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11 de noviembre de 2019

Y colorín colorado...

Bicis, bolsas y nuestros cuerpos serranos, todos llegamos indemnes a Barajas desde San José, Costa Rica, en lo que acababa de suponer el último trayecto en avión de este viaje. Ya estábamos de vuelta en España y nuestra llegada a Madrid suponía el principio del fin. Un principio del fin con estilo, bien sûr: los años de (relativas) penurias y estrecheces no nos habían preparado para nuestra estancia a papo de rey en la madrileña morada de nuestros amigos Íñigo y Cris. Fue sentirse como en casa desde el minuto cero, pero en una casa de lujo, como de lujo fue la compañía.

Vintage Hugo con tres de las sobris.
La excusa para dar por finalizado nuestro periplo ciclista por el mundo era la celebración en los madriles de la boda de una hermana de Bego. Supongo que es lo que hay cuando una tiene tantas hermanas: siempre hay alguna por ahí tramando algo :-). Fue un gustazo acudir a la boda, felicitar a los novios, darles ánimos para la que se les avecina (ah, esta juventud incauta) y ver a toda la familia de Bego en el evento. Evento que estuvo a punto de irse al traste por la presencia de un servidor con un traje de hace nada menos que treinta años, luciendo una estética tipo Travolta en sus mejores años. Menos mal que uno siempre se puede escudar bajo el manido pero útil concepto vintage.

Nos costó salir de la comodidad y el antedicho lujo de la casa de nuestros amigos en Madrid. Ellos hicieron todo lo posible para que no nos fuéramos, pero lo conseguimos. Teníamos que quemar toooooodo lo ingerido en los últimos días, y para ello nada mejor que pedalear unos cuantos días de Madrid a Donosti, visitando amigos aquí y allá. Lo hicimos por caminos y carreteras menores, recorriendo una parte de esa España vacía -o vaciada- que tanto nos gusta, con poco tráfico, mucha naturaleza, castillos e iglesias medievales, ciudades monumentales, pueblos pintorescos y, ejem, rica y abundante gastronomía. Me temo que más que quemar lo ingerido en Madrid, lo que hicimos fue añadir combustible.

La hermosa y desconocida Guadalajara.
Madrid es, como todos sabemos, una pedazo ciudad, pero a pesar de ello no nos llevó mucho tiempo abandonar el asfalto y meternos por campos de cereal, bañados en una preciosa luz primaveral de camino a la para nosotros desconocida Guadalajara. Una ciudad tan cercana a Madrid tiene el peligro de convertirse en la típica ciudad dormitorio sin alma ni atractivo, y sin embargo parecía tener su vida propia. Nos gustaron sus monumentos, la zona peatonal, los parques. Se disputaba en ese momento algún campeonato de España de gimnasia rítmica en Guadalajara, de tal forma que ni un hotel se encontraba disponible. El tiempo no invitaba a acampar y Airbnb nos salvó.

Súper Nacho, el mecánico de bicis de Guadalajara.
Quiero pensar que no fue el pantagruélico desayuno a base de ingentes cantidades de churros y porras lo que provocó la rotura del buje trasero de mi bici. Menos mal que me di cuenta antes de salir de la ciudad y pude dejar la bici en manos de Nacho, el muy hábil mecánico de la tienda Mérida. En algo más de una hora ya estábamos saliendo de Guadalajara, pedaleando con mi rueda nueva, las arandelas del eje pedalier bien colocadas y alguna otra mejora sobre la bici que yo no había identificado. Cinco años sobre la bici y tanto por aprender.

Salimos de Guadalajara por el Camino del Cid, otro de esos itinerarios histórico-turísticos al estilo del Camino de Santiago con un leitmotiv que da sentido a una ruta. Como decía más arriba, recorre esa España tan vacía como las carreteras y caminos que la surcan, entre castillos, torres e iglesias románicas, entre montañas, bosques y ríos, entre cabritos, lechazos y dulces artesanales. Lo cierto es que la ruta está muy bien montada, la información tanto online como sobre el terreno es generalmente muy completa y gracias a un carné gratuito accedes a descuentos en unos hoteles agradables, baratos y, por esas fechas, vacíos. ¿Qué más podíamos pedir?

