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10 de mayo de 2024

Cono Sur: en bici por Argentina y Chile

Mil horas de vuelo en unos asientos que, indefectiblemente, son cada vez menores, y un par de escalas en Madrid y Buenos Aires, nos depositaron sin más rastro que el cansancio en el aeropuerto de Mendoza. Lo verdaderamente importante, nuestras bicis, protegidas en esta ocasión por unas buenas cajas de cartón para bicicletas, llegaron sin mácula.

Bienvenidos a la Argentina.

Argentina, ¡qué gran país! Es la octava nación del mundo en extensión y eso ayuda a que tenga de todo. Así, dispone de desiertos arenosos y nieves eternas, de inmensas montañas andinas e interminables llanuras en la Pampa, de una de las urbes más pobladas de Sudamérica y de grandes extensiones vacías, de ríos, lagos, bosques,... Patagonia, nuestro destino final, es la quintaesencia del paisaje espectacular con unos lagos de aguas transparentes, rodeados de frondosos bosques de altísimos árboles y de unas montañas escarpadas que, aunque muchas de ellas no son especialmente altas (2.000-3.000), gracias a su latitud mantienen nieve hasta bien entrado el verano. Es como el Aleph del argentino Borges, pero a escala país, esto es, un país en el que convergen todos los países.

¿Y qué decir de la gente? Volviendo al escritor argentino, Borges bromeaba con aquello de que "el argentino es un italiano que habla español, piensa en francés y querría ser inglés". Nuevamente el tamaño le da diversidad y así el país incluye un poco de todo. Es industrial y comercial, pero sobre todo es agrícola y ganadero. Tiene algo de hippie y de bohemio, mucha vida alternativa, mercadillos de artesanía por todos lados, mucho trabajo informal (supongo que más por necesidad que por voluntad). Todo el mundo está dispuesto a entablar conversación con el visitante, a charlar de lo que sea, muchas veces con interesantes opiniones. Un gustazo.


Pero no solo es un gran país por su 
geografía física y humana, sino también por su gastronomía. Ya solo por eso merece la pena conocerlo. El hogar del dulce de leche, de los alfajores, de las medias lunas y las "facturas" (bollería), de unos helados insuperables, ya sean de dulce de leche o de chocolate de Bariloche, de las provoletas y la mejor comida italiana fuera de Italia, de los "asaditos" y todo tipo de carne jugosa, bien de las vacas de la Pampa o de los chivitos patagónicos,... Resulta extraño que la población en su totalidad no sufra de obesidad mórbida.

También es verdad que todo pichichi consume mate obsesivamente a todas horas y en todas partes; algún fallo tenían que tener.

En Mendoza iniciábamos un viaje ciclista de unos tres meses por parte del Cono Sur, una ruta que nos llevaría desde los viñedos mendocinos hasta las Patagonias chilena y argentina, siempre acompañados en nuestro pedaleo por los imponentes Andes. Esta ruta no fue la idea inicial: si en un principio nos planteábamos recorrer la Carretera Austral chilena desde Puerto Montt hasta Villa O'Higgins y posteriormente continuar hasta "el fin del mundo" en Ushuaia, los relatos de otros viajeros sobre los vientos patagónicos y lo adverso del clima en Tierra de Fuego nos hicieron replantearnos el viaje y comenzarlo un poco más al norte (Mendoza en lugar de Puerto Montt) para no bajar tan al sur (Puerto Natales en lugar de Ushuaia).


Lo de los vientos en esta parte del mundo tiene su aquel y, particularmente como cicloviajero, conviene tenerlos en cuenta. Aunque no siempre es así, soplan eminentemente de norte a sur y, sobre todo en el extremo sur, pueden ser huracanados, por lo que pedalear contra ellos te pone las cosas muy cuesta arriba.

Y, hablando de cuestas, basta con mirar el mapa para comprender que yendo de norte a sur uno va cuesta abajo ;-)

Lo que sí es cierto es que, desde el punto de vista del clima, comenzando el viaje en enero habría tenido más sentido hacer la ruta de sur (comenzar en pleno verano austral ahí donde hace frío) a norte (terminar en suave primavera ahí donde hace calor). Pero cuando uno va en bici el viento manda más que el termómetro.

