La idea de bajar parte del Ebro en piragua no podía haber surgido en un ambiente más diferente. Un amigo, Gus, nos lo comentó en mitad del desierto de Sahara, en el sur de Argelia. Sería la ausencia de agua lo que nos hizo pensar en ella. En cualquier caso, el plan nos atrajo enseguida, por su simplicidad, por viajar haciendo ejercicio, por hacer algo diferente, por los paisajes que ya adivinábamos que íbamos a disfrutar. Acertamos.
El plan es muy sencillo: una empresa -en nuestro caso, Rogles Aventura- te alquila el material, te sugiere el número y la distancia de las etapas, dónde parar para comer y dormir, se encarga de reservar alojamiento y el lugar en donde dejar las piraguas cada tarde hasta la mañana siguiente, te indica qué ver o hacer, te recoge el último día y te devuelve al origen,... y a uno solo le queda lo más sencillo, esto es, remar río abajo.
Escogimos una ruta de cuatro días desde la tarraconense Flix (realmente desde la vecina Ascó, para evitar que el primer día, y por tanto sin dominar nuestros frágiles esquifes, nos metiéramos en una zona un poco compleja) hasta la desembocadura del Ebro por su delta. A Bego y a un servidor nos acompañaban Elsa, Javier, Inés y Wendy. Más de 62 añitos de media de edad. No hay excusas.
Las piraguas (las hay individuales, dobles e incluso triples, aunque todos nosotros las elegimos individuales) son estables, razonablemente manejables y difícilmente se pueden volcar... aunque seguro que si te empeñas, lo consigues. Tienen unos compartimentos en donde uno transporta el equipaje, mínimo pues te pasas el día en el río y al salir de él tampoco es que vayas a ir a una recepción palaciega.
Las primeras paladas son algo inseguras y la $&%@! piragua, con vida propia, tiende a irse de un lado para otro aunque uno se esfuerce en dirigirla. No hay que desesperar; poco a poco la vas dominando y el kayak se desplaza aguas abajo -más o menos- recto. Durante las dos primeras jornadas, la fuerza del agua, controlada y estabilizada por los embalses río arriba y por tanto sin que le afecten lluvias o sequías (en el corto plazo, claro), ayuda a avanzar, pero conforme el Ebro se va ensanchando y la pendiente se relaja, el agua empuja menos. Por suerte, para entonces uno domina algo más la piragua y ésta sigue avanzando. Las jornadas son de 6-8 horas, con paradas a media mañana para un café, a mediodía para comer (en general bastante bien, por cierto) y en alguna ocasión para un baño en las limpias aunque turbias aguas del Ebro.
El paisaje va transformándose con el paso de los días. Al principio uno transita entre montañas y colinas, que van desapareciendo poco a poco hasta llegar a la inmensa planicie del delta. La vegetación es en general exuberante, especialmente cuando uno se mete por algún estrecho canal formado por una isla fluvial y la ribera y se siente como en Apocalyse Now. Garzas, rapaces, cigüeñas, golondrinas, vencejos, cotorras argentinas,... amén de peces varios cuyo nombre desconozco.
Las cuatro etapas fueron de Ascó a Miravet, de ahí a Tortosa, el tercer día a Deltebre y el último a Riumar, ya en el Mediterráneo. El fuerte viento de levante nos impidió que pudiéramos salir al mar (a nosotros y a todas las embarcaciones, que conste), así que tuvimos que terminar nuestro periplo fluvial en un puerto deportivo a pocos metros del encuentro del Ebro con el mar. En un restaurante del mismo puerto una paella puso la guinda a esta muy recomendable excursión.
Un abrazo
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| Saliendo de Ascó |
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| Los sonrisones del primer día por el Ebro |
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| Ni idea de que existían todas estas islas por el Ebro, que crean unos pasajes plagaditos de aves y que no te esperas en un río tan grande |
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| No siempre fuimos capaces de bordear todas las islas, algún atasco ya hubo |
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| A ratos remábamos, y a veces nos dejábamos arrastrar por el caudal y disfrutábamos del paisaje |
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| Un gusto parar en pueblos como Mora d'Ebre para descansar y comerse una paellita |
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| Dejando Mora d'Ebre atrás |
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Los puentes del Ebro
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| En kayak por el Ebro entre islas y paellas |
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| Gozándolo |
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| La vista sobre el Ebro y lo que sería el comienzo del segundo día desde Miravet |
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| Adiós a Miravet desde los kayaks |
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| En algún lugar entre Miravet y Tortosa |
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| Entrando con los kayaks en la esclusa de Xerta, toda una experiencia |
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| Pasando por zonas quemadas junto al Ebro, vaya veranito de incendios |
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| La gloriosa entrada a Tortosa en kayak |
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| Paisajes desde el Ebro en kayak |
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| La paellita del final. No pudo ser en la playa de Riumar, no pudimos salir al Mediterráneo por el oleaje, ni nosotros ni ninguna embarcación. Tuvimos que conformarnos con el puerto de Riumar, ni tan mal. |
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