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8 de abril de 2018

Sulawesi (2): entre pacíficas medusas y búfalos agresivos

De Gorontalo tomamos un barco nocturno a las islas Togean, nuevamente la típica imagen paradisíaca de isla tropical, con unas tierras cuajadas de cocoteros y verde frondosidad y unas aguas cristalinas llenas de vida, especialmente de coral y, por ende, un magnífico buceo. Uno puede estar horas en los impresionantes atolones y en las barreras de coral de la zona, un espectáculo de formas y colores digno de los mejores documentales de Cousteau.

Lo más alucinante por novedoso y diferente resultó ser el lago de las medusas, de los que parece ser que solo hay tres en el mundo: dos en Indonesia y un tercero en Palau, una isla en mitad del Pacífico. Se trata de lagunas en las que las medusas, tras no sé si miles de años como dicen algunos pero sí muchos sin depredadores, han perdido su veneno o toxicidad. Uno se mete en el agua y se sumerge en un fluido sicodélico, lisérgico, rodeado de miles de medusas que flotan por todas partes y lenta pero irremisiblemente chocan contra tu cuerpo. En un primer momento intentas evitarlas, pero después te dejas querer. Por algún motivo la experiencia resulta absorbente, onírica, como de cuadro de Dalí, acabas teniendo la misma actividad cerebral que las medusas y podrías perpetuarte en esas aguas como otra más.

Aquí... tan a gustito, por 270 euros al mes todo incluído.
La verdad es que uno se podría retirar en las Togean, viviendo en una cabaña junto a un mar transparente y lleno de color, buceando en sus aguas, con unas puestas de sol de escándalo, comiendo arroz con pescado fresco a la brasa y ensalada de aguacate y tomate, holgazaneando en la playa y socializando con otros viajeros. Un lujo básico y sencillo, pero un lujo al fin y al cabo. Por dinero no será: en alguno de los pequeños paraísos en los que nos hemos quedado, el coste del alojamiento y cuatro comidas diarias era de 9€ por persona y día. No sorprende, por tanto, que más de uno de los clientes volara anualmente desde la lejana y fría Europa a pasar semanas o meses en alguno de estos hoteles.

Por ese mismo motivo, no fue tan grave que el día en que por fin nos decidimos a abandonar la isla el barco no viniera y tuviéramos que quedarnos un día más. Ello nos obligó más adelante a pillar un autobús para llegar a tiempo al ferry a Flores, pero qué le vamos a hacer...

Pescador en el lago Poso.
Una vez de vuelta en la isla principal -Sulawesi propiamente dicha-, pedaleamos varios días por la preciosa carretera costera de Ampana a Poso y de ahí, hacia arriba, al profundo lago Poso, tercero en tamaño de Indonesia y en cuya ribera pasamos varios días. Un baño en sus limpias aguas dulces para quitarnos la sal y seguir camino. Por cierto, que en las montañas que rodean sus tranquilas aguas se sospecha que se han refugiado algunos terroristas filipinos.

Como ya hemos comentado en el pasado, en las ciudades musulmanas más conservadoras de Indonesia la llamada al rezo puede durar más de una hora (no sé qué les cuentan), una tragedia cuando es a las cuatro de la mañana y cuando la ciudad en cuestión, como Masamba, tiene infinidad de mezquitas. Pero esta es una zona mixta y unos kilómetros más allá encontrarás una comunidad eminentemente cristiana que se venga de los musulmanes y en las iglesias se ponen a cantar salmos y loas al Señor a las 5 de la mañana. Si es que son como niños: cada cual que adore a quien le dé la gana, pero que no moleste.

Impresionante cómo los misioneros llegaron a cada rincón del mundo,
con más éxito en algunos lugares que en otros.
Lo malo es que sus peleas no fueron siempre a base de cánticos y oraciones. Hace unos años, en 1998, cristianos y musulmanes comenzaron a tener sus más y sus menos, aparentemente a raíz de una pelea entre borrachos de ambas religiones. Cuando la cosa se puso seria y se pasó de los machetes y las flechas a las bombas y a la artillería -más de mil muertos entre 1998 y 2006- los militares tuvieron que hacer acto de presencia para poner orden. Ahora todos parecen vivir en paz y armonía.