Entre otras muchas ventajas (y algún inconveniente), lo de viajar en bici atrae a los lugareños y les anima a hablar con uno. Así, nada más llegar, mientras montamos las bicis en el aeropuerto de Mendoza para pedalear hasta la ciudad, una mujer colombiana se admira -y nos lo hace saber- que Bego sea capaz de montar una bici sola, sin ayuda masculina. Sin comentarios. Minutos más tarde, ya de camino a la ciudad desde el aeropuerto, otra señora nos hace señas, para el coche y nos sugiere que abandonemos el barrio lo antes posible, pues se supone que es peligroso (lo cierto es que el barrio no tiene la mejor pinta, pero sus habitantes no han sido en absoluto amenazantes).


Mendoza nos recibió en la víspera de Reyes con ambiente callejero, gentío, bastante calor, calles arboladas, aceras anchas, tráfico ordenado, terrazas, bares y restaurantes llenos,... Cumple con el patrón esquizofrénico (no en vano en Argentina hay tanto siquiatra) de las ciudades argentinas que yo conozco, que suelen ser dos en una: poblaciones que reflejan la ostentación de los buenos tiempos y la pobreza de los malos. Así, en el mismo centro de una gran ciudad, uno puede ver entidades bancarias alojadas en preciosos y bien mantenidos palacetes, pared con pared con decrépitos chamizos con uralita como único tejado; o a la más beautiful de la beautiful people socializando en una lujosa terraza junto a un pobre miserable que carga cartones recogidos de la basura en su carro de caballos. Así es Argentina.


Desde que tenemos memoria (y nosotros llevamos varias décadas visitando el país) Argentina pasa de "esto es Hollywood" a "esto es un quilombo" en muy poco tiempo y con demasiada frecuencia. Ahora estamos en temporada de vacas (muy) flacas, a saber si con el nuevo presidente Milei las vacas van a engordar...o terminar de perecer. Las últimas cifras a los 100 días del gobierno de Milei son de llorar: 270% de inflación anual (la más alta del mundo), la pobreza roza el 60% de la población (27 millones) y  la miseria al 14% (7 millones), a 3,5 millones de jubilados no les llega para comprar la canasta básica, una maestra de escuela pública cobra 280.000 pesos (unos 280USD al cambio actual), en un país en el que se calcula que hace falta 500.000 pesos para sobrevivir... Si somos justos, Milei no ha podido poner en práctica todas sus propuestas, pues tiene una magra representación parlamentaria. Pero en cualquier caso, en este tiempo los argentinos han pasado del populismo de izquierdas (del peronismo y, en concreto, del kirchnerismo), al populismo de derechas. Milei ha puesto todo el sistema patas arriba, retirando por decreto todas los subsidios de los que una buena parte de la población se beneficiaba. Entre liberalizaciones o ajustes, Milei ha hecho escalar los precios de los alimentos, la salud privada y el transporte público hasta un 30%. Hay desazón en un país que es más caro todos los días, y donde para pertenecer al 10% más rico solo hace falta ganar unos 490 dólares al mes. Pero parece que ya ni los subsidios alcanzaban para vivir y la gente, que mucha de ella despotrica contra el antiguo gobierno peronista ("comunistas de mierda, corruptos,..." es lo más fino que dicen de ellos), ha votado cambio. En la provincia de Mendoza hasta un 70% votó por Milei. Probablemente no sean conscientes de lo que se les viene encima, y no me extrañaría que la emigración argentina se incremente en el corto o medio plazo. Pero a saber, que las predicciones nunca han sido el punto fuerte de los economistas.


Hace ya unos años, ambos visitamos Argentina cuando el peso tenía paridad con el dólar. Ahora te dan cualquier cosa entre 950 y 1350 pesos por cada dólar en el mercado negro..., o más bien mercado grisáceo, pues la cotización del no oficial dólar blue se publicita abiertamente en todos los medios. Por lo menos hasta finales de 2023 existían hasta quince tipos cambiarios en Argentina divididos por varios segmentos. Estaba el dólar oficial, el blue, el financiero, el tarjeta, el solidario, el cripto, el Coldplay, el Netflix, el agro,... Otro quilombo que parece que están intentando hacer desaparecer. 

Y hablando de dinero, una curiosidad: en Argentina y Chile llaman 'lucas' a los billetes de mil pesos. El nombre parece que viene de las monedas del imperio español. Los reyes y los nobles barrocos eran muy de ponerse pelucas blancas y rizadas. Una moneda de oro acuñada en 1789 con el perfil de Carlos IV acabó siendo conocida como ‘la pelucona’. El término fue heredado coloquialmente tras la independencia como “luca”, aunque evidentemente ya no salen reyes españoles.


