lo consiguieron o no, pero no seamos demasiado críticos, a ver si se van a deprimir o peor, enfadar.

Primero hicieron los ciervos y otros animales, pero como éstos no podían hablar para ensalzar y honrar a los dioses, decidieron que los animales iban a ser seres que sirvieran de alimento a otros. Pobres.

Después hicieron un ser a base de barro, pero, aunque era capaz de hablar, parece que no tenía ni conocimiento ni entendederas. Los dioses decidieron devolverlo a su estado arcilloso inicial..., aunque se me ocurren unos cuantos que se les escaparon y siguen por ahí.

Para el tercer intento utilizaron madera, pero tampoco les convenció el resultado y destruyeron las tallas. Tampoco fueron muy minuciosos al destruirlas y las que se les despistaron se convirtieron en los actuales simios.

Y por fin descubrieron el maíz e hicieron a los humanos con ese material. Vamos, que estamos hechos unas mazorcas cualquiera y sospecho que ese es el origen de la frase "estás para comerte".

Frontera solo apta para peatones.... y ciclistas. De lujo.
Cruzamos la frontera mexicana-guatemalteca en barca, entre Frontera Corozal y La Técnica, este último un asentamiento con cuatro casas mal puestas junto al río que, por no tener, no tiene ni control de inmigración, situado en Bethel a 12km de la frontera. Junto al río, ya dispuestos a cruzarlo para entrar en México, coincidimos con un grupo de hondureños que iba en el otro sentido, a probar suerte en EEUU. No sé cuánto tardarán en cruzar México, parte a pie, parte recibiendo aventones (auto-stop), pero sin duda les quedaban un montón de kilómetros y días o semanas por delante. Llevaban a sus espaldas una minimochila en la que portaban todas sus pertenencias, mochila que no desentonaría sobre la espalda de algún niño de parvulario. Al hablar con ellos sobre lo que tenían por delante alguno se encomendó a instancias superiores (creo que pensaba en Dios, no en Trump) y otros a la suerte, que falta les va a hacer. Sin dinero, con pocos apoyos, con un sinfín de peligros en el camino y con un recibimiento que no necesariamente será amistoso, lo suyo sí que es una aventura de las de verdad.

[Más adelante, en Honduras, un padre cuyo hijo había emigrado a EEUU de ilegal y ya había sido deportado, nos contó que el precio que cobran los coyotes es de 10.000-11.000USD o de 13.000USD por el "especial". Y todo este pastizal sin garantías, claro, de que vayas a llegar a buen término. Como decía Harry el Sucio, "si usted quiere garantías, cómprese una tostadora".]

Papaya con charleta.
Inmediatamente tras cruzar la frontera el ambiente, que no es que fuera precisamente estresante en Chiapas, se relaja a ritmo bananero-comatoso. La gente sonríe y entabla conversación con facilidad, curiosos y con ganas de escuchar sobre nuestra procedencia y trayecto. Somos pocos los viajeros que pasamos por esta zona y muchos menos los que lo hacemos en bici. Los demás generalmente toman un bus desde la frontera hasta Flores y en estos pueblos intermedios ni los ven.

El camino, prácticamente sin tráfico, está sin asfaltar hasta Las Cruces; parece que un político se quedó con el dinero del asfaltado, pero no avisó a nadie y así en los mapas aparece como si lo estuviera. La vegetación se ha reducido considerablemente si lo comparamos con lo visto durante las últimas jornadas en México. Como para contrarrestar esta falta de naturaleza verde hay una superabundancia de naturaleza divina: vemos muchas iglesias, sobre todo evangélicas, así como señales por todas partes conminando al transeúnte a seguir a Cristo (¿por este camino sin asfaltar? Venga ya...) y abrazar la verdad. No sé si habrá o no relación con este fervor religioso, pero también nos acompañan los monos aulladores con sus atemorizantes gritos.

El plan en Guatemala, que ya habíamos visitado unas cuantas veces en el pasado, es cruzar la región norte del país, llamada el Petén, de oeste a este. Es algo que Bego ya hizo hace unos años, casi en tiempo de los mayas, pero no un servidor.