Indonesia es un Estado secular, con teórica libertad religiosa y cuyo credo es la Pancasila o los "cinco principios", que entre otras cosas preconiza que "solo hay un único Dios". El Estado reconoce oficialmente seis religiones: islam, protestantismo, catolicismo, hinduismo, budismo y confucionismo, información que aparece reflejada en el carné de identidad de los indonesios y que, por ejemplo, te preguntan cuando acudes a un hospital. En teoría los indonesios pueden dejar esa casilla del carné en blanco..., aunque aparentemente el ateísmo o el agnosticismo no están reconocidos, la blasfemia está prohibida y, además, el ateísmo se identifica con el comunismo, no muy bien visto por el Estado. Yo creo que no la dejaría en blanco en su lugar.

Pedaleando por zona islámica al sur de Toraja.
El Islam es la fe de aproximadamente el 88% de la población indonesia, mayoritariamente en las islas de Sumatra y Java, y así Indonesia es el país del mundo con más musulmanes. Hay más de 17 millones de católicos y protestantes, sobre todo en el este de Indonesia (Flores, Timor, Molucas, Célebes Septentrional) y más de 1,5 millones de budistas, la mayoría de origen chino. El hinduismo está confinado a la isla de Bali y algún punto remoto del este de Java.

Llegando a Toraja, una preciosa y montañosa región muy particular y con cultura propia del centro de Sulawesi, no éramos conscientes de la cantidad de "hórreos" o tongkones, esos preciosos graneros de arroz con forma de casas-barco, que íbamos a ver, y comenzamos a sacar fotos de todos los que veíamos. Los hay por todas partes, pero lo cierto es que se merecen todas esas fotos y más, con esa estética tan especial, tan única que tienen.

Respeto.
Tampoco éramos conscientes de la agresividad de algunos búfalos. Uno de ellos comenzó a perseguirme con aviesas intenciones y no me avergüenza decir que pedaleé lo más rápidamente que pude. Un búfalo macho adulto es una mala bestia que según la wikipedia puede llegar a pesar 1.200 kilos (a mí me parecieron muchos más) y una cornamenta que un Miura parece una hermanita de la caridad a su lado.

Es normal, si somos justos, que los búfalos estén un poco mosqueados con los humanos. Sus razones tienen. En los famosos funerales de Toraja se sacrifican búfalos (y también cerdos) como símbolo de estatus y cuantos más, mejor. En el funeral de una persona de cierta importancia se sacrificarán un mínimo de 24 búfalos de un hábil machetazo en la yugular, pero a veces se llega a sacrificar a más de cien, dejando un abrumador rastro de sangre. Su carne se distribuirá entre los invitados, haciendo del funeral una ceremonia más parecida a una boda. Cada búfalo cuesta la friolera de 20 millones de rupias de media (aproximadamente 1.200€), mucho más si son búfalos albinos de ojos azules con buena cornamenta, de tal forma que un funeral de élite puede llegar a costar 400.000 US$ solamente en búfalos. Tela. Y ya que te lo gastas, habrá que lucirlos: tras el funeral todas las cornamentas se exhibirán con orgullo en el hórreo o tongkon familiar, formando una decoración un tanto curiosa de muerte y poderío. Añade a este dispendio un buen montón de cerdos, comida y bebida para los invitados, las ceremonias y encuentros que durarán más de una semana y toda la parafernalia que se monta a sua alrededor hasta sumar un buen pico. Con estos gastos y estas costumbres no nos extrañará que en esta región se diga que sus habitantes "viven para morir" o que "son víctimas de la tradición", pues todo lo que ahorran en vida es para su funeral... o para pagar las deudas del funeral de sus padres o abuelos.

La de sangre que tuvo que derramarse en este funeral (o funerales).
Desde luego para los habitantes de Toraja la muerte no es el drama de Occidente, sino un paso más en un largo proceso. Los fallecidos se cuidan en el domicilio familiar durante semanas, meses y, según algunos, a veces hasta años. Se les viste, se habla con ellos, se les ofrece comida cuatro veces al día. Menos mal que los embalsaman en una solución de formaldehido y agua, que si no vaya peste. Los funerales se retrasan lo necesario para celebrarlos en momentos auspiciosos y permitir que los invitados de lejos puedan llegar. Uno puede excusarse para no acudir a una boda, pero un funeral es sagrado.