Pero volvamos a nuestro viaje. La llegada a Mendoza parece que despierta nuestro apetito y en un par de días deglutimos todo "lo argentino" que encontramos: asado, helados de dulce de leche, alfajores, tiramisú, medias lunas (croissants) y facturas (bollería) varias,... Vamos a tener que pedalear bastante para eliminar estos excesos.

En Mendoza y alrededores visitamos un par de bodegas vinícolas pequeñas de entre las 1.500 que hay en la zona. Malbec es su variedad más popular, pero también tienen Cabernet Sauvignon, Pinot noir,... y unas cuantas variedades más. Lo que más me llamó la atención es cómo protegen las vides de granizo y heladas, fenómenos habituales en esta región tan cercana a los Andes: todas las hileras de vides están cubiertas por una malla de (o que contiene) kevlar, malla que impide que el granizo dañe la uva. Además, cuando la temperatura baja de cero grados unos aspersores recubren esa malla con agua que, al congelarse, protege por un efecto iglú lo que hay debajo. 

Abandonamos Mendoza en dirección sur siguiendo la mítica Ruta 40 hacia Tunuyán, San Carlos, Pareditas, para después torcer hacia el sureste y llegar a la muy agradable ciudad de San Rafael.


Muchos pueblos y ciudades argentinos muestran una planta perfectamente cuadriculada, de calles y avenidas muy anchas (incluso en pueblos pequeños) y arboladas (enormes plátanos o sicomoros). Las hemos visto limpias y ordenadas, un gusto de paz y tranquilidad (excepto cuando la ruta 40 pasa por el centro), llenas de terrazas y heladerías. Las plazas que de vez en cuando jalonan las calles son un esplendor de árboles y sombra, casi siempre con algún prócer de la patria en su centro; el general San Martín es un favorito.

Desde San Rafael nos metimos por el Cañón del Atuel, agreste, bonito y un gran destino para hacer rafting, pero por el que sufrimos con el intenso calor y nuestros primeros kilómetros de "ripio" (camino o carretera no asfaltada), buena parte de ellos con "serrucho" (el corrugado que se forma en este tipo de caminos de arena y piedra suelta y que deja a los ciclistas, y especialmente a los ciclistas con bicis sin amortiguación como las nuestras, sin empastes y sin esperanzas de tener descendencia).


En El Sosneado nos juntamos nuevamente con la Ruta 40. Un poco antes de llegar a Malargüe nos hicimos la pertinente foto en el kilómetro 3.000 de esta ruta también llamada "Libertador General Don José de San Martín", ruta que comienza en La Quiaca junto a la frontera boliviana y, tras recorrer unos 5.200 km (unos dicen 5.117 km y otros 5.224 km) llega a el Cabo Vírgenes, en la provincia de Santa Cruz. A pesar de ser una carretera de primer orden no está asfaltada en toda su extensión y así hay tramos que, aunque oficialmente se han asfaltado hasta tres veces y así aparecen en los mapas, alguien se ha quedado con la pasta y siguen siendo de tierra (la corrupción llega a todas partes), como bien nos tocó sufrir más adelante. No olvidaremos esos 88 km de ripio "aserruchado" entre Bardas Blancas y Ranquil del Norte, con un calor de justicia (alerta naranja en la región) en un paisaje desértico lleno de moscas y tábanos que no te dejaban ni parar a respirar sin que te invadieran en unos segundos. Por suerte los conductores, en una muestra más de la generosidad argentina, nos ofrecían agua... y menos mal, porque no hubiera habido manera de transportar tanta agua como la que bebimos ese día.


Más al sur, abandonamos unos días la ruta 40 para explorar el llamado Circuito Pehuenia, por donde nos adentramos por primera vez en los Andes y, aunque buena parte del trayecto fuera por un ripio del durillo con arena y serrucho, mereció la pena ciclar junto a unas araucarias de escándalo, preciosos lagos patagónicos, ríos trucheros (y donde hace unos años se celebró un campeonato mundial de rafting) y montañas andinas.

