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15 de marzo de 2019

Belice: diversidad entre jungla y arrecifes

Incluso antes de entrar formalmente en el país el cambio es patente. El color de piel (color negro) de los agentes de inmigración, las rastas de algunos de ellos, su idioma y en general su porte no excesivamente marcial hacen que el cruce aduanero de Guatemala a Belice sea algo más que un cambio de país. Cambiamos también de cultura, de idioma, de historia.

Este país caribeño, una rara avis frente a las raíces hispanas del resto de los países de la región, es un país tirando a pequeñajo, más o menos del tamaño de Galicia y con menos de 400.000 habitantes. Pero lo que no tiene en cantidad de población, lo tiene sobradamente en diversidad. El famoso crisol, vaya.

Para empezar están los mayas, los auténticos indígenas de la zona, fácilmente distinguibles por ser muchos de ellos más anchos que altos y con unas facciones cuadradas muy particulares sobre una piel tostada. Muchos mantienen sus costumbres y lenguas, como el Mopan, Yucatec o Q'eqchi Maya.

Siempre se dijo que los españoles colonizaron las Américas con la cruz, la espada y, en fin, el sexo, así que hay un buen grupo de mestizos (aproximadamente el 50% de la población), esto es, la unión de mayas y españoles. También se llaman ladinos o, confusamente, españoles.

Los africanos, traídos como esclavos a la región al no conseguir sojuzgar a los mayas, componen otro grupo, que también acabó mezclándose con otras comunidades. Los mezclados con europeos dan origen a la comunidad creole o criolla, cuyo idioma es usado por el 70% de la población y que desgraciadamente no hay quien entienda a pesar de estar basado en el inglés. Por ejemplo: "da buk da fu mii" quiere decir "este es mi libro".

Garífunas en la ciudad de Punta Gorda.
En 1797 los esclavos africanos de la isla caribeña de St Vincent se rebelaron y los británicos los expulsaron a la isla de Roatán, actualmente en Honduras. Ahí estos africanos se mezclaron con los indios caribes o arawak y dieron origen al grupo de los garifunas, una comunidad que se extiende por buena parte de la costa caribeña, sobre todo en Honduras, Guatemala y Belice. Los garifunas hacen muchas cosas, claro, pero pareciera que solo tocan el tambor, algo por lo que son muy conocidos y admirados. Hablan garifuna, un idioma derivado del arawak, con influencias del español, inglés y francés.

Hay también un buen número de indios orientales, "importados" desde la India a partir de 1800 para trabajar en la caña de azúcar. Se ve claramente que son indios de la India (en Panamá los llaman hindostanes) y algunos todavía hablan hindi, pero están tan integrados que ya ni mueven la cabeza lateralmente. Una lástima.

El grupo de los árabes lo constituyen descendientes de libaneses, palestinos y sirios, que también hay en otros países de Centro América, como por ejemplo el presidente electo de El Salvador, Nayib Bukele.

Año nuevo chino... ¡en Belice!
Los chinos, que están en todas partes, también tienen presencia en Belice. En 1865 unos 470 trabajadores chinos fueron "importados" para trabajar en las plantaciones de azúcar. Después se independizaron y se hicieron comerciantes... y hoy en día gestionan la inmensa mayoría de los supermercados de Belice. Cuando llegamos a la ciudad de San Ignacio, no muy lejos de la frontera con Guatemala, nos topamos con un grupo de chinos celebrando el Año Nuevo Chino con danzas de dragones y música china. Un pequeño shock para nosotros.

Están también los menonitas, este fascinante grupo religioso al que hacíamos referencia en las entradas sobre EEUU y el norte de México. Como en otros lugares, los hay de dos tipos: los "modernos" y los tradicionales,. Estos últimos no usan maquinaria, coches, electricidad o cualquier invento más o menos reciente, no sé si porque el artilugio en cuestión no es "bíblico", o porque directamente está endemoniado. El caso es que ahí los ves en sus carros tirados por caballos y vestidos con ropas como sacadas de "La casa en la pradera". Son en general agricultores y proveedores de productos lácteos. Como os podéis imaginar llaman muchísimo la atención en este ambiente tropical: junto a un negrata con rastas o a una oronda caribeña con la ropa a punto de estallar, los menonitas se muestran ellos pálidos, barbudos con pantalones con tirantes, camisas azules y sombreros de paja, ellas rubias de ojos azules cubiertas por entero con un vestido hasta los pies y cofia o pañuelo en la cabeza. No puede haber mayor contraste.