El inicio del Camino del Cid, bien marcado para bicis.
Bueno, una cosa sí que podíamos pedir: que mejorara el tiempo. Al poco de llegar al bonito pueblo medieval de Hita, cuna del famoso Arcipreste, el mal tiempo se hizo dueño de la zona y el frío, la lluvia y la nieve en las montañas entraron con ganas. Hita no fue mal sitio para esperar a que mejorara y la rumana que gestionaba el hotel nos trató de cine.

Desgraciadamente el tiempo no mejoró gran cosa y ese frío, esa lluvia y ese algo de nieve nos acompañaron por Guadalajara, Soria y Burgos. Si lo bonito de viajar son los contrastes y las nuevos escenarios a los que uno se enfrenta, no podíamos estar más "felices" con el cambio experimentado tras el calorcillo tropical que acabábamos de abandonar en tierras centroamericanas. Por lo menos, ese mal tiempo implicaba que los caminos eran para nosotros solos, si exceptuamos a los corzos, zorros y aves rapaces que veíamos junto a la carretera.

Hita, de donde era aquel arcipreste.
A Hita le siguieron pueblos de nombres tan rotundos e históricos como sus monumentos, nombres recién sacados de algún libro de gestas de caballeros: Jadraque, Atienza, Retortillo de Soria, Berlanga de Duero, El Burgo de Osma, Huerta del Rey, Santo Domingo de Silos, Covarrubias,..., además de unas cuantas aldeas cuyas poblaciones suman "cuatro y el del tambor". En algunos de estos pueblos la persona más joven del lugar rondaba los 60 años, algo que deja bien claro que a estos enclaves les quedan dos telediarios para vaciarse del todo. Hay quien lo defiende y, según se mire, algo de razón puede tener: al fin y al cabo para los humanos es más eficiente vivir en las ciudades y para los animales es, no ya una cuestión de eficiencia, sino de supervivencia, el que los humanos les dejen tranquilos en amplias zonas geográficas y les devuelvan lo que fue su hábitat. Otra cosa es si el tránsito por este mundo se debe medir en términos de eficiencia y supervivencia, pero no voy a seguir por ese camino tan profundo.

La entrada a Burgos.
En Burgos, una ciudad que cada vez está más bonita, nos alojamos en casa de nuestra amiga Mayte y nos pusimos al día de todo lo ocurrido en estos cinco años, que no es poco. Seguimos hacia el este por el Camino de Santiago pero en sentido contrario (no faltó el que nos avisara que Santiago estaba en la otra dirección), llegamos a Santo Domingo de la Calzada y de ahí, por vías verdes y carreteras menores, cruzando tierras de viñedos y cereal, con un tiempo espectacular (todo está un poco raro: calor y buen tiempo en el norte; frío y lluvia más al sur), a Euskadi. No hizo falta ver los carteles anunciando la frontera. Uno se da cuenta que llega al País Vasco cuando es saludado con un "epa", un "epe" o un más elaborado -pero sin pasarse- "kaixo". Claro que también puede ser un entrañable y muy cercano "aupa ahí" cuando te ven subiendo un buen repecho sobre una bici bien cargada.

Con la yogui Eliana en Guadalajara, Rubén y Lontxo en Gazteiz, eternas
Covi y Mayte en Madrid y Burgos, y David (ruedascuadradas) en el Retiro.
Rubén, con quien estuvimos pedaleando hace ya unos años por los Himalayas indios, nos recibió cuando todavía estábamos en el condado de Treviño y se encargó de hacernos un buen tour ciclista para entrar en Vitoria con honores. Esa noche además cenamos con el gasteiztarra Lontxo, una leyenda del cicloturismo con más de veinte años dando tumbos por el mundo montado sobre su bici y con un montón de historias que contar.