Muchos lagos y montañas nos esperaban en el Camino de los siete lagos, un sección bastante turística de la ruta 40 entre San Martín de los Andes y Villa La Angostura, donde, por cierto, llovió por primera vez desde nuestra llegada a Argentina. (Bego se conoce la ruta mejor que yo porque se le olvidó la navaja en donde habíamos parado a comer al mediodía y volvió a por ella: 19 km extra, pero por lo menos recuperó la navaja). Como siempre, los destinos turísticos están llenos de gente, pero son turísticos por algún motivo: recorrido bonito, escénico, espectacular incluso,... con demasiado tráfico, sobre todo más al sur, llegando a Bariloche. El viento de cola para llegar a esta población y su famoso chocolate nos sirvieron para endulzar el momento y hacernos olvidar el excesivo tráfico.


Continuando hacia abajo, especialmente al sur de El Bolsón, el número de turistas se reduce y los pueblos muestran una imagen más rural. Son lugares tranquilos y agradables, de casas bajas bien alineadas a lo largo de anchas, rectas y arboladas avenidas. Uno se topa con gauchos por las calles, vestidos con sus ropas tradicionales, una boina igual o muy parecida a la vasca o un sombrero de ala ancha, ya sea a caballo (en cuyo caso indefectiblemente son acompañados por perros) o en camionetas tipo pickups, generalmente muy antiguas.

En el precioso Parque Nacional de los Alerces, además de lagos y preciosos árboles (alerces entre otros) que, por cierto, estaban sufriendo un espantoso incendio forestal desde hacía semanas, también hay zonas arenosas en mitad de caminos de ripio. Una de esas se le atragantó a mi bici y la consiguiente caída me dejó un tanto magullado, nada que no se pudiera solventar con unos días de descanso en Trevelín, un buen y tranquilo lugar para cargar las pilas antes de cruzar a Chile.

Chile y la Carretera Austral


Cuenta la leyenda que cuando los ángeles terminaron de hacer el Mundo, les sobró un poco de desierto, unos cuantos ríos y lagos, algunos glaciares, una buenas montañas,... Le preguntaron a Dios qué hacían con todos esos restos y Él les contestó que lo tiraran por allá abajo, en el fin del mundo. Y así se creó Chile.

Nuestro primer destino en este largo, esmirriado y bellísimo país fue Futaleufú, un pueblo que si no es la meca del rafting mundial no andará lejos. Es impresionante la cantidad de agua que baja por el río del mismo nombre, encajonado entre imponentes montañotas cuajadas de árboles. Y de los Andes al Pacífico hay poca distancia, así que las aguas bajan rápidas. Lástima que mis manos todavía estuvieran bajo mínimos tras la caída en bici y no pudiera ni pensar en agarrar un remo y empezar a palear, pues pocas actividades me parecen tan divertidas e intensas como el rafting. Lo dejaremos para la próxima vez que vayamos...


Si bien ésta comienza más al norte, en Puerto Montt, nosotros nos unimos a la famosa Carretera Austral en Villa Santa Lucía. Conocida oficialmente como la Ruta 7, sus actuales 1240 km transcurren entre la ya mencionada Puerto Montt y Villa O'Higgins, aunque el plan es que siga hasta Puerto Williams en un futuro incierto y seguramente muy lejano, pues al sur de Villa O'Higgins la cosa se complica aún más, con todavía más lagos, montañas, bosques y glaciares que más al norte, que ya es decir. 

La Carretera Austral, un destino mítico entre los viajeros, se comenzó a construir allá por el año 1976 por Pinochet y su ejército, motivo por el cual muchos lugareños de esta región hasta entonces tan apartada del mundo, parecen estarle agradecidos. Efectivamente, esta carretera, que todavía sigue en construcción, conectó a muchos pueblos al resto del país. Hasta entonces (y algunos tramos se han terminado ya entrado este siglo) la gente para ir de un punto a otro tenía que tomar un barco de la armada, posteriormente un bote y terminar el recorrido caminando o a caballo, en una ruta que podía durar varios días,... cuando se podía hacer, algo no siempre posible con el clima de la región. Lo que llama la atención es que todo esto no es una historia de un pasado lejano que uno lee en los libros: unas cuantas personas que hemos conocido han vivido este tipo de vida.


En esta zona, los Andes dejan de hacer de barrera natural contra las borrascas del Pacífico y llueve más que en el lado argentino. Por suerte los peores aguaceros llegaron cuando estábamos bien resguardados en La Junta y supimos sortear las posteriores lluvias.

