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7 de septiembre de 2016

Dicen en Mongolia que "un hombre sin una bici es como un pájaro sin alas"

Bajaba la cuesta a toda velocidad. No parecía importarle que el espantoso camino fuera empinado, estuviera lleno de barro, piedra suelta y alguna que otra traicionera raíz. Mirándonos sin vernos, impasible el ademán en esa cara curtida por los rigores del clima de la estepa, conducía su hierro chino con una mano, mientras con la otra sostenía el cigarrillo al que le daba caladas de vez en cuando. El alcohol que llevaba en el cuerpo, a buen seguro un vodka Genghis Khan -brebaje infecto donde los haya, que en una inolvidable ocasión tuve que catar por mor del respeto y la fraternidad entre los pueblos del mundo y que a fe mía seguro que también es utilizado como combustible para los lanzallamas-, probablemente contribuía más a su temerario pilotaje que los años de experiencia por esos senderos. A pesar de que su "brioso corcel", que diría un cursi, era una moto china del año del caldo y no un caballo, vestía ropas tradicionales de jinete mongol: el deel (esa especie de abrigo o bata cruzado, unas veces como de raso, otras de tela gruesa, a menudo de colores chillones, ceñido a la cintura con un ancho cinturón), gorra soviética, botas de montar,... Como colofón y para "facilitar" la conducción, de paquete llevaba atada a una cabra que, pobre, no dejaba de berrear a voz en cuello y sacudir la moto, como si la fueran a matar. Que es lo que muy probablemente iba a ocurrir en breve.

Bienvenidos a Mongolia.

Cruzamos a nuestro país número 30 de este viaje ciclista... en autobús. No por pereza, desidia, estropicio mecánico o desastre natural, sino por absurdo administrativo: esta frontera no se puede cruzar ni en bici ni andando. Y no es que haya gran distancia entre ambos países o un campo minado (como entre Marruecos y Mauritania); es porque sí. Serán cosas de la edad, pero cada vez llevo peor la estulticia de todo lo relacionado con las fronteras -desde los consulados, sus visados, cartas de presentación o invitación y toda su "burrocracia", pasando por los plazos de estancia y sus estúpidas extensiones, hasta el tránsito físico por ellas-. ¡Viva Europa, viva Schengen y viva la madre superiora! Cruzar esta frontera en bus es un peñazo porque, además de alargarse innecesariamente, y pagar 50 yuanes cada uno (7€) por el transporte o 100 yuanes si vas en jeep, exige meter y sacar el equipaje del autobús varias veces para que pase los oportunos controles. Ningún problema cuando vas con mochila o una maletita con ruedas, pero con todas las alforjas colgando parecemos árboles de Navidad..., y encima a 40 grados. Pacieeeencia.

Cruzando el Gobi en tren
Una vez en el lado mongol de la frontera, en Zemiin Uud, la sensación fue de haber dado un pequeño salto en el espacio/tiempo, a algún lugar de Rusia hace un par de décadas: los Ladas antiguos, los colores de los edificios, los carteles. A diferencia de la región china de Mongolia Interior, en la que el mongol se escribe en su imposible alfabeto tradicional, en Mongolia Exterior se usa el cirílico, escritura adoptada por su cercanía política a Rusia durante buena parte del s.XX. Por cierto, tiene bemoles que a sus supuestos inventores, sean Cirilio y Metodio o sea Clemente de Ohrid, culpables como son de hacernos analfabetos a muchos, los hicieran santos. Directamente al infierno los mandaba yo.

Entre que el visado de Mongolia es de solo 30 días (aunque extensible, como al final hicimos), que la zona sudeste del país no tiene muchos highlights y que queremos recorrer Mongolia, noreste de China, Corea y Japón antes de que se nos eche el invierno encima, decidimos ganarle unos días a la ruta y nos cogimos un tren desde la frontera hasta Ulán Bator (UB). 700 Km recorridos en una noche, dormitando en una razonablemente cómoda litera (aunque corta, pandilla de enanos) por 22.350T (9€) por cabeza y 8.850T (4€) por bici. Por la ventanilla del tren, buenas vistas sobre la vacía estepa mongola.

Y es que este país, con la menor densidad de población del mundo, está vacío. La superficie de Mongolia es más que tres veces España y su población total es menor que la de Madrid, de la cual casi la mitad vive en UB.