Abandonamos tanta belleza y tanta sangre de camino a la costa y con el objetivo de llegar a tiempo de coger el barco que nos llevaría a la isla de Flores. Eso implicó que los últimos 160km de Pare-Pare a Makassar tuviéramos que meter las bicis en un bus y hacer dos jornadas en una. La llegada a las grandes ciudades siempre implica tráfico y lío, así que no estuvo tan mal coger el bus.

Y de Makassar a la estupenda isla de Flores.

Un abrazo

Notas de Bego: si quieres saber más sobre...
... los lagos de las medusas: vídeo
... la cultura funeraria de Tana Toraja: National Geographic en inglés
... la vida marina de las islas Togean: blog de Alain y Yolande, una pareja francesa que conocimos en la isal de Kadidiri muy aficionados al buceo, y que se dedican al cultivo y "diseño" de flores de iris.

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Primera puesta de sol recién llegados a la isla de Kadidiri, donde pasamos tres noches, buceando en la barrera de coral enfrente del resort, y en otras islas de los alrededores, como la playa Karina, la Taipi Wall o el lago de las medusas.
Cita obligada todas las tardes en el embarcadero. Este resort era de chalés en vez de cabañas y costaba más de lo que habitualmente pagamos. El precio no solo se reflejaba en la calidad del alojamiento sino también en los viajeros, y aquí conocimos gente madura muy interesante. Volaron los días.
Los días de lluvia se disfrutan desde la terraza cubierta de un chalé a pie de playa.
Primer anochecer en la isla de Poya Lisa donde pasamos cinco noches.
En este otro resort pasamos cinco noches pero podíamos haber pasado medio año. Nuestra simple cabaña de madera estaba sobre un pequeño promontorio y tenía dos terrazas, una al amanecer y la otra al anochecer.
Dentro de los 9 euros diarios por alojamiento en pensión completa (incluyendo una merienda que te traían a la cabaña, y barra libre de cafés, tés y agua mineral), estaba también incluido el desplazamiento en barco al pueblo más cercano, o a los arrecifes cercanos.
Gloriosas puestas de sol a un par de grados por debajo del Ecuador.
Ya no llevamos cámara sumergible así que no tenemos fotos de los corales y la vida marina, pero este ejemplar juvenil de pez murciélago (platax orbicularis) se acercó a la superficie a decirnos adiós el día que nos íbamos.
En esta parte del mundo lo mejor es seguir la luz del día, así que a pesar de estar de vacaciones, para las 7am todo el mundo estaba desayunando. Los días que no salíamos a bucear nos quedábamos rajando hasta las 5pm entre bañitos y cafés, y a esa hora todos desaparecíamos para disfrutar de la puesta de sol desde nuestras cabañas, para juntarnos de nuevo para la cena. Así pasamos mil horas con gente interesantísima como Chris, guía francés, y Peter, guía austriaco, que buscan el calor en sus tranquilos inviernos.
De vuelta a tierra firme pedaleando por la costa. Las carreteras de Sulawesi por las que hemos circulado son estrechas y no tienen arcén, pero con el escaso tráfico que había no ha sido un problema.
En algunas zonas de Sulawesi se come perro, y en otras murciélago. Bastante escabrosa la imagen en el mercado de Tentena.
Mucha gente que visita Indonesia solo conoce Bali, y se van así del país imaginando un mundo hinduista que realmente está confinado a Bali, y a pequeñísimos reductos como éste, junto al oeste del lago Poso.
Solos en la jornada que tardamos en recorrer de norte a sur el lago Poso por su lado oeste, mientras la carretera principal circula por el lado este.
Fútbol y religiones. Qué parecidos somos todos los humanos.
¿Os imagináis que el chocolate fuera un fruto que pudiera comerse a mordiscos? Tiene su trabajo extraer las semillas de cacao y secarlas para su venta.
Quizá no os parezca un baño apetecible, pero tras una jornada larga de pedaleo, con temperaturas más que agradables, y aguas transparentes del lago Poso, este bañito fue más que glorioso.
Solos en una de las sencillas cabañas del sur del lago Poso en la población de Pendolo.
Díficil ponerse nervioso por el potencial riesgo de quedarse sin comida porque tal riesgo no existe. Venderos ambulantes recorren las carreteras de pueblo en pueblo, bien en moto bien en bici, vendiendo todo tipo de viandas.
Solos en la carretera que unía el lago Poso con la costa sur.