En Puyuhuapi vimos el mar por primera vez en este viaje aunque, como este pueblo está al final de un largo y angosto fiordo, da más la sensación de lago que de mar. Es una zona importante de la cría del salmón, del que dimos buena cuenta :-)

Un par de bonitos treks nos dieron un respiro de la rutina de la bici. Uno a un glaciar o ventisquero colgante en el Parque Nacional de Queulat y otro al mirador y laguna del Cerro Castillo. Más adelante la excursión fue en bote, a la Catedral de Mármol, en el lago General Carrera.

Si en Cerro Castillo disfrutamos de los últimos metros de carretera asfaltada, en Caleta Tortel nos llegó el verano patagónico con toda su crudeza invernal. Lluvia y frío a raudales, la cota de nieve ya cerquita del nivel del mar. Por lo menos pudimos dar algunos paseos por este pueblo, cuyas casas están unidas entre sí únicamente por pasarelas de madera. Uno deja su vehículo en la entrada del pueblo y, a partir de ahí, a intentar no matarse mientras caminas por las pasarelas mojadas.


En una clara victoria de la experiencia sobre la voluntad (uno se hace mayor y, supuestamente, más sabio), dado el temporal que se cernía sobre nuestras cabezas, decidimos tomar un bus desde Caleta Tortel hasta Villa O'Higgins. No solo nos ahorramos dos días de bici y una potencialmente severa pulmonía, sino que nos permitió llegar a tiempo para tomar el ferry que nos iba a transportar a Candelario Mancilla.

En Villa O'Higgins pasamos un par de noches mientras el ferry se decidía a salir, pues el tiempo -nieve muy cerca, potentes vientos- no acompañaba. Esta población marca el fin de la Carretera Austral y traslada al viajero esa sensación de estar en el fin del mundo, por mucho que hasta Ushuaia, la ciudad más austral del hemisferio sur, todavía queden un porrón de kilómetros. Por ejemplo, en los supermercados no había ni huevos, ni leche, ni prácticamente fruta o verdura... y así seguirían hasta que llegara el siguiente barco.


El ferry nos dejó sin percance en Candelario Mancilla, una población que no creo que pueda recibir ni el título de pedanía, con literalmente no más de tres casas y -siendo el último lugar habitado antes de cruzar de nuevo a Argentina- un puesto de la gendarmería chilena. Nos alojamos en casa del nieto del señor Candelario Mancilla, el primer poblador de este lugar, al que se mudó junto con su mujer en los años veinte del siglo pasado. Estos tipos eran de hierro o estaban muy desesperados, pues ni el durísimo clima, ni la agreste (y espectacular) geografía, ni las inexistentes vías de comunicación ayudan precisamente a formar una familia en paz y armonía o a desarrollar un proyecto agrícola o ganadero. Pero ahí están los nietos. Hoy en día también se ve esa gesta como una forma de hacer patria en una zona muy disputada entre chilenos y argentinos, a punto de la guerra en varias ocasiones. Actualmente casi toda la frontera está bien delimitada, aunque más al sur, en el Fitz Roy, todavía está por definir.

El hospedaje, siendo el nieto del fundador, tenía un toque histórico, pero por lo demás era bastante horrible, sucio e incómodo, nuestro dormitorio con una cama en la que a saber cuanta gente había dormido desde la última vez que cambiaron las sábanas (el saco-sábana que llevamos es perfecto para estas situaciones), la madre de 96 años medio ida o ida del todo, una mujer de edad y parentesco indefinido con serios problemas mentales... Eso sí, gracias a Starlink de Elon Musk, tenía un acceso a Internet que ya lo querrían muchos.

Vuelta a Argentina...


El cruce de Chile a Argentina por esta zona del mundo tiene su aquel. Una vez que se cumple con los requisitos de migración para salir de Chile, uno le tiene que dar fuerte a la bici por las cuestas que le llevarán hasta la frontera con Argentina, por 15 km de ripio y piedra suelta. Justo al cruzar a Argentina (hay un hito en mitad de la nada que algunos chilenos aseguran que los argentinos han desplazado, apropiándose de más tierras) el ripio deviene un sendero estrecho de siete km que es ciclable solo en parte. Al llegar al puesto argentino de migración, el ferry con el que vas a cruzar el Lago del Desierto ya ha zarpado, aunque estuviera vacío. Toca esperar hasta la tarde y, para cuando el barco nos deja en la orilla sur de este precioso lago rodeado de bosques y glaciares, el frío y la potente lluvia nos obliga a pasar la noche en un hotel junto al muelle.

