Dejamos a los guerreros de Xian petrificados de pena al vernos partir. Más contentos y aliviados estaban los del hotel Mercure, al borde de la bancarrota tras nuestros tres días de excesos durante el buffet de desayuno. Y así, rellenos hasta el gaznate de bollería, embutidos, mermeladas, bircher muesli y tantas otras delicias que casi teníamos olvidadas, retomamos el camino hacia el norte, hacia Mongolia. Para llegar hasta ahí decidimos tomar inicialmente la más o menos plana G108, buena carretera aunque con bastante tráfico, que pasa por varios puntos visitables. Desgraciada aunque comprensiblemente el viento no quería que nos fuéramos de Xian y nos sopló constantemente en la cara. No era demasiado fuerte, pero unido al pegajoso calor, al denso tráfico y, posteriormente, a la potente contaminación de carbón en la provincia de Shanxi (diferente de Shaanxi, cuya capital es Xian) no hizo que esta sección del viaje fuera especialmente memorable. O tal vez sí.
30 de julio de 2016
9 de julio de 2016
China: de Shangri La a Xian
En mis últimos años de vida profesional, mis visitas a China eran a la superpoblada Shanghai y a las en buena medida industrializadas, degradadas y también superpobladas provincias limítrofes. Como en cualquier gran ciudad del mundo, sus pobladores no se distinguen por llevar una vida relajada, distendida y ser abiertos y dicharacheros para con los extranjeros. Sin querer dramatizar, lo cierto es que las visitas a las zonas fabriles de la región me recordaban más a las oscuras novelas de Dickens que a la brillante China de las pinturas clásicas, llena de naturaleza, armonía y delicadeza.
Sichuán, especialmente su parte suroeste, ha sido, junto con Yunán, el reencuentro con la China amable y, más importante, con los chinos. Paisajes enormes, naturaleza desbordante, montañas y más montañas, ríos caudalosos, pueblos pintorescos con gentes sonrientes, amistosas y generosas. ¿De verdad estamos en China?
Sichuán, especialmente su parte suroeste, ha sido, junto con Yunán, el reencuentro con la China amable y, más importante, con los chinos. Paisajes enormes, naturaleza desbordante, montañas y más montañas, ríos caudalosos, pueblos pintorescos con gentes sonrientes, amistosas y generosas. ¿De verdad estamos en China?
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