Bajando de vuelta a la costa, a Tarengge, desde donde en dos días nos plantamos en Palopo.
Curiosidades de la jungla.
Con lo clara que es la señal triangular con los niños corriendo advirtiendo de la cercanía de colegios....
En las tiendas de los pueblos prácticamente todo es procesado, y los mercados no son todos los días ni todo el día, así que para comprar fruta fresca recurrimos a los puestos en la carretera. En la foto, ricos rambutanes.
Contentos con la comida de indonesia. A Hugo le pirran las berenjenas y a mí la yuca. Pena ver cómo el nasi goreng indonesio del que disfrutábamos hace unos cuantos lustros se haya convertido en algo menos sano, ya que fríen el arroz con salsas artificiales de tomate o soja repletas de azúcar, y lo acompañan con una especie de cortezas nada sanas que devoramos.
Algunos de los durian de esta parte del mundo son gigantes.
Con el valor que alcanzan los búfalos por esta parte del mundo, los cuidados son exquisitos. Pasando las horas de calor sumergidos en el río.
A veces en la carretera también nos encontramos con especialidades locales. Estos dulces tenían la forma de los picos andaluces pero el sabor y textura de unas rosquillas de la abuela. El medio kilo se nos quedó corto y ya no volvimos a verlos.
Los niños seguían incansables por esta parte de Sulawesi, y alguna subida ha coincidido con la hora de salida del cole, con lo que nos persiguen el par de kilómetros que les toca caminar. En esta zona los colegios no estaban segregados por religión, pero se permitía mostrarla. Ellas, tan amigas.
Sabiendo que volvíamos al fresquito, se hizo llevadera la subida a la región de Toraja.
Por alguna razón esperábamos que los pueblos con arquitectura tradicional fueran cuatro a los que tendríamos que acceder por complicadas carreteras desde Rantepao, la ciudad central, y resultó que para cuando llegamos a ella por la carretera general, ya habíamos visto cientos de casas típicas y graneros de arroz.
Ni son museos ni los tratan como tales. Son casas para el día de donde cuelgan sus aperos, sus ropas, sus gallinas.... Se conocen como Tongkonan, y se discute si sus tejados representan un barco o las astas del búfalo.
Lo que sí son es hermosas. No recordamos haber visto antes nada parecido. La madera tallada y policromada. Los diseños y colores son prácticamente iguales o muy parecidos en todas las casas tradicionales de la región.
Vimos algún casoplón como este, centro de asambleas familiares
En las nuevas construcciones de hoy en día la madera está únicamente pintada o un pelín tallada, pero en las antiguas se pueden ver claramente los grabados. Son típicos los gallos y búfalos, símbolo de prosperidad, y los cocodrilos, símbolo de estatus y poder.
No habíamos llegado aún a Rantepao, el que sería el centro de nuestras excursiones por la región de Tana Toraja, y ya habíamos comenzado a ver en las cuevas de Marante los tau tau, esas tallas de madera que representan a los fallecidos y que exhiben en el exterior de las grutas donde los depositan. Bueno, que exhibían, tantos han sido robados, que muchos torayas los guardan ahora en sus casas.
Cogimos las bicis sin las alforjas y nos fuimos a recorrer la zona por pequeños caminos. Primera parada, Londa. Los atúdes colgados en la entrada de cueva se parecían a aquellos que vimos en Borneo, tallados con formas de animales. Como los toraya creen en la vida después de la muerte, podía verse lo que yo llamo "el ajuar del muerto" colgado de algún ataúd. Parece que esta práctica se ha abandonado debido a los robos.
En Londa había un gran balcón a la entrada de la cueva donde estaban colocados los tau tau, las representaciones de los enterrados en dicha cueva. El poder económico de una familia es proporcional a los metros hacia el interior de la cueva que está enterrada, y a la calidad de la talla de madera. En esta cueva se olía el dinerito.
Como las tumbas son de madera y las cuevas y su exterior no están libres de entradas de agua, a veces se descomponen y lo común en estas visitas es encontrarse con huesos diseminados aquí y allá. Si observáis esta foto veréis a la izquierda un caramelo y a la derecha cigarrillos. Así estaban las cuevas, con caramelos, cigarrillos y botellas de agua para los muertos.