Ulan Bator downtown
No es en lo único que destaca. UB es la capital más fría del mundo (noches de 40 bajo cero en invierno no son raras), y la más contaminada. Un alto porcentaje de la población de la capital lo constituyen nómadas que han decidido establecerse en UB, atraídos por la promesa (no siempre cumplida) de sus oportunidades laborales, y que hacen valer su derecho constitucional a una parcela de tierra para instalarse con sus gers (o yurtas en ruso) en las colinas que protegen la capital. Derecho que, por cierto, no siempre consiguen, no porque se lo nieguen, sino porque el papeleo para disfrutar de él cuesta unos pocos cientos de dólares, demasiado para muchas familias. Pero muchos sí, y así UB está cuajado de gers, hasta en zonas muy céntricas de la ciudad.

Para calentarse en esas frías noches de invierno utilizan las estufas/cocinas de carbón, que aparentemente contaminan una barbaridad (nada menos que el 92% del humo de UB proviene de ellas), algo parecido, aunque en pequeña escala, a las centrales térmicas ("centrales" también en el sentido de que, con lo que ha crecido UB, están en el centro de la ciudad) que hacen lo propio para los que viven en apartamentos. A pesar de que el Estado subvenciona la sustitución de esas estufas por otras más modernas y menos contaminantes, y que por sus calles el coche que más se ve es el híbrido Toyota Prius, parece que todavía tienen mucho camino por recorrer para limpiar la ciudad. Por ejemplo, gran parte de la ciudad no dispone de alcantarillado o agua corriente.
Plaza del Parlamento de Ulan Bator


Por suerte, aun siendo el verano la época de lluvias, lo que nos tocó en esta primera estancia en UB fueron cielos limpios y azules, días de sol en los que el calor apretaba, potente contraste con los muy fríos -aunque por lo visto soleados- días invernales. Hay gente pobre, desarrapada y, un buen número de ellos, alcohólica, que comparte las aceras con gente guapa, estilosa y sofisticada. Como en todas partes, diréis, pero aquí es más común, más patente. El paisaje urbano tiene algo especial, de mezcla extraña entre los sedentarios edificios de la gran ciudad y los nómadas gers de la estepa que pueblan sus colinas circundantes, así que apetece pasear por sus un tanto destartaladas calles, calles de aspecto soviético pero sin el dinero de los rusos. Es una pena que no haya más terrazas en las que tomarse algo viendo el mundo pasar, imagino que el tiempo no acompaña ni en invierno ni en verano. Además del maldito visado chino y de la extensión del visado mongol (labores que, como os podéis imaginar, me encanta llevar a cabo, y que para colmo nos obligaron a quedarnos en esta ciudad casi una semana), nuestra actividad en UB no fue mucho más allá: algún museo, algún templo, visitas a tiendas de bicis y un poco de socialización.

Sobre esto último, en UB nos encontramos con otros ciclistas de largo recorrido, como Manuel de Murcia -que a golpe de viajes de dos o tres meses se ha recorrido medio mundo en bici-, Jerome de Normandía -a quien perseguíamos desde Nepal y que, haciendo un recorrido parecido al nuestro por fin alcanzamos- o Lander de Tolosa -con quien ya habíamos coincidido en China- y su hermana Nagore.

De nuevo con Lander, y esta vez, su hermana Nagore
Un par de conversaciones con dos extranjeros residentes en UB desde hace más de diez años y casados con mongolas, me rompió un tanto la idílica imagen que yo me había formado del país. Ambos lo describen como una cleptocracia, un Estado tremendamante corrupto, sin instituciones independientes, ineficiente, sin futuro; a los mongoles los tildan de gente inculta, egoísta, incapaz de trabajar en grupo y de defender su país. Por ejemplo, uno nos dice que sobran treinta millones de cabezas de ganado, que no van a tener suficiente pasto para comer y que van a morir en los próximos dos o tres años. Pero no pueden exportar carne al gran y vecino mercado chino porque no tienen los sistemas de higiene, trazabilidad, etc., necesarios. Según dicen, solo les compra carne Corea del Norte. Ante esta situación, diariamente cuarenta familias nómadas abandonan su modo de vida rural y llegan a UB con nada o muy poco. Los nómadas han reducido su número en los últimos años y ya solo suman el 40% de la población. Desgraciadamente, UB no está preparada para acoger a tanta gente, que se instala como puede en zonas sin alcantarillado, agua, electricidad. Normal que el vodka tenga tanto éxito.