Y, por supuesto, estando en donde estamos, hay un buen grupo de centroamericanos hispanos, ya sean hondureños, guatemaltecos o salvadoreños.

Si a todo ellos añades a los británicos (Belice fue una colonia británica hasta 1981) y norteamericanos (yanquis y canadienses son el principal grupo de turistas en Belice) consigues un cóctel o una macedonia muy variada... que es el auténtico atractivo de este país, junto con su selva y sus playas y arrecifes.

Jóvenes menonitas.
Pero sean de la raza que sean (bueno, los chinos y menonitas son indudablemente más reservados) la gente se enrolla fácilmente con uno, aprovecha para hablar bondades de un país del que sin excepción se sienten muy orgullosos, tras lo cual curiosea y pregunta, a menudo en una mezcla de idiomas, pues quien más quien menos habla inglés (la lengua oficial), criollo y español, además del idioma propio de su grupo étnico, ya sea maya, garifuna, chino, plattdeutsch o lo que sea. No parece tampoco que haya problemas entre las diferentes comunidades, aunque desconozco cuanto matrimonio interracial pueda haber... y, como menciono más arriba, seguro que ni menonitas ni chinos se mezclan demasiado.

Sin embargo, hay un grupo que lo tiene algo más difícil: los guatemaltecos. No creo que individualmente nadie les tenga ojeriza, pero sí al conjunto. Quien más quien menos te dirá que los guatemalcos entran furtivamente en Belice para cazar la fauna local, talar árboles o robar cosas. O que establecen granjas para apropiarse de terrenos. No sé. Lo que sí es cierto es que Guatemala considera que una parte, más o menos un tercio, del territorio de Belice es suyo.

Pidiendo el voto para el referéndum.
Belice formaba parte de la colonia española, pero ya para 1650 era la base de los piratas ingleses, dedicados al saqueo de los buques españoles cuando zarpaban de América cargados de oro y riquezas. Cuando el pirateo flaqueaba los ingleses usaban sus barcos para transportar madera a Inglaterra, algo que con el tiempo se hizo más común y siguieron haciendo durante 300 años. Tras continuas batallas y cambio de manos en la propiedad del territorio, en 1763 los españoles accedieron oficialmente a que los ingleses comerciaran con madera en Belice. Se suponía que los ingleses tenían el permiso (para unos) o la obligación (para otros) de construir carreteras o caminos en este su nuevo territorio que delimitaran la zona de influencia inglesa. Como la madera se transportaba del interior de Belice a la costa por vía fluvial, ningún camino fue construido. Para los guatemaltecos ello constituye una ruptura del acuerdo y por tanto ese territorio debe volver a su antiguo dueño o, mejor dicho, a su heredero, Guatemala. Nainas, dice Belice.

Guatemala pide que el asunto se decida en la Corte Internacional de Justicia (ICJ en sus siglas en inglés). En Belice han montado un referéndum para el 10 de abril en el que se pregunta a la población si se lleva o no el asunto a la ICJ. El Gobierno defiende el sí, para cerrar el asunto de una vez por todas y que Guatemala les deje en paz. Los que defienden el no indican que todos los países, la ONU y otros organismos internacionales ya han reconocido las fronteras actuales de Belice, así que para qué ir a los tribunales.

La Hummingbird Highway.
Pasamos nuestra primera noche en la pequeña y agradable ciudad de San Ignacio, para después seguir al este. Justo antes de llegar a Belmopan, la poco interesante capital del país desde que un huracán destrozó en 1961 la antigua capital, Belize City, nos desviamos por la famosa Hummingbird highway hacia la costa. La carretera de marras está rodeada de jungla, verdes colinas, pequeños pueblos de arquitectura caribeña en madera... y más basura y obras de lo deseado, así que la ruta está bien pero no para echar cohetes.