En Lemo las tallas eran más sencillas, pero el impacto visual era asombroso. ¡Qué lugar! Desconocemos si fue porque la mayor parte de los turistas vienen alrededor de agosto cuando los funerales son más abundantes, o porque nuestros horarios siempre son muy raros (no es extraño vernos a pleno sol visitando sitios), pero estuvimos solos la mayor parte del tiempo. Glorioso.
Entre bosques de bambú que utilizan para las construcciones, tanto como andamios como parte del tejado. De cueva en cueva.
Nos metimos por pequeñas pistas solo aptas para motos, bicis y peatones, y nos encontramos con cantidad de grupos de tongkones enormes y hermosos que no aparecían en nuestra guía. Generalmente estas construcciones están dispuestas en dos hileras, a un lado las casas habitables, y al otro los graneros de arroz, como los de la foto. Estas casas no pueden comprarse o venderse, pasan de unos familiares a otros.
Y en el campo entre aldea y aldea, arroz y búfalos. Excepto los que le miran mal a Hugo, ¡qué pacíficos son estos animales!
Preciosa mezcla entre campos de arroz y bosques de bambú.
En la actualidad los tejados de bambú y fibras vegetales se han ido sustituyendo por tejas (poquísimos) y por uralita (la mayoría). Aún así siguen siendo de lo más resultones.
En esta zona diluviaba todas las tardes, y para cuando llegamos a Ke'te Kesu, patrimonio de la Humanidad de la Unesco a donde se accede por tan solo 30.000 rupias (1,80eur), nos habíamos empadado, secado, era tarde, y ya sumábamos diez días pedaleando sin descanso, así que de repente agotadísima, pedí la vuelta al hotel, y allá nos fuimos. Me pregunto que pensaría de nosotros el famoso viajero Jorge Sánchez que ya lleva visitados más de la mitad de estos patrimonios.
Al día siguiente alquilamos una motito para movernos por la zona, y la primera visita fue a Bori, a visitar el rante, lugar de ceremonias, plagadito de megalitos.
Hasta 146 cornamentas contamos. Dan una idea clara del poderío económico de la familia que la habita.
Un atajo como otro cualquiea de vuelta del cole.
Terrazas y terrazas de arrozales en cascada. Agradecida de que ese día hubiéramos optado por motos en vez de bicis.
Lokomata. Enorme peñasco que sirve de descanso para cantidad de cuerpos. Esas "mini casitas" en la base son donde han porteado el ataúd, y se queda allí hasta su siguiente uso.
Un búfalo albino de ojos azules.
El día que partimos hicimos una visita previa al mercado de animales (martes y sábados). En la foto, el área de búfalos "magnos". Fijaos en las pedazo cornamentas.
Horror. Todos los cerdos chillando como locos sin poder moverse. Lo cierto es que tras la experiencia en el mercado, y a pesar de que ese martes teníamos la oportunidad de asistir a un funeral en una aldea a 17km de Rantepao, optamos por seguir viaje y dejar esos ritos sangrientos para alguien con más estómago que el mío.
Inesperado y hermoso el paisaje que nos acompañó en las dos jornadas de vuelta al nivel del mar, esta vez la costa suroeste de Sulawesi.
Ríos marrones por esta zona.
Y campos de arroz ya en el llano cerca de Pare Pare.
Curiosa la diferencia entre las fotos de bodas occidentales y las de bodas locales. Les colocaban las manos sobre sí mismos y las miradas al infinito. Igual-igual que esas fotos de abrazos, besos y miradas de corderos degollados a las que estamos acostumbrados.
Y ya por último antes de coger un ferry de cuarenta horitas (cuarenta!) a la siguiente isla, hicimos una visita a un legado holandés. El fuerte de Rotterdam en Macasar, del siglo XVII que se conserva en buenas condiciones, manteniendo incluso una muralla exterior de siete metros de altura por la que se puede caminar en algunos puntos.

2 comentarios :

  1. ¡Por Dios! Pocas veces he visto un capítulo vuestro con tal mezcla de belleza y atrocidad, esos pobres animales, los cerdos chillando y los búfalos sujetos por la nariz y esas matanzas. Y tanta belleza alrededor.Uf. Qué casas y qué naturaleza. Todo es nuevo y desconocido para mí.Maravilloso que lo compartáis. Cuidáos. Besos

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    1. Te veo el próximo lluvioso y frío invierno donostiarra aterrizando por estos lares para pasar unos meses...

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