Esta no es la imagen que trasladan las guías ni la que nosotros nos formamos en el mes y pico que estuvimos, pero es interesante el punto de vista de los expatriados...
Tsuivan, o pasta fresca con patata, zanahoria y carne

Recapacitando, es normal que estén desesperados... aunque sea solo por la comida. Desde luego, dudo mucho que la cocina mongola constituya un nuevo icono en la gastronomía mundial. Su plato más conocido fuera del país es como Santillana de Mar -eso de que ni es santa, ni es llana ni tiene mar-: la barbacoa mongola ni es barbacoa (se cocina en una plancha) ni es mongola (se desarrolló en Taiwán en los 50). No, en Mongolia lo que se come es oveja y más oveja, pero no del rico, suave y tierno corderito lechal, sino de la ya crecidita y de potente olor y sabor que tanto, ejem, le gusta a Bego. Sacrificar más joven a una oveja es, por lo visto, pecado mortal. Oveja en todas su variaciones -en raviolis, en sopa, frita en una especie de empanadillas, con pasta, con arroz- y de todas sus partes -las vísceras, los sesos, los ojos, su grasa-. Generalmente los menús no distinguen entre diferentes cortes de carne (apenas se ven solomillos, filetes, codillos, etc.) y todo se cuece durante un buen rato. Pobre carne. Lo que no es oveja es comida de cantina prosoviética, con esas espesas salsas que encubren los sabores, ensaladilla (rusa, claro) o puré de patata o zanahorias de lata como acompañamiento. También ofrecen delicatessen como marmota hecha a la piedra: se abre el roedor en canal, se le meten piedras calientes dentro y se cocina lentamente, consiguiendo una carne muy tierna y jugosa. Para rematar todo lo dicho, la bebida es té salado con mantequilla de yak y con sabor a oveja (Bego todavía más encantada), leche de yegua fermentada (la leche, no la yegua), o vodka en cantidades industriales.

Para ser justo, hay que decir que en alguna ocasión la comida nos encantó. Bueno..., tal vez ocurriera solamente en una ocasión, en la que nos dieron un desayuno tradicional, con productos caseros, que recordaré mucho tiempo: mermelada de arándano azul, panqueques mongoles, crema de leche de yak (más bien de nak, la hembra del yak), arroz con leche, unos dulces fritos... Todo delicioso. Pobre señora, perdió dinero con nosotros.

Suspenso como nutricionistas
Y siguiendo con lo de ser justos, nosotros tampoco es que nos hayamos merecido ninguna estrella Michelín. Nuestro habitual (esto es, permanente) menú de acampada a base de pasta con aceite de oliva y pimienta sufrió un serio revés al terminarse el aceite. Lo intentamos sustituir con aceite de pimienta sichuanés (espantoso), soja china (aburrido), margarina mongola (veneno) y, últimamente, kétchup radiactivo picante, supuestamente mongol pero seguro que fabricado en Chernobil (crimen gastronómico).

Al sexto día de nuestra estancia en UB conseguimos por fin visados y extensiones y esa misma noche cogimos un tren nocturno hasta la segunda ciudad del país, Erdenet, a 400 Km de UB. Desde ese punto nuestro recorrido por Mongolia iba a ser un bucle de unos 1.500 Km por el norte y el centro del país.


Erdenet nos recibió con lluvia y decidimos quedarnos en la ciudad. Una ciudad que, no sé muy bien por qué lo digo, si tuviera mar podría estar en Islandia. Tal vez sean los tejados multicolores de sus casas de una planta, las peladas colinas que la rodean, las manadas de caballos que cabalgan en semilibertad por sus alrededores. En sus calles ves a gente vestida con el grueso deel y botas forradas de piel, con pelo por dentro. En agosto. A su lado pasean chavales vestidos a la última, en camiseta, deportivas, su cuerpo decorado con tatuajes. Nadie mira a nadie, todos ven las vestimentas del otro normales. Bueno, muchos nos miran a nosotros, supongo que sobre todo por las bicis, pues en esta ciudad hay mucho ruso eslavo trabajando en la gran mina de cobre cercana a la ciudad, así que están acostumbrados a los guiris.