Es un país religioso y, además de los menonitas, vemos una barbaridad de iglesias y templos -de todas las denominaciones aunque abundan especialmente las evangélicas-, así como colegios y universidades cristianas. Frases extraídas del Evangelio o el listado de los diez mandamientos se muestran en comercios, carreteras, coches, casas particulares y, por supuesto, en los templos.

La llegada al Caribe.
Nuestras pedaladas nos llevaron hasta el Caribe. ¡El mar! Hacía meses que no lo veíamos (desde Vancouver) y años que no estábamos en el Caribe. Y, sin embargo, las playas que hemos visto nos han resultado un tanto decepcionantes, con el aspecto que toman tras una tormenta: muchas algas acumuladas en la orilla, mar revuelto de color marrón, sandflies asesinas en la no muy limpia arena. Baste decir que nos hemos bañado en el mar una sola vez. Lo suyo hubiera sido irse a los cayos, a esas islas y atolones junto al mayor arrecife coralino del hemisferio occidental. Desgraciadamente ni el tiempo ni los precios, acompañaban, así que nos reservamos esos días de playa y buceo para más adelante, en algún otro país centroamericano.

Ello hizo que nuestro paso por los asentamientos costeros de Dangriga, Hopkins, Placencia y Punta Gorda, fuera más fugaz de lo esperado. En general las pequeñas poblaciones caribeñas son un tanto decrépitas, desordenadas, como sin terminar o como si acabara de pasar un huracán cerca... algo probable, por otro lado. Sus diferencias culturales -Dangriga y Hopkins son garifunas y criollas, Placencia es cada vez más guiri y Punta Gorda es más maya e hispano-, aunque evidentes y ligeramente interesantes, no son suficientemente atractivas como para retenernos en unas localidades con poco más que hacer.

De aquí al circo. Probad a arrancar y parar con una mano.
De camino a San Pedro Colombia Bego se despistó cruzando un puente a demasiada velocidad y salió despedida de su bici, por suerte a la cuneta y no al río. Un buen golpe en el brazo que le hinchó el codo y que la obligó a manejar la bici con una mano durante demasiados días. Menos mal que es habilidosa y sufrida.

A menudo comentamos que una de las cosas que se aprende viajando es que uno se puede ganar la vida de muchas maneras diferentes que no necesariamente pasan por ser abogado o albañil, médico o campesino. Así hemos conocido viajeros que se ganan la vida como jugadores profesionales de backgammon o de póker, otros que alquilan la piscina de su casa a gente que quiere bañarse en privado, o aquel que compraba ropa de segunda mano en los mercadillos de países de rentas bajas y la vende con un margen estratosférico en plan vintage a los acaudalados japoneses. Pues hay gente que se gana la vida vendiendo mariposas. Lisa, la dueña de The Butterfly Ecopark, lidera una cooperativa cuyas mariposas se venden a lugares tan variados como restaurantes, zoológicos, una empresa de cruceros o el aeropuerto de Singapur.

Eladio, lleno de energía y de lo más positivo a pesar de haber perdido un hijo
recientemente a causa de un cáncer, aunque él lo acusara al vudú.
Por su parte Eladio, el dueño de Eladio's Cacao Adventure podría ser un predicador evangélico. La verborrea y lo profundo de sus comentarios viene reforzado por experiencias místicas, como aquella vez, hace ya treinta años, que vio una bola de fuego descendiendo del cielo, en la que apareció nada menos que Jesucristo. (Parece que Jesús siempre aparece en plan Hollywood, con fuego, rayos y truenos o luminosos arco iris; supongo que aparecer, no sé, montado sobre una Vespa, restaría solemnidad al ulterior mensaje.) Total, que esa aparición le hizo cambiar su vida y dedicarse en cuerpo y alma al desarrollo orgánico y respetuoso con la naturaleza de su granja. En ella, entre otras cosas, cultiva cacao, y muestra a los turistas todo el proceso de creación de esa pasta amarga que es la base del chocolate.

En una jornada más nos plantamos en Punta Gorda, la capital del "profundo sur beliceño". Aquí visitamos el humilde pero bien organizado hospital para descartar cualquier rotura en el brazo de Bego (todo en orden, aunque el dolor sigue ahí por el fuerte golpe). Asimismo hicimos la habitual ingeniería financiera para poder salir del país sin llevarnos moneda local, aunque esta vez fue efectivo (salimos sin un solo dólar beliceño) pero muy poco eficiente (nos costó unas cuantas comisiones bancarias). En fin.