La espectacular vía verde del Vasco Navarro nos acercó a Estella y desde ahí, nuevamente por el Camino de Santiago, hasta Pamplona, en donde habíamos quedado con Koko y Marta (la vida en una alforja), también casi recién llegados a casa tras un largo viaje en bici por Eurasia y con quienes habíamos pedaleado en Indonesia. Comprobar que estaban estupendamente y tan divertidos como siempre allanó cualquier intranquilidad que pudiéramos tener en relación a nuestra vuelta a casa: si ellos han sobrevivido, nosotros también. Asimismo estaban en Pamplona para recibirnos Fanny y Juanmari, genial poder disfrutar de ellos en petit comité y perfecta transición para el aterrizaje donostiarra.

Los túneles del Plazaola.
A un ritmo muy tranquilo por la vía verde del Plazaola llegamos a Lekunberri y desde ahí, por la preciosa carretera de Goizueta, hasta Donosti y, en fin, a casa. Fue un poco raro separarnos al llegar y que cada uno se dirigiera a su casa materna. Casi 70.000 km pedaleados por 54 países durante casi 5 años de convivencia 24/7 con tu pareja y... se terminó. Por delante, otro ritmo de vida, otras preocupaciones, otras actividades. No me voy a poner filosófico ni sensiblero. Es obvio que volver a casa después de un viaje de este estilo supone un cambio potente en la vida de uno, pero a diferencia de lo que cuenta algún que otro viajero, ni nos sentimos desplazados, ni fuera de lugar, ni nos abruma el consumismo de la sociedad occidental, ni que la gente nos pregunte o nos deje de preguntar por el viaje, ni na de na. Se está muy bien viajando y se está muy bien en Donosti. Hay que saber disfrutar de lo que uno tiene en cada momento y para eso la familia y los amigos se lo ponen a uno muy fácil. Solo queda volver al 24/7 con Bego y ya volverá a ser todo estupendo.

¿Más viajes en el futuro? Pues claro, faltaría más. Pero ya veremos adónde, durante cuánto tiempo y de qué manera.

Gracias por estar ahí y un abrazo

PD: Todo lo anterior fue escrito al poco de llegar. Han pasado ya seis meses desde entonces -¡cómo pasa el tiempo!-, estamos instalados en Donosti y con nuestras vidas reorganizadas. Se confirma lo dicho: un gustazo volver, qué bien se está por aquí... y qué ganas de viajar :-). A ver qué nos depara el destino.
La llegada, esta vez con todos los trastos.
Pues sí, llegamos con buen tiempo, de ese de estar en terracita con manga corta. Y con la mejor compañía, ¡qué gustazo!
Sencillo plan:
- vías pecuarias hasta alcanzar Guadalajara,
- seguir el Ramal de Alvar Fañez hasta alcanzar el Camino del Cid,
- por el Camino del Cid hasta Burgos,
- Camino Santiago francés hasta Santo Domingo de la Calzada,
- vía verde del río Oja y camino santiago vasco interior hasta Gazteiz,
- vía verde del ferrocarril vasco navarro hasta Estella,
- vuelta al camino santiago francés hasta Pamplona,
- vía verde del Plazaola hasta pasado Lekumberri,
- por la carretera de Goizueta y el Urumea hasta Donosti.
Y fuimos bastante fieles con el plan. 729km en 14 días, al tranquilo ritmo de media de 52km/día, con días de 19km sorprendidos por el granizo, y de 78km disfrutando de la cercana vía verde de Gazteiz a Estella.