Nos bastaron un par de kilómetros desde Erdenet para ver la Mongolia de las postales, de cielos abiertos, paisajes interminables, animales en libertad.
La salida de Erdenet. Enseguida todo verde y azul

Unos kilómetros después de Bulgan abandonamos la carretera y empezamos a pedalear por caminos. Bueno, más que caminos en muchas ocasiones son simples huellas de coche o moto. Muchos conductores, sea por nieve, barro, borrachera o lo que sea, deciden hacer su propia huella, y así la estepa está llena de caminos que van más o menos en la misma dirección. A veces, sin embargo, un camino va solamente a un ger, y uno debe abandonarlo cruzando campos. Ningún problema.

Los pueblos que cruzamos parecen sacados de una película del oeste: calles de tierra, gente a caballo por todas partes, vaqueros de cara curtida vestidos con el deer, con sus botas de montar...y muchos de ellos con una cogorza del quince, aunque fuera mediodía. El vodka por aquí hace estragos.

Hay ganado por tooooodas partes, mucho, muchísimo animal, ya sean vacas, cabras, ovejas o caballos, en enormes rebaños, que generalmente dejan a su aire, solos, hasta que los recogen al anochecer. Yaks se ven, pero menos; parece que hay más en su hábitat, en las montañas.


Es época de lluvias en Mongolia, más aún en el norte, y se nota. Un día nos tuvimos que quedar encerrados en la tienda de la que estaba cayendo. Por suerte teníamos víveres y el agua nos la dieron en un ger cercano. Los pastores de la zona nos hicieron la pertinente visita, fuera en moto o a caballo. Uno de ellos, mientras se acercaba a nuestra tienda y sabiendo que lo estábamos mirando, nos hizo una demostración de su dominio sobre el caballo, girando sobre si mismo, llevándolo de costado, haciendo requiebros, poniéndolo sobre dos patas,..., un espectáculo digno de las escuelas ecuestres de Jerez o Viena, más si cabe por no llevar ni silla de montar. Desgraciadamente en este, como en todos los demás encuentros, no hubo conversación, pues sabemos tan poco mongol como ellos inglés.
Una caidita más, sin consecuencias

Tras 42 horas encerrados en la tienda, nos decidimos a salir y pedalear hasta el siguiente pueblo. Gran parte del camino eran pistas moteras, embarradas. La calada fue de escándalo, pero llegamos a Erdenebulgan, a pesar de sendas caídas debidas al barrizal, ambas sin consecuencias (después hubo alguna más, sin problema alguno... si exceptuamos la honra). Pasamos la noche en la única habitación del único "hotel" del pueblo, habitación que nos tocó compartir con una joven pareja de viajeros alemanes. En este tipo de alojamientos no hay ducha y el baño es un endeble cobertizo en el patio, construido sobre un profundo agujero sobre el que se colocan cuatro tablas y se deja un hueco. Al fondo, el horror..., y cuidado con dar un traspié.

Durante los siguientes días estuvimos metidos en la naturaleza mongola, entre bosques y enormes valles -de esos que, cuando subes una cuesta o un pequeño puerto, ves tanto paisaje delante de ti que pareciera que estás en un avión-, ciclando, a veces bajo el cielo azul, pero demasiadas veces bajo la lluvia, por caminos, pistas o simplemente a campo través, senderos llenos de barro (y estiércol), piedras y/o raíces, cruzando unos cuantos riachuelos y ríos con agua hasta medio muslo (bueno, muslo entero en el caso de Bego), todo lo cual no hacía del ciclar algo fácil. Hubo algún día de no más de 35 Km. Nos encontramos con pocos lugareños, más de uno con unas cuantas copas -o botellas- de más. Todos amistosos y sonrientes, con ganas de charlar... en mongol. Lo que más veíamos era ganado (a montones, y todos con un serio problema de diarrea crónica), pero también pequeños roedores, grullas y un sin fin de aves rapaces: águilas, halcones, buitres. Y silencio. Mucho silencio, solo roto por los saltamontes voladores -que meten un ruido del carajo- y por las aves.