Desde Punta Gorta (o " Pigi", como la llaman los lugareños) no hay carretera hacia el sur, así que tomamos una lancha hasta Puerto Barrios en Guatemala, desde donde pedalearíamos los 40km restantes hasta la frontera con Honduras.

Un abrazo
Ninguno de los dos habíamos estado antes en Belice, así que nos hizo ilusión pisar país nuevo, especialmente al ver lo diferente que es a los otros países centroamericanos. Acabábamos de gastar todos los quetzales que nos quedaban de Guatemala en comida, así que cuando nos preguntaron en aduanas si llevábamos algo de comida tuvimos que mentir. Desconocíamos que entre estas dos fronteras está prohibido el paso de alimentos.
En Guatemala habíamos conocido a un médico de 30 años que había pasado 20 en Belice, y al preguntarle qué era lo que teníamos que comer sí o sí en Belice nos dijo que el "BBQ chicken". Flipamos, y más al ver que nuestra guía lo corroboraba como el plato estrella del distrito Cayo. Un cuarto de pollo a la parrilla, sobre una torta de harina de trigo.
Al poco de cruzar la frontera llegamos a San Ignacio donde las construcciones nada tenían que ver con las guatemaltecas.
Diferentes señales de tráfico.
Y el porqué. Menonitas en la carretera.
Belice conserva una enorme superficie de selva, pero inesperadamente en los lugares donde está esquilmada lo que había plantado eran naranjos. Nos sorprendió lo nada suavemente que las cargaban en los camiones, hasta que vimos que esos camiones iban a parar a una enorme fábrica de zumos.
Hay que reconocer que encontrar negocios de menonitas por estos lares viene a ser como encontrar negocios de libaneses en África. Todos compartimos el gusto por los dulces y los cafés.
Y si algo hacen los menonitas allá donde estén, son lácteos. Saliendo bien surtidos de una granja donde vendían quesos y yogures en mitad de la Hummingbird Highway.
¿Y si no sabes inglés?
Todos los autobuses de transporte que vimos en Belice eran antiguos autobuses escolares de EEUU (o Canadá).
La moneda es el dólar de Belice, atada al dólar americano. Un dólar americano equivale a dos dólares de Belice. Incomprensible. Si lo vas a atar, ¿por qué no hacer uno a uno? Así cada vez que te daban un precio y dado que el dólar americano era aceptado abiertamente, te veías preguntando si se trataba de dólares americanos o beliceños. Y no me digáis que no es curioso encontrarse con esa señora en lugares como Australia, Canadá y ahora Belice.
Otro producto destacado de la gastronomía de Belice. Los "fry jacks" que se toman de desayuno, acompañados si puedes permitírtelo de huevos, frijoles, plátano frito y queso. Son idénticos a los buñuelos que encuentras por todo África. Cero valor nutricional y un peligro para la salud por el aceite que usan y reusan para freirlos. Pero estaban ricos, je, je.
Lo que no podemos deciros cómo estaba es la famosa salsa de chile habanero de Belice, la Marie Sharp's. Somos unos flojos con el picante.
Quizá los más jóvenes no conozcáis esto de la carne enlatada. En Belice siguen siendo grandes fans de la misma y las versiones parecen infinitas.
El plato nacional de Belice. Arroz con alubias (rice&beans, como lo llaman ellos, cocinado con agua de coco), pollo estofado y en este caso ensalada de col aunque normalmente lo sea de patata.
Barbería de Dangriga, la capital cultural de Belice y fuertemente garífuna.
Se nota la mano británica en los horarios y días de apertura de los negocios. Así, una panadería se permite cerrar a las cinco de la tarde de lunes a viernes, y no abrir los sábados y domingos.
No nos terminó de cuadrar la ingente cantidad de enormes supermercados gerenciados por chinos que había, comparados con las poblaciones de los lugares. Había gato encerrado. Y desconocemos los impuestos de importación, pero resultaba llamativo que todo costase 2-3 veces más que en la vecina Guatemala (idénticos productos).
En estos climas la gente vive en cualquier sitio. Literal.
Tuvimos varios días pasaditos por agua.
Y en alguna ocasión acertamos a refugiarnos a tiempo.¿Pero no era esta la temporada seca?