La selva del Petén, el pulmón verde de Guatemala.
Del "Petén", por cierto, surge la frase "salirse por peteneras", que la acuñaron los colonizadores españoles al referirse a algo distante, real o figuradamente, pues el Petén estaba al otro lado de la mar océana. Mmmh, no cuela ¿verdad? No sirvo yo para inventar etimologías ni orígenes. Para el que no lo sepa "la Petenera fue una famosa cantante de flamenco de mediados del siglo XIX, llamada así por haber nacido en Paterna de la Ribera (Cádiz). La "petenera" acabó siendo una variante del cante flamenco, una especie de malagueña. Si uno se sale o arranca por peteneras es como decir que se pone a cantar alegremente para no seguir la conversación o escabullirse de algo serio."

Realmente Petén viene del itza, una de las lenguas indígenas de la zona, y quiere decir "Gran isla". Es un departamento que, tanto históricamente como en la actualidad, ha estado menos habitado que otras regiones guatemaltecas y algo apartado de los centros del poder. Solo a finales del sXIX mexicanos y guatemaltecos se pusieron a decidir la frontera entre ambos países. Pero el proceso por esta zona deshabitada, sin caminos y llena de enfermedades fue tan penoso (en seis meses de exploración por la zona murieron cerca de 300 ayudantes) que parece que decidieron tirar por la calle de en medio, abandonar la exploración sobre el terreno y lanzar líneas fronterizas sobre el mapa desde la comodidad de un despacho. Lo hicieron con tan poco tino que un informe posterior del gobierno de Guatemala indicó que el tratado fue un desastre: Guatemala perdió 15.000km² por un lado y ganó 5.000km² por otro, dejando pueblos y ranchos de ambos fuera del país al que habían pertenecido durante años. Burócratas.

Anochecer desde la isla de Flores.
Su capital es Flores, una pequeña isla en el lago Petén Itzá, unida al resto del país por un puente. Es un bonito y razonablemente cuidado lugar, con algún edificio notable, hoteles y restaurantes, todo ello en las orillas de un precioso lago. Pero resulta excesivamente turístico, así que no nos quedamos mucho tiempo. En Flores nos volvimos a juntar con Thomas, un cicloviajero alemán con el que ya habíamos coincidido anteriormente en cinco países: Irán, Uzbekistan, Tajikistan, India, Vietnam y ahora, el sexto, en Guatemala. Lo acompañaba Alec, un ruso que vive en San Francisco desde hace 27 años y que viaja con un viejo Audi A6 por las Américas... , mientras soluciona telefónicamente los marrones que ha dejado en San Francisco.

Un día en Flores nos bastó para darnos cuenta de que no era nuestro ambiente y nos largamos a El Remate, en la otra punta del mismo lago Petén Itzá. Lugar también turístico, pero visitado por mochileros independientes y no grupos. Un lugar más relajado, más vacío, con las aguas del lago más limpias y, en fin, más agradable para nosotros.

Una de las máscaras del Templo de las Máscaras en la Acrópolis Central.
El Remate es también la base desde la que visitar la magnífica zona arqueológica de Tikal. Ésta fue la capital de uno de los reinos más beligerantes y poderosos de los antiguos mayas y ello se muestra en las monumentales ruinas rodeadas de selva que uno visita. Según algunos estudiosos se considera que llegó a tener 120.000 habitantes, y hasta 425.000 en su área de influencia. Otros discrepan y dicen que son demasiados, pero no cabe duda de que era una pedazo ciudad. Esa misma cantidad de población tal vez fuera el origen de su declive y eventual desaparición. Como el resto de ciudades mayas de la zona, sufrió lo que se conoce como el colapso maya del periodo clásico, esto es, la despoblación y abandono de las ciudades mayas allá por los años 900 AD. Para explicar este colapso se han identificado unas 88 teorías diferentes, así que no vamos a entrar en ello (pero yo creo que la responsabilidad recae sobre Trump).

Unos días más de dolce far niente junto al lago en El Remate nos cargaron las pilas para pedalear hasta Melchor de Mencos, el último pueblo guatemalteco antes de cruzar la frontera con Belice.

Un abrazo
pd de Bego: por si os apetece leerle a Asier Vera, un periodista de Gazteiz que lleva desde el 2015 en Guatemala, enamorado de: Guatemala, el país de la sonrisa perpetua.