Los mongoles no se llevan especialmente bien con los chinos, a quienes tildan de arrogantes, imperialistas, ladrones, autoritarios. Eso viniendo de un pueblo que en el s.XIII consiguió a sangre y fuego el mayor imperio de la historia -desde Corea hasta Hungría, desde Siberia hasta India- y que en el siglo pasado sufrió uno de los regímenes más autoritarios del mundo, llama por lo menos la atención..., pero supongo que cada nación elige a sus enemigos como quiere.
El lago Khovsgol, que se traduce como la perla azul. Y tan azul!

Todo este barro, lluvia y naturaleza nos llevaron hasta el lago Khovsgol, precioso lago entre montañas, con un 1-2% del agua dulce del mundo, agua que en invierno se hiela tanto que permite que los camiones circulen por encima. Brrr.

Desde el lago ciclamos los 100 Km hasta Möhrön en un día precioso de sol y espacios abiertos, aprovechando su ligera cuesta abajo y, sobre todo, el estupendo asfalto. El día se estropeó al descubrir que el cuadro de mi bici tenía una raja de unos diez centímetros. El siguiente día tuvimos que buscar un soldador que, un poco chapuceramente (y, avergonzado por ello, no nos cobró), solucionó el entuerto, al menos temporalmente. Ventajas de tener un cuadro de acero frente a uno de aluminio. Como tiene diez años de garantía, parece que el fabricante me va a enviar un cuadro nuevo a Japón.


En Khovsgol y en Möhrön volvimos a coincidir con Lander y Nagore, y en este último lugar con Xavier y Cristina, dos catalanes viajeros de largo recorrido que intentan, no sé con cuánto éxito, trasladar lógica y buenas prácticas a un hotel en la ciudad.


Dejamos nuevamente el asfalto en dirección sur. El tiempo mejoró, llovía menos, no sabemos si por estar más al sur o por que se va acercando el otoño. Efectivamente, los campos empiezan a amarillear y hace más frío. De hecho alguna noche heló. En agosto.

Pintxos de tortilla de Cris y Xavier. Qué grandes!
De camino nos encontramos con una pareja de franceses, en bicicleta con sus hijos de 4 y 6 años, la pequeña metida en un carrito tirado por su padre, el chaval pedaleando enganchado a su madre, y con los que se han recorrido medio mundo. Esos viajeros sí que tienen mérito.

Cuando los mongoles llegan a lo alto de un puerto hacen una ofrenda: un par de caramelos lanzados al aire, una botella de vodka (supongo que previamente aligerada de su contenido), comida, mantequilla de yak. Será muy espiritual, pero algunas cimas parecen un estercolero. Además colocan pañuelos que, a diferencia de otros países budistas, aquí son azules, por aquello de los azules cielos mongoles.


En los caminos nos cruzamos con pocos vehículos: camionetas rusas, motos chinas, coches japoneses, muchos de estos con el volante a la derecha al ser comprados de segunda mano a los nipones. Se calcula que un 20% de los accidentes se podrían evitar prohibiendo los volantes en el lugar incorrecto.


En el precioso Lago Blanco (llamado así porque unos cuantos meses al año se hiela) conocimos a cuatro americanos y una lituana que llevaban tres meses y medio viajando a lomos de caballo por Mongolia. Vestidos como el Virginiano, habían comprado sus caballos por 350USD y esperaban recuperar el 50% del coste al revenderlos cuando terminaran el viaje. No es mala forma de viajar...

Impresionante el Lago Blanco, llamado así porque ese es su color hasta mayo!

Dejamos el lago y su zona volcánica y nos adentramos en... el asfalto. ¡Qué gusto! Además, una de las principales vías de Mongolia tendrá, no sé, ¿diez o veinte vehículos por hora? Así que a pedalear sobre una excelente y tranquila carretera, rodeados de estupendos paisajes y, ya más al sur, sin lluvia (en teoría, por lo menos). Genial.

Aunque queda muy cool eso de lavarse en los ríos (y cool es la palabra adecuada cuando hablamos de los congelados ríos mongoles), lo cierto es que de vez en cuando viene bien una ducha caliente. En Tsetserleg disfrutamos de una buena ducha en un hotel regentado por un australiano y al día siguiente, para rematarlo, chapoteamos en una aguas termales cercanas. Sin embargo, los dioses decidieron que las aguas termales no habían sido suficientes para nuestros serranos cuerpos y de camino a Kharkhorin nos regalaron más agua, esta vez en forma de tormenta bíblica, con una capa de agua que casi nos ahoga y una granizada que dolía en el cuerpo de lo fuerte que era. Desgraciadamente en la estepa mongola no hay muchos lugares bajo los que guarecerse...
Monasterio de Erdene Zuu Khiid, en Tsetserleg

