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1 de mayo de 2020

E.A.U. (2) Sharjah y Abu Dhabi


Con el coronavirus en todos los telediarios y con un pasaporte español que seguramente hizo sonar alguna que otra alarma, el personal sanitario en la frontera de entrada a Emiratos Árabes Unidos (EAU) nos tomó la temperatura, nos hizo unas pocas preguntas relacionadas con nuestra salud y nuestro itinerario. Pero la pregunta obligada y su principal preocupación fue sobre nuestras simpatías en relación al Real Madrid o al Barcelona FC. Ya puede haber pandemias apocalípticas o plagas exterminadoras que lo primero es lo primero. Faltaría más.

Nada más cruzar de vuelta a EAU el tráfico se hizo denso y la carretera empeoró, tanto en términos de asfalto como de paisaje: magnífico en la parte omaní como ya os contábamos en la anterior entrada, industrial en Emiratos. No ayudaba seguramente que muy cerca había una enorme cantera y fábrica de cemento y los camiones -abundantes, grandes, cargados hasta arriba-, soltaban polvo y humo. Así que nos tocó agachar la cabeza y pedalear, añorando un poco las desiertas y bellas carreteras de Omán. Pero como no hay mal que cien años dure, el desvío a la capital del emirato de Ras al Khaima -a la que hicimos una breve visita sin nada especial que reseñar, salvo algún edificio interesante- y la posterior carretera de la costa por los emiratos de Umm Al Quwain y Ajman nos trajeron algo de paz. A la noche nos costó un poco pero pudimos acampar entre dunas y disfrutar de la soledad.

17 de abril de 2020

La península de Musandam. Omán (3)

El fuerte viento de cara que sufrimos pedaleando de camino a Shinas o el hecho de que la víspera la web de la naviera no nos permitiera comprar el pasaje, ya nos deberían haber dado alguna pista. La verdad es que ya nos imaginábamos algo, pero como en la naviera nadie nos cogía el teléfono y la esperanza es lo último que se pierde, ahí nos presentamos en el puerto de Shinas con nuestra mejor sonrisa. Desgraciadamente, las recepcionistas se encargaron, entre bocado y bocado, de confirmar que el ferry a Musandam, nuestro destino, estaba cancelado por fuerte viento y mala mar. No estaba retrasado, sino cancelado, lo que implicaba tres días de espera hasta el siguiente barco.

Para los que, como yo antes de venir por aquí, no tengáis clara la geografía de la zona, la península de Musandam es un exclave de Omán, separado del resto del país por Fujaira, un emirato perteneciente a Emiratos Árabes Unidos. Este emirato a su vez alberga otro exclave de Omán a mitad de camino, Madha. Exclave de Omán que, también a su vez, alberga otro exclave de EAU, Nahwa. Clarísimo, ¿verdad? Pues ahora que ya tenéis un mapa exacto, preciso y detallado en la cabeza, seguimos.

8 de abril de 2020

Desiertos y montañas de Omán (2)


Separados como están por una buena cadena montañosa, históricamente la costa y el interior de Omán han ido bastante por libre, con guerras, desacuerdos, uniones y desuniones entre ambas regiones hasta que, por fin, en 1959 la costa venció con ayuda de los británicos la Jebel War o guerra de la montaña y casi, casi, unificó el país. Para acabar de conformar el Omán que conocemos hoy en día todavía quedaba la rebelde región sureña de Dhofar, junto a Yemen, que se acabó de unir al resto del país -parece que a regañadientes- en los años 70 del siglo pasado. Bueno, lo de unidos es un decir, porque Dhofar sigue físicamente separada del resto de Omán por unos 900-1000 km de puro desierto, una zona seguro que con menos densidad poblacional que Teruel o Soria: la "Omán vaciada".

Si las jornadas anteriores pedaleábamos bordeando el mar, ya sea el Golfo de Omán o el Mar Arábigo, ahora lo hacíamos bordeando el precioso desierto omaní. En un par de ocasiones dirigimos nuestras pedaladas para adentrarnos en él y disfrutar de ese mar de arena. Por suerte, bien hay poblaciones que tienen el desierto encima y basta con pedalear por las calles del "extrarradio" para sentirse en el desierto, bien hay carreteras asfaltadas que cortan por el medio de las arenas del desierto durante varios kilómetros y uno puede verse prácticamente rodeado por arena sin necesidad de empujar nuestras pesadas bicis por ella, solo lo justo para separarnos unos metros de la carretera y acampar entre dunas. Estas espectaculares montañas de arena pueden llegar hasta más de cien metros de altura (en algún sitio he leído hasta 300 m) y con Google Earth se ve cómo todas están dispuestas en líneas regulares de norte a sur, desplazándose por efecto de los vientos hacia el interior unos diez metros al año. Como si en la vecina Arabia Saudí no tuvieran suficiente arena ya.