Las construcciones nada más cruzar la frontera nos recordaban a Timor en Indonesia.
Eso sí, daba igual cuán humildes fueran las casas, las iglesias siempre sólidas y de lo más variadas.
La primera jornada fue por carretera sin asfaltar pero sin grandes montañas, así que algunos locales también usaban la bici para desplazarse. ¡Qué pequeñitos son comparados con Hugo!
La esquilmada selva a los lados de la carretera.
De Guatemala se dice mucho que es un país sin sistema de justicia, y que hasta un 98% de los crímenes quedan impunes, sin juicio. Una así se sorprende de que no haya aún más violencia de la que ya hay.
Estampas habituales del norte de Guatemala.
Niñas ayudando en casa tras el cole, con la venta de.... alubias, ¿verdad? ¿O habichuelas? ¿O porotos? ¿O frijoles? ¿O judías? ¿O caraotas? Qué rico es el castellano.
Bicitaxis, una forma de transporte común por Centroamérica.
Fue la pesadilla de México, los "topes". En Guatemala los llaman "túmulos" y por suerte no son tan abundantes.
Vimos menos mujeres vestidas con trajes tradicionales, pero haberlas las había.
Muchas de las ciudades por el norte no tienen ningún encanto y las calles principales son concentraciones de tiendas a donde vienen a comprar de las aldeas de los alrededores. El comercio más abundante, las farmacias.
El lago Petén Itza desde la isla de Flores.
La moneda de Guatemala es el quetzal, y nuevamente fue el único quetzal (ave arriba a la izquierda en el billete) que vi en Guatemala. En la moneda de un quetzal arriba a la derecha podéis leer la palabra paz dando forma a una paloma, y en la de veinticinco centavos, el escudo nacional a un lado y el perfil de una mujer indígena al otro.
El desayuno de Guatemala era huevo picado, queso, crema, plátano frito, frijoles, tortillas de maíz y café negro. En mi caso lo tomo sin los frijoles. En esta parte del mundo no tienen la costumbre de remojarlas, o no las cocinan igual, y no se digieren igual.
Algo que les encanta en Centroamérica son los encurtidos. En algunos países las zanahorias, en otros las cebollas, y en otros una mezcla de varios.
Irán, Uzbekistán, Kirguistán, India, Vietnam.... ¡y Guatemala! Reencuentro de unos días con Thomas el alemán.
En Chiapas "cazamos" a los monos aulladores y en Guatemala fueron los monos araña los "cazados".
A pesar de que cada vez son más las pirámides que reconstruyen en Tikal, su ubicación en el corazón de la selva sigue haciendo que este lugar sea muy especial. La mayor parte de los visitantes acuden al amanecer para ver cómo los animales y las aves del lugar se despiertan, así que yendo a media mañana la soledad está cuasi-garantizada.
Y a pesar de la hora todavía pudimos ver pavas moñudas.
Es muy curioso que Guatemala y Egipto se encuentren a doce mil kilómetros de distancia y que ambas tengan las mayores pirámides del mundo y las dos civilizaciones más importantes de la humanidad, la maya y la egipcia. Ni los gigantescos árboles consiguen ganarlas en altura.
Pizotes o coatíes, otro de esos bichos que no tenemos en Europa.
Cuatro noches fueron las que acabamos pasando en el lago de Petén Itza, junto a la población de El Remate. Un lago de agua dulce impoluto y con la temperatura justa para zambullirse nada más levantarse de la cama, y antes de volver a ella. En la foto con Thomas y con Alec.
La vida del lago. No todos en las fotos, pero abundantes gaviotas rusas, cormoranes, garzas, martines pescadores, y más.
Los anocheceres. Un lugar muy recomendable donde relajarse unos días si se está de viaje por esta zona.
Eso sí, cuando se mete el sol y salen los picudos, es hora de retirarse. Que ya sabéis, el paraíso no existe.
Adiós a nuestro embarcadero con "palapa" favorito.
Y antes de salir de Guatemala un encuentro inesperado. Gracias a la red de apoyo al cicloviajero de México sabíamos que María de Polonia había cruzado de México al norte de Belice hacía un par de semanas, pero no esperábamos que cruzara a Guatemala por esta frontera, así que fue un gustazo encontrárnosla. María lleva año y medio pedaleando desde Alaska, y hasta la fecha no ha pagado una sola noche por dormir, siempre bien recibida por bomberos, policías, cicloviajeros...

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