Medio día más de pedaleo nos permitió llegar a El Chaltén, la capital argentina del trekking. Aquí el buje trasero de la bici de Bego, buje que llevaba quejándose y amenazando rotura total desde por lo menos Villa Cerro Castillo, unos 500 km antes de El Chaltén, dijo que tenía suficiente y murió. Si teníamos dudas sobre si continuar pedaleando más al sur la rotura del buje las disipó al instante.


En el Chaltén la idea era hacer varios treks, alguno de ellos de varios días como el del Huemul. Desgraciadamente el frío y mucha lluvia no nos permitieron hacer más que la popular excursión a la laguna de Los Tres, frente al majestuoso Fitz Roy. Las nubes lo dejaron ver solo en parte, pero las vistas fueron de todas formas estupendas.

Un autobús nos llevó hasta El Calafate, punto desde el que se visita el glaciar Perito Moreno. A pesar de las muchas fotografías que uno haya podido ver sobre este glaciar, la sensación que uno experimenta cuando se escucha un crujido y se ve un enorme pedazo de hielo caer en la laguna es única.

...y de vuelta a Chile 

En otro autobús fuimos hasta la chilena ciudad de Puerto Natales. El objetivo de viajar a esta ciudad era ahorrar unos cuantos (bastantes) cientos de euros por volar de vuelta a casa desde Chile en lugar de hacerlo desde Argentina. En cualquier caso, Puerto Natales es una agradable ciudad emplazada en un bonito lugar y se ha convertido en un destino turístico, llena de restaurantes guays y comercios para los visitantes. Tuvimos, eso sí, que azuzar el ingenio para conseguir empacar adecuadamente nuestras bicis, pues a las pocas tiendas de bicis ya no les quedaban cajas adecuadas. Pero no hicimos mal trabajo, pues éstas llegaron en perfecto estado un montón de horas después al destino final en el aeropuerto de Bilbao en donde nos esperaba nuestro amigo Rubén.

A pesar de haber pedaleado 3.000 km durante tres meses nos hemos dejado en el tintero infinidad de cosas por ver y experimentar a ambos lados de la ruta. La bici ofrece mucha autonomía y flexibilidad, pero a veces a uno le da pereza hacer 100 o 200 km extra para visitar un pueblecito o un parque nacional. Durante este viaje no dejamos de decir(nos) que la próxima visita a esta maravillosa región de Sudamérica sería en sendas motos. A ver si es verdad... y a ver si es pronto.

Un abrazo 

La ruta final de Mendoza a Puerto Natales. En rojo las partes en bici, y en verde las partes en transporte público. Podéis ver el detalle en https://aquitanagustito.blogspot.com/p/blog-page.html

Si queréis descargaros la ruta, están todas las etapas en wikiloc, grabadas día a día, y también en modo resumen en dos partes: 

- de Mendoza a Bariloche: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/2024-01-a-03-cono-sur-mendoza-a-bariloche-165713851

- de Bariloche a Puerto Natales: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/2024-01-a-03-cono-sur-bariloche-a-puerto-natales-165714180

Un gusto tener amigotes con furgo para poder arrancar el viaje con las bicis metidas en cajas.

Joyitas que uno se encuentra por Argentina

Caras familiares por Mendoza

Existía el billete de 2000 pesos pero apenas se veía, con lo que la mayor denominación en curso era el de 1000 pesos, que venían a ser 1 euro (primer trimestre 2024). Osea, que para llevar doscientos euros en el bolsillo, había que meterse doscientos billetes!

Viñedos con los Andes de fondo

Encuentros en la carretera. Nos trataron fenomenal los argentinos.

El cañón del Atuel resultó ser un acertado desvío de la ruta 40

Y nosotros que no sabíamos que la provincia de Mendoza era un desierto...

Argentina está plagada de pegatinas y carteles que hacen mención a las islas Malvinas, lo que viene a ser el peñón de Gibraltar para muchos

88 km no asfaltados en la ruta 40 que se nos hicieron de lo más duros

Almas caritativas que en medio de tramos nada transitados se paran a regalarte botellas de agua congelada cuando más lo necesitas. Y sí, lleva txapela, pantalón color azur Bergara y alpargatas. Apellido de aquí. Y es que el 10% de los argentinos tienen ascendencia vasca.