Pedaleando hacia el sur paralelos a la costa cruzamos cantidad de puentes que salvaban ríos marrones que llegaban al mar.
Y de repente llegamos a la península Placencia, una lengua de tierra de 29 km que recorrimos de norte a sur, entre casoplones de extranjeros que contrastaban con las casuchas de los locales. En esta época del año abundaban los canadienses escapando de su invierno. Se me había partido una muela y estaba emocionada porque había visto en google maps que había dentista, hasta que me dijeron las semanas de espera para ser atendida. Turismo dental.
Placencia era también un lugar de fiesta, y este es el ron más conocido.
Para seguir camino sin retroceder nos montamos en una barca. Si algún lector está pensando hacer lo mismo, que sepa que en principio las bicis no se admiten, pero siempre se puede probar suerte en la barca menos concurrida, la que sale antes del amanecer.
A veces nos sorprendemos con los garitos que aparecen marcados en nuestros mapas.
Belice era otro país donde abundaban las iglesias de todos los tipos.
Y de nuevo contrastaba con las casas de los vecinos. Vamos, que siguen las tradiciones mayas de templos sólidos y viviendas de lo más frágiles.
Cartel muy presente por todo Belice con los diez mandamientos.
Pasamos dos noches en la pequeña casa de huéspedes que la americana Liza había construido con la madera de árboles que había plantado cuando llegó a Belice hacía veinte años. Recomendable esta Butterfly Ecofarm
La cabaña estaba junto al río Columbia lleno de esos pececitos que te limpian. Liza nos hizo unos panes de coco de la muerte, una cena vegetariana riquísima, y nos enseñó la granja de flores donde criaban mariposas búho y mariposas morfo azules.
Eladio, el agricultor con el que fuimos a visitar una granja de cacao, llamaba a estos árboles los "tourist trees" en referencia a cómo se pelan los turistas cuando aparecen por Belice. Un cachondo.
Los colores de su granja.
En el tour por su granja comimos de todo. Tan pronto estábamos dándole a un par de mazorcas de maíz verdes (buenísimo) como pelaba una caña de azúcar y nos la daba a morder, recogía una nuez del suelo y para adentro, o cortaba tallos gigantes de los que extraía el corazón para que nos lo zampáramos.
Ya habíamos visto mucho cacao por Indonesia, y en el pasado por África, pero hasta ahora no nos habíamos interesado por el proceso.
Este es el interior de un fruto de cacao. Está riquísimo. Las semillas pueden entonces lavarse y dejarse secar al sol, o dejarlas fermentar con la pulpa unos días para que la semilla gane en sabor.
En el proceso tradicional, que nos mostraron la mujer e hija de Eladio, una vez secas las semillas se tuestan, se les pasa una piedra para partir la piel que se elimina aventando la mezcla, y se muelen en una piedra. La pasta resultante se mezcla con agua muy caliente, y listo, un buen chocolate que nos bebimos.
En esta parte se veían más tubérculos que en México o Guatemala, y una de las "sopas" que tomamos (llaman sopa a un estofado con algo más de líquido al que estamos acostumbrados) tenía hasta cinco tipos diferentes. A mí me pirran así que encantada.
Punta Gorda conocida como PG sería la ciudad desde donde saldríamos en barco de Belice.
No pensaríais que os ibais sin aves, ¿verdad? A los dos nos poseen los pelícanos y podemos pasar buenos ratos viéndolos pescar. Se nos ha cruzado algún tucán, y también nos ha tocado pedalear cerca de humedales y manglares donde hemos visto esas feuchillas cigueñas de cabeza pelada, y esas garcetas azules, de nuevo especies nativas de América, un gusto conocer algo nuevo.

3 comentarios :

  1. Spam! No esperaba eso. Solo un sabor disponible aquí en el UK desafortunadamente ... 'Spam Original'... Todavía no lo comería, creo.

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    1. Spam...no muy diferente de la good old British cuisine, isn't it? ;-)

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  2. Es una parte importante de nuestro patrimonio cultural... https://www.youtube.com/watch?v=9OVKXIfrGJE

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