En la antigua capital mongola de Kharkhorin visitamos el monasterio budista Erdene Zuu Khiid, considerado por muchos como el más importante del país y que a duras penas sobrevivió la limpieza religiosa estalinista de 1937, que arrasó con miles de monjes y sus monasterios. En este solo quedaron tres de los aproximadamente sesenta templos que había en el monasterio y la mayoría de sus monjes fueron bien asesinados, bien enviados a gulags en Siberia. Por suerte buena parte de sus imágenes y objetos religiosos fueron escondidos y reaparecieron entre 1965 (cuando el monasterio se convirtió en museo) y 1990 (cuando se recobró la libertad religiosa en Mongolia). En la actualidad, aproximadamente el 70% de la población es budista.

Poco a poco vamos cerrando el bucle por Mongolia. La vuelta UB nos hizo ciclar por una de las pocas carreteras del país que está asfaltada. El asfalto es sin duda un avance sobre los embarrados caminos de otras zonas y lo disfrutamos todos..., menos los animales, que son arrollados por conductores demasiado veloces. Las cunetas de esta carretera están llenas de ganado y águilas muertas. Los buitres carroñeros son de los pocos beneficiados y se encargan de despejar el camino.


Desde UB viajaremos en el Transmongol (un ramal del Transiberiano), tren que nos dejará tras unas 27 horas de trayecto en Beijing. Desde ahí un corto recorrido hasta el puerto de Tianjin, en donde cogeremos un ferry hasta Corea del Sur. Ya os lo contaremos.


Un abrazo.
Ulan Bator. Lo antiguo y lo moderno conviviendo.
Bulgan. Lo antiguo y lo moderno conviviendo (también).
Primeros kilómetros en Mongolia. Pletóricos.
Y así todo. Verde y azul. Y en medio, unas cabras, unas ovejas, unos caballos, unas vacas, unos yaks, unos camellos, unas rapaces, unas marmotas,....
Primeros metros nada más dejar la carretera asfaltada. Prometía.
Montones de grullas. ¡Qué hermosas son!
La víspera llegamos calados y calada estaba la tienda. Leímos lo de "motel" pero no lo de "karaoke". ¡Suerte que la única que tenía vicio era la dueña y se cansó pronto!
La salida de Erdenebulgan. Pero de verdad se sale por aquí? Impresionante que algunos de estos "caminos" aparezcan en Open Maps. Cómo es posible?
El país de las nubes
Y dónde vamos a acampar hoy? Ya encontraremos algún sitio mullido, llano, con buenas vistas....?
Daba igual donde acampáramos, siempre nos encontraba alguien y se acercaba a saludar.
El país de los cielos
Lo de los ríos viendo las fotos tiene su gracia. Pero esos días en los que cruzábamos río tras río con el agua congelada...
A los de nuestra quinta quizá os suenen las cosas esas de la foto. Por aquí aún se sigue jugando.
Se empiezan a ver muchos 4x4, pero esta furgo rusa fue la que vimos repetidamente por los terrenos más duros.
"Qué venís desde dónde en bici?"
Los 100kms de Khatgal a Moron estaban plagados de hermosas vistas.
Unas gafas de sol... y a soldar!
No es tan malo que poco a poco vayan asfaltando las "carreteras secundarias". Evita que se formen hasta siete pistas paralelas.