Restos de aquella época dorada argentina que muchos mencionan


La mejor noche de acampada de los tres meses. Entre araucarias, esos extraordinarios árboles de belleza única que parecen sacados del pleistoceno como dice Hugo. Son considerados fósiles vivientes porque existen desde hace millones de años, desde la era de los dinosaurios. Pueden tener más de mil años!

Nos hemos puesto morados a ver aves. Patos, halcones, teros, buitres, cóndores andinos, martines pescadores, picapinos, colibrís, bandurrias.....

Pues sí, a esto teníamos que recurrir para descansar un rato del abrasante sol. Tuvimos alertas por altas temperaturas más de un día. No queríamos verano?

Lo que hace Hugo para que ninguno de los gramos que llevamos en las alforjas sea inútil. Estado en el que quedó parte de su lateral izquierdo (bajo el bañador más) tras darse un batacazo en curva cuesta abajo por culpa de un banco de arena.

El lector habitual del blog ya sabrá a estas alturas lo golosos que somos, y que uno de los postres favoritos de Hugo es el arroz con leche. En Argentina lo encontró elevado a su máximo exponente, con dulce de leche!!

La próxima vez que me queje de que el aceite de oliva virgen extra de supermercado ha alcanzado los diez euros, recordaré que en Argentina se vendía a más del doble. Anda que no lo tienen difícil los argentinos.

Los campings de la carretera austral en Chile contaban con chabolas donde poder montar la tienda y sentarse, tal es lo incómodo que puede resultar en ocasiones el viento y las lluvias de la región

No sabíamos que San Sebastián era el santo protector de los viajeros por aquellos lares. Y en anteriores visitas a esta parte del mundo, viajando a otras velocidades en vehículo, tampoco nos habíamos fijado en la cantidad de templos que se ven en las carreteras, algunos con ofrendas muy curiosas como comida y bebida, al estilo mexicano, o hindú.

La exhuberante naturaleza de la carretera austral. Estas hojas de ruibardo no fueron las más grandes que vimos.

Era verano y final de las vacaciones escolares, tuvimos la suerte de disfrutar del folklore en alguno de los pueblos por los que pasamos.

Subir a la laguna de Cerro Castillo y tener tan cerquita esos glaciares que son parte del Hielo Patagónico Sur, que fuera de los polos, son la mayor reserva de agua dulce del mundo.

Las vistas al río Ibáñez bajando de la laguna. Aquella excursión mereció la semana de agujetas que tuve tras bajar. Qué diferentes son los músculos que trabajan en la bici y en la montaña!



Llama, vicuña o guanaco?
Vicuña, llama o huanaco?

Tuvimos muchos encuentros con gauchos por el camino, en Chile y en Argentina. Los gauchos son una figura icónica en la historia y cultura de ambos países. Hábiles jinetes expertos en el manejo del ganado, y muchos con txapela!

Pues sí, lo de las cumbres de los últimos días era nieve fresca. Quisimos apurar tanto nuestro paso por la carretera austral para no coincidir con los muchos cicloviajeros que la frecuentan en verano, que se os echó el frío encima.

No podíamos hacernos los sorprendidos por el frío, sabíamos que estábamos en Patagonia, y que eso significaba que podíamos tener las cuatro estaciones en un día. Para eso había llevado ropa para todo!

De los treks que planeábamos hacer en el Chaltén solo tuvimos oportunidad de hacer uno y no en las mejores condiciones. Está claro que tendremos que volver.

Flipamos con el Perito Moreno. Daba igual cuántas veces lo hubiéramos visto en fotos de amigos y documentales. Pedazo bicho, qué tonalidades, cuanta inmensidad.

Puerto Natales. Latitud 51ª 43' 39''. No bajaríamos más esta vez.

Y así quedó el viaje, muy recomendable

Nota para los fieles que hayáis llegado hasta aquí. Hemos estado vagonetis desde la pandemia, pero algún día publicaremos los viajes que hemos hecho estos últimos 2-3 años, todos muy recomendables, desde un super trek por Nepal, unas islas para snorkelear y bucear en Indonesia que nos enamoraron, descubrir Arabia Saudí, pedalear Jordania...
















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