Camino Guadalarara

Una zona de montones de caminos sin asfaltar.
A mitad de camino entre Madrid y Guadalajara.
Disfrutando sobre la meseta.
Antes del viaje no hubiéramos sabido decir qué eran esos prados amarillos. Ahora sí, campos de colza en flor. 
Ya que he puesto fotos faltonas de otros países, lo justo es poner también las de la tierra. De la colección "aquí también cuecen habas".
Ahora eso sí, también en estos cinco años que hemos estado fuera, las cosas han cambiado mucho en este campo.
Jadraque y su castillo.
Algunas cosas han cambiado en este viaje. Por muy topicazo que suene no somos los mismos que salimos. Yo no solo no puedo comerme ahora una pierna de cabrito después de haberme pasado tanto tiempo fotografiando cabritillas, sino que hasta me emociono al verla en el plato de Hugo. Él, impasible.
Saliendo de Jadraque, con mallas, guantes, y todo lo de abrigo que llevábamos en las alforjas. Realmente España era tan frío en el mes de abril?
Llegando a Atienza, ya en el norte de Guadalajara. Con su imponente castillo en lo alto del cerro.
Paseando por una de las plazas de Atienza. ¡Qué soportales tan chulis!
Hacia Retortillo de Soria. Solos.
Nieve al fondo. Pero felices. ¡Qué tranquilidad por aquellos lares!
Españistán.
No podía faltar el salto. En Burgo de Osma.
Yo había regalado los guantes en Centro América, así que con calcetines en las manos. Qué rasca!!
Cargamos con la tienda de campaña de Madrid a Donosti pero nos atrajo más disfrutar de esos pueblos de la España vaciada. Y las veces que el paisaje era realmente apetecible, como en esta jornada entre Huerta del Rey y Covarrubias, ahí estaba la señal que lo dejaba claro.
Por el desfiladero de La Yecla, ya en la provincia de Burgos.
Covarrubias. Otro de esos lugares de la Edad Media. Y al día siguiente visitaríamos Santo Domingo de Silos camino de la capital.
Camino Natural Santander-Mediterráneo. Y nosotros sin saber ni que existía.
Camino de Santiago. Entre Burgos y Santo Domingo de la Calzada.
El recibimiento en Gazteiz.
Rubén nos guió por la Vía Verde del Vasco Navarro entre Gazteiz y Estella. Espectacular.
Tan cerquita de casa y sin conocer todo esto hasta ahora.
Ya cerca de Estella.
Yo, Bego, hice el camino de Santiago sola en bici en el 2002. A mi vuelta conocí a Hugo y se lo conté. Agarró la bici y se marchó. Volvió encantado. Y ahí se creó el monstruo imparable.
Hugo durmió tan tranquilo en Lekunberri. Yo no pegué ojo. Realmente volvíamos a casa, ¿qué iba a significar todo eso?
Fuímos super perezosos/pasotas/vergonzosos por si veíamos a alguien conocido, y después de casi 70.000 km no nos dignamos a pedalear el par de kilómetros que nos quedaban hasta La Concha para hacernos una foto chuli de final de viaje. Así que se quedó aquí, sobre un puente del Urumea cerquita de Loyola donde se separaron nuestros caminos... temporalmente.

11 comentarios :

  1. Ha sido todo un placer seguiros y leeros por el mundo!

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  2. Bego y Hugo, ¡cuánto echo de menos vuestras fotos y escritos! Ha sido un placer seguiros todo este tiempo, gracias por compartir vuestras aventuras... que espero continúen en un futuro no muy lejano. Mientras tanto, os deseo lo mejor para esta nueva etapa.
    Nos vemos en los caminos :)

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    1. Gracias Suni! Tus viajes estos dos últimos veranos son pura inspiración para esos próximos viajes ;) Y sí, ojalá algún día nos veamos!

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  3. Gracias por permitirnos viajar con vosotros. Ha sido una maravilla seguiros en el block. Bienvenidos chicos!!!

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  4. ¡Una publicación final perfecta que he estado esperando durante los últimos 6 meses! ¡Gracias!

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    1. ...así has tenido tiempo para mejorar tu (ya estupendo) español, aunque ahora tengas acento argentino, che... Para cuándo tu vuelta a casa?

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    2. jajaja, tengo muchos problemas aquí en Argentina, es como un idioma diferente al de los países del norte.
      Hoy fue mi último día en mi bicicleta. Vuelo a casa en 2 semanas ...

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  5. Una suerte haber disfrutado y sufrido con vosotros por las alturas. Y haberos conocido. Un abrazote grande.

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    1. Lo mismo digo... y habrá que montar otra, no?, aunque sea más cerca...

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