No ha habido un solo día en el que no hayamos acampado en un lugar impresionante. Ni uno solo.
Días oscuros.
Muchos se desplazan en motos. Nuevas por unos 750 euros. Y siempre con el "deel", la bata super abrigo.
Qué hacen un economista vasco en bici, un médico sevillano en moto mongola, y un fotógrafo catalán en una BMW en medio de Mongolia? Pues tomarse una cerveza!!
Y más cielos!
Sainbanu! Sainbanu! Hola! Hola! Y ya.
Jérome, un cicloturista francés, me dijo que le había perseguido un yak medio atacándole. Estuve unos días mirándoles con ojos diferentes pero no, por suerte eran todos muy pacíficos!
El Lago Blanco de madrugada
Noches de heladas, así no había manera de pegarse un bañito en el lago al levantarse. Brrrrrr, qué frío!!
Mongolia se merecía dos fotos de saltos. Su lema turístico es "blue skies". Blue.
Hemos venido en verano y ya sabíamos lo que eso significaba. Lluvias. Así que queja ninguna. Es lo que tocaba.
Nubes jugando
A última hora del día se recogían prácticamente todos los rebaños. Unos lo hacían a caballo, otros en moto, alguno andando, vimos un niño en bici, y hasta en coche campo a través!
Las mánadas de caballos eran lo más hermoso. En muchas ocasiones han pasado galopando a escasos metros de la tienda, se han parado a fisgonear, y han seguido camino.
Campings de diez
Amaneceres de diez
Todos los gers tenían ya placas solares, antena parabólica, y televisión. Cuando pedíamos agua nunca nos la negaban, pero ellos también tienen que ir al manantial a por ella. Así que cuando hemos ofrecido algo de dinero, casi siempre nos lo han aceptado.
El cielo previo a la granizada del siglo. Qué dolor en la espalda y los gemelos!
Los gers que tenían acceso a línea eléctrica estaban fenomenalmente equipados. Este tenía además de tele, frigorífico y hasta lavadora!
Guapos, guapos
Y ahora por dónde? De la colección "indecisiones"
Y así es como la mayoría de los nómadas se desplazan hoy en día. En estos pequeños camiones, donde se pueden ver los componentes comunes en todos los gers.
El ganado que muere no se entierra. Las aves y/o los gusanos se lo devoran, y se ven esqueletos por doquier.
Y si los vecinos de los gers cercanos no nos han hecho la visita a la noche, sin falta vienen por la mañana a vernos recoger la tienda y despedirnos.
La carretera de vuelta a Ulan Bator
1. Jerome, a quien seguimos la pista durante unos días en el noreste de India, después de que en un hotel nos dijeran que un francés en bici había pasado dos días antes. No conseguimos dar con él, y 5 meses más tarde... et voila!
2. Michel, un belga a quien su familia permite escaparse de vez en cuando a disfrutar de una de sus pasiones, viajar en bicicleta. 58 añitos y hecho un chaval.
3. Una familia de franceses que llevan viajando 6 años desde que su primer hijo cumplió los dos meses y medio! Paran puntualmente a trabajar y acababan de parar para que el hijo mayor aprendiera a leer y escribir en el cole, que eso era mucho trabajo! No tienen blog, eso es más trabajo aún! Geniales.
4. Manuel, ooooootro bombero. Definitivamente, nos equivocamos de profesión. Manuel se había pasado dos meses por Mongolia y se iba encantado y con unas súper botas mongolas! Ya nos acordamos de ellas en más de un día de lluvia!
Os he dicho que hemos acampado en lugares flipantes? Y que los cielos eran azules?
Ah, y nos olvidábamos de Soyolmaa, Miguel y María! Décimo cuarta vez que vienen por Mongolia a estudiar sus lagos. Y ya van más de mil! Parece ser que son similares a los de la Península! Interesados? Lagos de Mongolia

5 comentarios :

  1. ¡Qué capítulo tan bonito!¡Qué fotos! ¡Quien fuera caballo en Mongolia!, pero de los de las manadas libres. Y las preciosas grullas y los cielos... Precioso. ¡Gracias!
    Kisssses

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    1. No sé si las fotos -excelentes como son las fotos de Bego, claro :-) - realmente hacen justicia a los impresionantes paisajes mongoles. Y los caballos espacio para cabalgar tienen, desde luego, pero en invierno tienen que pasar un frío...

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  2. Pues que queréis que os diga... Acojonante como siempre!! Cuando cruceis hacia Corea y Japón os va a parecer que cambiais de planeta.
    Ojo con el puerto de Tianjin si cruzais desde allí a Corea. Nos confiamos en que estaba en el centro de Tanggu y resulta que se encuentra a unos 25 kms de la ciudad, por memos casi perdemos el barco, fue una odisea poder llegar a tiempo para embarcar.
    Saludos desde Japon.

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    1. Desde la lección magistral de cómo pedir en un restaurante chino pensaba que teníais todo lo referente a Asia dominado... Ja ja ja, qué agobio con lo del ferry de Tanggu, eh? Pero llegasteis... Abrazo

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  3. I've wanted to ride in Mongolia for ages, looks ace!

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