28 de marzo de 2020

Bicis, caminos y días dan al hombre sabiduría: por la costa de Omán (1)

Fue cruzar la frontera entre Emiratos y el sultanato de Omán (suena bien, ¿no? "sultanato de Omán") e iniciar una ligera cuesta abajo por una estupenda carretera cuasi vacía hasta las muy azules aguas del golfo de Omán. Todo ello con un sol espléndido y una temperatura primaveral, condiciones que se han mantenido, junto con un cierto fresquito nocturno (que puede pasar de "fresquito" a "frío" en las montañas), durante las algo más de seis semanas que hemos permanecido en el sultanato. Un gustazo de tiempo que solo ocurre durante el invierno omaní, pues a partir de abril parece que las temperaturas empiezan a subir, subir y subir y llegan a los cuarenta y muchos o cincuenta grados en verano, momento en que la gente se enclaustra en sus casas cual monje benedictino... o en plan retiro coronavírico.

Lo de las estupendas carreteras -bueno, sobresaliente en firme y arcén, pero suspenso en cuestas- y que están cuasi vacías ha sido una constante en Omán. Tiene, sin duda, las mejores carreteras a este lado del Mississippi. Si es porque les sobra el dinero, porque hay que activar la economía a base de construir infraestructuras o porque están pensando en el largo plazo (para cuando dupliquen o tripliquen sus actuales casi cinco millones de habitantes) no lo sé, pero si exceptuamos una zona de montaña con estupendos caminos sin asfaltar y algún tramo de carretera sin arcén, lo demás ha sido de lujo.

18 de marzo de 2020

E.A.U. (1): Dubái, entre el exceso y la diversidad

El vuelo de Bilbao a Dubái dejó secuelas. Las cajas de las bicis llegaron al aeropuerto emiratí un tanto maltratadas y al montar las bicis en el hotel descubrimos que el eje anterior y la horquilla de la bici de Bego estaban ligeramente doblados, aunque nada que no se pudiera arreglar con un poco de habilidad y fuerza. Por suerte, frente al hotel de Dubái había un taller de bicis y nos echaron una mano. Por otro lado, nosotros llegamos con una gripe en fase de incubación que, sin ser coronavirus (o sí, que Bego tiene sus dudas), a los pocos días nos dejó -sobre todo a un servidor- bastante perjudicados, sin apetito, sin fuerza y con fiebre elevada y continuas tiritonas. Una posterior visita a un hospital omaní me quitó la fiebre, me devolvió la fuerza y, sobre todo y lo más importante, el apetito, así que todo bien. Bego, fuerte como es ella, se tomó unas pastillitas y pronto estuvo a tope.

Pero mientras el virus estaba preparándose para atacar y llegábamos a ese estado, pudimos disfrutar razonablemente bien de Dubái. Este emirato es, junto con la capital Abu Dabi, el más conocido de los siete que conforman los Emiratos Árabes Unidos: Abu Dabi, Ajmán, Dubái, Fuyaira, Ras al-Jaima, Sarja y Umm al-Qaywayn. Reconozco que los otros cinco ni me sonaban. El caso es que estos emiratos árabes se unieron allá por 1971 tras años bajo el protectorado británico y, aunque realmente mantienen mucha autonomía, acordaron que (casi siempre) el emir de Abu Dabi iba a ser el presidente, mientras el emir de Dubái iba a ser el primer ministro. Gracias al petróleo y al gas natural están, como bien sabéis, forrados de pasta, algo que se demuestra continuamente en los edificios, las infraestructuras, los centros comerciales, los yates y cochazos y, en fin, la ostentación general.

14 de enero de 2020

Yallah, yallah!

Nadie que nos conozca un poquito podría pensar que íbamos a aposentarnos en Donosti escuchando la hierba crecer. Hace unas semanas nos entró el agobio y la claustrofobia (es un decir, a nosotros no nos entran esas cosas), y en una especie de tormenta de ideas vacacional propia de una consultoría estratégica, comenzamos a plasmar en una serie de post-its los destinos a los que queríamos ir... hasta que nos quedamos sin post-its. Será por destinos.

Llevando los deseos escritos sobre papelitos amarillos a su concreción geográfica, hemos decidido coger las bicis y los bártulos y largarnos un par de meses a conocer la península arábiga, una zona que se nos había quedado un tanto descolocada y que otros viajeros, especialmente cicloviajeros, nos la habían puesto muy bien..., a pesar de la existencia de algunas cuestas imposibles. El destino principal es, efectivamente, el Sultanato de Omán, acompañado de unos días en los Emiratos Árabes Unidos (Dubái especialmente) y si el plan acaba cumpliéndose (que ya veremos), un par de semanas sin bicis en la recientemente abierta al turismo Arabia Saudí.